Artivismo, una forma de resistencia creativa
En un contexto social y político cada vez más inestable, las formas de protesta se reinventan para acercarse a nuevos públicos y encontrar placer en la reivindicación
Claudia Frontino Barcelona , 1/05/2019
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Abril de 2009, España está inmersa en la gran –mal llamada– crisis económica. Pero no hay espacio para la tristeza. Por lo menos durante los tres minutos que dura la fiesta en el INEM que organiza el colectivo Enmedio. Una oficina de empleo de Barcelona se convierte, por un rato, en un lugar feliz a pesar de que el paro para entonces sea de casi 4 millones de personas. Música, confeti, incluso una conga. El personal de la oficina no sabe qué hacer ante esta alegre manifestación. Caras de sorpresa entre algunos de los que fueron a fichar ese día. Otros se animan a participar. Todos se preguntan por qué una fiesta en un lugar –casi– de penitencia.
Año 2019. España, dicen, empieza a salir de la crisis. Pero los efectos de la crisis continúan estando presentes. Sigue habiendo desempleo, desahucios, pobreza, deportaciones, asesinatos machistas y un sinfín de injusticias más. Y, en paralelo a éstas, siempre hay quién las lucha desde una posición a medio camino entre el activismo y el arte. Celebraciones, mapeos colectivos, teatro en la calle… El artivismo encuentra en las prácticas estéticas, colaborativas e independientes su manera de reivindicar las causas justas.
Artivismo, forma y fondo
“Nuestras acciones parten del malestar y de lo que nos sucede, fuera del marco político”, comenta Oriana Eliçabe, una de las integrantes de Enmedio. Eliçabe, junto a otros cinco profesionales de la imagen, forma actualmente este colectivo surgido en 2007 heredero de otros como Las Agencias, V de Vivienda o Yo Mango. Responsables de campañas como el ‘Sí se puede, pero no quieren’ con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) o la viralizada fiesta en el INEM, en Enmedio trabajan desde un lugar poco convencional. Sobre esta posición a medio camino entre lo que se considera activismo y arte, Eliçabe asegura que “dentro del arte tiene que haber visión crítica y anclada a la realidad social, y en lo social hay que trabajar las formas y la estética como manera de expresión”.
Estas formas híbridas de comunicar se entienden, además, como una manera de conectar con públicos heterogéneos más allá de la gente convencida. Se trata de abrir espacios de diálogo, convivencia y discusión porque se están tratando temáticas y malestares universales y hay que procurar interpelar a cuanta más gente mejor. “Es indiscutible que buena estrategia de comunicación acompañada de unas buenas formas puede abrir el espectro de aliados”, asegura Eliçabe, contraponiendo estas estrategias con las del arte o el activismo convencionales.
Llegar a más gente, cambiar el discurso y salir de los debates de siempre. Pero ¿cómo? “Estamos hartos de discusiones estériles y ridículas sobre izquierdas y derechas. Además, la política se ha apropiado de la guerrilla de la comunicación y de sus estrategias. Queremos estar en medio, intervenir el relato dominante”, aclara Eliçabe.
Y ¿por qué hacerlo a través de expresiones artísticas? El arte tiene la capacidad de conmover, de conectar. “Hay mucho arte reivindicativo y con mensaje hoy en día, pero está menos promocionado que el que no pone en peligro ninguna estructura de poder”, lamenta Sofía G. Peula, responsable de comunicación de la Asociación Solidaria Andaluza de Desarrollo (ASAD). Peula asegura que ASAD apuesta por el derecho a la comunicación como “clave para el empoderamiento de la ciudadanía”, y que usando las herramientas de artivismo han encontrado una forma, entre muchas, de conectar con la gente.
Resistencia creativa y transformadora
“Soy de los que piensa que hay que redefinir del concepto de artivismo y que la educación juega un papel importante”, dice Pablo Ares. Junto con Julia Risler forman Iconoclasistas, un colectivo con base en Argentina que trabaja la investigación colaborativa, el mapeo colectivo itinerante, las cartografías críticas y con recursos gráficos de código abierto. En esta educación recae gran parte del peso de lo que hace Iconoclasistas. Con talleres alrededor del mundo, sobre todo América Latina y España, estimulan la reflexión crítica para impulsar prácticas de resistencia y transformación centradas en el territorio. Los mapas son lo suyo. Pero también de la gente que participa en esas formaciones, ya que se los pueden apropiar, reinterpretar y trabajar de forma menos performática. “Hay territorios golpeados por contaminación, violencia, represión… Y los cuerpos de ese territorio lo sufren. Cómo vivimos la ciudad, cómo la recorremos, cómo la podemos disfrutar. Todo eso hay que reivindicarlo”, comenta Ares.
