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Al igual que Donald Trump que dijo, en su toma de posesión: “Vamos a traspasar el poder de Washington al pueblo”, que no se lo creyó ni él, a nuestro Rajoy, a menor escala, también le gusta, como si fuera una mala costumbre inveterada de la política conservadora, hacer desafortunadas frases, sin contenido. En su testificación judicial, en el caso Gürtel, echó mano de una abundante fraseología, que sonaba a hueco, para naturalmente no decir nada y se quedó tan fresco. Son ganas de perder el tiempo, a sabiendas de que no iba a aclarar nada, en relación con la financiación ilegal del PP, durante años, incluida la desaparición de los archivos informáticos del caso. Hay que reconocerle una habilidad especial para usar el lenguaje sin comunicar absolutamente nada de nada, flatus vocis. Ahora, se ha descolgado con otra de sus frases de repertorio, que no tiene ningún significado. “Nadie va a acabar con la democracia”, pues para eso me basto y me sobro yo solito, erosionando los derechos laborales de los trabajadores, favoreciendo el despido libre, precarizando el trabajo, poniendo una mordaza a la información libre, olvidando las promesas electorales, chantajeando a los partidos de la oposición, para ganar las votaciones parlamentarias, navegando en las aguas de la corrupción, como en yate propio, limitando la libertad de expresión, ayudando a las grandes empresas a desarrollar sus planes de expansión y a aumentar sus beneficios, año tras año, a un ritmo anual de cerca del 30%, creando pobreza social aceleradamente, según los informes de las ONG, tolerando los paraísos fiscales y amnistiando a los defraudadores de la Hacienda Pública, consintiendo los trapicheos de la ingeniería fiscal, para no pagar impuestos, con la ley en la mano, matando a los jubilados, mermando su poder adquisitivo, con las ridículas puestas al día de sus pensiones, engrosando las víctimas del paro, que solo baja ocasionalmente con el sol del verano turístico y el consumismo navideño, para volver siempre, como las oscuras golondrinas becquerianas. Y, naturalmente, sus discípulos le imitan y Albiol, el Rajoy de Cataluña, declara, con otra frase desgraciada, que “en el PP todos pensamos igual”, unánimes, gregarios, obedientes, homogéneos, borreguiles, disciplinados, como los antiguos procuradores en las Cortes franquistas.
Autor >
Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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1 comentario(s)
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amaia
Efectivamente, lo has clavado... Lo que todavía no me puedo explicar y mucho menos soy capaz de explicar a mis amig@s extranjeros, es que esta "anomalía" mediocre siga siendo presidente del gobierno o que alguna vez hubiera llegado a serlo... Se estudiará en el futuro esta época desastrosa y oscura que nos está tocando malvivir. Gracias por el artículo.
Hace 7 años 2 meses
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