1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.335 Conseguido 91% Faltan 16.440€

MIA COUTO / ESCRITOR MOZAMBIQUEÑO

“Es primordial que los gobiernos piensen en términos de nación, no de élites”

Tania Adam 17/05/2019

<p>Mia Couto.</p>

Mia Couto.

T. A.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar puede leer la revista en abierto. Si puedes permitirte aportar 50 euros anuales, pincha en agora.ctxt.es. Gracias.

Mi segundo encuentro con Mia Couto (Beira, Mozambique, 1955) se tiñe de cierta familiaridad. Nos reconocemos enseguida, quizás porque, como mozambiqueños, tenemos códigos compartidos. Le entrevisté por primera vez en el 2016, cuando vino a dar una conferencia al CCCB en el marco de la exposición Making Africa. Un continente de diseño. Es curioso, pero nunca nos hemos encontrado en Maputo. Mia –me pide que le llame así– se ha convertido en el orgullo mozambiqueño, muy respetado fuera y dentro del país. Su literatura ha conseguido traspasar las fronteras de la lusofonía. Sus libros, traducidos a diferentes idiomas –más de un traductor sabe que no es tarea fácil trasladar las palabras a su lengua–, le han traído de nuevo a Barcelona: ha sido el pregonero de Sant Jordi (23 de abril), figura que desconocía. En cualquier caso me llena de satisfacción como africana y mozambiqueña que él sea el pregonero de la fiesta literaria más importante de Catalunya.

Escritor y biólogo de profesión, lleva publicando crónicas, cuentos y novelas desde el año 83. Entonces Mozambique estaba inmerso en una guerra civil, una suerte trágica para aquellos que como él participaron en la revolución y en las luchas para la liberación del poder colonial. Su carácter revolucionario y disidente no le abandona, pero no necesita levantar el puño porque sabe seducir y disentir murmurando. Considera que las grandes transformaciones no se hacen a gritos, por esa razón es uno de los pocos que tiene voz fuera del gobierno mozambiqueño. Me atrevería a decir que se está convirtiendo en el hombre sabio de la tribu.

Las guerras son espinas que clavaron nuestro joven país, y sus libros cuentan historias que ponen de relieve esa gran espina. Sus personajes están atravesados por el sufrimiento y el dolor de un país dolorido y resiliente, porque una de las cosas que caracteriza a los mozambiqueños es la resiliencia. Cuando leo a Mia me traslado a esa tierra rojiza que me vio nacer, huelo la brisa mozambiqueña y siento como el miedo a lo desconocido me atraviesa. Mia, como pocos conecta mundos inconectables en Occidente, porque para él lo natural es la extrañeza de la condición humana. Acaba de publicar la novela histórica Trilogía de Mozambique (Alfaguara). Una trilogía compuesta por tres novelas publicadas en entre 2015-2017: Mujeres de cenizaLa espada y la azagaya El bebedor de horizontes. Un relato histórico ambientado a finales del siglo XIX que narra la guerra que los colonos portugueses llevaron a cabo contra el emperador del Reino de Gaza, Ngungunyane, a finales del siglo XIX.

No ha sido tarea fácil conseguir un tiempo con él, he tenido que llamar a unos y a otros, pero finalmente me ha cedido un espacio privilegiado: una tarde de domingo. Me encuentro con él en su hotel con voluntad de entablar una conversación que contextualice su literatura. Porque Mia Couto no es sólo un escritor o un biólogo, sino que también es uno de los pensadores africanos contemporáneos más lúcidos del momento. Le esperan dos días de entrevistas y compromisos antes de volver a su campamento base, Lisboa, donde se ha establecido durante dos meses para desde ahí viajar a Brasil, Barcelona, Suiza, Inglaterra…

Me gustaría empezar hablando de su libro, Trilogía de Mozambique. Me ha llamado la atención que lo centraras en la la figura del emperador Ngungunyane. Para mí y para toda una generación, cuando se nombra a este emperador nos viene a la cabeza la canción “Ngungunyane na baliza…”. La cantábamos cuando jugábamos al escondite. No sé si los niños de ahora todavía siguen jugando, pero no teníamos ni idea de quien fue. 

