
Pedro Sánchez durante su comparecencia sobre Venezuela, en La Moncloa, el pasado 4 de febrero de 2019.
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Decía un político con aspecto de Don Quijote que un líder tiene que echarle de vez en cuando la bronca al pueblo. El pueblo tiene responsabilidad cuando vota a corruptos, incompetentes o mentirosos y hay que decírselo bien claro, explicaba. El pueblo se equivoca cuando se queda de brazos cruzados dejando que impresentables lleven al país al estercolero, insistía. El pueblo es responsable de todo esto, repetía, y no sirve de nada darle una palmadita en la espalda y decirle que siempre tiene la razón. Este político, por supuesto, nunca llegó a tocar poder. Hoy, quienes sí lo tocan en la izquierda siguen sin atreverse a decirle al pueblo en qué y cómo se equivoca.
La biografía del PSOE que hoy gobierna consiste precisamente en hacer justo lo contrario de lo que decía aquel Don Quijote. Cuando hace unos años le preguntaban a Pepiño Blanco –que tocó mucho poder– cómo se podía ser al mismo tiempo republicano y juancarlista, éste respondía orgulloso que “El PSOE es el partido que más se parece a España”, como si parecerse a España fuera una virtud siempre y no un drama en demasiadas ocasiones. En un eslabón más de ese ADN socialista que consiste en intentar parecerse a España, disfrazándose de lo que haga falta, decidió unirse al tema catalán vestido del “a por ellos”, funcionase o no. Que no iba a funcionar estaba claro, pero era lo que quería el pueblo arrastrado por la derecha, así que allí que se plantó el PSOE en la fiesta. El 155 no solucionó absolutamente nada como todos sabíamos, pero el PSOE estuvo ahí, apoyándolo vestido de responsabilidad. Las banderas en los balcones no lograron que los independentistas dejasen de serlo; los aplausos a la guardia civil, que volvía de golpear a señoras junto a una urna, tampoco sirvieron, pero el PSOE se disfrazó de silencio por miedo a que el autoproclamado pueblo de los balcones le pusiera mala cara. Los jueces que encarcelaban líderes catalanes inventándose una rebelión violenta tampoco arreglaron un problema que era político, pero ahí estaba el PSOE, vestido con una toga y repitiendo “respeto a la justicia”, que era la frase que el pueblo quería escuchar.
Nada de esto funcionó para solucionar un asunto tan delicado. Pero que algo no funcione no quiere decir que al pueblo no le encante la situación, así que el PSOE decidió seguir disfrazado acariciándole la espalda sin atreverse a decirle en ningún momento: “A ver, gente, seamos serios de una vez, esto sólo se arregla hablando como adultos, no jugando a las banderitas. Y para hablar y solucionarlo está la política, así que aceptaremos observadores nacionales, internacionales, o de Júpiter si hiciera falta, porque esto está muy dañado y lo que está en juego es la convivencia”. ¿Se imaginan a Pedro Sánchez hablándole con esa sinceridad al pueblo? Yo tampoco. Ni él. Así que decidió marcarse una vez más “un PSOE”, que no es otra cosa que impostar y disfrazarse de todo al mismo tiempo. Ante las peticiones de los nacionalistas catalanes de los que depende para seguir en el Gobierno, Sánchez nombró a alguien que intermediase, pero no un observador –eso hubiera cabreado al pueblo–. Nombró a un relator, que ni dios –ni el PSOE disfrazado de cura– sabe lo que significa. Jugada maestra, pensaron en el Gobierno mientras Pedro Sánchez hacía de líder internacional que le ponía plazo a Maduro para abandonar el poder. Esto contentará al pueblo. Las risas se escucharon de Caracas a Arabia Saudí.
Pedro Sánchez disfrazado esta vez de sheriff internacional, jugando la carta de Venezuela y creyendo que eso le daría la ovación del pueblo. Así le pilló la tormenta, sin imaginar que el Trifachito se sacaría de la manga cuando le diese la gana el comodín de Cataluña para ganarle la partida. Pedro, ¿a quién se le ocurre ir al casino disfrazado de dominguero para enfrentarte a ludópatas profesionales? Ahora un concepto vacío como “el relator” lo ha puesto contra las cuerdas mientras se viste de boxeador con capacidad de resistencia. Si no fuese un drama sería divertido. Es divertido ver al PSOE explicando al mismo tiempo la importancia del relator y que el relator no sirve para nada, todo al mismo tiempo. Irá, pero irá sólo a tomar notas y si le ofrecen café dirá que no para no hacer gasto, explicaba la vicepresidenta, queriendo contentar a todos, una vez más. Sin éxito, claro.
Sin nada que perder aparte de unos cuantos meses de poder, sería un buen momento ya para mirar al pueblo a los ojos, como a adultos, con el que puedes o no estar de acuerdo, al que debes tratar de convencer de forma honesta, sin disfraces. Sería ya un buen momento para empezar a construir un mañana menos patético que éste: uno en el que se diga y se actúe de forma seria, pagando el precio que sea, cueste lo que cueste. Si el precio es no tener el poder, a lo mejor es preferible a tenerlo para hacer el ridículo disfrazado de lo que toque en cada momento y perpetuar la derrota. Ser honesto te puede dejar sin trabajo, eso es cierto. Pero una vez estés fuera de Moncloa, siempre podrás quedar una tarde con el relator para invitarlo a un café y pedirle que apunte: “El futuro, a veces, se construye diciéndole al pueblo dónde se equivoca”. Al menos ya le habríamos encontrado una utilidad a este cargo.
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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