Manifestación en favor de los 8 años procesados de Alsasua. Pamplona, 14 de abril de 2018.
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Para cocinar un caso como el de los jóvenes de Alsasua, lo primero que debemos tener en cuenta es el entorno natural. De igual manera que en la costa el producto estrella es el pescado y en zonas de interior lo es la carne, para cocinarse bien, un caso como el de Alsasua debe ser elaborado en regiones aficionadas a entender que el terrorismo es un producto de la tierra susceptible de elaboración para consumo. Mientras en la Irlanda del IRA la desaparición del terrorismo fue celebrada como un avance social sin melancolías, la España post ETA decidió movilizarse en torno a la reivindicación del producto típico nacional como elemento gastronómico central a conservar y expandir. Protegida e incorporada a la dieta diaria, la materia prima terrorismo es hoy, en esta región, susceptible de ser deconstruida de mil formas originales. El plato Alsasua es una de ellas. La petición, con total naturalidad y manejo de la materia prima, de condenas de 375 años de cárcel por una agresión de bar que acaba con un guardia civil de paisano con un tobillo roto, puede parecer digna de la alta cocina moderna por su originalidad, pero es un plato de andar por casa y fácil de cocinar.
Si a la hora de cocinar un plato el entorno es fundamental, la época de elaboración no lo es menos. Mientras aquellas fiestas del pueblo de Alsasua acababan en pelea, la estación política entraba en la primavera de la impunidad. El partido con funcionamiento de organización criminal demostrada lograba, por aquellas fechas, renovar en el poder con el apoyo de Ciudadanos y los poderes económicos y mediáticos, que emitían su voto en forma de golpe interno en el PSOE. Aquel capítulo de la Historia que comenzaba un 15 de mayo de 2011 quedaba atrás, y con él los gritos pidiendo prisión para quienes habían saqueado el país. La prisión ahora es para otros. La estación de la impunidad florecía con tal fuerza que quienes tapaban actuaciones de la guardia civil con resultado de 15 muertos en El Tarajal, se permitían llevarse las manos a la cabeza y llamar terrorismo a una pelea de bar. El lema podemita de “el miedo va a cambiar de bando”, se desinflaba al tiempo que rebotaba y volvía a su lugar original, dando paso a la subestación de la represión naturalizada, la mejor época para la cocina de platos imposibles.
No hay producto principal que quede bien sin los necesarios condimentos, y el terrorismo como materia prima encuentra su acompañamiento perfecto en un nuevo y reformado código penal español y una vieja y aburrida Audiencia Nacional. Leyes y tribunales que permiten freír, cocer, saltear y hornear el terrorismo al gusto de cada cual. Olvídese de aquellos atentados con víctimas mortales y pásese a la cocina creativa que permite hacer virguerías con el concepto. Con el producto principal –terrorismo es todo- en la olla, llega el turno del hábil manejo de los fuegos, imprescindible si queremos que la receta del plato Alsasua se ejecute de manera correcta. Los buenos fuegos que aseguraron el éxito de nuestro plato aumentando el sabor, dándole textura y color, llegaron en forma de movilización política y mediática. Tras unas primeras horas en las que el suflé de la noticia de la pelea en aquel bar de Alsasua no pasaba de la página de sucesos, el líder del partido ultraderechista VOX, que ya había entendido que el miedo volvía a estar en el bando correcto, se iba con una víctima real del terrorismo, Ortega Lara, a fotografiarse junto a aquellas víctimas deconstruidas, de uniforme para la foto mostrando la escayola. Los digitales de extremo centro empezaban a cosechar una marea de clics a cambio de desproporción absoluta: “Lo de Alsasua es un atentado”. La desproporción hacía suflé y los mejores comerciales de cada una de las grandes cadenas hosteleras con responsabilidad política, se apuntaban a la compra de kilos y kilos de producto de la tierra, provocando, curiosamente y al contrario de lo que dicta la ley de la oferta y la demanda, que el precio del kilo de terrorismo cayese por los suelos. Hasta el punto de que los agricultores de odio y miedo lo regalaban entre los espectadores como si fueran tomates. Junto al suflé político, el mediático.
Los programas mañaneros, fogón de esta gran nación, se unieron a la fiesta. Ana Rosa Quintana aprovechaba una de esas semanas tontas sin víctima mortal adolescente a la que exprimir como un limón –el sabor agrio viene muy bien cada mañana como antioxidante– para pasarse por el lugar de los hechos y contarnos que su olfato sobre el terreno le llevaba la contraria a la poco comercial Audiencia Provincial de Navarra –es una reyerta de bar, dijeron- dándoselo a la Audiencia Nacional y al share: en estas calles se huele el miedo, huele a odio, a terrorismo.
Tras una conservación en frío de año y medio de prisión preventiva, un-año-y-medio-de-prisión-preventiva-por-un-tobillo-roto, digna de los más sanguinarios jefes de la ETA de los años de plomo, arranca en la Audiencia Nacional el juicio contra los ocho acusados por la pelea de bar en Alsasua. Lo hará de la mano de la Chef Concepción Espejel, ojito derecho del poder político, pareja de un coronel de la guardia civil y autora de otras recetas populares como la Valtonyc, esa que condena a prisión durante tres años y medio a alguien por las letras de sus canciones. Si la proporción usada por la chef anteriormente es que una letra de canción son tres años y medio de privación de libertad, veremos en cuánto sitúa las medidas para una “agresión terrorista”. Cuando eso suceda, tendremos emplatada y sobre la mesa una nueva creación de la cocina políticojurídica española. Si no te indigestas, es que tienes muchísimo estómago.
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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