Sí, creo que siguen jugando. Pero dudo que, a día de hoy, sepan quién fue Ngungunyane. 

Este hecho me hace pensar que como mozambiqueños no conocemos lo suficiente nuestra historia, ¿qué tenemos que hacer para recuperar la memoria histórica?

Para empezar habría que hablar de memorias históricas, en plural, porque hay memorias diferentes y la intención de este libro es mostrar que existen diferentes visiones del pasado; está la visión del colonizador y la del colonizado. Lo que intento plasmar a lo largo de esta trilogía es que existen diferentes perspectivas entre los colonizadores y colonizados. El caso de Ngunguyana es muy curioso, era un africano que se enfrentaba a la dominación colonial y a la vez era un colonizador. El colonizó la mitad de Mozambique hasta el río Save y estableció una relación de denominación y opresión con otros pueblos. Esta posición ambigua no cabe en la versión simplificada que nos cuentan sobre África. Por eso me interesó narrar esta historia. 

Supongo que es la historia del poder y la de los pueblos: unos colonizan a otros.

Sí, así es. También es la historia de las relaciones humanas; entre las personas uno puede querer colonizar al otro. La historia colonial es un reflejo de las relaciones humanas autoritarias, de la imposición de un poder, de la anulación del otro, del olvido… Pero con este libro he intentado plasmar que la memoria es nuestra. Ahora es nuestro momento de contar nuestras historias. Hasta ahora el colonizador europeo es quién ha contado la Historia. 

El pasado mes de noviembre hice una escapada a Maputo. Intenté involucrarme en la vida cultural, viendo que ofrecía la ciudad, yendo a las librerías, actos… Entendí que la escasez de librerías es un síntoma de una pobreza cultural, ¿comparte esta visión? 

El empobrecimiento es claro en Maputo, pero vengo de Brasil y de Portugal; no obstante tengo que decir que, infelizmente, forma parte de una pobreza global. En Brasil se están cerrando muchas librerías. La tendencia ahora es la venta de que es fiable comercialmente, best sellers o de libros de autoayuda. Tal vez no es tan evidente en Occidente como en Maputo, que nunca ha habido más de tres o cuatro librerías. En el país hay ciudades que no tienen librerías, o si las tuvieron fue en el tiempo colonial como el fin servir a la pequeña élite portuguesa. 

Pero están surgiendo pequeños grupos de gente activista y asociaciones que están produciendo y divulgando libros. Es importante que esta producción apele a las memorias históricas, porque estamos siendo víctimas de una historia que nos viene a decir que Mozambique nació el día de la Independencia, el 25 de junio de 1975. Esta versión única de la historia, creada y divulgada por el Gobierno, se ha confundido con la de la propia nación Mozambiqueña. Esto ocurre porque no existe un buen archivo, un registro de la memoria donde ir a buscar datos y entender el presente.  

Por ejemplo, si hubiéramos tenido el registro de la memoria de los habitantes de Beira, la zona más afectada por el ciclón Idai, se hubiera sabido que en los años 62 y 63 hubieron dos ciclones y no nos hubiera sorprendido el Idai. Podríamos haber ido a buscar el conocimiento acumulado de las personas que lo vivieron en una fecha anterior a la independencia. Mozambique no nació con la independencia; sí que en 1975 empezó un país independiente y soberano, pero antes ya existía como nación. 

¿Existe alguna voluntad de borrar esa memoria colectiva?

No creo que exista una intencionalidad, es más bien una cuestión genuina del momento. Pensábamos que el tiempo anterior a la independencia era un tiempo de otros, a partir del 75 se dio una nueva coyuntura que colonizó el partido ganador, la FRELIMO (Frente de Libertação de Moçambique). Pero ahora estamos entendiendo que Mozambique es más diverso y complejo de lo que se podía pensar en un inicio. 

¿Quién lo pensaba?

