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SANTIAGO CIRUGEDA / ARQUITECTO FUNDADOR DE RECETAS URBANAS

“Hay que visibilizar las bases desde las que se produce pero, ¿quién lo hace?”

Andrés Carretero 22/12/2018

<p>Santi Cirugeda.</p>

Santi Cirugeda.

Belén González

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Santiago Cirugeda (Sevilla, 1971) es arquitecto y socio fundador de la oficina Recetas Urbanas, e impulsor de la red Arquitecturas Colectivas. Pionero en la introducción de formatos de trabajo en grupo donde la ciudadanía puede participar de forma efectiva en el proceso de toma de decisiones, su labor ha sido reconocida por premios como Ojo Crítico, Iniciarte, el International Fellowship del RIBA, la medalla FAD o el Global Award for Sustanaible Architecture. El pasado mes de octubre se hacía público Usted está aquí. 20 años de Recetas Urbanas, un proyecto expositivo (MUSAC, 2018) y un libro (Ediciones Asimétricas, 2018) con título, formas y contenidos transversales que sintetizan la ya extensa trayectoria del estudio. Tomando como punto de partida este detonante, presentamos el resultado de una conversación en dos partes con Santi Cirugeda, un personaje singular e incorrecto, para quien el sentido del humor no está reñido con el ejercicio de una práctica crítica, periférica pero global, que no asume la crisis como un estado de excepción normalizado. 

Habéis trabajado durante los diez años anteriores al estallido de la crisis (2008) y durante los diez posteriores, bajo este nuevo paradigma. ¿Cómo reaccionas ante esa etiqueta recurrente con la que se os asocia, “arquitectura para momentos de crisis”, cuando ésta es una realidad sistémica que continúa presente?

Muchas veces me han identificado como “el arquitecto de la crisis”, pero no es así. La crisis económica que seguimos sufriendo procede de un pasado reciente en forma de crisis social. Durante aquellos años, anteriores a lo que se denomina crisis, comencé a interesarme por las problemáticas que ahora definen nuestro trabajo, mientras la mayoría de mis amigos y compañeros arquitectos se dedicaban a construir. Hablo de una generación, cercana ya a los cincuenta años, que durante una década amasó mucho dinero. ¿Por qué en Recetas Urbanas nunca ha habido españoles trabajando hasta hace tres años? Quienes venían de fuera lo hacían porque entendían que planteábamos una alternativa, una determinada manera de hacer. No fue hasta al comienzo de la crisis cuando comenzamos a recibir currículums españoles, de forma que nos preguntábamos porqué nadie quería trabajar con nosotros. Nuestra respuesta más directa es que ante las recurrentes crisis económicas que se generan siempre hay una crisis latente, perpetua, que experimentan ciertos colectivos, a los que cariñosamente llamamos Crazy Army: personas con problemas de salud mental o diversidad funcional, que padecen soledad, minorías racializadas, mujeres maltratadas, presos, etc. Gente que incluimos en las obras porque en gran medida están desatendidos, abandonados por la Administración Pública. Nuestra experiencia nos dice que no se les tiene en cuenta: no hay concursos públicos para construir un complejo de salud mental con un modelo alternativo, o una escuela libre. No existen.

La Academia podría operar como interlocutora y mediadora, y no simplemente ocupar una cómoda posición de retaguardia

¡Arquitecto de la crisis un carajo! Llevamos haciendo lo mismo durante más de veinte años. O bien nos encuentran y contactan grupos o entidades que no están siendo reflejados en las políticas públicas, o bien les contactamos nosotros. La institución nunca va a poder amparar a todos los grupos sociales, independientemente de que en determinado momento haya más o menos dinero público para invertir. Situaciones como ésta se reflejan en el documental Mamá, de mayor quiero construir como tú (2018), donde se narran los procesos de autopromoción en escuelas locales sevillanas con las que trabajamos. Una de las madres que colaboró en la construcción de un comedor (Aula de Convivencia, 2018) para el colegio de sus hijos lo resume así en la película: “lo hicimos porque nos dijeron que no se podía a hacer”. Esa es la actitud: se puede y está construido. Demasiado elegante para mí, por cierto [risas].

Hace unos años levantamos La Carpa-Espacio Artístico (Sevilla, 2013) con cero euros públicos, aunque luego se establezcan comparaciones odiosas con otros equipos europeos que no se ajustan a la verdad, porque la mayoría de estas prácticas (Raumlabor, Assemble y muchos otros), cuyo trabajo respetamos, reciben importantes cantidades de dinero público y representan un modelo de alternancia pagada por la Administración, reconocido como tal por ellos mismos. Se trata de una situación incómoda, porque no suele contarse la parte oscura: quién paga y cuánto ha pagado. Hay que visibilizar las bases desde las que se produce pero, ¿quién lo hace? 

