Nuevo tiempo de silencio
El autor analiza ‘Perfil bajo. Libertad de expresión, ansiedad tecnológica y crisis política’, de Guillermo Zapata
Fernando Broncano 27/03/2019
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Cuarenta y ocho horas. De la prensa que te busca porque estás en el equipo de Carmena que acaba de llegar a la alcaldía, a la portada de New York Times, al escándalo en las redes por unos tuits de humor negro y al tsunami de una campaña de pánico moral que termina en la dimisión de Guillermo Zapata como concejal de Cultura. Ahora ha decidido abandonar la política municipal y ha escrito este libro: Perfil bajo. Libertad de expresión, ansiedad tecnológica y crisis política. Una reflexión tranquila sobre estos años que va más allá de su caso particular para ponerle voz a la experiencia de una generación arrojada a una realidad en la que el entorno tecnológico y las derivas de la política en estos cinco años locos ha logrado que los hijos de los padres de la transición hayan sentido que el tiempo social ha discurrido a más velocidad que el tiempo natural de la vida.
No me habría animado a escribir esta noticia del libro si no me hubiese conmovido profundamente su discurso. Su tono tranquilo y reflexivo da cuenta de la experiencia que ha vivido. La suya y la de una generación que ha incorporado las redes y los aparatos de comunicación a la realidad cotidiana, que ha sufrido los cambios y trayectorias nuevas del entorno digital. “Experiencia” no es simplemente algo que te ocurre sino el resultado de pensar, narrar e incorporar a tu vida aquello que te ocurrió. La mayoría de los acontecimientos no se traducen en experiencia porque se está perdiendo la capacidad del relato y la reflexión en un mundo de inmediatez y velocidad. Este libro es lo contrario. Es un ejercicio sereno de aprendizaje de las nuevas formas de la política en un contexto en el que la rapidez convierte y pervierte cualquier gesto, lo multiplica y lo transforma en algo incontrolable. Ojalá leyera este libro la nueva generación de activismo político y social que ha nacido en la extraña mezcla de lo digital y lo físico sin haber entendido muy bien la lógica de los medios en la era de las redes y plataformas.
Primer movimiento: lo político siempre es personal. Cada actitud que adoptamos y cada acción que realizamos en estos entornos digitales tiene consecuencias sociales; claro, para eso están, pero todo tiene un precio personal. En la red ponemos nuestra atención y distracción en rápidos procesos de acción y reacción y nuestras emociones reactivas nos vuelven ciegos a los horizontes más amplios en los que nuestros comentarios pueden producir daños incontrolables a otra gente. La primera parte del libro debería leerse en las escuelas: desde la primaria a las escuelas de periodismo y comunicación. Es un manual de autoayuda para quienes están(mos) perdidos en estos nuevos desiertos de lo real-digital. En un tiempo en el que la pasión se ha convertido en mercancía de la que viven las plataformas, la compasión, la atención y el cuidado se han vuelto desperdicios sin valor económico. En un primer movimiento, Guillermo Zapata reflexiona, más allá de su caso, sobre nuestro caso: el de sujetos que nos hemos convertido en objetos de una industria de las emociones manufacturadas.
Segundo movimiento: lo contamos todo en las redes sin reparar en que “no somos usuarios de un servicio, sino que también somos trabajadoras y trabajadores que producimos riqueza en un determinado lugar y, quizás, o más bien por ello, es posible que seamos también habitantes de un territorio”. Los partidos políticos se han vuelto adictos a la performatividad de los mensajes rápidos de comunicación en red. Han generado una nueva burocracia de “redes” sin haber percibido que se están moviendo en un territorio del que no tienen mapa, del que desconocen las bases físicas, energéticas, económicas, políticas y sociales que ordenan las sendas por las que se caminan.
No hay la menor duda en que los nativos digitales (las netianas de las que habla Remedios Zafra) se han adaptado a las presiones, constricciones y caminos del entorno. Se lleva con orgullo la habilidad, la destreza y rapidez con la que se recorren las sendas de este país físico-digital sin reparar en que los caminos han sido señalados por indicaciones que no hemos puesto nosotros. Se ha extendido una suerte de determinismo tecnológico que nos lleva a pensar que las cosas son así. El libro de Guillermo es un alegato contra la paradójica naturalización de lo artificial. No está escrito el camino de la historia por los designios de los señores de las plataformas. Son posibles otras sendas que podemos escribir si reflexionamos sobre los cimientos energéticos, económicos y políticos que sostienen la sociedad digital. Necesitamos las redes, pero las redes también nos necesitan, aduce Guillermo. Hagamos de eso un nuevo punto de partida.
Tercer movimiento: El fascismo y la sociedad digital: un tiempo de silencio. De todo lo que podría ocurrir, de todo lo que podría haber ocurrido, está ocurriendo lo peor. Nuestras bocas se cierran. Cada vez callamos más. El autoritarismo se impone en el discurso y palabras, gestos y chistes, canciones y acciones que hace tiempo podrían haber sido parte de nuestra presencia pública ahora están sometidas a vigilancia. María Prado, una dramaturga de la generación de Guillermo Zapata lo explicaba bien en su reciente obra Impulsos en el Centro Dramático Nacional: nos estamos obligando a repensar cada palabra que escribimos, cada canción que cantamos (así Valtonyc), cada mensaje en Twitter o Facebook. ¿Cómo ha sido posible que en el final del franquismo hubiese más libertad de expresión que en el final de la transición? Guillermo nos proporciona pistas útiles y reflexiones profundas sobre los nuevos muros que limitan la esfera pública: el poder y la impotencia de los consensos.
Cuando las sociedades se estabilizan, cuando el poder está seguro, los consensos se internalizan y definen un espacio de libertad. Todo se puede decir cuando nuestras palabras no tienen importancia. Cuando las sociedades se fracturan y se abren posibilidades de cambio, cualquier palabra es una fuente de peligro. Todo conspira para hacer más vulnerable al poder. Y la reacción es inmediata: se difunde el miedo a la palabra, se castiga la expresión más que el robo, se instaura un autoritarismo en el que el fascismo encuentra un suelo fértil.
Todo se ordena hacia un mismo horizonte: dañar la imaginación, convertirla en mercancía y objeto de currículo para que no la usemos como una fuerza de cambio. La censura y el cáncer terminal de la imaginación van juntos. No poder pensar otra posibilidad que la posibilidad de lo presente. No poder decir más que lo que cabe en estos entornos de posibilidad. Pero el libro no es un nuevo capítulo de la serie “Melancolía de izquierdas”. Guillermo Zapata nos ofrece una pista: “cualquier herramienta es un arma si se coge con suficiente fuerza”. Y todo, incluido el entorno digital puede ser apropiado con fuerza suficiente para resistir al fascismo.
En algún momento, hace un chiste sobre sí mismo: “hacer un Zapata” como sinónimo de meter la pata. No: hacer un Zapata como sinónimo de abrir espacios.
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