En aquella época hubo una apuesta por parte de los intelectuales, académicos, científicos o yo mismo, como periodista, que pensábamos que éramos más simples. Estábamos contaminados por la causa, embriagados por la idea épica de construcción de un nuevo país. La idea de patria y nación era efervescente. En ese sentido yo participé, al igual que otros, en el exterminio de las lenguas indígenas de Mozambique, consideramos que solo debían ser habladas en los ámbitos domésticos no en la esfera pública. Durante el gobierno de Samora Machel (1975-1986) se llegó a prohibir esas lenguas en las escuelas. Hoy en día lo veo un sacrilegio. 

Entonces se perpetuaron los valores coloniales. 

No hubo intención ni maldad, pero sí que había miedo de la aceptación de las diferentes lenguas diera pie a una división. En aquellos momentos se consideraba que no había que hablar de lenguas ni de razas. El resultado fue que dejaron de existir las lenguas, los blancos, los negros, los indios o mestizos… Hablar de ello era visto como una provocación. Entonces la narrativa era que sólo había mozambiqueños. Teníamos que construir un país nuevo. 

Me recuerda al silencio pactado del que habla la escritora zimbabweana NoViolet Bulowayo respecto a muchas situaciones incómodas en el país vecino. ¿En Mozambique pasó lo mismo? 

El silencio es un término adecuado para describir lo que pasó. Cuando nace un país nuevo siempre existe la probabilidad del silencio, por lo que no considero que sea una situación particular de Zimbabwe o de Mozambique. Si miramos la historia de cualquier nación vemos que está creada a través de olvidos, porque los olvidos son necesarios. Hace falta recordar, sin embargo se recordará lo que sea elegido. Es decir, quién está en el poder escogerá lo que se olvidará y lo que se recordará. Y siempre hay más que olvidar que recordar. En el caso particular de Mozambique, nos estamos olvidando de hechos que han tenido lugar después de la Independencia como la Guerra Civil. Después de diecisiete años del tratado de paz (1992), nadie habla de lo que pasó en la guerra, es como si no hubiera pasado, y obviamente no es bueno porque se trata de un “falso olvido”.

¿Tiene que ver con los traumas? 

Tiene que ver con la diversidad de voces con las que se crea una nación. Las creaciones de países están hechas para excluir a los “otros”, es como decir “esta es nuestra oportunidad”. Es un vicio que se repite en la historia de la humanidad. 

¿Cómo se pueden transformar esos vicios a través de la literatura? 

El papel de la literatura es fundamental porque siempre ayuda a crear una nación. Contribuye a construir una narrativa que pasa a ser compartida y estudiada en los colegios. La literatura puede hacer terapia pero no es la solución, ya que cuenta la historia y permite generar una especie de catarsis y tiene la capacidad de reducir el miedo. Hacen falta regímenes políticos abiertos que permitan la emancipación de la ciudadanía, es decir que funcione bien el Estado de derecho. No obstante tengo la sensación de que vivimos en otro momento, en el del estado autoritario que construye el miedo y que construye en la diferencia una amenaza a través de las migraciones, los musulmanes, los “otros”… creo que es primordial que los gobiernos piensen en términos de nación, no de élites.  

En mi último viaje tenido la oportunidad de visitar la Fundación Leite Couto, ¿cuál es su objetivo? 

La fundación tiene la finalidad de continuar el trabajo que había iniciado mi padre que se murió hace cinco años, el poeta Leite Couto. Su desaparición destapó las dimensiones de su soporte a la cultura mozambiqueña. Él apoyó jóvenes anónimos a escribir y a publicar. Tras su muerte recibimos una avalancha de mensajes procedentes de todo el país. Por otro lado me acostumbran a abordar por la calle personas jóvenes con voluntad de mostrar sus textos. Hemos creado la fundación para continuar el trabajo de visibilización y para dar oportunidades a jóvenes, pero no sólo en el campo literario sino también en el de la pintura, la escultura, la música o el teatro. En cada una de las áreas intentamos dar espacios de exposición pública de manera desinteresada, por ello hacemos exposiciones de artistas consagrados que nos permiten tener ciertos ingresos para poder mantener exposiciones de jóvenes talentos. Con los libros pasa lo mismo, ya hemos publicado catorce libros y diez de ellos son de escritores que no habían publicado anteriormente, y no hubieran podido hacerlo sin ayuda.