Tu relación con la Academia ha sido conflictiva desde tu época de estudiante. Aún así, hay procesos recurrentes de enseñanza-aprendizaje que son inherentes a vuestro trabajo. ¿Cómo te relacionas con el mundo académico, con la enseñanza formal y su estructura? ¿Qué distancias estableces? 

Nosotros gastamos 120.000€ en pagar a un abogado para cambiar una ley consiguiendo una aportación económica anual y recurrente. De manera que ya no somos gratos para la AECID

La Academia puede ser una herramienta de transformación social y política, pero no se aplica en ese sentido. Pascal Gielen (University of Antwerp), el sociólogo que ha coordinado la investigación del último proyecto que hemos hecho en Amberes (Montaña Verde, 2018), me invitó hace un tiempo a conversar con el filósofo Toni Negri en Venecia, con la intención de confrontar teoría y praxis. Ocasión que aproveché para plantear la siguiente cuestión: si equipos de investigación como el de Pascal, que están muy bien financiados, pueden estudiar, evaluar y validar como buenas prácticas –eficaces– procedimientos como los que nosotros implementamos (la comunicación y participación con los agentes sociales, el empleo apropiado de los recursos económicos, su seguimiento), se puede también apoyarlos económicamente, y operar como facilitadores cuando otros colectivos quieran plantear escenarios similares a una administración, al margen de los cauces convencionales. La universidad es la representación de una sociedad pagada por el Estado para que sea productiva, lo sostenga y haga avanzar. Su funcionamiento es similar al de la Administración Pública: hay un alumnado que tiene una serie de derechos –según los estatus universitarios el alumnado es el primer actor–, al igual que la ciudadanía activa, existe una jerarquía estructurada, etc. La Academia podría operar como interlocutora y mediadora, y no simplemente ocupar una cómoda posición de retaguardia.

En este sentido, otro caso significativo es el de la cooperación internacional. La AECID nos financió un proyecto en Uruguay gracias al cual conseguimos cambiar la legislación estatal a pesar de las trabas que interpuso el Ministerio de Exteriores, desde donde se nos señaló que nosotros no éramos diplomáticos y que nuestra acción perseguía un alcance que estaba fuera de lugar. ¿Qué quieren entonces? ¿Que arreglemos un parquecito, una cancha deportiva? ¿Que construyamos columpios con neumáticos para minorías, como hacen otros? Nosotros gastamos 120.000€ en pagar a un abogado para cambiar una ley consiguiendo, además, una aportación económica anual y recurrente. De manera que ya no somos gratos para la AECID.

Las dinámicas de trabajo cooperativas, de las que sois precursores en el campo arquitectónico, se suelen caracterizar por grupos que nunca llegan a ser del todo estables, equipos que van cambiando sustancialmente a lo largo del tiempo. ¿Cómo se articula una práctica colectiva de tipo horizontal, como la que defiendes, cuando en última instancia se sostiene en determinadas individualidades? 

De la generación del estudio en Madrid sale un nuevo equipo, Probeta, que tras realizar tres proyectos desaparece a los seis meses. Recetas Urbanas tal y como sigue funcionando es con mi presencia. Aunque repartamos tareas y roles en contextos de mediación y comunicación pública siempre suelen exigirnos que yo esté presente. Es muy difícil suplementar a ciertas personas: Alice, Pichuco, Lucas, Mariana Moura… Pero algunas de ellas están peleando ya en otros lugares. La mayoría de quienes formaron parte de La casita, el estudio previo que montamos en la que actualmente es mi casa, se fueron a Alemania o Estados Unidos. Yo decidí quedarme en Sevilla, en la casita vacía. Nunca quise viajar, quería pelear por Sevilla, Andalucía o Madrid. Nos quedamos solos. 

Quizá no todo el mundo tiene la capacidad necesaria para resistir ante situaciones difíciles…    

Hay un cinismo absoluto en torno a la cuestión asamblearia. Cuando a la gente del estudio se les da la posibilidad de asumir responsabilidades a veces no son asumidas, otras muchas sí. En todo movimiento hay personas más visibles y no es necesario que se disculpen por ello. En ocasiones la horizontalidad asamblearia no es razonable desde una perspectiva técnica: me refiero a la asunción de responsabilidades constructivas y estructurales, por ejemplo, respecto de las propiamente políticas, o protocolarias. 

¿Existe una concepción de la autoría detrás de Recetas Urbanas? 

No hay autoría, hay eficacia. Provengo de una familia de tradición militar y, por tanto, tengo una formación disciplinaria fuerte –incluso llegué a ingresar en la Academia Militar– que inculco en el estudio. Una eficacia estricta para evitar daños colaterales que provengan de lo que hacemos. 

Reformulo la pregunta: ¿subyace entonces una identidad, un carácter propio?

