De cuando la pancarta no llevaba carroza
Han pasado 40 años desde la primera marcha por los derechos LGTB en España. La exposición ‘Subversivas’ muestra los giros en el activismo ocurridos desde entonces
Francisco Pastor Madrid , 29/06/2017
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Las asociaciones de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales aún no eran legales en España cuando, en plena Transición, tuvo lugar la primera manifestación protagonizada por ellas. Ocurrió en Barcelona, donde las pancartas en catalán y en castellano pedían el final de la ley de peligrosidad social: a principios de los 70, esta equiparaba la homosexualidad al proxenetismo, el vandalismo o el tráfico de drogas y pedía penas de hasta cinco años, en prisión o en algún centro psiquiátrico, a quienes el Estado considerase diferentes. Solo unos cientos de personas acudieron a aquella protesta en 1977 pero, un par de años después, las alusiones a la homosexualidad desaparecieron de la norma. En solidaridad con otros grupos, el activismo LGTB siguió dirigiéndose contra una ley que decaería, finalmente, en 1995.
Solo ocupábamos un carril, y los coches pasaban a nuestro lado. Caminábamos separados, para parecer más
40 años después, Madrid espera millones de visitas. Llega el World Pride, la celebración a nivel mundial del Orgullo: una convocatoria cuya naturaleza —fiesta o lucha, desfile o marcha— es, de nuevo, un objeto de debate en el tejido asociativo. No fue hasta 1996 cuando una carroza acompañó, por primera vez, la manifestación. Y no sería hasta hace una década, cuando la capital acogió el Europride —el Orgullo a escala europea—, cuando empezaron a mentarse las ventajas macroeconómicas del evento. Cuando todo despertó, las siglas T, de transexualidad, y B, de bisexualidad —y, según quién responda, la L de lesbianismo— no existían. Quizá nos sorprendan otras letras, como las que figuran en las fotografías de la exposición Subversivas, en la cuarta planta del madrileño palacio de Cibeles, desde el 15 de junio hasta el 1 de octubre. Las banderas del PTE, Partido del Trabajo de España, ondeaban durante las primeras protestas del colectivo.
“Lo más sorprendente de la muestra es lo mucho que ha cambiado todo en muy poco tiempo. Hemos alcanzado la equiparación legal, y hoy reclamamos una igualdad real y un lugar en la representaciones culturales”, anota Laura Hernández, una de las seis comisarias de la muestra. Para esta licenciada en Historia del Arte, el giro principal vive en el lenguaje: se pasó de hablar de prácticas —la perversa sodomía— a pensar en identidades —más allá de las siglas, otras apropiaciones del habla como marica y bollera—. “Se dejó de apuntar a lo que hacíamos a reflexionar sobre lo que éramos. De ahí parte el reconocimiento que, más adelante, inspiró las leyes”, reflexiona Hernández. Una máquina de electrochoque de mediados del siglo pasado, expuesta en la muestra, da cuenta de los tiempos en los que lo homosexual aún se entendía como una conducta. Para rescatar las fichas policiales de los gais y lesbianas detenidos, por el mero hecho de serlo, en la dictadura y la Transición, los activistas acudieron a los estudios del periodista Fernando Olmeda.
Llegados los 90, y legalizadas las asociaciones LGTB, las fotografías de Cristina Fernández dan cuenta de un hilo de gente, disperso y escoltado por la policía, por la calle de Alcalá. “Solo ocupábamos un carril, y los coches pasaban a nuestro lado. Caminábamos separados, para parecer más”, recuerda la fotógrafa, a quien muchos presentes, la mayoría universitarios, le pedían no aparecer en las instantáneas. Los organizadores merendaban, en el parque del Retiro, antes de emprender la marcha. “Jamás pensé que estas fotografías fueran a mostrarse en ningún lugar”, comparte la autora, sobre unos documentos que también se han expuesto en el madrileño Museo Reina Sofía. Quienes sí aparecen en ellos lo hacen, a veces, con grandes gafas oscuras.
Lo nuestro sí que es mundial, llegó a clamar, en un cartel de 1981, un Naranjito ataviado con una blusa de lunares y un abanico. No era beligerancia, reflexiona Hernández, “pero había que dejar claro que esta lucha también existía fuera de España, y era una buena forma de hacerlo”. “Nos tirábamos meses eligiendo el reclamo que pintaríamos en las pancartas”, agrega, por su parte, la fotógrafa. Intégrate tú, rezaba uno de los carteles que se mostró a finales de los 90, cuando la protesta ocupaba todos los carriles de la calle de Alcalá y las aceras se rendían, también, ante la convocatoria. Chapas, panfletos y paneles ilustran, desde los grandes corredores de CentroCentro, los años en que la revista ¿Entiendes? era de los pocos puntos de encuentro entre semejantes. O el trabajo de las asociaciones en ciudades más pequeñas.
Muchos activistas nos pedían que no nos manifestáramos en Madrid, donde las carrozas lo habían copado todo
“En las marchas de Barcelona, hará unos diez años, muchos activistas nos pedían que no nos manifestáramos en Madrid, donde las carrozas lo habían copado todo. Veíamos que los intereses económicos nos ganaban terreno”, apunta la fotógrafa. Como cuenta, por un lado comprendía aquella reacción en contra, aunque también entendía las ventajas de una fórmula que desbordaba las calles. Para Hernández, cuyo discurso viene curtido por las décadas de debate en la FELGTB al respecto, “ese híbrido entre la manifestación y el desfile lleva 20 años con nosotros. Logramos dar voz a las dos partes. También este año, aunque la convocatoria sea mundial, nos comprometemos con la protesta”. Y las paredes de Cibeles exhiben el vota rosa que clamaron las asociaciones, sin apuntar a ningún partido concreto, cuando el matrimonio entre personas del mismo sexo aún no estaba reconocido. Hoy, la I, de intersexualidad, y la Q, de queer —aquello que desafía al patriarcado, también desde la clase social— tratan de colarse en este abecedario.
Pero aún hay convocatorias que, en Madrid y en Barcelona, recuerdan a las de los 70. Son cientos y no millones quienes se reúnen en las protestas contra las agresiones homófobas. Y no llegaron al millar quienes, como recoge la muestra, se concentraron cuando el Tribunal Constitucional descartó el recurso contra el matrimonio para todos. Aquella tentativa de echar atrás la igualdad legal estuvo firmada por el PP. Y Hernández anota que fue Alaska —a la que hemos escuchado en la COPE, y vemos fotografiándose junto a alcaldes de signo popular— quien coronó la primera carroza que hubo en una protesta del Orgullo. Dónde andarán, hoy, las pancartas del PTE.
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Francisco Pastor
Publiqué un libro muy, muy aburrido. En la ficción escribí para el 'Crónica' y soñé con Mulholland Drive.
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