¿Tienen que publicar en portugués?

Pueden hacerlo en la lengua que consideren. Desgraciadamente en Mozambique sólo conozco dos casos de escritores que se han atrevido a escribir en su lengua materna, pero no ha funcionado muy bien, ya que no sólo consiste en publicar sino que hay que tener un mercado.

En Barcelona empieza a haber un mercado. Ha venido a hacer el pregón de Sant Jordi, ya es aquí un escritor conocido, más que en Madrid. 

Me siento feliz de estar aquí pero creo que este no es un trabajo sólo mío. Los africanos y africans han hecho que se abra este espacio. Nos ayudamos entre nosotros. También me gustaría que Mozambique fuera más proactivo a la hora de divulgar las voces fuera del país.

En nuestra anterior conversación usted afirmó que las personas africanas, mozambiqueñas, están perdidas. Justo cuando estaba en Mozambique, la filósofa Marina Garcés publicó un artículo, El dur treball de la cultura, en el que apelaba a la importancia de la cultura para transformar subjetividades. Esa idea de perdición me acompañó durante mucho tiempo hasta que me topé con el artículo de Garcés, entonces entendí que quizás dicha confusión proviene del déficit cultural que lleva a las personas a no saber de dónde vienen, donde están y mucho menos hacia dónde van. ¿Qué se puede hacer para evitar la desorientación?

Es complicada la respuesta, hay tanto que hacer que no sabría por dónde empezar. En el fondo, nosotros los escritores, los artistas… somos los culpables de la mercantilización de la cultura y de su reducción a pequeños productos. También hemos aceptado definir la cultura como un gueto, como una sección del mundo. Deberíamos reivindicar la cultura como un todo. Porque, por ejemplo, las respuestas a las significaciones territoriales –España, Cataluña, Mozambique, Maputo…– pasan por la idea holística de la cultura, no como el gueto donde nos han colocado y hemos aceptado estar. No estamos jugando a escribir, a hacer música o poesía, es más serio. Ahora más que nunca tenemos que integrar el sentido holístico de la cultura pensando soluciones radicales a los problemas que vivimos. No todo se tiene que leer en clave económica. Es importante que dicha postura vaya acompañada de una especie de guerrilla para alertar a quién tiene el poder de las transformaciones necesarias. No obstante eso pasa por un diálogo, tenemos que escucharnos unos a otros, no sólo a aquellos que piensan como nosotros. 

Vivimos momentos de estigmatización y de polarización que incluso aquellos que apelan a la inclusión se ven incapaces de establecer un diálogo con los que no tiene el mismo color político, o porque son de extrema derecha. Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones las afiliaciones a la extrema derecha no significan convicciones políticas al respecto, sino que posiciones de miedo y amenazas sociales construidas de manera infundamentada.

Siempre habla del miedo. De hecho hace poco leí un artículo suyo, “Fortalecer el miedo”, publicado en la revista La Maleta de Portbou. ¿Por qué el miedo es importante en su pensamiento?

El miedo es biológico, es una alerta interior que tenemos para poder responder ante ciertos peligros. Los actuales regímenes políticos lo manejan muy bien. Vivimos un momento en el que las personas no consiguen ver el futuro y perciben la supervivencia desde la creación de identidades cerradas y son empujadas a emociones tan primitivas como el miedo. Consideran que lo que está en juego es la supervivencia y desde ahí es imposible pensar como ciudadanos y como agentes sociales. Y no se trata de individualismo, todo lo contrario, es la pertenencia a una tribu o a un ejército que permita la protección de uno, pero vía la aniquilación del “otro”. 

La condición mozambiqueña ha pasado por ahí. Nos hemos matado entre nosotros en una guerra civil que duró diecisiete años. Después de ese tiempo no nos quedó más remedio que sentarnos a dialogar. Nos sentamos en una mesa con aquellos que considerábamos demonios y diablos. En ese diálogo se entendió que no éramos tan diferentes y nos dimos cuenta de que lo que nos separaba era construido, inventado. El miedo siempre es más inventado que real.  

