Karmelo C. Iribarren / Poeta
“Yo he hecho un camino en soledad. Nunca tenía a nadie a quien enseñar mis poemas”
Luis Mengs Madrid , 8/11/2017
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Karmelo Iribarren (San Sebastián, 1959) ha venido a Madrid para unas lecturas. Nos citamos una mañana de domingo, otoño debería ser pero el trasiego solar y la polución infame todo lo confunde. Más de 23º y ni charco de lluvia ni tormentas perdidas inspiradoras.
Es un hotel impropio para un poeta, más de putas y banqueros, un barrio a la sombra del estadio Chamartín. Ha cambiado la hora, Karmelo lee cerca de la recepción. Salimos. Sus lustrosos zapatos negros, protagonistas de algunos poemas, resplandecen al sol. Café solo.
¿Cómo se encuentra el poeta en la gran ciudad?
Las primeras veces que venía me sentía fuera de lugar y eso que la ciudad es mi ámbito natural, se nota en lo que escribo. Vengo de una ciudad pequeña pero últimamente me encuentro muy bien en Madrid, me gusta mucho, me procura un anonimato que en Donosti es imposible. Poder caminar sin tener que saludar a nadie. Y puedo aquí tomar el pulso a la modernidad en su más amplia expresión.
Juan Ramón decía que evitaba salir de casa para no encontrarse con otros escritores.
(Ríe) Yo creo que era un hombre muy peculiar en su relación con otros escritores, muy celoso del lugar que ocupaba en la poesía de su tiempo, un lugar de privilegio muy justamente conseguido. Pero era hiperestésico, un enfermo. Dicen que no iba a vivir a ningún lugar donde no hubiera un médico en el mismo edificio.
De Juan Ramón me gustaría tener algún parecido con alguno de esos poemas que escribió sobre el mar, maravillosos. Para mi desgracia en lo poético pero por suerte en lo humano, en lo rutinario, en la vida, yo soy una persona más normal.
¿Te gusta encontrarte con los lectores?
No es algo que me vuelva loco, lo hago porque va en el oficio, digámoslo así. En general las experiencias son agradables, la gente es amable y suelen acercarse con una devoción o un respeto que me supera un poco. Eso quiere decir que uno se va haciendo viejo sin ser muy consciente de ello.
Esta poesía que hago yo, al tipo de lector que le interesa, le llega muy hondamente. Y a veces es lo que se acercan a comentarte. Me parece bien…un rato, al final no sabes qué decir.
¿Tienes un método, una rutina?
No quiero ser pedante pero yo escribo poesía cuando estoy “en poeta” y siento esa necesidad. Los poetas saben a lo que me refiero. Eso que antes se llamaba inspiración, un estado anímico particular. Pero no hay día en que yo no escriba algo en prosa, minucias, frases sueltas, algo que he visto, pueden ser cinco líneas o veinte. Pero poesía solo cuando ella me dice: ¡Ahora!.
¿Cómo notas la llamada?
No es fácil de explicar. Ángel González decía que los poemas le venían a partir de ocurrencias. Pueden estar en frases que escuchas por la calle o has leído o en una película. Esa frase aislada puede tener vida propia. Cuando se da el caso yo trabajo eso mentalmente. A veces sé el final del poema y no como llegar a él. Trabajo mucho con la elipsis, a veces tanto que me cargo lo hecho. Cuando me siento frente al papel o al ordenador ya solo es una cuestión de ajustar; carpintería, técnica. Yo los poemas los trabajo en la mente.
¿Cuándo los das por terminados?
Mis poemas suelen tener cierres definitivos, con muchos creo que más allá no se puede ir. Es como una puerta que se cierra. Volver a ellos después de un tiempo puede ser peligroso porque la emoción que hizo nacer ese poema ya no está, el que está en ese poema ya no eres tú. En este tipo de poesía que juega con vivencias, emociones, con las pasiones no es fácil volver a hurgar, hay quien dice incluso que no es aconsejable.
