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¿Qué es el ‘corbynismo’?

Extracto del libro ‘De las calles a las urnas: nuevos partidos de izquierda en la Europa de la austeridad’, coordinado por Pablo Castaño

Lewis Bassett 3/07/2019

<p>Jeremy Corbyn</p>

Jeremy Corbyn

Luis Grañena

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El crecimiento electoral de la extrema derecha en varios países europeos está recibiendo una creciente atención mediática, pero ¿qué está pasando a la izquierda del tablero político? Además de Podemos y sus aliados, Francia Insumisa, el Bloco de Esquerda, Syriza y el Partido Laborista británico siguen siendo partidos clave en sus países. El libro De las calles a las urnas: nuevos partidos de izquierda en la Europa de la austeridad (Akal), coordinado por Pablo Castaño, pretende ofrecer un análisis accesible y riguroso de estas fuerzas políticas, que permita aprender de sus éxitos y sus errores. Publicamos en CTXT “¿Qué es el corbynismo?”, el capítulo del investigador y activista Lewis Bassett sobre la revolución protagonizada por Jeremy Corbyn en el laborismo británico.

***

Antes de las elecciones generales de 2015, gran parte de la izquierda de Reino Unido soñaba con una “Syriza británica”. No nos podíamos imaginar que unos años después nuestro caso sería un ejemplo para la izquierda en Europa y más allá, como lo es hoy. Quien menos se lo habría imaginado es Jeremy Corbyn, el entonces diputado izquierdista y relativamente desconocido de Islington Norte, que desde septiembre de 2015 lidera el Partido Laborista británico.

 […]

Jeremy Corbyn, “A new kind of politics”

Después de un lamentable resultado en las elecciones generales de 2015, a las que el Partido Laborista se presentó con un programa pro-austeridad y antimigrantes, emergió el corbynismo. Las primarias para la elección del líder laborista ese mismo año atrajeron a multitudes de simpatizantes, que llevaron al hasta entonces inofensivo diputado raso de una posibilidad entre 100 de ganar hasta una aplastante victoria por casi el 60% de los votos, a pesar de las protestas de muchos diputados laboristas y la indignada incredulidad de los medios de comunicación del establishment. Empujado por el apoyo popular, la campaña de primarias de Corbyn fue una demostración del arte de lo imposible. El movimiento se alimentaba de tres corrientes, como explica Nunns:

“La más importante venía del partido mismo, cuyos afiliados se volvieron bruscamente contra el Nuevo Laborismo. La segunda corriente de apoyo venía de los sindicatos; era la culminación de 15 años de evolución hacia la izquierda. La última corriente tenía su origen en los movimientos sociales y activistas de la izquierda en un sentido amplio, sobre todo del movimiento anti-austeridad”[1].

[…]

Los primeros tres años de Jeremy Corbyn a la cabeza del Partido Laborista han sido definidos por las dinámicas observables en las primarias de 2015, en las que fue elegido por primera vez: la oposición interna del grupo parlamentario y la maquinaria del partido y la oposición externa de la mayoría de los medios de comunicación, combinadas con el apoyo masivo de los afiliados y los principales sindicatos.

[…]

Mal preparado, Corbyn empezó a sufrir inmediatamente ataques por parte de la prensa y del partido –tanto de la burocracia como de los diputados–. Además de la necesidad de un equipo competente y leal, al principio les negaron incluso tener ordenadores a Corbyn y su viejo aliado John McDonnell. Tras hacer campaña por la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea y perder en el referéndum de junio de 2016, Corbyn se enfrentó a una serie de dimisiones de su gobierno en la sombra, organizadas con el objetivo de conseguir el máximo impacto mediático y acompañadas de una moción de censura interna que consiguió el apoyo de 172 diputados laboristas. El terreno estaba preparado para otras primarias, con Owen Smith como candidato del establishment del partido –un hombre que afirmaba apoyar las propuestas políticas de Corbyn pero creía que él tenía la capacidad de liderazgo necesaria para llevarlas a la práctica–. La deprimente campaña de Smith mostró lo contrario y provocó un nuevo incremento de la afiliación al partido, al que se unieron miles de nuevos simpatizantes de Corbyn. A pesar de los esfuerzos legales y burocráticos para reducir su apoyo, el resultado fue un incremento del 2% en la mayoría que Corbyn había obtenido el año anterior. Las segundas primarias incrementaron la confianza de la izquierda laborista y permitieron a la dirección reorganizar el grupo parlamentario y parte de la burocracia del partido. Sin embargo, el gran salto adelante de la izquierda se produjo en la campaña de las elecciones de 2017.