Hace apenas unas semanas Mozambique fue azotado por el ciclón Idai, justo en la zona que usted nació, en Beira. He estado haciendo un seguimiento de los artículos que han ido surgiendo en medios que no existían en anteriores inundaciones, como la del 2000. Con esto quiero decir que ahora el panorama de representación cultural del continente africano ha cambiando y existen muchas voces que hacen lecturas complejas de la situación. No sólo existe una voz, la del salvador que a la vez es el verdugo. Las nuevas voces hablan de reparación económica por el cambio climático. Me gustaría saber qué piensa de este posicionamiento, además como biólogo, ¿cómo valora la situación actual de Mozambique, es un país que está en peligro por las consecuencias del Cambio Climático?

Tenemos varias respuestas y todas ciertas, aunque contradictorias. Por un lado creo que Mozambique tiene que reivindicar la postura de no culpabilidad por los cambios climáticos de la región, los culpables tienen que indemnizar, no ayudar, que es diferente. Pero esta posición no nos debe eximir de nuestra culpa. Mozambique, aunque no sea un país industrial, produce mucho COy gases de efecto invernadero a través de la quema descontrolada residuos.

Anualmente pasan tres grandes ciclones por la costa de Mozambique, es un hecho meteorológico que se ha visto agravado por el cambio climático, no es un hecho nuevo, una sorpresa. Como te comenté, en 1962 viví un ciclón en Beira, tenía apenas siete años pero me acuerdo de ver tejados volando desde mi ventana. Era fascinante pero no entendía que era una tragedia lo que estaba pasando. Los ciclones no son excepcionales sino que llevan tiempo ocurriendo. Por lo que no se puede seguir llamando a esto catástrofes y accidentes, sino que forman parte de nuestra meteorología. Estamos en un territorio que obliga a tener una política estricta para poder responder a estas situaciones.  

¿Cuál es el papel del Estado mozambiqueño a la hora de gestionar el medio ambiente?

Nuestra tragedia es que dependemos de la voluntad de las personas, no existen actuaciones estatales independientemente de las personas. Ahora contamos con un el ministro de Tierra y Medio Ambiente de Mozambique, Celso Correia, que está avanzando mucho en términos ambientales. Uno de sus grandes logros está siendo limitar la tala de madera, muchas empresas chinas empiecen a abandonar el país. También está recuperando los Parques Naturales. Mi gran felicidad sería ver crecer a las instituciones más allá de las personas. 

Entonces existen proyectos nacionales de desarrollo y protección del medio. 

Sí, y siempre los han existido, pero sobre el papel. Lo que hay que hacer que es exista un compromiso de ejecución.  

El ciclón Idai no ha llegado en un buen momento, ¿qué consecuencias tendrá? 

El Idai ha llegado en un momento en el que la deuda del país es elevada, y hace poco ha salido a la luz la existencia de una deuda oculta. Por otro lado estábamos a punto de iniciar la producción de gas, nuestra esperanza de recuperación económica. El Idai nos ha azotado económicamente, claro, calculo que hemos tenido un retroceso de diez años y continuará pasando factura. La ayuda apenas está llegando ahora, lo que ha venido hasta el momento no ha sido suficiente. Pero es otra toda tragedia africana más, se olvidará y la tendremos que acarrear solos. Pese a esta gran tragedia, se está haciendo un trabajo de mejora de las infraestructuras de las zonas remotas. Es decir existe una política de construcción e infraestructuras para mejorar la calidad de vida de las poblaciones.  

Entonces el un país no se ha paralizado. 

No, en absoluto, tenemos la suerte de no tener petróleo sino gas. El petróleo facilita la corrupción rápida y la no organización de un Estado. Pero el gas implica un inversión enorme en infraestructuras y facilita la creación de pequeñas empresas que distribuyen la riqueza. Ahora, nos preocupa que sean empresas nacionales, no extranjeras. 

Volviendo a su obra. En occidente existe una lectura particular de sus libros respecto al realismo mágico, las mitologías africanas… ¿Usted cree que se hace una lectura correcta de su obra o se entiende cómo lejana y exótica? 