¿Qué tienen que ver, entonces, unas formas de manifestarse con otras? La resistencia. La resistencia a políticas migratorias, al neoliberalismo, al capitalismo. La resistencia une comunidades, familias, vecinos y gente de todo el mundo que quiere cambiar las cosas. “La transformación se da a través de evidenciar las problemáticas y la resistencia en sí es un proceso transformador”, asegura Ares. Y no solo transformadora. “La resistencia tiene que ser creativa para no ahogarse”, añade Eliçabe.
Volviendo a los relatos dominantes. Desde Iconoclasistas trabajan los mapas para revertir la narración del poder. “Nos han educado para creer que un mapa o un atlas es la verdad, pero no es así. Los mapas cambian, cuentan historias y por sí solos no son críticos. Los mapas son ejercicios para pensar el territorio y eso se puede hacer de muchas maneras”, explica Ares.
En la misma línea, desde ASAD, consideran que la resistencia se debe reinventar constantemente para cumplir su función. Y porque no queda otra. “Tenemos que estar constantemente inventando nuevas formas de defender los Derechos Humanos, porque se oculta, interesadamente, que son una obligación, y quienes los ocultan tienen más medios que quienes los defendemos”, responde Peula.
Acciones en positivo
A diferencia del activismo convencional, los colectivos artivistas acostumbran a trabajar sus acciones con cierto positivismo, alegría, incluso humor. No todo son fiestas, aunque también las haya, pero optan por enfoques que a menudo sorprenden.
“Nos gusta trabajar desde el humor porque la vida ya es suficientemente difícil como para no reírte un poco de ella o de ti misma”, explica Oriana Eliçabe. “Hace años que intentamos romper con la idea tradicional del activismo que reprocha, señala lo malo. Nosotros señalamos el malestar, pero lo trabajamos intentando que esto no frustre a las personas que participan en las acciones, que no se las victimice”, añade.
Ese humor, ese toque diferente a veces se traduce en críticas. Pero ya lo decía el profesor de la Universidad de Nueva York Stephen Duncombe hace unos años: el artivismo aporta placer y estética. Desde Enmedio recuerdan como se les ha llamado naíf o frívolos por algunas de sus acciones, que suelen partir de ese placer y esa estética. Eliçabe se defiende asegurando que “vivimos en un mundo que nos está haciendo muy incómoda la vida cotidiana así que no podemos hacer nada más irreverente que sentir placer por aquello que hacemos”. Eso pasa por bailar, festejar o reírse mientras otros gritan o se enfadan. Cada cual escoge su manera de reivindicarse, al final no son más que formas que se entrecruzan.
“Cualquier manifestación está llena de elementos artísticos: pancartas, teatro espontáneo, comunicación de guerrilla, grafitis, memes en las redes sociales. Al principio, en los 90, éramos un poco más radicales, pero ahora no todo el mundo grita, hay otras prácticas estetizadas, nuevas maneras de protestar”, comenta Pablo Ares recordando sus inicios como activista.
Factor sorpresa
Además de hacerlo en positivo, el artivismo a menudo opta por el factor sorpresa para sus acciones. Ya lo vinieron haciendo años atrás colectivos como My Dad’s Strip Club (Inglaterra) organizando un pilla-pilla en un centro comercial para protestar contra una marca de maquillaje que usaba terminología bélica, Not an Alternative! (EUA) ocupando un solar reivindicándolo para personas sin hogar, o Flo6x8 (España), un colectivo flamenco anticapitalista que protestaba contra el rescate de la banca a ritmo de bulerías, tangos o fandangos. O Enmedio y su fiesta en el INEM.
“En ASAD usamos la técnica de la sorpresa para llegar a gente que no está comprometida socialmente y que, si le dices que va a ver una acción sobre derechos de las mujeres o sobre migraciones, lo rechazaría directamente”, explica Sofía G. Peula. Puede pasar que, paseando por la calle, o estando dentro de una oficina bancaria, te encuentres con una acción sorpresa. Pero que lo sea no significa que ésta sea improvisada. Detrás hay tiempo de investigación, trabajo colaborativo, sinergias y preparación para que el resultado sea impactante y eficiente.
Además, que sea sorpresa implica que no forma parte de la agenda marcada por los medios de comunicación indicando qué temas tienen interés informativo y cuáles no. “Estas acciones parten de las necesidades y se hacen porque hace falta abrir espacios de confort en una sociedad cada vez menos confortable”, concluye Eliçabe.
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