Nuestro carácter es la eficacia. Ser estrictos en la forma en que se invierte el gasto público, una “ética de la red” que es necesaria en todo trabajo colectivo. Nuestra manera de proceder ha de ser más coherente y ética que otras que criticamos.

Podríais estar en otros sitios pero continuáis en Sevilla, vinculados a una comunidad local en torno a la periferia sevillana. ¿Cómo valoráis esa tensión productiva respecto de los grandes centros urbanos? 

Estamos dispuestos a negociar con todo el mundo, y más en momentos tan reaccionarios. ¿Los derechos sociales se pierden porque pueda llegar a gobernar VOX? Al contrario, solo hay que pelear más

Cada cual ha de valorar porqué le compensa más estar en Nueva York que en Sevilla. En las periferias no se escucha nada: hacer una mierda en Madrid tiene más reconocimiento que hacerla en Sevilla. Todo depende del equilibrio que uno quiere encontrar o decide escoger. Hemos hecho proyectos pequeños, invisibles, no publicados, que son más importantes para nosotros que otros mucho más circulados. Preferimos trabajar en nuestro entorno afectivo inmediato (Sevilla, Madrid, Barcelona, Badalona…), pero tenemos afectos que van más allá: lo que pasa en Cataluña me afecta. Yo no me muevo de Sevilla, aunque pase más de dos tercios del tiempo fuera de allí.  Nos interesa lo local atravesado por los afectos. Pasamos de ese glamur cosmopolita y elitista.  

¿La hibridación de referencias que proviene de una mezcla bastarda entre “alta” y “baja” cultura es suficiente como para definir vuestra práctica como no-elitista o popular? 

Nosotros nos relacionamos con todo tipo de gente para conocer cada situación de primera mano. Nunca hemos hecho promociones de hoteles, ni viviendas de lujo. No las hemos buscado y cuando nos las han querido encargar –como fue el caso de BNP Paribas Personal Investors– las hemos rechazado. Hemos dicho que no a muchas cosas. Lo que verifica nuestro trabajo no son las palabras, los adjetivos que puedan englobarlo, al contrario de trayectorias como la de Alejandro Aravena, por ejemplo, al que se define con demasiada ligereza como “el arquitecto de los pobres” al tiempo que trabaja en La Pontificia Universidad Católica de Chile o en Harvard University. Estamos dispuestos a negociar con todo el mundo, y más en momentos tan reaccionarios como el actual. ¿Los derechos sociales se pierden porque pueda llegar a gobernar VOX? Al contrario, hay que pelear más.  

Una de las señas que caracterizan la trayectoria de Recetas Urbanas desde sus inicios –con hitos como Prótesis Institucional (Espai d’Art Contemporani de Castelló, 2005)– es el complejo arte-arquitectura, vuestra relación con las prácticas artísticas contemporáneas. ¿Qué os mueve a operar periódicamente desde la Institución Arte? ¿Cómo evitar una musealización que puede devenir en la absorción-desactivación del potencial radical de vuestros planteamientos?

El arte permite un amplio grado de libertad sin necesidad de licencias, de toda responsabilidad. La policía nunca aparece para vigilarnos en ese contexto y nosotros trabajar desde el arte es como estar de vacaciones.

Hemos cuantificado el tiempo dedicado al campo artístico frente al mundo cotidiano, social, en el que trabajamos y no llega al 25% del total de nuestra producción. Mucha gente que está en el mundo del arte sólo conoce esa parte de nuestro trabajo, pero no el resto: el Centro Sociocomunitario en la Cañada Real, el Centro Convivencial en el poblado chabolista de “Penamoa”, nuestros viajes a Latinoamérica… No están en la web, ni en ningún libro: nadie lo conoce, queremos que permanezca oculto. El arte es visible porque está muy expuesto mediáticamente. La Prótesis Institucional, que salió adelante gracias a Juan de Nieves, estaba destinada a colectivos, no era un espacio de exposición sino que se trataba de dos dispositivos para amplificar las capacidades de la institución. A los cuatro años perdió su función social –que no su función artística– y a los diez años denunciamos al Ayuntamiento, ya que al haber perdido su destino original, pagado con dinero proveniente del arte, debía ser desmontada. Y así se hizo. Se desmontó por la cantidad de 15.000€, que más tarde fueron reinvertidos en otros proyectos. Esta es nuestra manera de trabajar, salvo en casos concretos donde hemos jugado a exponer contenidos propios. El arte permite un amplio grado de libertad sin necesidad de licencias, te disculpa de toda ley, de toda responsabilidad. La policía nunca aparece para vigilarnos en ese contexto. Para nosotros trabajar desde el arte es como estar de vacaciones.

