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Muchas gracias, señora presidenta.
Llegados a este punto, señor presidente, el dilema es evidente: vencer o solucionar el problema. La primera opción es sencilla y fácil porque la fuerza, tanto la institucional como la represora de las instituciones del Estado, es evidente que está en sus manos, en manos del Gobierno. Pero lo que ocurre es que el problema es mucho más hondo, más profundo, y quizás esa victoria en realidad no solucionaría nada y supondría una derrota a medio plazo.
Por eso, conviene analizar bien cuál es el problema y desde luego no ayuda nada que se califique lo que ha ocurrido en Cataluña en los últimos días como golpe de Estado, como lo han hecho algunos miembros de su formación y algún otro partido político; un golpe de Estado que han equiparado al 23-F. Nada que ver. Esto que está ocurriendo en Cataluña no es un golpe de Estado: nadie quiere privar de libertades a otros, nadie quiere suprimir la democracia, nadie está utilizando pistolas y nadie está amenazando con imponer un régimen dictatorial.
Hay que ir a los hechos y los hechos son que el 1 de octubre hubo gente normal, de toda condición, que quiso votar y que fue a votar; gente de diferente ideología también, de más edad y de menos edad, con más medios y con menos medios, pero desde luego allí estaban con esa voluntad inquebrantable. Sinceramente, no querían votar contra la democracia ni lo estaban haciendo. No se puede decir eso, señor presidente, porque además no estaban cometiendo ningún delito. No podemos calificar como delito intentar introducir una papeleta en una urna. No estaban amenazando a nadie y, sinceramente, hubo violencia innecesaria, excesiva; en algunos momentos y en algunos puntos la cosa se desmandó y, ante alguna resistencia pasiva o incluso ante una pérdida de nervios, lo que vimos fueron escenas no entendibles y no agradables. No eran unos activistas que estaban buscándolo y que estaban provocando, porque si se saca esa conclusión es que no se ha entendido nada.
Yo conozco a mucha gente de la que fue a votar allí, algunos son amigos y otros familiares, y le aseguro —por cierto, en mi familia tengo de los que quisieron ir a votar y de los que no— que los que fueron a votar allí no son ni delincuentes ni activistas. La verdad, unas palabras para lamentar lo que acabó sucediendo en cuanto a la violencia que vimos en las imágenes hubiera sido, creo yo, de bastante ayuda. Aquí lo que ha habido, señor presidente —y así lo siente una gran parte del pueblo catalán—, es una ausencia de voluntad de diálogo. Y hay que recordarle algunas cosas: no solo el cepillado del estatuto, sino alguna foto —que últimamente, por cierto, ha aparecido bastante en los medios— en la que está usted dirigiendo la recogida de firmas contra el Estatut; no se ha dado una solución fiscal; se ha tratado a Barcelona y a Cataluña con un cierto desprecio, con un aquí es lo que os digamos nosotros, tenéis que entrar por el aro.
De tal manera que nos hemos encontrado el día de la huelga —y esto lo dice El País, un diario bastante cercano al Gobierno— con gente que ha ido con banderas españolas diciendo: Yo no estoy a favor de la independencia, pero no me podía quedar en casa. Y lo decía porque no está de acuerdo con que no se pueda expresar la gente y porque no está de acuerdo con lo que ocurrió ese 1 de octubre. Alguna gente ha podido llegar a la conclusión de que es imposible una salida negociada o dialogar con el Gobierno español.
Declaraciones de los últimos tiempos no han ayudado: la señora Cospedal mentando el artículo 8 —fuerzas armadas para defenderse del enemigo interior—; el señor Casado, que quiere ilegalizar las ideas y a los independentistas, seguramente me querrá ilegalizar a mí también. (Rumores.— Aplausos); el señor Maíllo diciendo que lo de los 800 heridos fue una gran farsa y una mentira; el señor Girauta ayer decía que el nacionalismo es la ideología más reaccionaria que existe. Claro, el nacionalismo vasco y el catalán deben ser el nacionalismo intolerante. Lo que estamos viendo por algunas calles del resto del Estado es el patriotismo democrático, es el patriotismo democrático. (Aplausos).
Pero claro, el nacionalismo intolerante solo con la fuerza del voto al lado de la democracia también en los tiempos duros, y lo digo por la posición de mi partido durante la Guerra Civil y durante la Segunda Guerra Mundial, en los tiempos duros, y en cambio un patriotismo democrático, pero ha habido conatos de grupos, de grupúsculos, con brotes fascistas, y eso hay que decirlo también. Entonces calificarlo con esa generalidad es sorprendente, como ha dicho ahora el señor Rivera: el nacionalismo es el mayor enemigo de la construcción europea, y eso me lo dice usted a mí que en el segundo Aberri Eguna… (El señor Rivera Díaz hace gestos afirmativos). Sí, sí, siga diciendo que sí. En el segundo Aberri Eguna el lema fue: «EuskadiEuropa». A mi partido, que estuvo en los nuevos equipos internacionales, en la creación de la Internacional Demócrata Cristiana y el comienzo europeo y que contribuyó y mucho a construir Europa. No, los nacionalismos estatales son los que pueden con su egoísmo romper en todo caso Europa. Pero, desde luego, ni al nacionalismo vasco ni al catalán se les puede reprochar antieuropeísmo. (Aplausos).
Señor Rajoy, usted decía que lo que no es legal no es democrático, se lo he oído en varias ocasiones. Yo añadiría alguna cosita porque creo que eso no es cierto, no todo lo que es legal es democrático, y tenemos ejemplos en muchos países. Yo lo que le diría es que lo democrático no es siempre legal y que lo legal no es siempre democrático, porque, señor presidente, la democracia es el imperio de la ley, sí, pero también la aceptación ciudadana, y en Cataluña hay una parte importante de la ciudadanía que no acepta el ordenamiento jurídico. Y ante eso hay que reaccionar, no se puede decir: yo lo impongo porque sí. Oiga, 2 millones de personas, más de 2 millones de personas. Yo supongo que también los considera españoles, tendrá que darles una respuesta a ellos, no puede simplemente quedarse en un «no muevo nada». Porque, además, este problema de la desafección ya no es un tema de unas competencias en sanidad o en otro ámbito, no, este es un problema nacional y habrá que atenderlo como tal problema y darle una respuesta. Y señor presidente, no pueden quedarse ustedes en el himno de la Guardia Civil, en «Viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley». Es que es el mantra que repiten continuamente. Habrá que decir algo más que «Viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley».
El señor portavoz del Gobierno suele repetir también mucho: dentro de la ley, diálogo sin fecha ni caducidad. Está bien, pero hay algo también más necesario: una voluntad de llegar a un acuerdo e incluso de poner sus votos al servicio de un cambio de la legislación, de un cambio del ordenamiento jurídico, porque, claro, se puede decir aquí, como ha dicho el señor presidente, que se puede cambiar la Constitución, incluso el artículo 2 y todo lo que quieran, pero sin manifestar ninguna voluntad de hacerlo. Así que, aunque todos los catalanes y todos los vascos estuviéramos de acuerdo con modificar esos artículos, ustedes aquí nos dirían democráticamente que no, que no. (Aplausos). Aunque todos los vascos y todos los catalanes estuviéramos de acuerdo en esto, no nos digan que se puede cambiar la Constitución, porque hasta que no demuestren otra actitud esa es una verdad formal, pero es una falsedad en la práctica; es solo una verdad formal.
Por cierto, como el Rey, que en mi opinión, en opinión de nuestro grupo, abdicó de sus funciones de arbitraje. Seguramente en la mayoría del Estado español gustaría el mensaje, yo no digo que no, pero esta semana se ha hecho una encuesta en Euskadi —no sé en Cataluña, pero me imagino que parecido—, no les digo solo que suspende en su actuación reciente, en su aparición, es que el 68% de los consultados le ponen un cero, de cero a diez le han puesto un cero el 68% en Euskadi. Yo creo que esto daría que pensar.
Señor presidente, usted y yo solemos hablar de agricultura en muchos debates, hoy también quiero hablarle de agricultura. Yo una vez le dije aquello de que España sigue teniendo el problema de dos tipos de patatas: la patata catalana y la euskalpatata. Oiga, ¿no será mejor que nos pongamos a contar cuántas patatas de cada tipo hay? Igual lo solucionamos antes. Y dice usted —además, lo dice convencido, estoy seguro, porque cuando usted dice las cosas las dice absolutamente convencido— que el siglo XXI no puede ser un siglo de imposición, pero estas cosas no se gestionan en los países democráticos, ¿cómo que no, señor presidente? Quebec, que no tenía disposición al uso, el caso escocés y le han mencionado el caso noruego, que, por cierto, señor Tardà, fue sobre la base de los derechos históricos noruegos, pero es que también en la legislación danesa se contempla el derecho de autodeterminación para Groenlandia.
