TRIBUNA
No usar la militancia en vano
La capacidad decisiva de la militancia, en la fase en la que resulta decisiva, ha sido devaluada
José María Rueda Gómez 27/03/2019
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En 1998, el PSOE celebró sus primeras primarias para elegir candidato a la presidencia del gobierno. Almunia y Borrell compitieron y el veredicto de la militancia fue nítido en favor del segundo. Dejando al margen algunas “viejas prácticas”, fruto sin duda de lo novedoso del proceso, en general, la militancia socialista ejerció su derecho al voto individual y secreto, con garantías y con normalidad. Y, lo más importante, así fue entendido por una gran parte de la ciudadanía que asistió, expectante, a la primera experiencia de democracia directa en el seno de una fuerza política española. Un mes después, los candidatos y candidatas a las alcaldías de las grandes ciudades de España fueron elegidos por el mismo sistema y con idéntica aceptación ciudadana.
En 2000, en el 35 Congreso del PSOE, y por sólo 9 votos de diferencia, Zapatero ganó la Secretaría General del PSOE. El cuerpo electoral, en este caso, no fue la militancia socialista, sino tan sólo mil delegadas y delegados que, no obstante, ejercieron su derecho al voto individual y secreto, con garantías y con normalidad, y como en el caso anterior, así fue también percibido por la sociedad española.
Habrían de transcurrir 12 años para repetir una experiencia similar. Rubalcaba y Chacón disputaron la Secretaría General del PSOE en el 38 Congreso, celebrado en Sevilla. 22 votos de un total de un millar de delegad@s decantaron el resultado en favor del primero. El cuerpo electoral socialista pudimos votar en secreto, con papeletas selladas justo antes de empezar la votación, entrando en la cabina de votación individualmente y, disfrutando, por tanto de la inmensa libertad y responsabilidad que supone el ejercicio del voto. Como señaló una militante presente en dicho proceso “queda demostrado que cuando se quiere hacer bien, se puede hacer bien y no cuesta nada. Y es mucho mejor que hacerlo mal o regular”.
Pronto se cumplirán dos años de las primarias previas al 39 Congreso Federal del PSOE. Mucho se escribió sobre ello. Yo mismo, en este mismo medio, escribí tres artículos entre enero y mayo del año 2017. Justamente para demandar unas primarias “sin prejuicios ni conjeturas”, que sirvieran para un debate democrático y para “definir un proyecto político”, y que de dicho proceso se desterrara para siempre el “miedo a la libertad”. Y así fue: debate democrático, garantías procedimentales (mesas electorales, interventores de cada candidatura, fecha y horario de votación predeterminado y comunicado en tiempo y forma, voto individual y secreto garantizado, etc.), escrutinio público y simultáneo en toda España y sensación generalizada de la indiscutibilidad del resultado en base a la indiscutibilidad del procedimiento. Se acreditó, una vez más desde la Revolución francesa, que “la garantía es el procedimiento”.
He mencionado los anteriores antecedentes para hacer constar que las primarias no son ningún experimento peligroso ni asambleario, que el ejercicio del voto individual y secreto (cuando se produce) por los y las militantes del PSOE es un activo democrático digno de preservar y defender, y que la democracia y la transparencia internas en el seno del PSOE (y del resto de partidos, pero eso me preocupa mucho menos) es un asunto muy serio, sobre el que no conviene frivolizar y que, desde luego, no debe usarse como arma arrojadiza a la hora de ventilar otras cuestiones. Mas bien, creo que el aumento de las expectativas políticas del PSOE, en la actualidad, y una cierta ola de ilusión despertada en sectores ciudadanos, últimamente alejados de la acción socialista, se deben, además de la ejecutoria gubernamental de los últimos meses y la recuperación de ciertos valores y postulados políticos, a esa adaptación del funcionamiento interno del partido a lo que la gente demanda del mismo, es decir, participación, democracia, libertad y transparencia.
Funcionamiento interno que alcanzó su cima en las primarias de mayo de 2017, que concluyeron con el triunfo de Pedro Sánchez como Secretario General, y que demostraron urbi et orbi cómo debe aplicarse la democracia interna en el interior de un partido y cómo adquiere su total virtualidad la participación de la militancia. Que es, ni más ni menos, igual a cómo ejercemos el derecho al voto en los procesos electorales, pues el hecho de militar en un partido, no puede disminuir nuestros derechos ni nuestras garantías. Amplío la descripción anteriormente esbozada. Jornada electoral predeterminada con antelación; cuerpo electoral cierto y cerrado con antelación; sitio y hora de la votación públicos y notorios; administración electoral garantista de los derechos de electores y elegibles; escrutinio público, simultáneo y publicado, susceptible de recurso y revisión.
