EDITORIAL
Contra el nacionalpopulismo
23/05/2018
Ciudadano Kant
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Hay españoles jóvenes y mayores, trabajadores y empresarios, sanos y enfermos, centrípetos y centrífugos, ricos y pobres, de derechas y de izquierdas, conservadores y progresistas, hombres y mujeres, cristianos, judíos, musulmanes y no creyentes, heterosexuales y homosexuales, republicanos y monárquicos, del campo y de la ciudad. Hay españoles libres y españoles presos, españoles con vivienda y sin ella, con trabajo y sin él, jubilados y estudiantes. Hay españoles que quieren dejar de serlo, otros que están hartos de que algunos quieran dejar de serlo, y otros a los que les da igual quién sea o sienta español y quién no. Hay castellanoparlantes, gallegoparlantes, catalanoparlantes y vascoparlantes. Hay insulares y peninsulares, drogodependientes y traficantes, corruptores y corrompidos, defraudadores y patriotas fiscales, pensionistas y medio-pensionistas. Y todos son españoles.
Todos los españoles son españoles, pero no a todos les gusta el programa de Ciudadanos sobre la juventud y la tercera edad, sobre el trabajo y la empresa, sobre la salud pública, sobre la organización territorial, sobre la pobreza y la riqueza, sobre la igualdad y la libertad, sobre la seguridad y la lucha contra la delincuencia, sobre las pensiones y los impuestos, sobre el uso y promoción de las lenguas, el derecho a usarlas y el deber de hacerlo, sobre la educación y sus contenidos.
La plataforma “España ciudadana” quiere serlo todo al mismo tiempo, salvo nacionalista y populista. De momento, sin embargo, es sólo “nacionalpopulista”, porque como banderín de enganche no se esmera en dirimir más conflicto que el nacional, y esconde los demás conflictos en un concepto amorfo de pueblo abducido por la nación. Pero eso dura poco y no cuesta trabajo comprender que lo que hay es otra cosa. “España ciudadana” sí tiene proyectos y propuestas para los diferentes conflictos sociales que hay en España, y son proyectos de partido: es el programa de Ciudadanos. No cuesta ningún trabajo entender que en “España ciudadana” el sustantivo España es retórico, y que lo importante es el adjetivo. Lo importante es Rivera y su partido. “Sea español, vote Ciudadanos”: ese es el mensaje. España como enganche a favor de un partido y de un programa enfrentado a otros partidos y otros programas que hasta hoy también se creían españoles.
La literatura política de todos los tiempos está llena de reproches al patriotismo que se blande entre compatriotas, al patriotismo identitario y excluyente y al patriotismo de quienes se suben encima de la patria para que se les vea. Son olas destructoras las que levanta esa pulsión. Sobre todo son olas desleales, siempre lo han sido, porque instrumentalizan un sentimiento y un patrimonio inapropiables. Cuanto más se asocie la bandera a una de sus partes, más crecerá la parte pero menos valdrá la bandera. Y ese es el camino que decididamente ha emprendido Rivera: crecer electoralmente a costa de una España beligerante, haciendo de ella un sentimiento tan acogedor para unos como antipático para otros, tan integrador para integrados como excluyente para los distintos, tan ilusionante para unos como hostil para otros. Quien pretende hacer de su partido una nación, acaba haciendo de su nación un partido.
Rivera ha transgredido una línea roja: la de la deslealtad con su país. Los réditos electorales que obtenga serán coyunturales, pero el daño puede ser de mayor duración. Más aún lo será si los demás partidos deciden competir en españolismo con Ciudadanos, como es de temer. Mucho más eficaz e inteligente, a corto y largo plazo, será desinflar “España ciudadana” dejándola reducida a lo que es: “Ciudadanos”, un partido de derecha ultraliberal y xenófobo si los sondeos animan a serlo. Lo más útil para enfrentarse a este remedo low cost de Obama y Macron con tintes joseantonianos será dejar a España a un lado y hurgar en lo que importa: obligar a Rivera y a su formación política a pronunciarse sobre a qué españoles va a beneficiar y a cuáles menos. Porque todos los españoles son españoles, pero unos son ricos y otros no, unos son monárquicos y otros republicanos, unos son unionistas y otros no, unos necesitan abaratar costes sociales y otros pugnan por más salario, unos dependen de impuestos y políticas sociales y otros menos, unos quieren más seguridad y otros más libertad, unos más identidad y otros más derechos.
¿Por qué hablar de “nación” cuando lo que queremos decir es “partido”?
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