Ese territorio del que usted no me habla
La Andalucía del PP
El deseo de cambio en Castilla y León sopla contra la derecha popular, pero la reacción al independentismo catalán activa a la ultraderecha
Elisa Zamora 27/03/2019
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Mas de treinta años gobernada por el mismo partido. Una hegemonía férrea. Medios de comunicación al servicio del partido en el gobierno. Fuerte dominio municipal, aunque debilitado. Múltiples casos de corrupción y una enorme red clientelar y de empresas amigas. ¿Andalucía? No. Castilla y León.
La estabilidad de la política castellano leonesa se explica en parte por el envejecimiento brutal de su población pero también por su debate público débil, sin apenas medios de comunicación de ámbito autonómico o críticos con el PP. La comunidad y sus políticos no participan en el debate nacional, con unos partidos autonómicos mayoritarios y unos políticos que no chocan en ningún momento con el ámbito nacional, esperando su momento para dar el salto. Y así gobierna el Partido Popular desde hace 32 años.
Agenda política
La agenda política de Castilla y León es débil en intensidad e influencia en la política nacional y limitada ideológica y temáticamente. Recientemente se han comenzado a abordar los casos de corrupción de en la comunidad acumulados gracias al silencio mediático, casos como la Trama Eólica, el Perla Negra, la trama Enredadera, o, más recientemente, el caso ataúdes en Valladolid. También tiene fuerte protagonismo el empleo y la industria, pues varias empresas han cerrado o se han deslocalizado, mandando al paro a cientos de empleados, caso de Vestas o de Isowat Made, que agravan el problema de falta de oportunidades que lleva a la despoblación de la comunidad más envejecida, y que lidera los rankings en pérdida de población. Vinculado a esto, también se habla de los problemas para mantener los servicios públicos, especialmente la sanidad, con un consejero de Sanidad, Antonio María Sáenz Aguado, al que le han organizado una serie de manifestaciones autonómicas y provinciales para protestar contra su gestión sanitaria.
¿Como está la derecha?
El agotamiento del proyecto del Partido Popular, tras 32 años de gobierno, es angustioso; ni siquiera ni ocultar las continuas guerras y ajustes de cuentas entre las facciones del presidente de comunidad, Juan Vicente Herrera, y el líder regional del PP, Alfonso Fernández Mañueco, como se vio en la batalla entre el alcalde de León, Antonio Silván, y Mañueco, con la defenestración de Rosa Valdeón (ex vicepresidenta de Castilla y León), ajusticiada en una sucia operación política y mediática o con la más reciente de Silvia Clemente, presidenta de las Cortes que cometió el error de superar en valoración a Mañueco y que abandonó el barco con lamentable fortuna.
Fernández Mañueco es un político conservador que ha llegado a donde está sin que se conozca una sola idea, un éxito de gestión o o una intervención memorable en las Cortes, aunque sí infinitas fotos. Del lado de Herrera se acumulan una ristra sin fin de irregularidades que, de ser Valladolid la capital de España, abrirían todos los días los telediarios. Así, el PP va a llegar a las elecciones con el partido autonómico dividido y debilitado, manchado por la corrupción, sus mejores cuadros defenestrados y un líder mediocre al mando: una receta para el desastre que pondrá a prueba la fortaleza de la maquinaria política y clientelar del PP en su principal feudo.
Por el contrario, Ciudadanos se las prometía felices hasta que el 27 de marzo la Fiscalía ha decidido abrir diligencias por un presunto fraude en las primarias de Castilla y León. Su gigantesco tropezón fichando en primera instancia a Silvia Clemente puede tener una explicación: el liderazgo de Luis Fuentes era, cuanto menos, gris. Francisco Igea no parece nada mejor, pero el espectáculo que han dado, mostrando descarnadamente que sus primarias son manipulables posiblemente les pase factura. Además, el paso por las Cortes de los naranjas ha sido perfectamente olvidable. Es difícil recordar una sola iniciativa, ley o propuesta que hayan promovido los naranjas, pero esa es su estrategia: pasar desapercibidos y surfear la ola nacional agitada por el fantasma catalán.
El caso de Vox es una incógnita. De los tres temas que baraja –Cataluña, la inmigración y el antifeminismo–, es el primero el que más pasiones suscita –la inmigración prácticamente no existe en la comunidad–. El electorado castellano leonés apoyará con convicción a cualquier partido que pida el voto contra los independentistas. Pero sin estructura, sin presencia, sin cuadros, sin siquiera aparecer en los medios, Vox es una tirada de dados, cargada, pero aleatoria.
¿Como está la izquierda?
El PSOE sigue business as usual. Los cambios no pasan por su sede regional en la Avenida Medina del Campo, de Valladolid, y su estrategia se parece a la de Ciudadanos: no hacer mucho ruido, no buscar choque ni conflicto, evitar que se vean sus pactos y acuerdos con el PP, tras décadas de ser la oposición y, un clásico del PSOE, llamar al voto útil con su lema “la alternativa decente”, ayudado por encuestas tezanescas que les colocan primeros en la comunidad. Es cierto que el PSOE podría beneficiarse de la situación de Podemos a nivel nacional y de su gestión del gobierno nacional, pero el liderazgo y conocimiento de Luis Tudanca es escaso.
Podemos afronta con gran incertidumbre estas próximas elecciones. El éxito obtenido en las anteriores, en las que entraron con diez procuradores, parece difícil que se repita en esta ocasión. La situación nacional del partido y el tema catalán imponen un marco hostil, que lastra los esfuerzos de los de Pablo Fernández. Pero tienen a su favor algunas cosas. Fernández es un político mediático que ha mejorado su valoración y que es creíble como apuesta por el cambio, centrado en temas como la industria o la despoblación centrales para los castellanos y leoneses. Pero el camino parece más lleno de polvo que de petunias, pues la comunidad no es tierra fértil para flores moradas.
Para terminar, Izquierda Unida parece haber apostado por ser cabeza de ratón mas que cola de león, en una colorista coalición con partidos como Alternativa Republicana o Partido Castellano-Tierra Comunera. Su justificación para no confluir con Podemos ha sido reclamar unas primarias conjuntas, que no plantean donde gobiernan. La estrategia de tierra quemada de José Sarrión es arriesgada. Si Izquierda Unida no logra el procurador por Valladolid, todos los dedos señalarán en la misma dirección.
¿Un remake de Andalucía?
La demanda de cambio tras 32 años de gobierno del PP, unido al clima nacional, hacen que estas elecciones sean muy imprevisibles. El deseo de mudanza, en este caso, sopla contra la derecha del Partido Popular mientras la reacción contra el independentismo catalán empuja y activa a la ultraderecha. Pero a diferencia de Andalucía, el voto a Vox o a Ciudadanos no son funcionales para promover un cambio.
¿Como resolverán este dilema los electores? En mayo lo sabremos.
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