En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Aporta aquí
Si los tuits de Rajoy fuesen igual de significativos que los de Trump, sería como para echarse –todavía más– a temblar. Los realmente suyos, los firmados como MR, no los suele prodigar. Desde el pasado 15 de febrero, que felicitó el Año Chino a los chinos residentes en España, hasta el momento en que me pongo a esto, solo ha publicado seis: sendos pésames por las catástrofes aéreas de Irán y México y otro par de felicitaciones por éxitos deportivos, dos de sus géneros preferidos. Y dos el 18 de febrero. Uno, a la hora del café: “Mi apoyo a los vecinos de Santiago que quieren que las fiestas, como el pasado carnaval, sean momentos de respeto y convivencia, y esperan eso mismo de su ayuntamiento. Los pregones deberían servir para invitar a todos a la celebración, no para indignar a la mayoría. MR”. El segundo, poco antes de cenar: “Como a muchos de vosotros, me llega este vídeo. Muy buena iniciativa de @Martisima_SoyYo. La inmensa mayoría de los españoles nos sentimos representados. Gracias, Marta. MR”. Sinceramente no sé a qué género adjudicar cada uno de ellos, si al de los éxitos deportivos o al de condolencias por catástrofes. Pero no deja de ser curioso que en ambos invocaba a la mayoría, para apropiársela.
No solo tendrá sus razones, también tiene el CIS. Pero con los números fríos en la mano, Mariano Rajoy no representa ni de lejos a la mayoría de la sociedad española, ni tampoco al censo electoral y ni siquiera a los votantes en las últimas elecciones. En política, lo de invocar a la mayoría es como cuando las misses expresan sus deseos de paz en el mundo. Un parche Sor Virginia para las conciencias, propias y ajenas, una cataplasma paliativa. ¿Quién va a osar desear que haya guerras, o contrariar los deseos de las mayorías? Pues en ambos casos, los que gobiernan o quieren hacerlo (no todos, claro), como la experiencia nos demuestra. Aquí, contra los deseos expresos o implícitos del 95% de la población, se participó –o lo que fuera que hizo España– en la guerra de Irak, y con similar opinión en contra se subvencionan los toros o se rescata a la banca.
Sinceramente, creo que a la mayoría de los vecinos de Compostela se la traía al pairo lo que dijese el pregonero del Entroido, Carlos Santiago. Y desde luego, el Carnaval no es un momento de respeto –otro parche Sor Virginia– sino de todo lo contrario, por lo menos para los que el resto del año solo podían hacer críticas en la intimidad. Y no sé si la inmensa mayoría de los españoles se siente representados por Marta Sánchez y su versión Querido diario de la Marcha de Granaderos, que es el himno nacional e instrumental del Reino de España, pero apostaría los discos que nunca tuve de Olé Olé (nombre sin duda premonitorio) a que hay más ciudadanos, y ciudadanas, que consideran que es más propio de un presidente de un Gobierno “meterse” a hablar de la brecha salarial entre hombres y mujeres que a crítico musical.
Siempre ha habido meapilas que confunden las tradiciones del cristianismo con las del nacional catolicismo franquista. Y tronados más dispuestos a partirse la cara, o más exactamente a partir caras, por un trapo y por el orgullo de algo que no te has ganado, como nacer aquí o allá, que por defender los derechos que has heredado precisamente por haber tenido la suerte de nacer en un sitio y no a quinientos kilómetros de ese sitio. Es decir, siempre ha habido gente con ganas de sangre, preferiblemente ajena.
Y una cantante tiene todo el derecho del mundo a ganarse el pan por cualquier vía, incluido la del oportunismo. Ahora, que quienes rigen un estado o quieren hacerlo, o que algunas de las mejores mentes de las generaciones anteriores a la mía la aclamen como si fuese la cantante del Rick’s Café que se pone a entonar La Marsellesa en la famosa escena de Casablanca, es para pensar dos cosas, a cuál peor. O que la encefalopatía espongiforme bovina ha saltado de nuevo la barrera de las especies, o que el relato de la España actual está en manos de unos ventajistas con una indigencia mental grave. Si la concepción todavía hegemónica de España la construyó un prohombre como Marcelino Menéndez Pelayo, imaginen lo que puede salir ahora (aunque no hace falta imaginarlo, ya vamos viendo el borrador).
Hoy, 23 de febrero, es el aniversario de un intento de golpe de estado al que llamamos “de Tejero” por abreviar. Un guardia civil de mi pueblo estuvo allí, a sus órdenes, en las Cortes. Después en la acampada de Sintel (de acampado) y hace poco lo detuvieron sus antiguos camaradas de armas en una protesta ecologista. Lo que contaba (del Congreso) no solo confirma la idea de que aquello fue una chapuza, sino algo parecido a Bienvenido al Congreso, Mister Marshall, con Paco Morán o Pepe Isbert en el papel del teniente coronel del tricornio. Pero las consecuencias habrían podido ser igualmente trágicas.
Portada y página de la revista ACTUAL de 20 de agosto de 1982, donde aparecen los nombres de las tres mil personas que iban a ser fusilados en el Estadio Santiago Bernabeu de Madrid.
Como en otras partes, en Galicia circuló una lista de medio millar de “paseables”, con pelos, señales y filiaciones, en muchos casos disparatadas, lo que no hubiese servido precisamente de consuelo a las víctimas o a sus familias. Obviamente, no eran listas “oficiales” (ni siquiera abarcaban a todos los integrantes de las candidaturas de izquierda), sino la suma de los listados que diversos grupúsculos de extrema derecha confeccionaban como quien colecciona cromos (“¡Apunta también a ese!”). Precisamente por eso eran peligrosas. Porque los listeros tenían armas. Y mucho odio. O mucho amor a la patria, lo que quieran. Y estaban convencidos de que representaban los intereses de la mayoría del pueblo español, harto de políticos, de separatismos y de terrorismo (del de verdad, entonces).
De hecho, la primera acepción del concepto de “mayoría silenciosa”, en el siglo XIX, era un eufemismo para referirse a los muertos. El que hizo popular la expresión fue Richard Nixon en 1969, asegurando que tenía el apoyo de la ciudadanía para mantener la guerra de Vietnam, pese a las protestas. Aquí lo usó Franco para lo mismo (aunque también contribuyó lo suyo a la acepción decimonónica), Manuel Fraga (llamándola “mayoría natural) y Aznar, aludiendo a ese 5% escaso que le apoyaba en lo de Irak. Y también Mariano Rajoy, antes de sus tuits, en su discurso en la ONU en 2012. Seguro que todos estos caballeros tenían presente aquel pilar del pensamiento conservador occidental desde el siglo XVIII, Edmund Burke, cuando decía que para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.
CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El...
Autor >
Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí