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Ha empezado 2018 poniendo de moda uno de los platos tradicionales de nuestra cocina política: la izquierda. Numerosos chefs han publicado ya su receta particular, asegurando que no hay otra que consiga extraer de la izquierda un sabor más intenso y más hegemónico. En este artículo no les voy a ofrecer una receta más, sino todos los ingredientes con los que suele sazonarse este alimento tan empoderantemente vitaminado, de manera que sea usted el que prepare, a su gusto, un delicioso plato de izquierda.
1º Seleccione la pieza que quiere cocinar.
Como ya sabemos, la izquierda es un alimento compuesto de muchas (muchísimas) partes y, en función de la que escojamos, el resultado puede ser asombrosamente diferente.
Si lo que buscamos es un sabor tradicional, nada mejor que extraer una buena selección de casquería de la izquierda y rehogarlo todo en un aparato con abundante burocracia hasta alcanzar la unidad. Hay que prestar mucha atención al fuego pues, como se cocine a una temperatura demasiado elevada, las diferentes partes pueden acabar matando el sabor unas de otras. Un buen sistema disciplinario puede garantizarnos que sea la parte de la casquería que más nos gusta la que le otorgue la esencia a nuestro plato.
En cambio, si estamos interesados en un plato versátil pero con cierta elegancia, capaz de triunfar tanto en nuestra cena de Navidad familiar como en una comida-reunión con inversores financieros, opte por preparar unos socialdemócratas solomillos a la piedra, y que sean los propios comensales los que elijan su punto personal de intervencionismo estatal. Recomendamos situar una piedra de cocina en la centralidad del tablero de comer, a tal efecto.
Por último, podemos decidirnos por unos transversales muslos de izquierda, un plato postmodernamente juvenil, caracterizado porque se puede preparar con cualquier otra parte de la izquierda que no sea el muslo. Incluso con muslos de otra cosa que no sea izquierda. A fin de cuentas, el sabor dependerá en gran medida del significante con el que lo sazonemos una vez cocinado.
2º ¿Salsa o sofrito?
Este histórico debate, capaz de enfrentar las hipótesis culinarias de las abuelas más revolucionarias con las más reformistas, determinará la consistencia de nuestro plato. La cocina tradicional siempre ha apostado por elaborar una salsa de clase abundante en proletariado. La pureza de esta salsa le otorga mucha personalidad, pero no es apta para una amplia mayoría de los paladares, lo que ha motivado que se condimente con otros sabores exóticamente subalternos, como las semillas de intelectual o la vinagreta pequeñoburguesa, que se consigue espolvoreando un poquito de identidad difuminada por encima.
en un mundo globalizado, donde ya no hay tiempo, ni centros de trabajo –ni siquiera trabajo–, para elaborar a fuego lento una salsa pura de clase, la opción del sofrito precario es siempre ganadora
Cierto es que, en un mundo globalizado, donde ya no hay tiempo, ni centros de trabajo –ni siquiera trabajo–, para elaborar a fuego lento una salsa pura de clase, la opción del sofrito precario es siempre ganadora. Pero, ojo, preparar un sofrito digno de asaltar los cielos no es fácil. Requiere una selección del mejor trabajo cognitivo, salteado con sabrosos brotes de rizoma y un toque millennial. 99% ingredientes naturales con sólo un 1% de materia grasa.
3º Una guarnición a la altura del momento histórico.
Una izquierda que se precie debe estar armonizada por los cuadros indicados. No se deje llevar por el atractivo de la especialización. Detrás de un buen currículum puede encontrarse una textura demasiado tecnocrática. Para evitarlo, opte siempre por la afinidad. Obtendrá unos cuadros fieles y tiernos y, si durante la elaboración del plato se endurecen, nada mejor que pasarlos por el programa purga de su robot de cocina. Demasiada crítica en la guarnición puede estropearle una cuidada preparación y hacer que se cierre antes de tiempo la ventana de oportunidad.
Para seleccionar los mejores cuadros y cargos internos para su guarnición, asegurándose un punto óptimo de afinidad, basta con pasarlos por la plancha y sellarlos en un pacto entre corrientes. Si estima que el resultado no será lo suficientemente afín, aplique a la plancha algún método de escrutinio mayoritario. Desde aquí le recomendamos el aceite de Desborda, mucho mejor que el aceite proporcional, que encontrará en su supermercado de confianza.
4º Presentación.
Preparar una exquisita y combativa izquierda no basta. Horas de cocina, en el aparato o en la asamblea, pueden irse al traste electoral por una deficiente presentación, pero todo dependerá del evento en el que se vaya a degustar este manjar.
Por ejemplo, sería muy arriesgado presentar la izquierda en una cena de elecciones generales sin una presentación al estilo 15M. Si opta por esta presentación, no puede faltarle una ramita de gente corriente coronada con flores, corazones y muchas sonrisas. Utilice para el maridaje un vino moderno y actual, que combine variedades de uva que irradien esperanza en nariz y alegría en boca, de manera que el comensal se convenza inmediatamente de que el cambio no es sólo posible, sino también divertido.
Si su objetivo no es ya encandilar a millones de paladares y se conforma con pocos pero muy exigentes, quizás sea mejor optar por un souflé de banderas. Una tricolor hará las delicias de sus invitados y dará a su izquierda una imagen coherente con su sabor. En este caso, apueste por un vino más añejo, como un Gran Reserva de 1917. Una revolución permanente en boca, con un manifiesto retrogusto comunista. Su izquierda quizás no venza, pero seguro que convencerá.
Y esto es todo en nuestro espacio de hoy. En la siguiente entrega cocinaremos una deliciosa guerra cultural a su gusto. Vayan preparando su fondue de canciones de Víctor Jara preferidas o su ensalada de reggaetón feminista. Ya saben, el secreto está en sazonar al punto justo de elitismo.
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Autor >
Francisco Jurado
Es jurista y secretario de la Vicepresidencia III del Parlamento de Andalucía.
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