La mayor tendencia es leerla desde exotismo y por lo tanto se perpetúa una relación con África que se desarrolla dentro de unos marcos estereotipados construidos desde Occidente. También es cierto que existe una perpetuación de esos estereotipos por parte de los africanos que han continuado haciendo una literatura que era la que se esperaba de ellos: con brujos, mitos, tribus… Pero ahora existen africanos que se están oponiendo a estas visiones e introducen otras corrientes y estilos. Las nuevas generaciones ya no les importa saber qué espera Occidente de ellos. Me enorgullece escuchar voces que han salido del gueto africano y dialogan con el mundo. 

¿Qué papel tiene la gente joven en el futuro? Aunque según alega, no existe la idea de futuro las lenguas africanas.  

Sí, pero las personas tienen presente la idea de futuro. Igual hay que distinguir de lo que pasa en el campo y en la ciudad. Para las poblaciones rurales la idea de futuro es aquello que pasa en su propio horizonte, sienten la aldea como un país. Aunque se está transformando su percepción porque los móviles e internet hacen que su entendimiento del mundo se esté ampliando. En cambio los jóvenes urbanos son más exigentes, ya no se satisfacen con el discurso político saturado del colonialismo y de culpa de Europa. Estos quieren ver transformaciones y actúan para conseguirlas, y observo como mucho gusto como está surgiendo muchas asociaciones culturales y cívicas. En Luanda (Angola) por ejemplo, hay una efervescencia cultural muy interesante. Es muy importante este cambio de pensamiento porque entienden que no tienen que estar a la espera del Estado. Muchas veces me cuestiono si en materia de cultura tiene que existir la intervención estatal.

Bueno, creo que cada uno tiene su función. Supongo que hay que conseguir la medida justa de intervención cultural Estado. Habría que evitar lo que ha pasado en España, que hubo una sobreintervención cultural hasta que llegó la crisis, y no dudaron en recortar presupuestos. Me hace feliz ver como en los países africanos la sociedad civil es quien lleva el gran peso de la cultura, pero a mi parecer el Estado tendría que intervenir un poco más. 

Sí, entiendo que tiene que haber regulaciones en términos de leyes pero no puede ser un agente cultural más sino un mediador. La sociedad civil ya se ha cansado de esperar al Estado y está encontrando estrategias de autogestión. Por ejemplo, los músicos africanos están encontrando sus propias estrategias de supervivencia, además está creando conexiones con otros países.  

Entonces hay mucha relación con los países vecinos a nivel cultural.  

En realidad no tanta, quizás más con Sudáfrica. Desconfío que los mozambiqueños conozcan a la escritora NoViolet Bulawayo, y no sólo eso, puede que la conozcan pero dudo que lleguen a leer algún libro de ella porque no están traducidos. Y si lo están se harán en Brasil o Portugal. Por lo tanto un mozambiqueño que quiera conocer un escritor de Zimbabwe tiene que venir a Europa. Con esto quiero decir que persisten las relaciones coloniales. Tienen que venir a Occidente para entender lo que pasa a nivel de literaturas africanas. Yo en este viaje, vengo con la intención de comprar una serie de autores.  

¿Cuáles? 

Leo mucha filosofía, como escritor me interesa entender cómo los mecanismos de pensamiento son construidos a través de las historias. Y el filósofo ghanés Kwame Anthony Appiah es muy bueno en este sentido, recomiendo la lectura de On my father’s house o Las mentiras que nos unen.  

¿Qué otros escritores de origen africano recomendaría? 

Existen toda una generación de nigerianos de la diáspora que publican sobre todo en Estados Unidos, esos son un mundo aparte, pero son interesantes como Chimamanda Ngozi Adichie, que se está convirtiendo en toda una institución. Aconsejo la lectura de Chinua Achebe, es un error que no le hayan dado el Nobel de Literatura, fue un gran escritor con una gran calidad literaria. Las mujeres están posicionándose fuerte, conozco más las que están traducidas al portugués, porque la literatura la prefiero leer en portugués. Me ha sorprendido de manera muy grata Las delicias de la maternidad de la escritora nigeriana Buchi Emecheta, o la escritora de Ghana, Taye Selasie. 

