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Crónica

El 'marinismo' se lepeniza

El congreso número dieciséis del Frente Nacional, celebrado el 11 marzo en Lille, transcurrió en un ambiente enrarecido. Para superar un verano turbulento y un otoño depresivo, Le Pen y los suyos han diseñado una estrategia de “refundación"

Guillermo Fernández Vázquez Lille , 18/03/2018

<p>Marine Le Pen, durante el congreso del Frente Nacional en Lille. Marzo 2018. </p>

Marine Le Pen, durante el congreso del Frente Nacional en Lille. Marzo 2018. 

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El Frente Nacional ha dado en Lille un pasito para adelante y dos para atrás en su modernización. El congreso número dieciséis del viejo partido fundado por Jean-Marie Le Pen en 1972, celebrado el 11 de marzo, ha sido de todo menos una fiesta. Sobrevolaban en el ambiente las ausencias del abuelo totémico del partido y de la nieta, Marion Maréchal Le Pen, la preferida de muchos militantes para ocupar en el futuro la presidencia de la formación de extrema derecha. Se percibía además un cierto vértigo: como cuando alguien en situación de debilidad tiene que afrontar un gran salto al vacío. Nada más ilustrativo de ese ambiente enrarecido que la imagen de Marine Le Pen sola en el escenario tras su discurso de clausura, sin saber qué hacer, con la música tronando, el público aplaudiendo a media gana y sin que nadie se acercara a ella, siquiera para darle la mano o abrazarla tras haber anunciado el cambio de nombre del partido. Un mundo ha pasado desde aquella crónica de su acto como candidata en esta misma ciudad en marzo de 2017 y este 11 de marzo de 2018: un debate con Macron calamitoso, unos resultados en las elecciones presidenciales por debajo de las expectativas, la ausencia de un grupo parlamentario propio en la Asamblea Nacional y una escisión interna protagonizada por el exnúmero dos del partido Florian Philippot.

Para superar un verano turbulento (repleto de rencillas internas) y un otoño depresivo, Marine Le Pen y los suyos han diseñado una estrategia llamada de “refundación” que busca reorientar el partido hacia una política de “unión de las derechas”. Para ello, el primer paso, culminado el 11 de marzo, era cambiar el nombre de la formación con el fin de borrar tanto las connotaciones bélicas de la palabra “Frente” como desprenderse de la herencia diabólica de sus siglas. Por eso Marine Le Pen ha propuesto a sus militantes cambiar el nombre del “Frente Nacional” por “Reagrupamiento Nacional” (Rassemblement National). El segundo paso consiste en poner en marcha una ofensiva de alianzas con otras fuerzas de la derecha identitaria y soberanista, como el partido de Nicolas Dupont-Aignan (Débout la République) o el de Philippe de Villiers (Mouvement pour la France), con el objetivo de crear un polo potente de la derecha desacomplejada. El tercer paso es atraer hacia este polo al sector más conservador de Los Republicanos.Toda esta estrategia se sustenta en una hipótesis a la que el (todavía) FN fía todas sus cartas: el centro-derecha francés va a explotar preso de sus contradicciones y escindirse en, al menos, dos corrientes, la más moderada que será absorbida por Emmanuel Macron, y la más radical, que tendrá que reconstituir un partido debilitado. O, como lo expresan dirigentes del FN en conversaciones privadas: a Los Republicanos les va a pasar lo mismo que al Partido Socialista. Esa hipótesis alimenta (¡y de qué manera!) sus esperanzas.

Le Pen ha propuesto a sus militantes cambiar el nombre del “Frente Nacional” por “Reagrupamiento Nacional” (Rassemblement National)

No obstante, poniendo los pies sobre la tierra, el cambio de nombre no es en sí mismo gran cosa. En los últimos veinte años el centro-derecha francés ha pasado de ser RPR (Rassemblement Pour la République) con Chirac, más tarde UMP (Union pour un Mouvement Populaire), y finalmente con Sarkozy LR (Les Républicains). El Partido Socialista continúa existiendo nominalmente pero muchos de sus cuadros han partido al REM (la République En Marche) de Emmanuel Macron y otros se han unido al movimiento “Generaciones-s” recientemente creado por Benoît Hamon. A Jean-Luc Mélenchon también le encantan los cambios de siglas: Parti de Gauche, Front de Gauche, La France Insoumise… en definitiva, en Francia, cada cierto tiempo, las siglas de los partidos tienen la costumbre de bailar un rigodón. Por eso el asunto a dilucidar es si este cambio de nomenclatura del FN implica algo más que un mero lavado de cara. 

