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En los últimos meses, cientos de personas de todo el país han plantado cara a la clase política en sus despachos para pedirles que adopten medidas para luchar contra el cambio climático. Activistas del Sunrise Movement, una organización juvenil cuya misión es detener el cambio climático y “crear millones de empleos de calidad en el proceso”, irrumpieron en febrero en el despacho que el líder del Senado Mitch McConnell tiene en Capitol Hill instándole a apoyar el Green New Deal de Alexandria Ocasio-Cortez y Ed Markey que McConnell tenía intención de torpedear con la celebración de una votación prematura. Unos días antes, un grupo de niños había hecho lo mismo en el despacho de la senadora Dianne Feinstein en San Francisco. En diciembre, ocuparon los dos despachos de Nancy Pelosi, en San Francisco y Washington D.C., y antes… bueno, ya pueden hacerse una idea.
pocos líderes políticos parecen prestar atención y ha quedado claro que continúa habiendo consenso entre los dos partidos principales en adoptar una postura negacionista ante el cambio climático
Sin embargo, pocos líderes políticos parecen prestar atención y ha quedado claro que continúa habiendo consenso entre los dos partidos principales en adoptar una postura negacionista ante el cambio climático –o al menos, según el lenguaje recientemente empleado por Ocasio-Cortez, de aplazamiento para abordar el cambio climático–. A fin de cuentas, ningún partido parece mostrar interés en aplicar políticas transformadoras y audaces dentro del margen de tiempo que los científicos han advertido que es necesario para impedir un apocalipsis climático. Por consiguiente, frente a esta pasividad, y con un renovado carácter de urgencia, personas de todas las edades y orígenes han empezado a tomar directamente las calles y a participar en actos de protesta masiva dentro y fuera de Estados Unidos. El relativamente nuevo grupo Extinction Rebellion coordinó un acto reseñable a finales del año pasado: el 17 de noviembre bloquearon con éxito cinco de los puentes más importantes de Londres mediante una serie de concentraciones, flash mobs, barricadas y otras formas de acción directa.
El grupo Extinction Rebellion lo pusieron en marcha activistas procedentes de la organización Rising Up! a finales de octubre de 2018, poco después de la publicación del revolucionario informe del Grupo Internacional de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas que señalaba los escasos doce años que nos quedan para transformar radicalmente todos los aspectos de la economía global con el fin de evitar un auténtico apocalipsis climático. El 31 de octubre, el grupo llevó a cabo su primera acción, en la que convocaron una asamblea de más de mil personas en Parliament Square, donde se declararon formalmente en rebelión contra el gobierno del Reino Unido e hicieron una sentada en la calzada que causó el arresto de quince personas. Extinction Rebellion continuó coordinando desórdenes relativamente pequeños durante las primeras dos semanas de noviembre que preparaban el terreno para el 17 de noviembre. Entre estas acciones más pequeñas cabe destacar bloqueos de calles, una pancarta desplegada en el puente de Westminster que decía: “Cambio Climático: Estamos Jodidos”, y una concentración en la que los manifestantes utilizaron pegamento para aferrarse a las verjas del exterior de Downing Street.
Larch Maxey es organizador de Extinction Rebellion en el Reino Unido. Desde el movimiento en contra de la ampliación del aeropuerto de Heathrow hasta campañas en contra del fracking y la ingeniería genética, Maxey lleva el último cuarto de siglo involucrado de alguna forma con la acción directa no violenta en torno al cambio climático. El año pasado utilizó las vacaciones anuales de su empleo para trabajar a tiempo completo con Extinction Rebellion y ayudó a coordinar las protestas del 17 de noviembre. “Fue uno de los actos de desobediencia civil más importantes acontecidos en el Reino Unido en décadas”, me dijo Maxey. “Había unas 6.000 personas en los puentes bloqueando el tráfico durante siete minutos. Bloqueábamos el tráfico en un lugar durante unos minutos, después desaparecíamos entre la multitud y de repente aparecíamos en otro sitio. Fue suficiente para causar enormes trastornos económicos y bloquear toda la ciudad”.