En el siglo XXI, efectivamente, no se puede imponer por la fuerza. Por tanto, afrontémoslo, gestionémoslo y llegado el momento, y con todas las garantías y con todas las mayorías que sean necesarias, votemos. ¿Por qué no? Si igual es la mejor manera de aclarar que esa mayoría silenciosa estaba ahí. Deja ya de ser silenciosa. Votemos y contemos las patatas. Voy terminando, señora presidenta. La verdad es que estoy preocupado por la agresividad de los medios de comunicación españoles, El País, El Mundo y las radios, y estoy sorprendido porque le empujan a usted. Estoy seguro de que usted está recibiendo muchas presiones y que su posición no es nada sencilla. A usted le empujan a hacer cosas y lo importante en un problema como este es tener una cierta empatía unos con otros y saber cuál es la situación y las posibilidades de unos y de otros.
Creo que todos debemos valorar lo que ha hecho el presidente Puigdemont, no era fácil, pero abrió el diálogo. No se produjo una declaración formal de independencia y abrió el diálogo, y lo abrió a pesar de que está en un Gobierno tripartito en el que unos partidos se marcan a otros y no era sencillo. Se abre una oportunidad para ese diálogo. Y yo quiero también entender su declaración de esta mañana, señor presidente, quiero entenderla en el mismo sentido porque, por una parte, se gana tiempo y, por otra parte, usted sabe perfectamente que no ha habido una declaración formal de independencia en el parlamento.
Además, le voy a decir una cosa: Creo que lo que hace usted es preguntar, no requerir según el artículo 155. Si usted lo interpreta como 155, muy bien, pero yo creo que eso requería otra acción después porque, si uno lee la Constitución, lo que tiene usted que requerir es el cumplimiento de las obligaciones a la comunidad autónoma diciéndole que usted ha incumplido esto, cúmplalo, pero es que usted en principio, según lo que nos ha anunciado, no está requiriendo nada, sino que está preguntando únicamente.
Por tanto, vamos a ver qué es lo que contesta el Govern y vamos a ver después si usted hace el requerimiento, pero yo le pido que no aplique el artículo 155 y se lo pido porque creo que complicaría las soluciones y complicaría el diálogo. Y aunque hoy nos pueda parecer imposible un diálogo y que podamos alcanzar una solución, yo quiero pensar que todavía hay posibilidades. Porque, señor presidente, ya se han malogrado demasiadas veces las posibilidades de hacer política y ha llegado el momento. Por eso ganar tiempo es positivo, pero debe aprovecharse, hablen ustedes, hable el Gobierno, pero hable el Govern también directamente, sin condiciones, sin ninguna raya y sin ningún límite, hablen ya y busquen una solución que conecte la legalidad y la legitimidad porque el objetivo, señor presidente, no debe ser poder imponer la ley, sino conseguir que los ciudadanos, y en este caso los ciudadanos catalanes, estén de acuerdo con ella. Creo que es posible, creo que se ha abierto una puerta al diálogo y creo que a usted también le gustaría que eso fuera así.
Vamos a ver si es posible, pero —insisto—, primero, no apliquen el 155 porque enturbiaría toda la situación y, segundo, no cierre la puerta al diálogo, ábrala. (Aplausos).
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ctxt
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1 comentario(s)
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explorador
Bueno, parece que cala que no se puede hablar solo de LEGALIDAD y que tenemos que reflexionar también sobre su relación con la LEGITIMIDAD. La legalidad de Ignacio González, sus decretos en el BOCAM, eran ilegítimos, a pesar del voto, porque era un voto engañado, el pueblo no sabía que estaba votando a un gánster. Si hubiese sabido todo lo que hemos conocido desde que está en la cárcel no hubiera tenido un solo voto. Sus decretos merecían una rebelión y ya hubo algunos funcionarios honrados que perdieron por eso su puesto de trabajo. Todo lo legal no es legítimo ni democrático.
Hace 7 años 3 meses
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