Un FN con ambos pies en la derecha

En la sala de congresos del Grand Palais de Lille se habla del cerdo en los comedores escolares, de la necesidad de bajar los impuestos, del derecho a poner belenes cristianos en ayuntamientos y edificios públicos, y, por supuesto, de inmigración. El Frente Nacional retoma sus temas estrella (identidad-seguridad-inmigración) abandonando la vía del populismo soberanista para tomar una ruta próxima a Vox con quien, por cierto, multiplica sus contactos.  Lo paradójico de este FN rebautizado es que pretende culminar el proceso de desdiabolización situándose en posiciones cada vez más derechistas. A modo de resumen podría decirse que el Frente Nacional regresa a los años 90 desde el punto de vista de las ideas, mientras que asume la vía iniciada por Bruno Mégret desde el punto de vista de la estrategia.  O lo que es lo mismo: derechizarse y credibilizarse a través de una marca nueva para poder llegar a acuerdos regionales y locales con un centro-derecha en plena crisis de identidad. No es casual que durante todo el fin de semana uno de los nombres propios más evocados fuera el de Matteo Salvini.

Este golpe de timón estratégico se explica en buena medida por el tipo de personas que ahora mismo rodean a Marine Le Pen. El más influyente, Philippe Olivier, es el marido de su hermana, Marie-Caroline Le Pen, quien, tras tener un papel relevante en el FN de los años 90, se marchó del partido para unirse a la escisión provocada por Bruno Mégret en 1999, harto de las salidas de tono de Jean-Marie Le Pen y deseoso de crear una fuerza política respetable capaz de entenderse con la derecha republicana. Hoy es visiblemente quien le hace los discursos a Marine Le Pen. Otra de las caras importantes del FN y actual portavoz del partido es Nicolas Bay, cuyo recorrido se asemeja mucho al de Olivier: militante del Frente Nacional desde 1992, se une a la escisión megretista para regresar recientemente a las filas de la casa-madre lepenista. Varios colaboradores del ex número dos, Florian Philippot, lo resumen del siguiente modo: “Marine se ha rodeado de personas que sólo piensan en la inmigración y que no están dispuestas a renovar la propuesta política del partido”. “Gente”, continúan, “que nunca terminó de creerse aquello de que estábamos tan alejados de la izquierda como de la derecha”.

Conversando con pesos pesados del actual FN, como Philippe Olivier o Sébastien Chenu, así como con dirigentes históricos del partido, como Bruno Gollnisch, llama la atención algo que los emparenta con los viejos marxistas y explica su actual entusiasmo. Están convencidos de que las condiciones geopolíticas y demográficas les son favorables; y que, por tanto, basta con mantenerse firme en los propios postulados para que los hechos les den la razón. Según Olivier, “para mí lo más importante es hacer un análisis geopolítico. Y lo que me dice el análisis geopolítico es que nosotros vamos a ser empujados ahora por una ola de aire favorable. Las tensiones geopolíticas y la explosión demográfica en África va a hacer que vengan cientos de miles de inmigrantes a Europa”. “En esas condiciones”, continúa Olivier, “no va a haber espacio para fuerzas intermedias: o estás con los mundialistas, o estás con nosotros”. O, como se encargó de repetir enfáticamente Stephen Bannon, director de campaña de Donald Trump e invitado de última hora en el congreso: “la Historia está de nuestro lado”.

el partido de Marine Le Pen concluyó que si no se habían logrado los resultados esperados era porque no habían sabido movilizar al electorado de la derecha clásica