“Nunca había visto algo así”, me dijo Chris Williamson, diputado por Derby Norte y fiel defensor de Corbyn. “Había una energía intensa. Algunos días teníamos a cientos de personas pegando carteles a la vez, nos quedábamos sin casas a las que llamar”. Un elemento fundamental en la campaña fue Momentum, una organización extrapartidista que emergió durante las primarias de 2016 y que movilizó a la militancia laborista utilizando técnicas importadas de la campaña de Bernie Sanders. Momentum también ganó la batalla en internet, produciendo contenidos que alcanzaron a un tercio de los usuarios de Facebook en Reino Unido. La maquinaria del partido siguió desviando recursos electorales a candidatos laboristas de derechas, al tiempo que un grupo de diputados opuestos a Corbyn retiraba cualquier mención al líder o incluso al Partido Laborista de sus campañas locales, a la espera de la inevitable derrota. El resultado fue muy distinto: los conservadores perdieron 15 escaños, lo que obligó a Theresa May a llegar a un acuerdo parlamentario con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte. Los laboristas ganaron 31 escaños, consiguiendo su mayor incremento en votos desde 1945.

[…]

El paisaje mediático

Una peculiaridad de la política británica es la orientación extremadamente derechista de la prensa y su capacidad para fijar la agenda política en Westminster. El papel de la prensa como perro guardián del establishment británico fue evidenciado por un estudio realizado por la London School of Economics (LSE), que reveló que “Corbyn fue minuciosamente deslegitimado como actor político desde el momento en que se convirtió en un candidato importante y más aún después de su elección como líder del partido”[2]. El estudio demostró que el 57% de la cobertura mediática de Corbyn era crítica o antagonista, mientras que sólo el 8% era positiva. La balanza también estaba desequilibrada contra el líder laborista en publicaciones supuestamente de centroizquierda como The Guardian. Los resultados eran aún peores en las páginas de opinión del diario, en las que el 67% del contenido era negativo. Dejando de lado los titulares directamente hostiles y frecuentemente absurdos en medios de derecha (“Corbyn, la mascota de Putin” y “El trosko escandaloso” son algunos ejemplos), la opinión publicada en los periódicos liberales contribuyó al alejamiento de la audiencia que simpatizaba con el Partido Laborista.

[…]

No resulta sorprendente que muchos simpatizantes laboristas hayan buscado otros medios de comunicación. Una multitud de nuevos medios en internet ha seguido la curva del ascenso de Corbyn. En el apogeo del “golpe” fracasado contra Corbyn que tuvo como consecuencia un segundo proceso de primarias en 2016, el periódico online The Canary alcanzó más de 7,5 millones de visitas, superando la audiencia de periódicos como The Economist y The Spectator. […]. Por otro lado, la web Novara Media ha apoyado al Partido Laborista de Corbyn a la vez que desarrollaba los recursos intelectuales del movimiento.

[…]

Quizá la innovación táctica más brillante del corbynismo ha sido la atención dedicada por Jeremy Corbyn y el movimiento que lo apoya a las redes sociales. Durante la campaña de las elecciones de 2017, los vídeos de Momentum en Facebook consiguieron un total de 23 millones de visionados de 12,7 millones de usuarios únicos. […] El contenido de Momentum en redes sociales superó al de cualquier partido, con una difusión conseguida casi exclusivamente gracias a las interacciones entre los usuarios, que compartieron masivamente estos contenidos. Por su parte, los conservadores centraron sus mensajes de campaña en el brexit y gastaron 2,1 millones de libras sólo en Facebook –frente a la factura laborista de 500.000 libras–.