Según Maxey, uno de los objetivos de los actos de acción directa de Extinction Rebellion es que se arreste al mayor número de personas posible. La policía de Londres conocía de sobra esta estrategia durante la manifestación y en todo momento había órdenes de no arrestar, aunque igualmente se arrestara a ochenta y cinco personas. “Contábamos con cientos de personas dispuestas a que las arrestaran”, explicaba Maxey. “La teoría del cambio que subyace detrás de Extinction Rebellion tiene su origen en movimientos históricos no violentos de acción directa, desde las sufragistas a Martin Luther King Jr., en los que comprobamos que ser arrestado e ir a la cárcel forma parte de un movimiento que logra cambios a través de la presión”.
Sin embargo, las estrategias empleadas por Extinction Rebellion no pretenden contrariar a los transeúntes que se ven afectados, su objetivo último es construir un movimiento de masas. Durante el “Día de la Rebelión” del 17 de noviembre emplearon una serie de tácticas para asegurarse de que no se ganaban la antipatía de los conductores, ciclistas y peatones obstaculizados. “Había gente haciendo galletas de avena, ofrecíamos barritas de chocolate. Ofreces un obsequio, te disculpas por el trastorno, y les dices que solo van a ser siete minutos” recordaba Maxey. “El primer día [que bloqueamos el tráfico] nos dimos cuenta de que los taxistas estaban muy cabreados. Pero más adelante, el tercer día, una multitud de taxistas se acercó a agradecerme lo que estábamos haciendo y decían que entendían que lo que estábamos haciendo es muy importante”.
Desde que esta acción llevada a cabo en noviembre situara a Extinction Rebellion en el foco internacional, han puesto en marcha delegaciones en todo el planeta, incluidas docenas por todo Estados Unidos. Aprovechando las redes de activistas existentes de grupos como Climate Mobilization –y con la ayuda de gente como Zack Exley, un organizador que desempeñó un papel esencial en la campaña de Bernie Sanders para las primarias del Partido Demócrata de 2016–, la implantación de Extinction Rebellion en EE. UU. está creciendo a toda velocidad.
El 2 de diciembre del año pasado, aproximadamente cien personas se concentraron en Washington D.C. y bloquearon una intersección que hay nada más salir de Capitol Hill en lo que se convirtió en la primera acción de Extinction Rebellion en Estados Unidos, que convocó lo que llamaron el “Primer Congreso Popular de Emergencia Climática”. Siguiendo el ejemplo de Extinction Rebellion en el Reino Unido, los manifestantes aprobaron una declaración de rebelión no violenta contra el gobierno de Estados Unidos y posteriormente formaron comités para redactar una lista de medidas que se presentaron al grupo.
Russell Gray, un muchacho recién graduado en la universidad y que acababa de dejar su trabajo en el Ministerio de Hacienda, fue uno de los coordinadores principales de la acción llevada a cabo en Washington D.C. y trabaja como coordinador nacional para Extinction Rebellion en EE.UU. “[Todo el proceso] me resultó muy motivador”, dijo Gray sobre el Primer Congreso Popular sobre Emergencia Climática. “Elaboramos una lista muy radical de políticas, pero se hizo de un modo muy pacífico. Me dio muchas esperanzas comprobar que el pueblo americano sabe lo que es preciso hacer y está listo para hacer esos cambios. Si el poder de Estados Unidos regresa a sus manos, creo que serán capaces de aplicar las soluciones necesarias”. Entre las peticiones de Extinction Rebellion figuraban el fin de todas las políticas gubernamentales que contribuyen a la emisión de combustibles fósiles, una movilización de la magnitud de la Segunda Guerra Mundial para lograr la neutralidad en emisiones de carbono en el año 2025, la priorización de las comunidades vulnerables y la soberanía indígena durante esta transición, y la creación de unos órganos democráticos representativos para supervisarlo todo.
