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El A es un autobús universitario. En Madrid los autobuses de la Complutense se nombran por letras. El A tiene el privilegio de utilizar la primera letra del alfabeto. Su cabecera está en el paseo de Ruperto Chapí, frente al intercambiador de Moncloa, en el borde del parque del Oeste. Su destino es Somosaguas, en el municipio de Pozuelo. Uno de los pocos autobuses de la EMT que cambia de municipio. Los topónimos Somosaguas y Pozuelo nos hablan de lo importante que ha sido y es en Madrid el líquido elemento. Esta ciudad no sería lo que es si no fuera por el Canal de Isabel II. Por otra parte, el trayecto tiene su lectura política. No solo porque en el campus de Somosaguas esté la facultad de la cosa. También porque Moncloa, con el Arco de la Victoria, el conjunto neoherreriano de edificios del Ejército del Aire y el Monumento a los Caídos, que forma parte de la Junta Municipal de Distrito, es uno de los conjuntos más franquistas que queda. Y Somosaguas, no lo olvidemos, se creó a finales de los sesenta para sacar la Facultad de Económicas del campus monclovita y así dificultar a los estudiantes sus protestas.
El parque del Oeste es una creación de principios del siglo XX. Cuando Alberto Aguilera era alcalde. Ruperto Chapí es uno de nuestros músicos más célebres. Autor de La Revoltosa y de Margarita la tornera. Peleó en sus tiempos por la ópera nacional y fundó la SGAE. En ambos asuntos demostró que entendía el papel social de la música y el monumento que tiene en el Retiro, de Julio Antonio, es uno de los mejores de la ciudad. Su actualidad es máxima, ahora que nos han anunciado, como si tal cosa, que la Fundación del Teatro Real se quiere quedar con el Teatro de la Zarzuela. Una opa hostil que el Ministerio de Cultura alienta porque, en su torpeza, piensa que se quita un problema de encima. Los que fundaron el Teatro de la Zarzuela, Barbieri y sus amigos, le morderían la oreja al subsecretario. La Zarzuela fue el bastión de la música popular en Madrid mientras que el Teatro Real fue el palacio de las elites. El poder del presidente de la Fundación del Teatro Real merecería estudio. Ha conseguido que el Gobierno le otorgue beneficios fiscales por celebrar el bicentenario de la institución en 2018, cuando el Real se inauguró en 1850. También es el único, magia potagia, que, en coordinación con la agencia de medios Carat, es capaz de exprimir la ley de mecenazgo vigente. Ahora le entregan la Zarzuela. Someter las cosas a discusión es una pesadez. Piensan que la cultura en manos privadas funciona mejor. Que luego no sirva a objetivos públicos importa menos. El caso es que funcione. Como un juguete.
Moncloa, con el Arco de la Victoria, el conjunto neoherreriano de edificios del Ejército del Aire y el Monumento a los Caídos, es uno de los conjuntos más franquistas que queda
El A homenajea a la lengua –no dice a cuál– con la primera letra del abecedario. Súbete al A, como quien dice “Take the train A”. Dicho en inglés y aludiendo a Duke Ellington tendría más éxito. Cuando arranca, al poco, pasa por delante del monumento a Miguel Hernández. Un monumento frío para un poeta caliente. En el recorrido por el Parque del Oeste los pasajeros pueden admirar al cura Hidalgo y a Bernardo O’Higgins. El parque se llenó de próceres americanos por estar enfrente del Instituto de Cultura Hispánica. Hidalgo no estuvo en España pero O’Higgins sí. Estuvo en Cádiz. Entonces se llamaba Bernardo Riquelme. Era hijo natural y todavía no le había reconocido su padre, que fue virrey de Perú. Hidalgo dio el grito de la independencia en México y O’Higgins fue el primer Director Supremo de Chile. Las embajadas hispanoamericanas también se han irritado recientemente contra el Gobierno. Se le ocurrió a Rajoy, que apenas habla de cultura, ir al Reina Sofía y presentar, como gran proyecto, la adscripción de la promoción del español a la oficina que llaman Marca España. Echaron humo. Hasta el Instituto Cervantes debió de torcer el gesto. La oficina más pequeña del Ministerio de Exteriores metiendo la cuchara en un tema del que solo somos condueños. La lengua como un asunto de mercado. Sería bueno que nuestros subsecretarios tomaran el autobús A y se dejaran caer por Ruperto Chapí escuchando algo de música. A lo mejor entendían que la cultura es lo que no se consume y lo que se comparte. Un fundamento de eso tan denostado que se solía llamar nación.
