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La carrera de Hermann Tertsch ha discurrido en paralelo entre el bufón que hace las delicias de los señoritos de la corte y el propagandista ultra que vomita en cada palabra las ideas más reaccionarias.
El periodista, o eso dice él, ha ejercido durante años como el vocero del argumentario soterrado del PP, ese que no se atreven a verbalizar en público y para el que utilizan de altavoz a sus secuaces de la prensa.
Mensajes diseminados en los medios de comunicación para azuzar el granero del odio entre los pueblos, que tan buenos réditos electorales han granjeado en Génova 13, y para el que siempre han tenido a un plumilla en primera fila dispuesto a vender su ética profesional a cambio de un plato de sopa.
El martes pasado, un juzgado de Zamora condenó a Tertsch a pagar una indemnización de 15.000 euros al padre de Pablo Iglesias por “intromisión ilegítima y vulneración del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen”
El martes pasado, un juzgado de Zamora condenó a Tertsch a pagar una indemnización de 15.000 euros al padre de Pablo Iglesias por “intromisión ilegítima y vulneración del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen”, tras acusarle de ser partícipe del asesinato de un policía en 1973. “Del nombre de este policía tampoco se acuerda nadie. José Antonio Fernández Gutiérrez, asesinado por el FRAP, grupo terrorista comunista, el 1 de mayo de 1973. Entre los miembros detenidos después estuvo el padre de Pablo Iglesias. Como llegó la amnistía nunca fue acusado nadie”, publicó el articulista en su cuenta de Twitter.
Cuando otro usuario le recordó que por aquel entonces el susodicho estaba cumpliendo condena por repartir propaganda en favor del primero de mayo, Tertsch respondió: “Las decisiones sobre matar o no matar policías se toman antes. Además, yo no he dicho que el padre de Iglesias fuera uno de los autores materiales del asesinato de aquel policía de 21 años, sino que no ayudó a esclarecerlo. Nunca fue aclarado ese crimen porque se dio la amnistía”. Que la verdad no me estropee un buen titular, debió pensar.
No es la primera vez que la familia de Pablo Iglesias es objeto de la lengua viperina del ahora eurodiputado de Vox. En 2017 tuvo que abonar 12.000 euros al abuelo paterno tras llamarle “criminal” en un artículo del ABC: “Fue condenado a muerte por participar en la caza de civiles inocentes desarmados en la retaguardia en Madrid”. La realidad es que la dictadura franquista le sentenció por un delito de rebelión y conspiración contra los intereses del Estado.
En el lodazal de la política, allí donde los exabruptos y las mentiras ensordecen el buen hacer de la palabra, Hermann Tertsch disfruta gozoso como gorrino en cochiquera. Es difícil saber con exactitud cuándo empezó a chapotear más allá de los márgenes de la ética profesional, pero especialmente recordadas son sus intervenciones en Telemadrid.
A la cadena pública llegó tras un recorrido de 20 años en El País, y desde entonces, siempre bajo el amparo de Esperanza Aguirre, ha sido uno de los actores principales en la transformación de un servicio público de información en el órgano de propaganda oficial de la sempiterna lideresa.
En 2009 ejercía como presentador y director de Diario de la noche, un informativo nocturno que repasaba la actualidad desde el particular prisma del aguirrismo. El 15 de diciembre tuvo la generosidad de regalarnos uno de los instantes mas gloriosos de la televisión contemporánea: “Hoy les saludo desde un plató muy especial, desde la cama de un hospital de Madrid”.
Allí, en la penumbra de una habitación, comparecía ante los espectadores vestido con un pijama de cuadros y recostado en la cama de un centro médico, tras haber sufrido una agresión que le provocó “la rotura de mis costillas, el encharcamiento del pulmón y el edema de todo mi costado derecho”. Durante casi cuatro minutos del mejor personaje fellinesco, Tertsch señala a El Gran Wyoming, “el amigo del presidente”, como instigador de la paliza.
El articulista se refiere a unos vídeos sarcásticos que el programa El Intermedio hizo a raíz de una de sus tantas polémicas declaraciones, cuando aseguró que “si yo pudiera matar a 15 o 20 miembros de Al Qaeda por liberar a nuestros tres compatriotas lo haría sin la menor duda”.
En sus piezas humorísticas, el espacio de La Sexta sustituía las palabras “miembros de Al Qaeda” por “pacifistas”, “ministros” y “menores de 25 años”. Un recurso habitual del programa que fue utilizado maliciosamente para encontrar un chivo expiatorio al que cargar la culpabilidad de la agresión. La realidad, como suele suceder en el universo Tertsch, es bien distinta.
Unos minutos antes del terrible suceso, el periodista se encontraba disfrutando de la noche madrileña en el Toni 2, un conocido piano bar de la capital. Según informaciones reveladas por La Sexta y el diario El País, varios testigos aseguran que comenzó entonces una acalorada discusión con un empresario de la noche que estaba tomando copas junto a dos mujeres.
Los allí presentes cuentan que Tertsch, con claros síntomas de embriaguez, agarró del brazo y trató de retener a una de las mujeres, provocando que el agresor le propinase un empujón que acabó con el costillar del periodista quebrado contra un taburete. “Me quedé con ganas de darle una hostia”, confesó el hombre a uno de los agentes, según recoge la revista Interviú.
