
George Michael, durante una actuación en 1988.
University of Houston Digital LibraryEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Hemos recaudado ya 4100 euros. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
Hablemos de muertos. De los que amamos y de los que no tanto.
No se asusten, no vengo a volcar mis dramas como en otras ocasiones, pero déjenme que les hable de muertos. Esta semana, además, toca.
Hay seres que necesitan morirse para que los amemos y los admiremos (como si hubiera diferencias) aún más. Me pasó con George Michael este fin de semana. Y me permito, sin que esto sea vinculante, recomendarles Freedom, el fabuloso documental que dirigió el cantante y que acabó convirtiéndose en obra póstuma. La muerte de una voz privilegiada, de un tipo que dijo que le gustaría que le recordaran como un gran compositor (lo fue, vaya si lo fue) y un tipo íntegro.
Podemos recordar, insisto, la maravillosa y modulable voz de Georgios Kyriacos Panayiotou. Debemos recordar la explosión de belleza de algunos de sus vídeos (ese Freedom 90 dirigido por David Fincher y Too funky) y su juego de caderas, pero hubo mucho más. El disco Listen without prejudice, dedicado a Anselmo, su pareja durante seis meses que falleció de esa tremenda enfermedad llamada sida y que para algunos era entonces el castigo divino ante la perversión y la falta de moral. Su juicio contra la multinacional Sony, a la que pidió libertad para no hacer promoción de uno de sus discos al considerarlo una cuasi explotación y le erigió, en cierta medida, en defensor de los derechos laborales. Por supuesto, perdió.
Fue un muerto que vivió rápido y al que encontraron sin latido cardíaco el día de Navidad de 2016. Una voz a la que recuerdan con lágrimas desde Elton John hasta Mary J. Blidge y el grandísimo Stevie Wonder. Uno que cantó con todos y que gustó a casi todos, aunque a veces no se gustara a sí mismo. Un tipo que se bebió el éxito de golpe pero que al llegar a casa se preguntaba: ¿y ahora qué? Demasiado joven para morir, demasiadas canciones por cantar.
Hay muertos que aún no lo están literalmente hablando, pero sí de manera metafórica. Mi favorito tiene además uno de mis nombres preferidos de todos los tiempos: Albano-Dante Fachín. Tú no puedes vivir con ese nombre y no ocupar un lugar en la Historia. No puedes ser comercial de seguros, camarero o tornero fresador con ese nombre. No puedes ocupar un cargo político y pasar desapercibido. Tampoco puedes llamarte Albano-Dante Fachín y ponerte una camiseta para ir a trabajar al Parlament (esta frase podría firmarla mi madre también, disculpen los agraviados).
Total, que Fachín se ha hecho un lío y no ha tenido otra cosa mejor que hacer que reivindicar la república catalana y, lo que es peor, llevarle la contraria al jefe. Valiente y coherente o tremendamente torpe, ustedes deciden. Yo, que no soy analista política, reivindico la no muerte profesional de este hombre. Albano, tienes nombre de ensayista, poeta maldito y hasta de premio Nobel de Literatura, de esos que le llevan años quitando el galardón a Murakami. No te me desanimes.
Y también hay cadáveres que teníamos medio guardados en armarios que han vuelto a salir. José María Aznar y Ana Botella han celebrado sus 40 años de casados y han organizado una fiesta por todo lo alto en el Museo del Traje. Hasta allí han ido a parar versos sueltos peperos como Cayetana Álvarez de Toledo y retirados de la política como María San Gil.
Ni rastro de Mariano, que andaba ocupado componiendo lo que queda de España, y de Alonso Aznar, benjamín de los homenajeados y otro de mis personajes favoritos desde que se fue con el padre a reivindicar Melilla y montó una app para ligar. “Alonso Aznar pierde dinero en el negocio del amor”, resumió un medio, en otro de esos titulares favoritos de la que escribe. Seguro que Alonso es de los que dicen, como hijo de famoso al uso, que sus apellidos le han perjudicado. Para fichaje de Vox desde luego, que es donde yo le veo. Santiago Abascal, lo que te estás perdiendo. Eso sí, no te olvides de Albano-Dante.
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Hemos recaudado ya 4100 euros. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes.
Autora >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí