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Letizia Ortiz.
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Chenoa o Bisbal. Belén o Jesulín. Messi o Cristiano. Con o sin cebolla. A favor o en contra del tocino del jamón. Y ahora Letizia o Sofía. Las dos Españas. En esas estamos.
Letizia Ortiz Rocasolano estaba detrás de mí en la cola para comprar entradas en los cines Ideal de Madrid hace unos 15 años. Tenía otra nariz pero los mismos 45 kilos que ahora. Tenía otro novio y un cubo de palomitas en la mano. “Mira, la guapa del telediario”, comenté al que desde entonces me acompaña. Al poco tiempo la ví en la televisión, con un traje blanco de Armani que le quedaba grande y comprometida con el Príncipe Felipe. “Pobrecilla, en la que se ha metido”, pensé.
Letizia es una mujer imperfecta como usted y como yo, que ha vivido en Valdebernardo, que sabe lo que es madrugar y esperar a comprar unas entradas en el cine. Letizia es soberbia, dicen sus enemigos, la nieta de un taxista, dicen otros como si eso fuera criticable. Conozco a mucha gente soberbia que no es reina de España. También conozco a muchos envidiosos y a muchos que la desprecian por no tener un árbol genealógico con blasones. Me gusta Letizia sólo porque Jaime Peñafiel no la soporta. Así de profundos son mis análisis.
La monarquía debe ser ejemplar, dijo el Rey Felipe VI en una ocasión. No dijo que pudiera serlo las 24 horas al día. Es imposible en monarcas y en plebeyos, en Grandes y Pequeños de España. Ayer recordaba un colega en Twitter a propósito del vídeo de marras lo maleducados que son en cuanto se descuidan y el vídeo no está programado. Ése en el que las niñas comen sopa de berzas, madres que sirven la comida, salones siniestros pero todo sonrisas, les falta el golden retriever. En el vídeo de la misa en Palma de Mallorca la torpeza de Letizia con su suegra es evidente, las malas maneras también, el manotazo de la niña a la abuela no digamos. Qué menos que vuelva la República, ¿no?. Caramba, qué listón tan alto ponemos a otros, especialmente si no nos gustan. Qué bajo el listón que ponemos a los nuestros.
Viven de nuestros impuestos. Sí. También los políticos, esos seres que también deben ser ejemplares y ahí tenemos al Partido Popular y a M. Rajoy gobernando. A ver si vamos a tener lo que merecemos, eh.
“Yo no soy monárquico, pero soy juancarlista”. Hasta hace nada ese lugar común salía de la boca de alguien en cuanto te descuidabas. Luego nos enteramos (gracias a los medios, por cierto, no va a ser todo malo en el oficio) de que el Emérito Campechano era un golfo de mucho cuidado (nada nuevo y nada malo) y un corrupto de primera. Vaya con los juancarlistas, desaparecieron de la noche a la mañana.
PaLeti, Ficticia, Reina Palo son motes que circulan desde hace años en mis redes sociales. Qué esperaban ahora de este país cainita y divertido a partes iguales. Yo, sin embargo, creo que es compatible afear la conducta a la Reina (imposible olvidar el momento Compiyogui), pero qué quieren que les diga, no me fío de una señora, a la sazón su suegra, que lleva con el mismo peinado al menos 50 años y que en cuanto salió el caso Noos se fue a Washington con el fotógrafo de ¡Hola! a apoyar a su hija Cristina y a su yerno Iñaki. Muy profesional, como la calificó su todavía marido en uno de los peores piropos de la historia, no pareció. Llámenme exigente en las formas. También pueden llamarme idiota.
“Por cierto, os recomiendo ver The Crown. Eso sí que es una monarquía”, dice un amigo por Whatsapp hablando del duelo de reinas. A mí se me viene a la cabeza aquel delicioso y escatológico momento de Carlos de Inglaterra queriendo ser el tampón de su amante, pero no quiero parecer soberbia y cargarme su entusiasmo. “Qué buenos son ingleses y estadounidenses edulcorando sus cosas. Mientras, España es ese país que retrata en una serie su momento de mayor esplendor como imperio con una ciudad repleta de peste”, escucho en mi salón.
Ese vídeo demuestra, en todo caso, que la familia está sobrevalorada. Que los abuelos no siempre son esos seres entrañables que adoran y malcrían a sus nietos y que las relaciones entre suegra y nuera no siempre son ideales. También demuestra que España necesita villanas a las que disparar. Cristina Cifuentes, Letizia Ortiz, Manuela Carmena, Soraya Sáenz de Santamaría, Ada Colau, María Dolores de Cospedal. De todas ellas, me quedo con Letizia. Es la que menos daño me hace. Así de profundos son mis análisis.
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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