A partir de ahí, sólo cabe mejorar y perfeccionar el mecanismo.En concreto, en lo referente al proceso de selección de quienes han de componer las diferentes candidaturas electorales del PSOE, para evitar episodios como los que están llenando demasiadas páginas de demasiados medios de comunicación, y que tienden a una simplificación, seguramente interesada y alimentada, que parece diferenciar el mandato de la militancia y la decisión de los órganos. Mejora ya no en la normativa, que está muy clara, sino seguramente en la labor didáctica que los órganos superiores (federales, regionales y provinciales) han de ejercer sobre el ámbito local, para que se tenga muy claro cuál es el papel de cada cual en el proceso. Un proceso que tiene dos fases. Una primera de propuesta, que corresponde a la militancia socialista (a toda ella). Y una segunda fase de resolución, que corresponde a los órganos del PSOE en sus diversos niveles, hasta culminar en el nivel federal. Y un proceso que ha de basarse en el perfecto equilibrio de las dos fases.
En el nivel local (agrupaciones locales o municipales) es donde se desarrolla la primera fase del procedimiento de selección de las candidaturas, la fase de propuestas. Quienes ahora pontifican con el valor de las “propuestas de la militancia” o se aferran a la “voluntad de la militancia”, bien harían en asegurarse que, efectivamente, la militancia se ha expresado con plenas garantías. Que los derechos de todas y cada una de las personas que han presentado candidatura se han garantizado. Que todo el cuerpo electoral ha conocido en tiempo y forma todas las candidaturas, porque así se les ha informado desde las ejecutivas locales o provinciales. Que las correspondientes Asambleas para proponer se han convocado reglamentariamente. Que en todas esas Asambleas se ha utilizado el sistema estatutario, es decir se ha ofrecido a toda la militancia una lista abierta, ordenada alfabéticamente y por géneros, para que ésta sea votada en secreto. Que las actas de todas las Asambleas contienen una relación detallada del número de votos obtenidos por cada persona candidata.
Y también harían bien en asegurarse (y sé perfectamente de lo que hablo) de que ninguna Asamblea ha sido convocada a través de un grupo de whatsapp, en el que no está toda la militancia, la tarde antes a su celebración. Que ninguna Asamblea ha asentido ante una propuesta de candidatura cerrada y bloqueada, en la que sólo figuraban las personas candidatas, previamente “consensuadas” por no se quien. Que ninguna ejecutiva local ha presentado tan sólo a unas personas candidatas, y no a otras, en función del criterio personal de quien dirige dicha ejecutiva. Que en ninguna Asamblea de las celebradas se ha impedido la presentación de ninguna candidatura, etc.
Como estoy seguro de que no va a ser así, sólo queda afirmar que alguien, ahora, está usando a la militancia en vano. Alguien pretende tergiversar lo sucedido. La teoría y la práctica, por desgracia, han estado distantes en la fase de “propuesta”, y me parece que se han hecho pocos esfuerzos en defender la importancia de esta fase, que es la fase de la militancia. Y si se ha hecho algún esfuerzo ha sido no para aumentar la transparencia del proceso, o la libre concurrencia, ni las garantías y las libertades, sino para todo lo contrario. Insisto, sé de lo que hablo. La capacidad decisiva de la militancia, en la fase en la que resulta decisiva, ha sido devaluada. Y lo peor es que ha sido utilizada en vano, y con clara vocación de confrontar con los órganos encargados de la segunda fase, la de resolución.
Se ha pretendido utilizar en vano a la militancia. Las únicas tutelas que la militancia necesita en estos procesos, son las tutelas procedimentales, y que se le ofrezca un camino transparente, para que seleccione con criterio propio. Pues de eso se trata, de empoderar a la militancia para que ejerza responsablemente su capacidad decisiva de priorizar entre varias candidaturas valiosas.
No me cabe ninguna duda de que actuando así, se facilita enormemente la tarea de los órganos del PSOE en la segunda fase, la de resolución, y se armoniza en adecuado equilibrio, toda la capacidad deliberativa, propositiva y resolutoria del Partido. Por tanto, mejoras en el procedimiento, sí, pero para mejorar en derechos y en garantías. Que ya están en la letra de nuestra normativa. Por tanto, mejoras en la aplicación práctica de las normas, sin tergiversaciones oportunistas. Y para que cada proceso democrático interno se parezca cada vez más a los procesos que he citado al principio de este artículo. Que han sido orgullo y fortalecimiento para la militancia y para los órganos, capacidad de movilización social de ambos, estímulo para la credibilidad del proyecto y ejemplo para otras fuerzas políticas. Sólo de esa manera, evitaremos que se vuelva a utilizar a la militancia del PSOE en vano.
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José María Rueda Gómez es miembro del Comité Federal del PSOE.
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