Ser feminazi hoy
Las otras manadas
Anita Botwin 23/11/2017
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La última hora del juicio de La Manada es que al parecer no hubo consentimiento expreso por parte de la joven. Por lo tanto, entiendo que si no hubo un consentimiento expreso es que obviamente no lo hubo. Llamadme Sherlock Holmes. Además, la defensa sostiene que ella gimió y que se besó con uno de ellos, por lo que parece que así estaría justificada la agresión. Cuanto más conocemos sobre el caso, más surrealista e indignante es todo.
Me sigue pareciendo muy preocupante que se ponga en cuestión a la víctima cuando ha quedado claro que ella sufre estrés postraumático por lo que ocurrió en ese portal. La violencia contra las mujeres se justifica socialmente, se le da la vuelta a la tortilla y la víctima se convierte en culpable. Tenemos un grave problema cuando el foco se ha puesto en la víctima, cuando se duda de su testimonio. Algo similar ocurrió con Juana Rivas, mientras muchas la creímos, los platós de televisión dudaban de ella y de su relación con sus hijos. Si la sociedad rechazara a los abusadores sexuales con la misma contundencia con la que se cuestiona a las mujeres, es más que probable que la cifra de violaciones disminuiría.
Desde los medios se está mandando un mensaje de miedo a las mujeres para que si alguna vez sufren una violación se lo piensen dos veces a la hora de denunciar. Porque podían no creerte, podían pensar que quizá si sonreíste en algún momento entonces es que disfrutaste más que tu agresor. Podrían pensar que quizá si llevabas minifalda es que estabas deseando que pasara. Estabas provocando. Puta.
Hay algo sobre lo que llevo reflexionando estos días y es sobre el concepto que tenemos culturalmente de la violación. Tenemos en el imaginario al hombre del callejón oscuro acorralando a la víctima para luego agredirla violentamente. Todo lo que se sale de ahí es prácticamente un juego. Me preocupa esta visión porque hace que muchos hombres agredan sin ser quizá del todo conscientes de la gravedad de lo que están haciendo o tranquilizados por la cultura de la violación. Incidir en esto es fundamental para educar en la no agresión sexual, poner claros los límites y enfatizar y trabajar en la dirección del respeto.
Me vais a perdonar si hoy dejo a la manada un poco de lado –sin quitarle peso ni hierro a su gravedad– y me voy a Las Manadas que campan a sus anchas por el territorio español. Recordamos que se produce una violación cada ocho horas, pero es más que probable que el número real sea mayor, ya que no se denuncian todas. Según datos de Naciones Unidas, solo un 10 % de las mujeres agredidas pone en conocimiento de la policía los hechos. El porcentaje es tan bajo debido, sobre todo, al factor miedo y vergüenza en la víctima. O precisamente a que no la crean.
Todas hemos sufrido violencias en cualquier rincón del mundo, porque la violencia machista es un fenómeno global, tal y como explica la feminista escritora profesora y activista Silvia Federici.
Tenemos un grave problema cuando uno de cada cuatro jóvenes ve normal la violencia machista en la pareja. Nueve de cada diez admite haber ejercido violencia psicológica con su pareja. Tenemos un grave problema en cómo los más jóvenes entienden el amor y la sexualidad, sin respeto, sin una perspectiva de género. Tenemos un reto con las presentes y futuras generaciones, nos queda mucho por mejorar como sociedad y el partido de los recortes no está ayudando en absoluto, especialmente en lo que a educación se refiere. Necesitamos seguir luchando por la igualdad, porque desde el momento en que te convierten en una cosa (cosificación) pueden hacer contigo lo que quieran.
Recuerdo una vez cuando en el instituto el graciosillo de turno me tocó el culo. Yo, en lugar de achantarme, me cabreé mucho y le solté un guantazo. Con tan mala suerte de que la profesora fue lo único que presenció. Aunque yo le jurara que él había sido el que había empezado tocándome el culo, eso ya no importaba. No sólo no me creyó sino que me castigaron a mí. Esos mensajes que nos manda la sociedad se nos graban a fuego.
Las relaciones deben ser algo que disfrutar, donde compartir intereses, gustos. La sexualidad debe ser algo no sólo consentido sino disfrutado. De no ser así, ¿qué sentido tiene? Sé que no soy la única que ha mantenido una relación sexual que ha dejado de ser satisfactoria y en la que incluso ha habido algún tipo de agresión. Después de ello, no has podido denunciar, porque ¿quién te creería sin pruebas? Luego se lo has contado a tus amigas y ellas te cuentan sus experiencias. Es entonces cuando te das cuenta de que, por desgracia, no estás sola en eso. Todas hemos sufrido violencias. Por eso: Hermana, yo te creo.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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