
Fotograma de la película Frost/Nixon. Ron Howard, 2008.
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Los apóstoles de la crisis económica, que los hay, señalan como elementos positivos aquellos cambios a los que su irrupción obliga, llegando a celebrar de esta guisa tanto más su profundidad y perseverancia como garantía de que “al final del túnel no sólo habrá más luz, sino una luz mejor, más nítida, limpia y resplandeciente”. Parece difícil que un desahuciado se deje convencer por tales argumentos y sueñe con que al final de tanta desgracia el modesto piso de sesenta metros cuadrados que la hipoteca le arrebató dejará paso a un espléndido chalet adosado de ciento veinte metros cuadrados más garaje y piscina comunitaria. En los medios periodísticos, en los que la crisis está produciendo un mortandad laboral que permite hablar de una auténtica masacre o genocidio, no falta tampoco el optimista –en las escuelas de negocios nos han convencido a todos de que hay que ser positivos si se quiere salir adelante– que ve en la crisis, en la avalancha de despidos y en la precariedad general básica, la oportunidad para rejuvenecer los ánimos y la imaginación y, de golpe, reconvertirse de parado en emprendedor, juntarse con dos o tres amiguetes más digitales que analógicos y poner en marcha en la red “un proyecto cultural”, es decir, uno de esos proyectos en los que se paga poco o nada –“de momento no podemos pero…”– tanto a los colaboradores externos como a la escasa plantilla de precarios, autónomos o becarios.
En ese territorio es donde el género entrevista está viviendo un tiempo de esplendor, al menos desde el punto de vista cuantitativo. Y la cosa tiene su explicación lógica, porque, al fin y al cabo, la entrevista es una forma de contar con una firma o una imagen, es decir, con una marca cultural (imagen, marca y firma son ya una unidad de destino en lo digital) a precio cero, dado que los colaboradores todavía pueden atreverse a preguntar cuál será el pago por ese artículo de tres mil caracteres sin espacios que me pides para pasado mañana, pero a un entrevistado ni se le pasa por la cabeza que pueda cobrar algo: “Si ya con salir debería sentirse totalmente satisfecho. Encima de que lo sacamos no querrá que…”. Así que ahí estamos: la entrevista –mejor larga que corta, que en digital no hay que pagar papel– como recurso predilecto de la cultura low cost.
Lamentablemente, y a pesar del optimismo de los buitres que ven en cada crisis ocasión para incrementar su pelaje, no siempre las entrevistas cumplen con ese destino que consiste en desentrañar silencios, actitudes o malentendidos
Y, en efecto, uno podría decirse que no hay mal (crisis) que por bien (entrevista) no venga, porque sin duda la entrevista tiene condiciones para ser un género especialmente capacitado para dar cuenta de esa realidad dialéctica, escurridiza y dinámica que parece estar pidiendo para su mejor aprehensión esa cualidad socrática tan propia de la misma. Porque no es gratuito recordar que, por su etimología, el concepto de entrevista, que el diccionario de la RAE define como “encuentro y conversación entre dos o más personas para tratar un asunto determinado”, hace referencia tanto al entre-ver, es decir ‘a lo que no se ve con claridad’ como al verse entre sí, un origen que pone en relación el término entrevista con la acepción jurídica del vocablo, que alude a ella como comparecencia conjunta, frente a un tribunal, de jueces, abogados, acusados, testigos, etcétera, lo que da lugar a la expresión y evacuación de aquellos interrogatorios, argumentaciones, presentación de pruebas, testimonios o cualesquiera otros recursos necesarios para aclarar una cuestión, un hecho o un entendimiento. La entrevista como un recurso retórico que, al modo de interrogatorio argumental, trata de hacer aflorar algo que permanece oculto o escondido. En definitiva: la entrevista como enjuiciamiento y crítica de la realidad que en estos tiempos de tanta y tan escéptica confusión habría que dar por bienvenido. Lamentablemente, y a pesar del optimismo de los buitres que ven en cada crisis ocasión para incrementar su pelaje, no siempre las entrevistas cumplen con ese destino que consiste en desentrañar silencios, actitudes o malentendidos.
Para poder ponderar si una entrevista determinada supone un acierto o un fracaso, lo primero que habrá que considerar es si ese objetivo de hacer aflorar lo escondido se ha cumplido o al menos ha tratado de cumplirse, para luego poder evaluar si sus fallos o aciertos son responsabilidad del entrevistado o entrevistados, o bien del entrevistador o entrevistadores, que son los que en definitiva están obligados a saber por qué han entrevistado al entrevistado y qué es aquello que querían dilucidar y enjuiciar mediante la entrevista a realizar.
Por desgracia, la entrevista socrática o dialéctica es hoy género escaso, mientras que lo que más abunda es la “entrevista pasteleo” en la que, o bien el entrevistador parece adjudicarse el papel de autoentrevistado, a fin de poder opinar sobre aquello sobre lo que está deseando opinar para que todo el mundo vea lo inteligente que es, adjudicándole al entrevistado el papel de mero pretexto o convidado de piedra; o bien el entrevistado se vuelca en su promoción y, con sonrisa o ceño de experto en marketing (mano en el rostro atento al perfil bueno para la fotogenia más conveniente), una y otra vez nos castiga tratando de hacer pasar por vida interior e inteligente lo que no dejan de ser estudiados spots semánticos, ripios mentales o complacientes provocaciones. Estamos, pues, ante la “entrevista escaparate”, en la que ambos elementos, entrevistador y entrevistado, persiguen un mismo objetivo: incrementar su visibilidad mediática.
Ejercicio recomendado. Escriba una entrevista con el autor o autora que en su opinión este gozando de una fama inmerecida e intente a lo largo de ella poner de relieve lo infundado de su actual reconocimiento procurando que sea el mismo entrevistado o entrevistada el que se delate a sí mismo.
Recomendación. Vea las entrevistas e interrogatorios que tienen lugar en la película de Rob Steiner Algunos hombres buenos (1992).
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Texto publicado previamente en el blog colectivotodoazen.blogspot.com
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Autor >
Constantino Bértolo
(Navia de Suarna, 1946) ha sido editor de Debate y de Caballo de Troya y ha ejercido como crítico y agitador cultural en diferentes medios. Es autor, entre otros libros, de 'La cena de los notables' (Periférica) y de '¿Quiénes somos? 55 libros de literatura del siglo XX' (Periférica). Ha publicado sendas antologías de Karl Marx ('Llamando a las puertas de la revolución', Debolsillo) y de Lenin ('El revolucionario que sabía demasiado', Catarata). Es militante del Partido Comunista de España.
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