Karmelo se lo ha leído todo, pero no presume de ello. Stevenson, Salgari, a los nueve años; luego Baroja, Galdós, leer no le costaba ningún esfuerzo.
Ahora leo menos, por las gafas y todo eso. Y me mandan muchos libros. Fui también gran lector de novelas policiacas, mucha novela negra, puede que en casa tenga más de mil libros de ese género. Pero la poesía española la he leído de arriba abajo.
Volvamos a ella
A mí me gusta mucho Antonio Machado, el de Soledades , uno de los mejores poetas del siglo XX si no el mejor, y el Juan Ramón del Diario de un poeta recién casado.
Unamuno proponía una poesía desnuda, sin fórmulas ni oropel, una poesía de ideas, algo que creo te emparenta con él más que con los anteriores. “Las ideas elementales son las fundamentales “ dejó dicho.
Si, las pequeñas ideas son entre las que vivimos, las grandes ideas son como incógnitas que nos sirven para pensar en ellas pero que están como muy por encima de nosotros. Unamuno, cuando habla de ideas elementales, se refiere a las ideas de la vida, a las que presto yo más atención.
Antes de enredarnos con las ideas y su tamaño derivamos la conversación hacia algunos poetas vascos; Blas de Otero
Es un autor con momentos muy buenos, me gusta el del principio, el de Ángel fieramente humano y el del final, el de La galerna más que el poeta social de Pido la paz y la palabra pero no ha tenido mucho que ver en mi formación.
Gabriel Celaya
Le tengo un especial cariño, solía andar con él por la parte vieja cuando yo era un chaval. Tomábamos vinos juntos, pero no me contaba nada. Le preguntaba por García Lorca y --¡Uy!, mucha imaginación tenía Federico-- dice exagerando su acento vasco. ¡Yo un Cigales! pedía siempre. Pero de poesía no me hablaba. Tú escribe y no mires nunca el diccionario. Tiene un libro de los años 40 Tranquilamente hablando que me gusta mucho, con poemas cotidianos. Quizá esa obra pueda haber dejado algo de rastro en mi poesía.
Sarrionadía, Atxaga
Más que ellos me han interesado Gabriel Aresti, Jon Juaristi, Fernández de la Sota o Joaquín Gurruchaga, un poeta de Donosti de quien Celaya decía que era el mejor de su generación. Un hombre que se dedicó a la poesía de forma muy esporádica. No publicó nada hasta que sus hijas le animaron cuando tenía casi 80 años. Tiene unos poemas que son como miniaturas, pero magníficos.
¿De nuestros contemporáneos a quién destacarías?
Los poetas que más me han influido, se note o no, son los de los 50, Gil de Biedma y Ángel González sobre todo. Luego esa generación perdida, entre los Novísimos y la poesía de la Experiencia, poetas que empiezan a publicar en los setenta como Juan Luis Panero, Javier Salvago, Eloy Sánchez Rosillo, Miguel D’Ors , casi siempre poetas de línea clara. Todavía los leo. De la Experiencia, Luis García Montero, Carlos Marzal antes de volverse más estético y recargado, el primer Vicente Gallego, Elena Román, Itziar Mínguez y Michel Gaztambide, que es guionista en las películas de Enrique Urbizu y no se prodiga demasiado. Me interesa la poesía que dice algo de la vida, del autor, que traslada una emoción, no tanto las vanguardias -asevera mientras se atusa el bigote.
Tengo entendido que hace unos años pensabas que ya habías completado todo lo que tenías que escribir. ¿Qué te lleva a seguir adelante?
Fue cuando se publicó la primera edición de la Poesía Completa. Pensé que, a lo mejor, con eso ya había firmado. Nunca he sufrido el “bloqueo del escritor” y si lo he sufrido no le he dado mínima importancia. No me preocupo nada si no escribo, aunque hacerlo se haya convertido en mi manera de estar en el mundo.
