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SOMBRAS DE VERANO (I)

El secreto de Peter Pan

Alguna noche todos desembarcaremos de nuevo en Nunca Jamás

Miguel Ángel Ortega Lucas 1/08/2018

<p>Fotograma de la película <em>Hook</em> (1991)</p>

Fotograma de la película Hook (1991)

Sony Pictures

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Puede que siempre sea verano en el país de Nunca Jamás. Pero resulta –niños– que no hay sólo un país de Nunca Jamás, sino tantos como queramos; como queráis. Todos, sin embargo, “tienen una especie de parecido familiar”:

Todos nosotros hemos estado allí, y aunque no desembarcaremos en ellos nunca más, todavía podemos oír el murmullo de las olas al romper sobre la arena.

Es “siempre una isla con asombrosas pinceladas de colores aquí y allá”; arrecifes, cuevas y cabañas, piratas, sirenas e indios. Dicen que se encuentra en “la segunda estrella a la derecha”, y podemos dar fe de ello: si el balcón o la ventana os lo permite, veréis, en ciertos atardeceres de primavera, hacia poniente, una luz blanca brillando de manera prematura. Allí es.

Pero ¿qué es en realidad Nunca Jamás? Y ¿por qué Nunca Jamás? “Nunca jamás” a qué, a cuándo; a quién. “No desembarcaremos” en él nunca más, dice el hombre que nos contó de su existencia. Pero cómo saberlo; cómo estar tan seguros.

En Nunca Jamás habita un niño de cualidades extraordinarias, dotado de todo aquello que cualquiera desearía. Puede volar. Un hada –algo retorcida cuando quiere, eso sí– vela por él. Su vida es una aventura que no conoce tregua; tampoco el colegio, ni los lunes. Viste con harapos de árbol pero no le importa porque allá donde vive, en Nunca Jamás, casi nunca hace frío, ya lo hemos dicho; siempre parece ser verano. Es temerario y desprendido, tierno y cruel, egoísta e inocente: como cualquier niño.

Pero es libre. Vive en Nunca Jamás, pero también tiene el poder de habitar en la memoria de algunos seres –generalmente mujeres– de este mundo. La señora Darling, por ejemplo, de Londres, le recordaba vagamente, de cuando era niña también: “Un tal Peter Pan que vivía entre las hadas”. Lo recordó sólo cuando su propia hija, Wendy, volvió a hablarle de él, tantos años más tarde: era, dijo a su madre, del mismo tamaño que ella misma “en cuerpo e imaginación”. La madre quiso y no quiso creer a la niña. Hasta que una noche lo vio, apenas un instante. Peter Pan huyó al ver que se trataba de un adulto, pero dejó su sombra tras de sí. Por eso conoció a Wendy: hubo de regresar, a la noche siguiente, junto con Campanilla, por haberse dejado la sombra olvidada en esa casa –ese planeta.

¿Quién es Peter Pan? Ya lo hemos descrito; o hemos descrito, al menos, la descripción que hace de él el hombre que contó por primera vez su historia (es una historia que se ha contado muchas veces; y quién sabe si ya se contaba, antes de aquella historia de Londres). Lo que sabemos a ciencia cierta es que Peter Pan no crece: no puede crecer; no quiere crecer. No puede porque no quiere; no quiere porque no podría, aunque quisiera. A Wendy le contó, aquella noche, que huyó de sus padres cuando era aún más niño, al oír a sus padres hablar de lo que él debía ser cuando fuera mayor: “¡Y yo no quiero ser nunca mayor!” Escapó entonces a los jardines de Kensington, y vivió allí un tiempo con las hadas.

–Pero ahora ¿dónde vives?
–Con los niños perdidos.
–¿Quiénes son esos niños?
–Los que se caen de sus cochecillos cuando las niñeras están mirando hacia otro lado. Si a los siete días no son reclamados, se los envía al País de Nunca Jamás. Yo soy el capitán de esos niños.
(...) Pero estamos muy solos.
–¿No hay ninguna niña entre vosotros?
–No. Las niñas son demasiado listas para caerse de los cochecitos.

(Esto último, según el hombre que contaba la historia, “halagó grandemente a Wendy”.)

Peter Pan es libre en Nunca Jamás; no crecerá nunca, y su vida podrá ser siempre una escaramuza, un naufragio o un banquete de la imaginación: un juego. Pero no tiene madre. Esto no le importaría demasiado de no ser porque no tiene, por ello, a nadie que le cuente cuentos. Por eso había acudido a la ventana de Wendy: para oír contar cuentos (“qué hermoso cuento oí contar una vez a vuestra madre”, la de Wendy, John y Michael: la señora Darling). Es por eso, también, por lo que hacen las golondrinas sus nidos en los aleros de las ventanas; para poder escuchar cuentos.

