ESE TERRITORIO DEL QUE USTED NO ME HABLA
La trama asturiana
Estas elecciones no las ganará quien mejor administre la nostalgia, sino quien mejor sepa ridiculizar las nostalgias del adversario
Xandru Fernández 13/03/2019
Xunta Xeneral d'Asturies.
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Todos hemos visto la foto: plaza madrileña de Colón, 10 de febrero, retrato de grupo de una derecha de tres sabores con tropezones. Los tropezones son dos alcaldesas, ninguna de ellas de Ciudadanos, ni de Vox, ni del PP, pero, al contrario que las personalidades de esos partidos con las que se codean, ellas son las únicas que gobiernan algo. Una, Yolanda Ibáñez, de UPN, es alcaldesa de la localidad navarra de Milagro desde 2011. La otra, Carmen Moriyón, también es alcaldesa de milagro. Es alcaldesa de Xixón y candidata a la presidencia del gobierno asturiano por Foro Asturias Ciudadanos (FAC: pronúncienlo en voz alta y entenderán que digamos Foro a secas). Y sí, hay quien calificaría de milagro que con solo ocho concejales Foro haya conseguido hacerse con la alcaldía de la ciudad más poblada de Asturies cuando la izquierda suma quince: 7 del PSOE, 6 de Xixón Sí Puede y 2 de Izquierda Xunida. Pero puede que, más que de milagro, haya que hablar de excepcionalidad política y torpeza, dos circunstancias que, combinadas, hacen de Asturies un territorio especialmente antipático para la demoscopia.
Foro llegó al ayuntamiento de Xixón y al gobierno asturiano en 2011, en plena efervescencia del 15M, como expresión de un malestar que en Asturies es transversal, sí, y algo centrífugo, también, pero no acaba de cuajar electoralmente en ningún artefacto autóctono con expectativas de gobierno. Foro fue la aventura crepuscular de un Francisco Álvarez-Cascos que consiguió hacerse olvidar, que no perdonar, su trayectoria como mano derecha de Aznar a cambio de hacer hueco en su partido a más de un marxista-leninista desencantado y a varias docenas de asturianistas gafes. En Xixón aprovechó un hartazgo relativamente justificado después de treinta años de alcaldías socialistas. También supo leer la indefinición ideológica de una ciudad envejecida, ansiosa por dejar atrás su pasado industrial pero angustiada, al mismo tiempo, por no saber de qué va a vivir en el futuro.
El triunfo de Foro en 2011 era un aviso serio para el PSOE, pero también para el PP, a quien se acusaba de no hacer oposición a cambio de gobernar la capital asturiana, Uviéu: un reparto de poderes entre los dos grandes partidos conocido como “pautu del duernu” (pacto del comedero). El derrocamiento de Cascos pocos meses después era un recordatorio, a su vez, de que en Asturies no es buena receta subestimar al PSOE, especialmente cuando en España gobierna el PP. Foro se quedó con Xixón y desapareció, o poco menos, del Parlamento autonómico. Las elecciones de 2012, convocadas por Cascos apenas seis meses después de haber tomado posesión, las ganó el PSOE. El PSOE de Javier Fernández, quien con el tiempo llegaría a pilotar aquella gestora que se ocupó del partido después de darle la patada a Pedro Sánchez. Bola extra para el socialismo asturiano.
Entonces llegó Podemos. Ni Pablo Iglesias se explicaba su éxito en un territorio tan poco agradecido como Asturies. Nueve diputados obtuvo en 2015 frente a los catorce del PSOE. Y no obtuvo más porque Izquierda Xunida presentaba a Llamazares y se llevó cinco, un reflejo del peculiar sentido del humor de las cuencas mineras. Llamazares y Podemos no se llevan, pero Izquierda Xunida y Somos Uviéu (la marca municipalista de Podemos en la capital) aspiraban a pactar con el PSOE para echar al PP del ayuntamiento, donde llevaba haciendo y deshaciendo desde 1991. Somos Uviéu fue la fuerza de izquierdas más votada en Uviéu en 2015, igual que el PSOE lo fue en Xixón. Pero los concejales electos de Xixón Sí Puede se negaron a dar sus votos al candidato del PSOE a la alcaldía y, en represalia, el PSOE retiró su apoyo a la investidura de Ana Taboada (Somos Uviéu). En el último minuto y sin previo aviso, Taboada y sus concejales decidieron investir alcalde a Wenceslao López, del PSOE. Incipit tripartito.
Cuatro años después, no hay relato hegemónico para explicar lo que pasó en 2015. En Xixón es de prever que buena parte del electorado de Xixón Sí Puede / Podemos no le perdone haber mantenido a Moriyón en la alcaldía. En Uviéu el tripartito no está ahora mismo para gaitas y las derechas, muy belicosas en una ciudad gobernada a ritmo de coca durante más de dos décadas, no harán prisioneros: quieren sus “putiferios” y los quieren ahora. La familia socialista también está peleada, pero Javier Fernández es un cadáver político y el nuevo candidato a la presidencia, Adrián Barbón, un sanchista convicto y confeso. Además, es partidario de la oficialidad de la lengua asturiana, algo que la derecha aprovechará para intentar atraerse al electorado más españolista del PSOE, que no son cuatro gatos precisamente.
Hace cuatro años, la excepcionalidad política asturiana (el empuje de ese voto antisistema, crítico con el PSOE y el PP a partes iguales, y la vitalidad de un asturianismo sociológico que tan solo Izquierda Xunida había sabido rentabilizar electoralmente) podría haber llevado a Podemos al gobierno asturiano y a la alcaldía de las dos ciudades más pobladas de Asturies, pero intervino la torpeza, ese ingrediente sin el cual la política asturiana es últimamente incomprensible: la torpeza de una izquierda nostálgica que se alimenta a sí misma con lo que quedó de las movilizaciones obreras de los años ochenta y noventa del siglo XX. Esa estrategia de la nostalgia no funcionó en 2015 y difícilmente lo hará en 2019, después de que Podemos se haya avenido a aprobar los últimos presupuestos de Javier Fernández sin nada que explique por qué ahora sí y los tres ejercicios anteriores, no.
¿Y las derechas? A saber. Ciudadanos presenta a Juan Vázquez, exrector de la Universidad de Uviéu, y avisa de que está disponible para pactos con el PSOE en el caso de que este gane las elecciones. Moriyón ya empieza a preguntarse si no habrá sido mala idea lo de la foto de marras. Entre tanto, el diario La Nueva España, verdadera fábrica de hegemonía en Asturies, afila los titulares para quitarse de encima a Somos Uviéu, en primera convocatoria, y al PSOE, si puede ser, en la segunda. Arrimará el ascua a la sardina de Vox, previsiblemente, por su hostilidad compartida hacia la lengua asturiana y hacia el pensamiento lógico en última instancia, y porque el PP asturiano es un disparate completo y absoluto desde hace veinte años del que no se puede esperar demasiado. La peculiar nostalgia de las derechas aún tiene cierto recorrido en la presunta cuna de la Reconquista, pero estas elecciones no las ganará quien mejor administre la nostalgia, sino quien mejor sepa ridiculizar las nostalgias del adversario.
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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