Acaba de volver de Brasil, ¿cómo valora la situación del país?

Es un país enfermo. Veo que las personas no tienen respuesta a lo que está pasando, todavía se encuentran en estado de shock. Hay una sensación de orfandad que hace que algunos incluso lloren cuando hablan de la situación del país. Yo me considero una persona de izquierdas pero veo como los errores de la izquierda han ayudado a posicionar a la extrema derecha. Desde Mozambique observaba el fenómeno Bolsonaro y la radicalización de la derecha mientras la izquierda se preocupada por temas identitarios o la apropiación cultural. Para mí son cuestiones necesarias pero no son las grandes cuestiones. Prueba de ello es que ahora existe un Gobierno de extrema derecha en Brasil y la población está rota. 

Por ejemplo, cuando hablamos de los movimientos de la negritud, a mi parecer la importación de la visión afroamericana sobre la raza, desvirtuó las luchas internas al respecto. El mestizaje ha desaparecido. Eso quiere decir que todo aquel que no es blanco se convierte automáticamente en negro. Antes Brasil entendía que su complejidad racial como fruto de la historia del país, en el momento que se importa la visión racial norteamericana esto se convierte en una victoria para la extrema derecha.  

¿Cómo se produce?

Porque se empieza a racializar la cuestión racial. Es decir, es el racismo el que produce la raza, no a la inversa. Y hay que entender este principio para atacarlo. Por otro lado hay que apelar a la radicalidad de la transformación a través de la seducción. La seducción puede ser tan firme como la acusación, te permite decir lo que necesitas sin gritar. Lo más importante del mundo se dice murmurando, con voz baja. A mi entender se ha producido una falsa radicalización de un problema importando la idea norteamericana. Por ejemplo, en Estados Unidos, si has tenido un antepasado lejano negro, ya se te considera negro, no pasa lo mismo a la inversa. Si tu has tenido un antepasado blanco, no necesariamente se te considera blanco. Esta idea es profundamente racista porque quien mancha es la sangre negra. Estas categorías movilizan con mucha facilidad la rabia y la esperanza, además promueven una violencia y una convicción ciegas de las ideas a defender. Hay que entender que la revolución se comenten muchos errores. Yo mismo he sido revolucionario, y los errores que cometí fueron porque no los vi, estaba encerrado en mi propia certeza. 

¿Se puede hacer la revolución a través del diálogo, o precisamente lo que caracteriza la revolución es la falta de diálogo? Porque si el objetivo es transformación a cualquier coste, entiendo que no existe meditación y hacen falta soldados.  

Sí, en las revoluciones tiene que haber un momento en el que cortas con lo que había. Por ejemplo, el corte del cordón umbilical de un bebé es un acto violento y revolucionario. No nos podemos imaginar la violencia que existe en el nacimiento de un bebé, pero tiene que ocurrir para que exista la vida. Entiendo que al final hay que combinar momentos en los que es necesaria la ruptura con momentos de diálogo. 

Pero al final nos agarramos a las certezas porque tenemos miedo a perdernos. Precisamente los africanos tenemos una capacidad que hemos desarrollado que no existe en Occidente, tenemos la habilidad de abrazar la complejidad de la vida, esto está muy relacionado con la religiosidad africana que te permite esa expansión. No provenimos del pensamiento monoteísta que posee toda la verdad, tenemos la capacidad de escuchar diferentes voces.

------------------------

Tania Adam (Maputo, 1979) es periodista y productora cultural. Fundadora y editora de Radio Africa Magazine.

CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. luisitirrin

    Hablando de literatura contemporanea y citando a Danaerys : "Si no es amor, entonces sea miedo". Cuando las relaciones sociales quedan reducidas a relaciones de poder, de dominio, para situar la voluntad propia por encima de cualquier otra consideracion, se pierde la humanidad que dudo hayamos tenido alguna vez, salvo en la imaginación de alguna o algun literato.

    Hace 5 años 6 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí