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Autobús 155 de Madrid.
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“Viajando en autobús, el vuelo es gallináceo.”
Josep Pla
El 155 es completamente ajeno al revuelo que se ha formado alrededor de su nombre. Sin embargo los pasajeros de esta línea de autobuses que hacen el trayecto desde la Plaza Elíptica hasta Aluche se preguntan a veces sobre los posibles contactos, vía numérica, entre la suspensión de la autonomía catalana y un trayecto que une dos de los intercambiadores más importantes de Madrid.
El 155 no sale estrictamente de la Plaza Elíptica. Lo hace desde su subsuelo. Por arriba hay animación, tráfico y luz. El parque de la Emperatriz María de Austria, el colegio San Viator, de donde salió Corbalán, la cafetería Yakarta, con los hombres que se ofrecen para quien quiera darles trabajo. También la imponente fachada del intercambiador. Quien quiera tomar el 155 tiene que internarse en él, bajar una planta, dirigirse a la dársena 3 y hacer cola en una puerta que sólo se abre cuando llega el autobús. Es una sensación extraña. Hasta hace poco eran exclusivamente los autobuses interurbanos los que salían del subsuelo. A todo hay que acostumbrarse. Una vez en marcha, el 155 da un par de vueltas en lo oscuro y, cuesta arriba, esquivando autobuses verdes, sale a la carretera de Toledo. También se la conoce como A-42 y como Avenida de la Princesa Juana de Austria. El paisaje lo dominan, a medias, el tráfico y el arbolado del parque de la Emperatriz. A los indepes les suelen gustar más los Austrias, piensa un pasajero, pero inmediatamente se da cuenta de que se han hecho republicanos. Tampoco es plan el ejemplo de la Emperatriz María: hermana de Felipe II, fue abuela y tía, al mismo tiempo, de Felipe III. Demasiada endogamia.
En la Avenida de los Poblados el 155 gira a la derecha frente al Tanatorio Sur. Asunto feo el de los muertos, más si se piensa en conflictos políticos. Algún pasajero se alarma porque un poco más allá hay otro: el Tanatorio Servisa. Afortunadamente, una enorme y modernísima instalación de la EMT viene a recordar a los inquietos pasajeros el orden ciudadano de los autobuses. La Avenida de los Poblados en este tramo es amplia, con bloques de reciente construcción y algunos solares por desarrollar. No faltan un Mercadona, ni un Burger ni un McDonald's. Estamos hablando de ese Madrid a la americana que tanto éxito ha tenido en el arranque de siglo.
Los pasajeros experimentados saben que después de la Avenida del Euro, atravesando la calle del Maravedí, se llega a la Avenida de la Peseta. Solo falta el callejón del Corralito. Aquí sí que muchos piensan en las coincidencias catalanas
El 155 cruza Vía Lusitana. Portugal y Cataluña tuvieron sus paralelismos, aunque hoy las vemos como realidades muy distintas. Persisten las zonas verdes. El parque de la Volatería da pie a internarse en el diccionario. Asuntos de aves pero también inconsistencia, falta de fijeza, volatilidad. Empiezan a verse casas más antiguas. El 155 gira a la izquierda por la calle Secoya y luego toma Óbolo para llegar a la Avenida del Euro. Secoya puede ser, según internet, tres cosas: un árbol tipo conífera de gran porte, una etnia indígena de Perú y Ecuador y la lengua tucana propia del pueblo secoya. El tema indígena suele gustar a los secesionistas, pero la llegada a la Avenida del Euro absorbe toda la atención. Una avenida sin terminar pero en la que abundan los bloques de buen aspecto y los solares. Se tiene la sensación de haber accedido a un Madrid reciente. Es el PAU de Carabanchel. A lo lejos se vislumbra el Centro Comercial Isla Azul que está en la calle de la Calderilla. El barrio se adensa y se alarga en este ambiente en el que el nombre de las calles hace referencias constantes al dinero. Los pasajeros experimentados saben que después de la Avenida del Euro, atravesando la calle del Maravedí, se llega a la Avenida de la Peseta. Solo falta el callejón del Corralito. Aquí sí que muchos piensan en las coincidencias catalanas. No porque la peseta fuera de origen catalán, sino porque con todo el lío que se ha montado, más el que queda por montar, uno no sabe a qué moneda quedarse. Si las cosas se ponen peor, dado que el euro y su avenida no están del todo consolidadas, a lo mejor tenemos, o tienen, que volver a la peseta. Los pasajeros de los autobuses desarrollan gran imaginación. No tienen otra cosa que hacer.
El 155, efectivamente, gira a la izquierda por Maravedí y accede a la Avenida de la Peseta, que es anchísima y la verdadera espina dorsal de este nuevo Carabanchel. Por las bocacalles que vienen del sur se ve un paisaje urbano que se pierde en la lejanía. Es Leganés, al otro lado de la M-40, y más allá Fuenlabrada. La idea de articular un barrio nuevo en torno a la peseta y otras monedas tiene guasa. La línea 11 de Metro da servicio al barrio desde 2007. La estación está a la altura de la calle Salvador Allende –prohibido pensar en eso– y conecta con la Plaza Elíptica. Una sola estación para un barrio tan grande sabe a poco. Las ciudades se expanden y ser nuevo vecino es como ser colono de película. El 155 sigue a su ritmo por la avenida, que va girando. Pasa por delante del pinar de San José. Un parque forestal entre la Avenida de la Peseta y la M-40. Del lado de la M-40, mirando a Leganés, se ve una casa grande de finales del XIX que es un Hospital de la Orden de San Juan de Dios. Donación de algún aristócrata atormentado. Una pieza suelta de aquel Carabanchel de quintas de veraneo que ha quedado embutido entre el nuevo barrio y las carreteras. En 2011, Benedicto XVI lo visitó. Las relaciones entre la aristocracia y la iglesia a finales del XIX tienen su historia paradigmática en el choque explosivo entre Jacinto Verdaguer y el Marqués de Comillas. En explosividad y novelería Barcelona siempre ha llevado gran ventaja a la capital.