“¡Oh, si supieras qué hermosos cuentos podría contarles yo a los niños perdidos!”, le dice Wendy, sin calcular las consecuencias. Entonces, Peter pretende llevarla consigo: “Wendy, ven conmigo para contarnos a mí y a los niños perdidos esos lindos cuentos que sabes”. La niña le explica que no puede (“debo pensar en mi mamá”), pero Peter Pan, risueño, tierno, seductor quizás algo irresponsable, le dice que él puede enseñarle a volar, a saltar sobre el lomo del viento, a hablar con las estrellas...

–Wendy –dijo todavía más astuto–, por la noche tú nos arroparías a todos. Ninguno de nosotros ha sido nunca arropado por la noche.
–¡¡Oh!! –repitió la niña; y sus brazos se tendieron hacia él.
   

Pero no queremos contar aquí todo el cuento, ¿verdad? Que para eso lo contó el hombre que lo contó –llamado, por cierto, James Matthew Barrie–. No podemos (¡no debemos!) desvelar demasiado de esta historia que quizás se cuente sobre todo ahora, en verano. Podríamos añadir, quizás, que Wendy y sus hermanos siguen a Peter Pan hasta esa estrella, vecina de Sirio, y que tardan mucho en volver (sus pobres padres lo pasan muy mal; el padre quizás enloquece). Que en su aventura les ocurre de todo, y que Wendy, a pesar de algunos celos de Campanilla, y del olvido proverbial de Peter Pan, que puede a veces resultar muy descortés, es feliz cuidándole todo ese tiempo; sin saber muy bien en realidad qué es ella para Peter Pan, qué es Peter Pan para ella... Pero –no lo olvidéis nunca– Peter Pan está dispuesto a dar la vida por ella.

Todos lo pasan muy bien, incluidos los niños perdidos (perdidos, ¿dónde?, ¿cuándo?; ¿en otro parque, en otra esquina; en un carricoche, en un rincón del pasillo; en una cripta?). Incluso peleando contra los piratas. Porque, ya lo sabréis, el archienemigo de Peter Pan, alguien insustituible, sin el cual la historia no tendría sentido, es el Capitán Garfio. Garfio es un adulto en Nunca Jamás, como el resto de sus secuaces del galeón. La obsesión de Garfio es ser “correcto”, tener modales. Y sin embargo no duda en traicionar las más nobles intenciones: por eso, cuando Peter Pan trata de ayudarle para seguir luchando en igualdad de condiciones en singular combate, y éste le corresponde hiriéndole, Peter Pan queda “horrorizado”, petrificado, con los ojos muy abiertos: “Todos los niños se quedan así cada vez que se los trata con injusticia”. Después de esa primera vez, “ninguno vuelve a ser el mismo”... Todos menos Peter Pan, porque “tantas veces como tropezaba con la injusticia, volví a olvidarla, y acaso era ésta la diferencia real que existía entre él y los demás niños”.

Pero acaso lo que más le distinga de todos sea una obstinación que puede resultar fatal, empezando por el olvido. Su bendición es olvidar muy rápido (hasta su propio origen). Pero todavía, si os fijáis bien, guarda cierto rencor hacia este mundo que no es ya el suyo, aquí donde pueden quedarse retrasadas las sombras. Quizás por eso vuelve, cada vez que siente nostalgia de algún cuento, a ciertas ventanas encendidas. Y quién sabe si podría soportar regresar cualquier noche y descubrir que Wendy, finalmente, ha crecido, es adulta (está ¿casada?). Saber que le ha olvidado, y ha olvidado también volar como todos aquellos que “ya no creen en lo maravilloso”. Porque Peter Pan jamás transige con las leyes de este mundo; esta vida que no entiende: ahí lo que le permite volar. Ahí, también, lo que no deja en paz a su sombra.

Pero no vamos a decir más sobre esta historia; este cuento que se leerá, o descubrirá, mejor que nunca en verano. Sobre todo si uno es adulto. Sobre todo si se olvidó de volar. Sobre todo si aún recuerda a los niños perdidos y recuerda, allá al fondo, que, a pesar de todo lo que se cuenta en este mundo, “la muerte debe de ser una gran aventura”.

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Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

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4 comentario(s)

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  1. Miguel A. Ortega Lucas

    Gracias a ti -GRACIAS-.

    Hace 5 años 10 meses

  2. Godfor Saken

    lullaby (canción de cuna): https://vimeo.com/62536602

    Hace 6 años 3 meses

  3. Godfor Saken

    "Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria". -Louise Elisabeth Glück "We look at the world once, in childhood. The rest is memory." -Louise Elisabeth Glück

    Hace 6 años 3 meses

  4. Godfor Saken

    Emocionado hasta las lágrimas. GRACIAS, Miguel Ángel Ortega Lucas.

    Hace 6 años 3 meses

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