Muchas de estas peticiones son muy similares a las propuestas políticas que figuran en el Green New Deal, que ha sido respaldado y promovido por las acciones del Sunrise Movement, un movimiento que también ha ayudado a poner en marcha la resolución. Esto se debe a que Sunrise comparte muchos objetivos con Extinction Rebellion. Las diferencias fundamentales entre ellos, como explicaba Gray, en gran medida tienen que ver con la estrategia. “Sunrise concentra sus esfuerzos en el Congreso y en ocupar despachos porque parecen creer que el Congreso tiene las herramientas necesarias para hacer frente a la crisis y que pueden convencer a los líderes de que tomen las medidas necesarias. Básicamente están intentando trabajar dentro del sistema parlamentario”, afirmó. “Mientras que una de las principales premisas de Extinction Rebellion es que el propio sistema no funciona, y que el congreso como institución no tiene las herramientas para lidiar con el problema porque está tremendamente atado a los intereses de la industria de los combustibles fósiles”.
Extinction Rebellion tiene la mira puesta en un cambio de sistema radical y ha adoptado una estrategia que se centra en la desestabilización del propio sistema desde abajo. “Creemos que el gobierno ha roto el contrato social al conducirnos deliberadamente a la destrucción y la extinción y, por lo tanto, nos sentimos obligados a retirar nuestro consentimiento para ser gobernados, lo cual también implica nuestra negativa a formar parte del sistema”, explicó Gray. “Creemos que es la única estrategia capaz de abordar la crisis climática con la amplitud y velocidad necesarias para evitar un calentamiento global desbocado”.
En su visión a largo plazo, Extinction Rebellion cree que con una serie de acciones suficientemente importantes pueden llevar al gobierno a un punto muerto. Si eso ocurre, entonces ya no habrá manera de que los funcionarios electos ignoren sus demandas. “Es el único modo de movilizar al poder, puesto que desde ahí se puede acabar con el poder de los beneficios, el dinero y el capital”, afirmaba Gray.
Desde el acto de presentación de diciembre en Washington D.C., Extinction Rebellion ha emprendido una serie de acciones en Estados Unidos. El 26 de enero llevaron a cabo una serie de actos de protesta por todo el país, entre los que se incluyeron el despliegue de pancartas, el bloqueo de calles, tumbadas pacíficas de personas que fingen estar muertas, cortejos fúnebres y otros rituales de duelo para concienciar de la muerte inminente del planeta y simultáneamente suscitar el carácter de urgencia. “Tratamos de conectar con gente corriente en su vida diaria”, me comentó Bea Ruiz, otra coordinadora nacional de Extinction Rebellion en EE.UU. “No tratamos de llegar únicamente a la burbuja del activismo ni tan solo protestar o cerrar una refinería de petróleo”.
Extinction Rebellion en Estados Unidos no ha alcanzado las cifras necesarias para lograr sus objetivos más ambiciosos, pero está creciendo rápidamente y tienen la esperanza de alcanzar pronto un punto en el que puedan trastocar seriamente el flujo de la economía capitalista de modo que llame la atención general. A medida que una oleada de huelgas de profesores continúa extendiéndose por todo el país, junto con los crecientes llamamientos de los líderes sindicales y analistas que hablan de una huelga general, ya no es imposible imaginar una movilización masiva por el clima que se extienda desde Capitol Hill hasta las calles –no solo marchas y manifestaciones autorizadas con conocidas primeras figuras, sino actos masivos de desobediencia civil para lograr paralizar ciudades enteras–. Después de todo, hace menos de unas semanas, más de un millón de estudiantes de todo el mundo participaron en huelgas por el clima inspirados por Greta Thunberg, la activista sueca de dieciséis años.
“Estamos comenzando, pero sin duda ha sido un gran comienzo”, dice Ruiz.
Creo que Extinction Rebellion en conjunto ha logrado que se empiece a modificar la forma de negar el cambio climático. Es una negación del cambio climático que existe incluso entre personas y organizaciones destacadas que se preocupan de verdad por el cambio climático. La negación del cambio climático entre estas buenas personas consiste en que con solo presionar al Congreso o hacer labores electorales se puede vencer a la industria de los combustibles fósiles y a aquellos en el poder que los protegen. El mensaje de Extinction Rebellion se basa en una necesidad que claramente no se está cubriendo suficientemente, un sentimiento que comparten muchas personas de que el mundo a nuestro alrededor se está muriendo y que, sin embargo, no parece que haya una emergencia. Que hay fuego en casa y no se adoptan medidas serias para apagarlo.