No busco el poema, pero si viene, yo lo escribo. En otras ocasiones pienso que si cierro el pico tampoco estaría mal. Lo estoy considerando, igual me tomo dos años de descanso --y desliza un presagio--: creo que seguiré escribiendo siempre, con mayor o menor intensidad.
¿Qué te parece cuando se vincula tu poética con el cine?
Muy bien. La poesía, como casi todas las artes, se nutre de miradas y posibilidades diversas. Si eres aficionado al cine, como es mi caso, no puedes hurtarte a esa influencia. Yo retrato escenas de la vida y he utilizado frases de películas en algunos de mis poemas. Recuerdo una de Jeremy Irons en Herida, de Louis Malle. Muchos ni se han enterado. Lo importante es que el poema funcione como poema y que al lector le diga algo.
Realismo sucio, realismo limpio, a tu poesía le han puesto muchos trajes, muchas etiquetas. ¿Molesta?
Como no pertenezco a ningún grupo o escuela, es más sencillo aplicar apelativos. En realidad conmigo no se contaba, en algunas antologías de la época no aparezco ni en el prólogo. He estado un poco al margen de las tendencias, era como un fleco suelto y tampoco tenía yo ningún amigo importante.
Haya llegado donde haya llegado lo he hecho en solitario. No añoro pertenecer a ningún grupo, no sé si lo explico bien pero tengo un lugar, el mío, que los lectores ya conocen. Acaban de publicar un libro, una tesis sobre mi obra de un profesor sevillano, Pablo Macías, y el primer capítulo se titula A mí no saben dónde meterme. La crítica, o los que hacen estas cosas parecen pensar, ¿con éste qué hacemos?, ¿qué cojones hacemos con éste que creíamos que lo iba a dejar enseguida y ha seguido? Me da un poco igual.
¿El hecho de que tu procedencia sea de un ámbito no académico ha podido influir?
Hombre, sí, todas estas cosas se mueven en las universidades. Yo he hecho un camino en soledad. Nunca tenía a nadie a quien enseñar mis poemas, desde los 16 o 17 años escribía sobre el vacío, sobre el abismo de no saber si eso que estaba haciendo tenía algún interés y así estuve mucho tiempo.
La obra poética de Iribarren se explica sola, con su precisión, belleza, ironía, humor, melancolía en busca siempre de la palabra justa. ¿Debe tener la poesía una función social?
Habría que definir función social. Pero la tiene. Porque la poesía le habla al lector de otra manera, hace que cosas elementales parezcan trascendentes. A la utilidad poética que se dio en otro tiempo yo hoy no le veo mucho sentido. Si me piden un poema para una causa justa ahí estoy, pero poner la poesía a merced de la demagogia, esto de dividir el mundo entre buenos y malos, hombre. Aquí la cosa es un poquito gris. Si la poesía puede hacer a algunos un poco más felices o acompañarles en este trayecto, esa es la utilidad que le veo.
¿Un poeta para que sirve?
Eso me pregunto yo cada mañana cuando me levanto. Por eso escribo para encontrar una respuesta a esa pregunta.
Y vuelve a reír.
Es la hora del aperitivo, pero Karmelo ha dejado de beber.
¿Es cierto que el peligro de ser abstemio es que los camareros ahora te cuentan tu vida?
Es que hay mucho cabrón suelto. Yo empecé trabajando de camarero en una residencia de ancianos a los 13 años…
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Luis Mengs
Luis Mengs es realizador. Algunos de sus trabajos se han proyectado en museos como el Thyssen-Bornemisza de Madrid, Bellas Artes de Bilbao, Fundación Telefónica, Reina Sofía, Nagasaki Prefectural Art Museum, Public Library de Nueva York y el Palacio de Carlos V en Granada. Desde 2015 dirige con mano de hierro una empresa de un solo empleado.
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