El incidente se podría haber saldado con la denuncia pertinente por una simple trifulca de borrachos de bar, pero en los estrechos márgenes de la moralidad tertschiana, aquella era una gran ocasión para sacar rédito político.
Con el apoyo de Esperanza Aguirre, que no dudó en subrayar la diana sobre El Gran Wyoming, comenzó un proceso judicial contra La Sexta que acabó perdiendo. La derrota, sin embargo, no fue demasiado amarga.
El Intermedio se tomó la revancha al destapar que los 30.000 euros de las costas judiciales habían sido sufragados por Telemadrid
Meses después, El Intermedio se tomó la revancha al destapar que los 30.000 euros de las costas judiciales habían sido sufragados por Telemadrid. Tertsch, un defensor a ultranza del liberalismo y azote del gasto público, hizo valer su ascendencia sobre Aguirre para que fueran los madrileños los que pagaran de su bolsillo aquel esperpento judicial, a través de las cuentas de un ente público que tiempo atrás había despedido al 80% de su plantilla por “dificultades económicas”.
Sus encontronazos con los periodistas de La Sexta se han ido sucediendo a lo largo de los años, con el “sinvergüenza” de Gonzo, la “garrapata sectaria” de Jordi Évole o “la enchufada por su marido” de Ana Pastor, y con medios de comunicación como CTXT, al que calificó de “saco de mentiras fabricado por idiotas”. Decía Leonard Cohen que “a veces uno sabe de qué lado estar simplemente viendo quiénes están del otro”, así que, señor Tertsch, es un placer navegar desde el otro lado del río.
Volviendo al plano meramente profesional, Hermann Tertsch ha encontrado en los panfletos ultras un acaudalado refugio para su verborrea. Intereconomía, 13 TV, la cadena COPE, y especialmente el ABC, han sido los subterfugios desde donde ha desembuchado la hiel contra todos los que sentenciaba merecedores de su desprecio.
En el periódico que dirige Bieito Rubido protagonizó algunos de sus vodeviles más sonados. El 27 de diciembre de 2016 publicó una columna titulada “Solo para no españoles”, donde critica la apertura de un comedor gratuito y exclusivo para extranjeros, creado supuestamente por Manuela Carmena.
Tertsch comparaba la iniciativa con los repartos de comida solo para españoles impulsados por Hogar Social: “Lógico es en todo caso que Podemos y los neonazis acaben practicando lo mismo, aunque sea inverso en la discriminación y lo llamen de otra manera. Siempre acaban practicando lo mismo, los nazis y los comunistas”.
Pocas horas después, el ABC retiró el artículo de su edición digital, mientras que en el papel publicó una nota de disculpa. El motivo: aunque era cierta la puesta en marcha de comedores para extranjeros, el proyecto partía al 100% de la Comunidad de Madrid dirigida por Cristina Cifuentes. El diario replegó velas para evitar una posición beligerante contra la líder popular, dejando patente que la verdadera intención era atacar al consistorio de Manuela Carmena.
Otro episodio, el por entonces director y presentador de Diario de la noche grabó su crónica de la huelga general de noviembre de 2012 un día antes de que comenzase
Otro episodio reluciente sucedió durante su etapa en Telemadrid. El por entonces director y presentador de Diario de la noche grabó su crónica de la huelga general de noviembre de 2012 un día antes de que comenzase. “España tiene los mismos problemas que hace 24 horas, sólo agravados por el descrédito que supone en el exterior una convocatoria de este tipo. El daño económico objetivo también es cuantioso […] El objetivo de la huelga era disparatado y por eso estaba condenada al fracaso”, son algunas de las frases de su discurso.
La plataforma Salvemos Telemadrid destapó la farsa y el ínclito no tuvo más remedio que admitirlo con su particular tono de camorrista siciliano: “He grabado cuando el sindicalismo totalitario nos ha dejado. Y verá lo adecuado del comentario. Querían que callara. Pues no”.
Tertsch inicia ahora una nueva etapa tras cuatro décadas en los medios de comunicación. En pocos días se estrenará como eurodiputado de Vox, la formación de Santiago Abascal por la que ha mostrado simpatías desde su fundación.
Militante en su juventud del Partido Comunista de Euskadi, parece que Tertsch ha decidido ahora seguir los pasos de su padre, Ekkehard Tertsch, antiguo miembro del Partido Nazi y mano derecha de Josef Hans Lazar, propagandista del Tercer Reich en la embajada alemana en Madrid.
El viraje ideológico, al margen de cuestiones genéticas que no explican nada, ha sido paulatino a largo de los años. En 2010, en una columna del ABC, describió a Santiago Carrillo como “un criminal absuelto por la amnistía de 1977” y blanqueó la dictadura de Pinochet porque “dejó un país que hoy es modelo en Latinoamérica”.
La decisión de embarcarse en el proyecto de los ultraderechistas es un perfecto colofón para un hombre que ha hecho de la contradicción su seña de identidad. El mismo Hermann Tertsch que trabajó en Telemadrid con picos de salarios de 562 euros de dinero público por cada una de sus colaboraciones de dos minutos de duración (según datos de Salvemos Telemadrid), se ha alistado en un partido que apuesta por el cierre de “los chiringuitos” de las televisiones públicas para poner fin al “despilfarro”.
Como dijo Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros”.
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Autor >
Pablo MM
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