Las estructuras verdes de las ciudades, un recurso limitado en la lucha contra la contaminación y el cambio climático
Una investigación asegura que estas medidas no son suficientes para mitigar los efectos del calentamiento y la polución. Para acabar con estos problemas lo primordial es atacar las fuentes de contaminación
CTXT / Observatorio Social ‘la Caixa’ 30/10/2018
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Parques, zonas arboladas, cubiertas o muros vegetales…. Las conocidas como infraestructuras verdes son herramientas cada vez más habituales en las ciudades y la propia planificación urbanística. Su disposición en estos núcleos de población ayuda a mejorar cuestiones como la calidad del aire y el estrés térmico. Sin embargo, según el artículo Ciudades, contaminación y cambio climático ¿hasta qué punto puede ayudar la infraestructura verde?, se trata de medidas modestas y secundarias si de lo que se trata es de enfrentarse a los efectos de la polución y el calentamiento global.
El artículo, firmado por el investigador Francesc Baró de la Universidad Autónoma de Barcelona, señala que, si bien este tipo de recursos ambientales y naturales están cada vez más presentes en los planes de responsables políticos, técnicos y académicos, los datos analizados de cinco ciudades europeas confirman el efecto limitado de las estructuras verdes en fenómenos que causan o están relacionados con del cambio climático.
Concretamente, la investigación analiza el comportamiento de las infraestructuras verdes en Róterdam, Berlín, Salzburgo, Estocolmo y Barcelona, y se centra en su efecto sobre tres aspectos principales: la contaminación atmosférica, la mitigación del cambio climático y la reducción del estrés por calor.
Los resultados muestran que la contribución de los distintos elementos urbanísticos enfocados a la purificación del aire sobre los contaminantes analizados –partículas en suspensión, dióxido de nitrógeno y gases de efecto invernadero– es relativamente baja en todas las ciudades.
En lo relativo a la mitigación del cambio climático, la evaluación del secuestro de carbono –la capacidad de sustraer CO2 de la atmósfera– también es muy débil. Salzburgo, la ciudad con mejor puntuación, apenas consigue neutralizar los gases de efecto invernadero en un 2,75%.
Según explica Baró, el caso de Barcelona, una de las ciudades más densamente poblada de Europa pero dotada con importantes hábitats naturales, es ideal para averiguar en qué medida la infraestructura verde urbana contribuye a compensar los efectos del cambio climático y sus efectos relacionados.
De esta forma, si se tiene en cuenta toda la región metropolitana, Barcelona ciudad y los municipios adyacentes presentaron los niveles más altos de contaminación, mientras que autovías y autopistas conforman una importante fuente de emisión de NO2. En cuanto al a efectividad de los servicios de mitigación, los resultados fueron desiguales: en las áreas forestales de los alrededores de la ciudad y otras zonas naturales es bastante significativo, pero se reduce en los espacios que no son adyacentes a la ciudad por su lejanía.
Como consecuencia, la contribución de las infraestructuras verdes en la compensación de la emisiones de carbono de Barcelona es menor al 5%, y solo en cinco de los 164 municipios la contaminación estimada está completamente compensada.
Estos resultados, comenta Baró, demuestran que aunque los elementos naturales urbanos pueden contribuir a la mejora de la calidad del aire, la temperatura y la salud humana –además de ofrecer otros beneficios, como la contención de aguas–, su limitado efecto obliga a considerarlos complementos –y nunca sustitutivos– de estrategias que deben centrarse principalmente en atacar las fuentes de la contaminación, como el transporte o los sistemas de calefacción.
En la actualidad más de la mitad de la población del mundo vive en ciudades, y se espera que para 2050 la proporción llegue a los dos tercios. La sostenibilidad y salubridad de los grandes núcleos de población, asegura el artículo, se presenta como un reto fundamental para las administraciones públicas en términos de desarrollo y bienestar, más aún cuando las estimaciones de la OMS sitúan en 3,7 millones las muertes prematuras que causa la contaminación en el mundo.