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Estoy un poco harta de las mujeres. Así, sin anestesia y sin sal de frutas para digerirlo. No quiero que las mujeres sean, seamos, una moda. Las mujeres en revistas reivindicando el papel de las mujeres. Las mujeres en discursos pidiendo paso, igualdad salarial y que la edad no nos convierta en invisibles. Todo eso está muy bien en el papel. A mí, con el pelo asomando canas y la piel asomando escamas, empieza a inquietarme.
Robin Wright ha pedido igualdad salarial porque quiere cobrar lo mismo que Kevin Spacey. Estamos a favor. ¿Quién no lo estaría? Pero convertir ese guiño en un símbolo me parece cuando menos exagerado (a veces incluso una memez, sin necesidad de haber bebido para pensarlo). Porque, ¿significa eso que nuestros jefes y jefas lo tendrán en cuenta? No, queridos. Es más, ni siquiera esa reivindicación tiene consecuencias en las mujeres, ni siquiera en las actrices del planeta y tampoco en las miles de aspirantes que pueblan Estados Unidos. Afecta, si acaso, a las actrices de Hollywood, que son, como las top models, apenas unas pocas.
Acaban de celebrarse los Emmy y una de las grandes ganadoras, Big Little Lies, está protagonizada por mujeres. Así que toca celebrarlo. Celebrarlo si te gusta la serie, claro. Fotos de las protagonistas abrazadas. Una imagen preciosa, por cierto. Unos vestidos fabulosos, por cierto. Poco más. Nicole Kidman, esa maravillosa actriz que decidió destrozarse la cara por quítame allá unas líneas de expresión, sale a recoger su premio. Y da un discurso en el que explica que la serie por la que le galardonan visibiliza la violencia de género, que pone sobre el mapa una lacra invisible demasiadas veces, lo importante que es llevarla a la ficción y plasmarla tal y como es. Reese Whiterspoon, otra de las actrices, asegura que hay que dar papeles a las mujeres, que sean protagonistas de las historias.
A mí me parecen necesarias sus palabras, pero de recorrido muy corto. La persona malvada que todos tenemos dentro me dice que Reese lo que hace en el fondo es pedir trabajo para las actrices, lo que me pide el cuerpo es intentar hablar con Nicole Kidman y decirle: “Mira, Nicole, todo aquel que denuncia la violencia de género siempre estará en mi equipo, pero permite que dude de las consecuencias de tus frases. Para empezar, porque no representas a la mayoría de las mujeres de este planeta; para acabar, porque tu serie es de HBO, que no es precisamente un canal masivo de televisión”.
Mientras siga habiendo en prime time señores que digan “No tengo novia, vamos, que nadie me cocina”, las cosas irán regular. La frase es textual y la pronunció un modelo cubano concursante de Masterchef Celebrity. Y la escucharon mis hijos. Tuvo un 18,9% de audiencia, probablemente muchas más personas de las que han visto a Nicole Kidman sufrir una barbaridad. Por cierto, el segundo programa más visto fue la gala del enésimo Gran Hermano, que no es precisamente La clave ni un documental sobre neurociencia.
Dijo también la actriz australiana que el premio se lo dedicaba a su marido y a sus hijas, a las que pidió perdón por no haberlas acostado durante muchos días por culpa del trabajo. Y ensalzando el Emmy les recordó que tenía sentido y que merecía la pena ese sacrificio. Poco después de ver el discurso en un autobús de la EMT se subieron una mujer y sus tres hijos. El pequeño, de unos cuatro años, se cogió una rabieta tremenda porque su madre no le había dejado picar su billete. La madre, resoplando y con contundencia, les dijo: “No puedo más con vuestro egoísmo, el número que me estás montando por no haberte dejado la tarjeta de transporte; son las cuatro de la tarde y no he comido. ¿Sabéis lo que es eso? ¿Pensáis alguna vez en los demás o sois incapaces?”. Esa mujer se bajó en la última parada, sentó a las tres criaturas en un banco de la calle y continuó la charla. Acto seguido, los tres niños, con la cabeza agachada, cruzaban de la mano el paso de cebra.
Esa mujer, esa sí, podría ser yo. Lo siento, Nicole, no es nada personal, pero no me representas.
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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3 comentario(s)
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juan
Me ha gustado este artículo. En el momento en que las mujeres entran en la pelea por los puestos van ganando, entre las grandes empresas empieza a haber CEOs mujeres y cada vez copan más presidencias políticas. No creo que nadie no vote a Merkel si le gusta su ideario porque sea mujer, no creo que una gran empresa no suba en bolsa si los resultados acompañan porque la CEO sea mujer. Está claro que deben haber más y las habrá, creo que es más dependiente de que se disputen los puestos que de bloqueos. Y sí, yo siento algo de vergüencilla ver a archimillonarias con n personas (seguramente todas mujeres con menos suerte en la vida) a su servicio y al cuidado de sus hijos.
Hace 7 años 2 meses
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Gemma
Cada una en su ámbito: es la única manera de hacer algo. Yo no puedo hablar por todas las mujeres del mundo, ninguna puede, ni si quiera la autora de este artículo. Pero reclamar algo legítimo en un terreno que una conoce es la única forma de cambiar algo. Es necesario siempre. Y otra cosa: todos los territorios están infectados. En todos es necesario apañarse como una puede y negociar con la mierda o, en el panorama más ideal, quitarla de en medio. Que la televisión sea pasto del sexismo más flagrante, que miles de personas no hayan visto una serie sobre violencia de género no le quita ni le pone nada a la reivindicación de Kidman. Solo significa que hay que seguir peleando en todas partes. Si las actrices han conseguido avanzar en su campo de batalla, bien por ellas. Las periodistas tendrán que hacerlo en la tele y las demás en su profesión y todas en su parcela de mundo.
Hace 7 años 2 meses
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Jose Antonio
Me gustaría saber en qué derecho se cree la persona que ha escrito este artículo a criticar a una mujer (bellísima, por cierto) por haberse hecho los retoques que le haya dado la gana. Como si el rostro de los demás nos perteneciera. A mí me pareció grandioso el discurso de esta señora (grandioso y necesario). Ojalá hubiera en el mundo más mujeres influyentes como ella, que pusieran el foco en los temas que de verdad importan (violencia de género, como es el caso) y no en temas banales. Ay Nicole, qué razón tenías al decir que es una enfermedad insidiosa y llena de vergüenza. No hace falta más que ver lo que escriben algunas mujeres.
Hace 7 años 2 meses
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