El 155 llega a la calle Carretera del Barrio de la Fortuna. Es una calle/carretera que conecta con Leganés. Por esa zona está alguno de los bloques más atrevidos. Las calles tienen nombre de instrumentos musicales. En Trompas esquina Clarinetes hay un edificio revestido de bambú que hace las delicias de los estudiantes de arquitectura. La calle/carretera viene a terminar en Joaquín Turina. El 155 la cruza y se interna en la colonia Aviación por la calle, todavía, de Millán Astray. En abril el Ayuntamiento decidió cambiar el nombre de 52 calles después de mucho discutir. Ha habido reclamaciones judiciales y el asunto está parado hasta que los tribunales sentencien. Esto de la judicialización de los problemas también enciende la bombilla de algunos. Al 155 le afecta bastante y el barrio en el que acaba de entrar, Las Águilas, es quizás de los más afectados de la ciudad. Por la cercanía de Cuatro Vientos, de Campamento, o por lo que fuera, su callejero está lleno de nombres de militares franquistas. Al 155 le tocan Millán Astray y el General Romero Basart. Los nuevos nombres acordados son Justa Freire y Blas Cabrera. Ella fue una maestra distinguida del Colegio Cervantes de Cuatro Caminos; estuvo presa y fue depurada tras la guerra. Él fue Vicepresidente de la Junta para Ampliación de Estudios, el físico más importante de España, y se exilió en México. Al 155 también le toca la Plaza Elíptica, que todavía se llama Fernández Ladreda. Es un conflicto menor porque todo el mundo la conoce como Elíptica y Fernández Ladreda, que llegó a ser uno de los hombres con más calles en la España de Franco, carece a estas alturas de valedores.
Al 155 también le toca la Plaza Elíptica, que todavía se llama Fernández Ladreda. Es un conflicto menor porque todo el mundo la conoce como Elíptica y Ladreda, que llegó a ser uno de los hombres con más calles, carece a estas alturas de valedores
En Millán Astray/Justa Freire el 155 coincide con el 34, que es oruga, tiene cabecera en Cibeles, y es el gran autobús de Carabanchel. Se separan al llegar a General Romero Basart/Blas Cabrera, pues cada uno tira para un lado. En esta calle, muy cerca de donde los autobuses se separan, hubo un atentado de ETA en 1991. Murió un teniente que vivía en la colonia Aviación y resultaron heridas algunas personas que esperaban el autobús. El 155 no existía entonces. Al separarse del 34 se dirige hacia el parque de las Cruces. Pasa por delante del Instituto Leonardo da Vinci y cuando gira a la izquierda está en la calle de la Vidauba. Esta planta es muy abundante en Cataluña. También la llaman ‘planta del pordiosero’ y si se entra en internet por su nombre latino, clematis vitalba, aprende uno mucho de los miles de nombres que puede tener una planta según los sitios.
Circulando entre la Vidauba y el parque de las Cruces, los pasajeros pueden ver alguno de los pabellones traseros del hospital Esquerdo. Uno de los loqueros históricos de la ciudad. El Doctor Esquerdo fue un visionario llevándose su clínica a las afueras. Luego le pusieron enfrente la cárcel de Carabanchel, en los años cuarenta, y más recientemente el Centro de Internamiento de Extranjeros. Parece como si el parque de las Cruces tuviera cierto imán para instituciones de vigilancia y castigo. Al llegar a la calle Rafael Finat, hijo del Conde de Mayalde, que se ahogó en el Tajo, se entra en el área de influencia del intercambiador de Aluche. La vista se fija en el edificio moderno de la Junta Municipal de Distrito y sobre todo en un edificio a su lado que recuerda a la ampliación del Prado de Moneo y tiene unos espectaculares ventanales que contrastan con muros continuos de ladrillo.
El 155 cruza de nuevo la Avenida de los Poblados y se pasa del lado de la calle Ocaña, mirando al parque de Aluche, donde tiene su final de trayecto. En esta placita mal urbanizada destacan una potente escultura de Andreu Alfaro y una descuidada subestación eléctrica de Iberdrola que afea todo el conjunto. Recientemente la plaza ha pasado a llamarse Jardines de Yolanda González Martín, en recuerdo de la estudiante asesinada en 1980 por la extrema derecha. Han puesto una placa junto a la escultura de Julio López Hernández, que está allí desde los años ochenta y que representa a una colegiala con sus carpetas.
El 155 ha completado su circuito. El conflicto suscitado por los catalanes que quieren dejar de ser españoles ha recibido un comentario silencioso. Un autobús que sale del subsuelo y aparece en medio del tráfico entre un parque y un tanatorio. Que se adentra en un barrio de amplias avenidas en el que el euro y la peseta definen el viario. Que cambia de barrio para internarse por calles más estrechas, de nombres militares, que las autoridades quieren cambiar y esperan resolución en los tribunales. Que acaba en una placita tan desordenada como plagada de símbolos políticos, artísticos y empresariales. Un trayecto de menos de diez kilómetros por un extremo de Madrid en el que se produce un espejismo de alusiones.
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Autor >
Carlos Alberdi
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