[…]

El lenguaje del corbynismo

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La apuesta de Theresa May [al convocar elecciones anticipadas en 2017] era aprovechar la ventaja de veinte puntos de su partido sobre los laboristas en las encuestas, utilizando el brexit para atraer a votantes tradicionales de estos últimos. Sin embargo, una vez que el Partido Laborista publicó su programa y la legislación electoral obligó a los medios a dedicarle el mismo espacio a los mayores partidos, Jeremy Corbyn pasó a la ofensiva. Sólo dos años antes, Ed Miliband había sido acusado de ser un izquierdista peligroso por proponer la congelación de los precios de la energía (una medida adoptada posteriormente por los conservadores). En 2017, Corbyn se ganó sus credenciales anti-establishment con propuestas que hasta entonces eran tabú, como la propiedad pública de los servicios de agua y electricidad, una política que resultó contar con un amplio apoyo popular.

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Más que probar que un Gobierno laborista liderado por Jeremy Corbyn era una posibilidad seria tras las elecciones, el lenguaje utilizado por el Partido Laborista durante la campaña consiguió detener el intento de Theresa May de promover lo que Stuart Hall denominó “populismo autoritario”, una estrategia ideada por Thatcher, aunque envuelta esta vez en el ambiente melancólico y proteccionista del brexit[3]. Por el contrario, la interpretación de clase del “pueblo” propuesta por el Partido Laborista de Corbyn –representada en su eslogan “Para la mayoría, no para unos pocos”– consiguió arrebatar a la “clase obrera blanca” el papel de reyes del Reino Unido post-brexit. El líder laborista se mostró cómodo en su postura a favor de que las personas trans puedan modificar libremente su género legal, a pesar de la oposición de parte de la izquierda, y su programa electoral adoptó una posición progresista respecto a los derechos LGTBI. En el mismo sentido, Corbyn propuso nombrar a un comisionado especial contra la violencia machista y financiar de forma adecuada alojamientos para mujeres víctimas de violencia, dos reivindicaciones del movimiento feminista. En resumen, en las elecciones de 2017 se enfrentaron dos concepciones del pueblo: el tradicionalismo de los tories contra un Partido Laborista que estaba cómodo en las luchas relacionadas con la identidad propias del Reino Unido contemporáneo, enmarcándolas en una visión de clase de la desigualdad.

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La hipótesis de Corbyn

¿Puede Jeremy Corbyn transformar el país de la misma manera que ha transformado su partido? ¿Cuál es su plan? Las principales propuestas de gasto del programa electoral de 2017 son 25.300 millones de libras para educación, incluido eliminar las tasas universitarias; 7.700 millones en sanidad y servicios sociales (socializando gran parte del trabajo de cuidados, que suele ser realizado de forma gratuita por mujeres); 4.600 millones para empleo y pensiones; eliminación del techo de salario en el sector público, y otros compromisos valorados en 11.000 millones. Estos gastos se equilibran con subidas de impuestos a las empresas y a los más ricos. Con un Gobierno laborista, el impuesto sobre sociedades volvería a su nivel de 2011 (26%) en 2021, lo que aún mantendría al Reino Unido varios puntos por debajo de Francia y Alemania, y muy por detrás de la tierra de la libre empresa, Estados Unidos, donde el impuesto es del 39%. El programa electoral propone recaudar 6.400 millones de libras mediante un impuesto sobre la renta dirigido al 5% de los contribuyentes que gana más, además de conseguir 6.500 millones mediante la lucha contra el fraude fiscal[4]. Estas políticas están basadas en proyecciones económicas actuales, pero “sólo Dios sabe en qué situación van a estar el brexit y la economía” cuando se celebren nuevas elecciones, como me dijo un asesor laborista.

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Desde las elecciones de 2017, el responsable económico del Partido Laborista, John McDonnell, ha iniciado una serie de reuniones informales con empresarios, una especie de guerra de posiciones con los capitalistas británicos complementada con té y galletas. McDonnell me contó lo siguiente:

“Les estoy diciendo […] “probablemente os esperáis a un marxista loco si leéis el Daily Telegraph, pero en realidad lo que estamos haciendo, con el sistema que proponemos, es que vuestra inversión con nosotros va a tener un retorno seguro a largo plazo. […] Vamos a hacer planes explicando todo lo que vamos a hacer. Con nosotros no va a haber sorpresas, vais a saber exactamente lo que haremos, os opondréis a algunas cosas, pero apoyaréis la mayoría de las medidas porque os interesará a vosotros también”. Evitando la confrontación con ellos te aseguras de que haya cierta estabilidad, que no tendremos tasas de interés altas, etcétera”.