Hidalgo y O’Higgins, dos españoles que quisieron dejar de serlo, y Miguel Hernández, un español que quiso serlo de otra manera. Un parque de desdichas en el que los vencedores son los que se fueron. Un lugar para reflexionar sobre España y su difícil conversión de imperio en nación. La confusión al respecto todavía se alimenta en los libros de texto, apelando a un esencialismo premoderno de la nación española. Las cosas del Altar y el Trono. Por eso hay tantos que dicen irse.
Un parque de desdichas en el que los vencedores son los que se fueron. Un lugar para reflexionar sobre España y su difícil conversión de imperio en nación
Frente al monumento del cura Hidalgo, está la escultura del maestro que se colocó a mediados de los sesenta. Para la figura del niño posó Francisco Franco. No el que vivía en el Pardo, sino su nieto, al que se le había cambiado el nombre para que llevara el mismo de su abuelo. Se dijo que representaba a todos los niños de España. Al pobre Francis Franco le metieron en todo tipo de líos, sin preguntarle, y él solo quería cazar y pescar, como cuenta en una autobiografía que casi nadie leyó.
El paseo de Ruperto Chapí desemboca en el paseo de Camoens. No podía faltar Portugal al oeste. Por él llega el A al gran cruce de caminos en torno al Puente de los Franceses. Primero comprueba que la Senda del Rey, en dirección al parque de la Bombilla, es un callejón sin salida. Supera, luego, el paso de la Avenida de Valladolid a la Antigua carretera de El Pardo. A continuación pasa sobre el Manzanares e, inmediatamente, sobre el gran río de la M-30, que es de un lado la actual carretera de El Pardo y del otro el Paseo del Marqués de Monistrol. Estamos en un punto en el que el agua impone su poder, aun en la forma de un río mínimo. El Círculo de Bellas Artes se ha hecho eco del Libro del agua, de Leonardo, y ha organizado El Gran Río, un conjunto de actividades, al hilo de la gran metáfora fluvial, sobre cuatro erres contiguas: resistencia, rebeldía, rebelión y revolución. Somos agua y el conflicto nos define. Al A le gustaría pasar la película que han producido. Con imágenes de archivo han construido un relato entre la épica y la microciencia. Sería un uso interesante para su pantalla que, por ahora, solo sirve para ilustrar las pocas paradas del recorrido y la meteorología que se espera. El día en que vayamos viendo películas en los autobuses de la EMT se acerca y hay todo tipo de opiniones, al respecto, entre los pasajeros.
Los curiosos se preguntan quién es ese Marqués de Monistrol al que se adjudica un tramo de la M-30. Algunos recuerdan que hay un cava de ese nombre. La calle se le concedió en 1898 a un joven concejal fallecido, célebre también por haber fundado los Círculos obreros de san Isidro. Lo que sí que sabe mucha gente es que el radar de la zona es el que más multó en 2017. Viene uno embalado, desde el mundo de las autopistas, y no se fija en que al entrar en la M-30 no se puede pasar de noventa. Foto al canto.
Llegamos por fin a la Carretera de Castilla, la M-500, que va entre la Casa de Campo y el Club de Campo. En tiempos fueron una sola cosa, propiedad de la corona. El 1 de mayo de 1931 la República entregó la finca al Ayuntamiento de Madrid, que la abrió al público. No es cualquier cosa. Unas cinco veces Central Park. Hay una filmación en Internet en la que se ve a Indalecio Prieto, a la sazón ministro de Hacienda, en el acto de entrega junto al alcalde, Pedro Rico. Un poco antes el Real Patrimonio había negociado con la Sociedad Deportiva Club de Campo un arrendamiento y el Ayuntamiento mantuvo las condiciones. Después de la guerra la Sociedad Club de Campo se fusionó con la Real Sociedad Hípica Española, que también andaba por allí, por un acuerdo anterior con el Real Patrimonio. Tierno Galván, en los ochenta, hizo valer la propiedad municipal de los terrenos y pasó a llamarse Club de Campo Villa de Madrid. Dicen que su plan era que en los noventa el Club se abriera por completo a los madrileños. No calculó que en los noventa mandarían otros. Las sociedades privadas en terrenos públicos es una especialidad madrileña. El Club de Campo tiene unas doscientas cincuenta hectáreas: el doble de extensión que el Retiro.
Circular en autobús de la EMT por este tipo de autovía produce cierto nerviosismo. En ocasiones son muchos los pasajeros y no todos van sentados. El tráfico circula a toda pastilla. La ventaja es que la altura del autobús permite perderse en el paisaje. No es raro ver caballos del lado del Club de Campos o, del otro, esforzados ciclistas y corredores que aprovechan los senderos de la Casa de Campo para hacer deporte. De camino a Somosaguas solo los más apasionados de la ciudad se retuercen para disfrutar las vistas. En el autobús de vuelta es todo más natural y se tienen perspectivas magníficas de Madrid.
Llegado un punto, el A se desvía para tomar la 503, la Vía de las Dos Castillas. Por ella pasa al término municipal de Pozuelo y al llegar a la primera rotonda toma a la izquierda por la carretera de Húmera. El parque que tiene a la izquierda ya no es la Casa de Campo. Se trata del parque forestal de Somosaguas. Recientemente le han dado el nombre de Adolfo Suárez. Como todo en el A, muy apropiado para los estudiantes de Políticas. Húmera fue un pequeño municipio que desde 1880 pertenece a Pozuelo. El campus está enfrente. El A da una vuelta y llega al final de su trayecto. El campus tiene también parada de metro ligero y mira de cerca la parroquia de Pozuelo que dibujó Fernando Higueras, con su torre de cuarenta metros que se ve desde todas partes. Cuentan que el arquitecto acabó enfadado con el párroco por cuestiones de precio. La pimienta es que eran tío y sobrino. Las facultades del campus son seis. Ciencias Políticas y Sociología es la más famosa. Buena parte de Podemos ha salido de allí. Están también Económicas, Psicología, Empresariales y Ciencias de la Educación. Pilla un poco lejos pero, a cambio, sales a algo parecido al campo. En la parada termina también el H, que viene desde Aluche. El A es un autobús ilustrado. Anda desesperado con la desidia y decaimiento de las oficinas al cargo de la educación y la cultura. Al A le gusta decir que es moderadamente nacionalista. Mientras no le demuestren lo contrario, la nación ha sido en el marco donde se han desarrollado las democracias liberales más atractivas y se han efectuado los gestos de solidaridad política, económica e interregional más importantes de los últimos cien años. Bien es verdad que cuando el nacionalismo se inflama es detestable, pero sin proyecto nacional la gente no sabe para qué está junta.
Los bloques de las respectivas facultades, con sus aparcamientos, en medio de la red de carreteras, componen un conjunto helador. Expulsados de la ciudad, profesores y alumnos intercambian ideas en un contexto descarnado. Algo así como una universidad extramuros. Nadie viene andando. El A, con su uniforme azul de la empresa municipal, es un hilo demasiado delgado. De la gran ciudad se ven al fondo las cuatro torres. Estamos en una isla de Pozuelo de Alarcón, uno de los municipios más ricos del país. El A es el autobús más político de España.
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Autor >
Carlos Alberdi
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