La salida del euro

El cambio de nombre se acompaña de una suavización de su postura sobre la salida del euro. Tras el debate interno que siguió a las elecciones presidenciales de 2017, el partido de Marine Le Pen concluyó que si no se habían logrado los resultados esperados era porque no habían sabido movilizar al electorado de la derecha clásica (con un sesgo de edad muy decantado hacia las personas de más de 55 años) a su favor. La transferencia de votos en la segunda vuelta desde Los Republicanos hacia el Frente Nacional había sido demasiado baja. Y si esto ocurrió así, sostiene la posición vencedora en aquel debate interno, fue porque el FN dio demasiado miedo a los electores conservadores con su propuesta sobre la salida del euro. Así, aunque Macron no fuera un candidato muy popular entre los mayores de 55 años, fue sin embargo capaz de aglutinar el voto conservador temeroso de ver devaluados sus ahorros. Esta es, al menos, la explicación a la que llegó el sector liberal-conservador del FN (el más próximo a Marion Maréchal Le pen) y que hoy se ha convertido en la versión oficial del partido.

“Hemos reconsiderado nuestra posición sobre la salida del euro: los franceses no nos entendieron y quizás tuvieron razón”, reflexiona en los pasillos Sébastien Chenu, portavoz del partido. “No supimos entender los deseos profundos de los franceses y pecamos de ingenuos”. Por eso el actual Frente Nacional propone, por un lado, focalizarse en la recuperación de algunos aspectos de la soberanía política (como el control de fronteras), y, por otro lado, trabajar a medio plazo en un estudio de viabilidad económica, técnica, jurídica y diplomática sobre la salida de la UE. De hecho, en privado, algunos cargos del FN reconocen que ellos nunca fueron especialmente hostiles al euro, o incluso, como Bruno Gollnisch, que el euro no les molesta demasiado, aunque preferirían “algo más parecido al ECU”.

El mensaje que se esfuerzan en repetir es que son “favorables a Europa, aunque no a la UE”; esto es, que desean un proyecto común para Europa, pero que ese proyecto tiene que poner por delante la idea de nación. Por eso en el argumentario frontista figura una palabra cada vez más repetida entre sus portavoces: UNE, Unión de Naciones Europeas, que teóricamente debería sustituir a la UE si las fuerzas de la derecha euroescéptica llegaran al poder en varios de los países de nuestro entorno. Resta por ver si esta idea coge vuelo en los discursos de Matteo Salvini, Heinz-Christian Strache, Geert Wilders o Alexander Gauland. En cualquier caso, lo que parece claro es que la extrema derecha europea está suavizando su postura sobre el euro para tratar de atraerse al electorado más conservador que ya comparte con ella sus postulados sobre identidad o inmigración, pero que recela sobre la inestabilidad que provocaría el retorno a una moneda nacional.

Un congreso paradójico

Si este no ha sido un congreso feliz para el FN es porque ha estado repleto de contradicciones. El entusiasmo de los dirigentes y portavoces del partido contrasta con la frialdad de los delegados allí reunidos. La llamada refundación es poco compatible con el desembarco en puestos de responsabilidad de antiguos cuadros bregados en la actividad política del FN de los años 90. Y el liderazgo de Marine Le Pen, que tendría que haber salido reforzado de este congreso, se acomoda mal a una situación en la que la mayor parte de los periodistas están constantemente preguntando por Marion Maréchal Le Pen, la gran ausente de este congreso, como posible futura presidenta del partido.

Es difícil vender credibilidad cuando se fían todas las opciones del partido a la llegada masiva de inmigrantes. Es difícil vender modernidad cuando tu ideario se arcaiza. Pero, sobre todo, es difícil vender moderación cuando tu invitado estrella, Stephen Bannon, concluye su intervención de este modo: “cuando os llamen racistas, cuando os llamen supremacistas, llevadlo con orgullo, porque esa es nuestra mejor carta de presentación”, y provoca el aplauso más encendido del público en todo el fin de semana.

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Autor >

Guillermo Fernández Vázquez

Investigador en la facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Especialista en política francesa, derecha identitaria, relato y comunicación.

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