Además de este compromiso keynesiano, el Partido Laborista planea recuperar la propiedad pública de los servicios de energía, agua, correos y ferrocarril, propuestas que cuentan con un amplio apoyo popular. Una investigación de 2017 sobre modelos alternativos de propiedad[5] marca el camino del Partido Laborista respecto a la propiedad pública. McDonnell me contó que el proyecto no incluye más nacionalizaciones sino financiación pública a través del Banco Nacional de Desarrollo destinada a doblar el tamaño del sector cooperativo. Quizá la propuesta laborista más radical ha sido la de exigir a todas las empresas británicas de más de 250 trabajadores la creación de un Fondo de Propiedad Inclusiva. El sistema, anunciado por McDonnell en septiembre de 2018, implicaría que estas grandes empresas transfieran cada año y durante diez el 1% de su propiedad al fondo, cuyos dividendos se repartirían entre los trabajadores y el Estado. El fondo, que adquiriría progresivamente el 10% de la propiedad de cada gran empresa, sería gestionado por trabajadores que tendrían los mismos derechos que los accionistas. Según el Partido Laborista, este fondo afectaría a 10,7 millones de trabajadores y en los primeros cinco años obtendría 4.000 millones de libras en dividendos. Tras las reacciones enfurecidas de representantes de las empresas, McDonnell declaró al Financial Times que estaba dispuesto a escuchar otras ideas para que los trabajadores consiguiesen más poder en los consejos de administración, pero que el principio se mantendría. “Decidme otra manera de hacerlo que sea práctica, pragmática y en línea con [nuestro objetivo], y perfecto, la escucharemos”[6]. La propuesta de McDonnell está inspirada en el Plan Meidner adoptado a finales de los años setenta por la Landsorganisationen sueca, una federación sindical, pero fue abortado por la resistencia a la que se enfrentó[7].

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Perspectivas de futuro

Las líneas divisorias izquierda-derecha dentro del laborismo han cristalizado en la discusión sobre el brexit, como muestra, por ejemplo, la dimisión en marzo de 2018 de Owen Smith de su posición en el grupo parlamentario para hacer campaña por la anulación del resultado del referéndum. De la misma manera, ocho diputados laboristas –de los que la mitad habían sido repudiados por la militancia de sus respectivas circunscripciones– rompieron con el partido en febrero de 2019 y se unieron a un puñado de parlamentarios conservadores para formar el Grupo Independiente, alegando el brexit y casos de antisemitismo en el Partido Laborista para justificar su decisión. Por ahora el grupo no ha propuesto ninguna política, afirmando que hacerlo sería anticuado[8].

En relación al brexit, la posición del Partido Laborista está entre dos precipicios: por un lado, el miedo acerca del impacto en la economía de la salida de la Unión Europea y el carácter cosmopolita de quienes votaron por quedarse; por otro, el cálculo electoral relativo a la concentración de partidarios del brexit en circunscripciones clave para conseguir la mayoría parlamentaria, muchas de ellas en regiones que han sufrido la desindustrialización. El laborismo esperaba que las dinámicas relacionadas con el brexit desembocasen en unas elecciones anticipadas, algo que parece improbable en el momento de escribir estas líneas. El punto de presión clave en las negociaciones con Bruselas ha sido Irlanda del Norte, donde una frontera dura entre la República de Irlanda y el Ulster se considera impracticable y peligrosa (por su impacto en el proceso de paz), mientras que una frontera en el mar de Irlanda, que separe la isla de Irlanda del resto de Reino Unido, es firmemente rechazada por el Partido Unionista Democrático, aliado de los tories en Westminster. La Unión Europea se niega a moverse del acuerdo alcanzado con May, que mantendría la frontera irlandesa abierta, y un influyente grupo de diputados tories parece dispuesto a arrastrar a la primera ministra a un brexit sin acuerdo. Mientras el cronómetro avanza hacia el día en que el Reino Unido debe abandonar la UE y el Parlamento sigue bloqueado, el Partido Laborista de Corbyn ha manifestado su apoyo a un segundo referéndum. El anuncio de Corbyn, probablemente relacionado con la presión del ala derecha de su partido, es arriesgado desde el punto de vista electoral, y, teniendo en cuenta el actual reparto de fuerzas parlamentarias, es improbable que la propuesta sea aprobada.