Uno de los nudos que fundan y sostienen la economía de la deuda en el Estado español es la idea del “pequeño propietario”, fomentada con especial énfasis desde el desarrollismo franquista hasta hoy. La dialéctica de la vivienda como bien de inversión en oposición al derecho a la vivienda como bien de primera necesidad. Partiendo de la desobediencia civil habéis desarrollado una estrategia sistemática contraria a la norma (que recorre el espectro de la alegalidad a la ilegalidad), consolidando acciones de ocupación y reapropiación de espacios y bienes inmuebles. ¿Es posible ampliar el alcance de estas prácticas, puntuales pero significativas a nivel micro y simbólico, mediante la acción propiamente política, para así traducirlas en formas jurídicas y legales, prescriptivas?

Ada Colau y Josep María Montaner están haciendo ahora en Barcelona algo que nosotros propusimos en el año 2005, empleando los mismos prototipos, las mismas estructuras: la apropiación edificatoria de propiedades inacabadas, lo que llaman “endodoncia urbana”. Que se hagan políticas me parece estupendo, pero hay que apuntalar bien los fundamentos legales para poder hacer ciertas cosas con las garantías necesarias. En el caso de Barcelona estas políticas no son de tipo micro, sino que han de ser evaluadas en función de las capacidades reales del Ayuntamiento, una institución que ahora mismo tiene muy poco suelo en propiedad porque lo ha vendido previamente. Han de maximizarse las capacidades que se tienen en cada momento.   

El trabajo con grupos de base mediante la acción directa, el entendimiento de la arquitectura como una práctica social que persigue la transformación real del entorno se materializa en metodologías que postergan el dibujo a estadios ya avanzados del proyecto, posteriores incluso al proceso constructivo. Esta liberación de la lógica representativa –y tiránica– de la arquitectura convencional, ¿puede ayudar a detonar una emancipación profesional que vaya más allá del trabajo asalariado, del concurso (público o privado), del negocio inmobiliario? 

Lo que rompe la lógica profesional en nuestro caso no es el hecho, significativo, de que nosotros sí pagamos a nuestros colaboradores, sino el tipo de perfiles que contratamos, personas a quienes se suele etiquetar como socialmente excluidos. Además, desarrollamos acuerdos que no responden exclusivamente a la lógica económica trabajo–dinero, como procesos de seguimiento y acompañamiento. Respecto del dibujo, se trata de una simple herramienta, que muchas veces no logra representar con antelación ni precisión la realidad.   

Existe un cierto consenso en la interpretación de vuestra obra como un bien mueble, “una arquitectura menor”, ligera, portátil, temporal, que se vale de la reutilización de materiales de desecho y del ensamblaje de estructuras auxiliares de construcción. No arraigada en el terreno pero comprometida con el territorio y la comunidad. ¿Estáis de acuerdo con esta visión? 

No. Por su puesto que está arraigada. Nuestros últimos proyectos no son temporales. Estamos construyendo equipamientos dotacionales y educativos que funcionan para un horizonte de veinte años. Queremos desplazarnos hacia la permanencia. 

Por último, recordando tu colaboración con Rogelio López-Cuenca en el anti-monumento de conmemoración de “La Desbandada” (Málaga 1937 nunca más, 2006), la masacre de la carretera Málaga-Almería en el año 1937, ¿qué pueden aportar los arquitectos, como técnicos, en la tarea pendiente de recuperación de la Memoria Histórica? 

Se puede levantar un monolito o una estatua ecuestre, o bien convocar a un grupo de gente para que recuerde lo que ocurrió en el pasado. En el caso de la conmemoración de “La Desbandada”, quien desarrolló el trabajo de investigación fue Rogelio, que percibió nuestra actuación a posteriori como una “arquitectura proletaria”. ¿Cómo íbamos a hacer algo ostentoso o sofisticado? Teníamos muy poco dinero y resolvimos el proyecto ajustándonos a las condiciones dadas, codificando el gasto público y construyendo poco a poco. Se trata de una eficacia técnica que es transversal al tipo de encargo. Los arquitectos, como cualquier otro profesional, tienen su propia tendencia política, partidista, pero un trabajador técnico ha de ayudar a resolver un problema, sea éste ideológico o no. El Monasterio de El Escorial, por poner un ejemplo, es memoria excelentemente construida, o las edificaciones del régimen comunista en Polonia, de lo mejor que hay. La arquitectura puede representar con mucha eficacia contenidos simbólicos contrarios. Cada cual es libre de alinearse y tomar posición tanto en un sentido, como en otro.

 

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Autor >

Andrés Carretero

Andrés Carretero (1986) es arquitecto y crítico. Su práctica abarca una concepción expandida de la arquitectura atravesada por el arte, la teoría y lo político. Co-fundador de MONTAJE – infraestructura cooperativa de producción arquitectónica y co-editor de Materiales concretos.

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