¿De verdad vamos a cambiar los elementos fundamentales de nuestra economía en una década, y a desmantelar las estructuras de poder concentrado que parecen empeñadas en mantener el statu quo y aplastar toda oposición?
Grupos como Sunrise Movement sin duda desempeñan un papel esencial en un movimiento más amplio a favor de la transición hacia la eliminación de los combustibles fósiles, pero los organizadores de Extinction Rebellion creen que solo presionando a los funcionarios electos no será suficiente para retar de forma seria a la industria de los combustibles fósiles y otras personas poderosas e influyentes que se esfuerzan todo lo que pueden para mantener el actual sistema vigente. En lugar de concentrar sus esfuerzos en una clase política indiferente que, con escasas excepciones, parece haber sido comprada, Extinction Rebellion quiere cortar la raíz del propio sistema económico capitalista y extractivista. “La idea de que, de algún modo, se podrían hacer los cambios necesarios en el plazo que tenemos sin un gran levantamiento masivo y una lucha sin precedente es pura ilusión”, me comentó Ruiz. “Estamos hablando de una de las industrias más poderosas de la historia de la humanidad. Si nos quedaran trescientos años, tal vez podríamos hacer estos cambios de forma paulatina y sin gran revuelo. Pero no es así. Estamos inmersos en una batalla entre la vida y la muerte. Cuanto antes nos enfrentemos a ello, antes podremos prepararnos para hallar el modo de hacer lo necesario de forma colectiva”.
Pero cuando lo necesario es una transformación tan inaudita y global, creer en el éxito de grupos radicales como Extinction Rebellion puede parecer en sí misma una forma de negacionismo. ¿De verdad vamos a cambiar completamente los elementos más fundamentales de nuestra economía en una década, y mucho menos a desmantelar las estructuras de poder concentrado que parecen empeñadas en mantener el statu quo y aplastar toda oposición? El hecho es que quizás este no es el modo más útil de plantear la cuestión del cambio climático. Como dice Gray: “En realidad no importa que yo crea o no que lograremos nuestro objetivo. Eso no cambia el hecho de que yo necesite involucrarme en esta lucha”. En lugar de pensar en términos binarios como éxito o fracaso, esperanza o desesperanza, los miembros de Extinction Rebellion han descubierto que es más productivo (y psicológicamente saludable) creer en nuestra labor como una parte inextricable de lo que significa estar vivo ahora mismo.
“La primera vez que oí hablar de Extinction Rebellion fue por las manifestaciones en Inglaterra, y después oí hablar del lenguaje que empleaban”, decía Ruiz. “Hablaban de que lo que necesitamos es valor, no esperanza. Y decían que cuando se acaba la esperanza, empieza la acción. Es como si hubiera estado esperando a esto: que finalmente hubiera un grupo de gente que dijera la verdad sobre la grave situación de emergencia”. Y planean seguir diciéndolo: las delegaciones de Extinction Rebellion por todo el mundo llevarán a cabo una “Rebelión Internacional” de una semana de duración a partir del 15 de abril, un paso más hacia “una desconexión gubernamental y económica coordinada a una escala sin precedentes”.
A medida que el nivel del mar aumenta rápidamente, lo hacen los movimientos de solidaridad internacional decididos a salvar lo que aún no se ha perdido. Gracias en parte al trabajo de los activistas radicales que luchan contra cambio climático, cada vez se reconoce de forma más generalizada el carácter suicida de nuestro sistema económico. Lentamente, el largo letargo de la sociedad está llegando a su fin. La pregunta sigue ahí: ¿Despertaremos a tiempo?
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Este artículo se publicó originalmente en inglés en The Baffler.
Traducción de Paloma Farré.
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Autor >
Robert Raymond (The Baffler)
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