Dando por hechos los constantes ataques de la prensa y a pesar de todas las dificultades, si el laborismo llega al gobierno, su prioridad será conseguir apoyo de los inversores, a la vez que obtiene resultados significativos en la reducción de la desigualdad social. Donde encuentre resistencia, el partido necesitará movilizar toda la fuerza de su apoyo popular. En este terreno, el modelo es el conflicto de Corbyn con el establishment laborista, que produjo las segundas primarias en 2016, y su espectacular campaña electoral de 2017 –aunque la escala tendrá que ser mayor y el compromiso incluso más profundo–. En el ámbito de los movimientos sociales, Momentum ha sido incapaz hasta ahora de proporcionar al corbynismo una dirección propia. Por el contrario, el proyecto de Corbyn se encuentra a la deriva en las aguas del Parlamento, estrangulado por el Brexit y con poca potencia política. Hasta ahora, los dos motores gemelos del Partido Laborista de Jeremy Corbyn han sido su programa, que ha conseguido despertar las esperanzas de los trabajadores británicos, y el lenguaje populista del partido, que tiene como objetivo movilizar a los simpatizantes contra “el establishment”. Esperemos que la evolución de los acontecimientos devuelva estos factores a una posición central.

Mirando hacia delante, si las políticas de Corbyn y McDonnell son exitosas en el medio plazo, conseguirán una reconstrucción significativa de la fuerza de la clase trabajadora, tanto en la esfera legal como en los centros de trabajo. Aunque mucha de la retórica sobre un “New Deal ecológico” adoptada por Corbyn en las primarias de 2016 desapareciese del programa electoral de 2017, parte de ese discurso ha vuelto más recientemente, y los planes laboristas de inversión pública (a través de un Banco Nacional de Inversión) ofrecen los medios necesarios para una transición justa hacia una economía libre de combustibles fósiles. Queda por ver si todo esto puede conseguirse con la aceptación del capital y, si se consigue, por cuánto tiempo puede mantenerse este equilibrio entre los trabajadores y los inversores privados. En 1945, el laborismo puso las bases de más de veinte años de compromiso de clase en Reino Unido. Hoy, sin embargo, mientras el neoliberalismo agoniza, numerosos síntomas mórbidos están apareciendo por todas partes. Es en este contexto en el que el proyecto de Corbyn, como muestra del arte de lo imposible, ofrece esperanzas.


[1] A. Nunns (2018), The Candidate: Jeremy Corbyn’s Improbable Path to Power, Nueva York, OR Books.

[2] B. Cammaerts, B. DeCillia, J. Magalhães y C. Jiménez-Martínez (2016), Journalistic Representations of Jeremy Corbyn in the British Press: From Watchdog to Attackdog. Media@ LSE Report, LSE.

[3] S. Hall (1979), «The Great Moving Right Show», Marx Today 23, pp. 14-20. 

[4] Labour Party (2017), Funding Britain’s Future [https://bit.ly/2wELZkN]. 

[5] Labour Party (2017), Alternative Models of Ownership [https://bit.ly/2mOQJ2j]. 

[6] J. Pickard y G. Parker (2018), «Labour’s John McDonnell signals flexibility on workers’ share plan», Financial Times [https://on.ft.com/2GE6yD7].

[7] P. Gowan y M. T. Viktorsson (2018), «Revisiting the Meidner Plan», Jacobin [https://bit.ly/2EMfwvn].

[8]  BBC (2019), «What does the Independent Group stand for?» [https://bbc.in/2EybR2t].

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Autor >

Lewis Bassett

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