Joan Subirats / Teniente de alcalde de Cultura, Educación y Ciencia de Barcelona
“Barcelona enseña que pactar implica una responsabilidad para cambiar la vida de miles de personas”
Steven Forti / Giacomo Russo Spena Barcelona , 18/08/2019
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Joan Subirats.
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Catedrático en Ciencia Política en la Universitat Autònoma de Barcelona y fundador del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP), Joan Subirats (Barcelona, 1951) fue uno de los impulsores de Guanyem Barcelona en la primavera de 2014. Desde finales de 2017 ejerció como concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona y en las elecciones municipales de mayo se presentó como número dos de Barcelona en Comú. Ahora se ha convertido en teniente de alcalde de Cultura, Educación y Ciencia en el nuevo gobierno pactado con el PSC.
Con él hablamos de la etapa que se abre ahora para la formación liderada por Ada Colau y de la situación del municipalismo en el contexto estatal. Empezamos abordando la existencia de muchas voces críticas con el acuerdo con el PSC y, sobre todo, con el haber aceptado los votos de Manuel Valls en la sesión de investidura. “El gobierno tiene ahora 18 concejales de un total de 41. Es el gobierno más sólido que ha habido en Barcelona desde el 2007”, explica Subirats, que se muestra positivo respecto a lo que Barcelona en Comú puede conseguir en este nuevo mandato. “Las prerrogativas del alcalde o la alcaldesa son muy significativas en España, con gran capacidad de gobernar sin requerir constantemente el voto de la mayoría, excepto en presupuestos y otras decisiones relevantes. Ada Colau tiene, pues, todas las oportunidades para seguir gobernando estos cuatro años con acuerdos variables con el resto de fuerzas políticas, dependiendo de los temas a discutir, sin depender constantemente de los votos concretos de Valls y su compañera de partido”.
¿No hay riesgo de que no se pueda mantener la agenda del cambio que defiende Barcelona en Comú? Las posiciones del PSC son muy distintas en cuestiones como vivienda o remunicipalización del agua, por ejemplo.
Conviene recordar que durante la campaña electoral se ha demostrado que en estos últimos cuatro años la agenda de lo deseable y posible para la ciudad que Barcelona en Comú impulsó en su momento se ha convertido en un nuevo sentido común. Ha sido significativo ver en los programas de muchos partidos temas que hace un tiempo eran vistos como radicales: reducir el tráfico de coches, privilegiar el uso de la bicicleta, tener una política propia en vivienda, incrementar la presencia local en temas de educación, sanidad, energía o utilities en general. Con el PSC se ha adoptado un programa conjunto que es el mínimo común denominador entre las dos formaciones políticas, pero que no limita las posibilidades de explorar e innovar en estos próximos años. En vivienda, solo hace falta ver qué hacen los colegas socialdemócratas de los socialistas de Barcelona en ciudades como París, Londres o Berlín. Y lo mismo hemos de decir en relación al agua, municipalizada en París o en tantas otras ciudades. En el acuerdo se establece que avanzaremos en el control público del agua tras conocer la sentencia que está pendiente, y que estamos seguros facilitará las cosas. No tengo la sensación de que el acuerdo con el PSC nos vaya a impedir seguir avanzando en políticas locales que simplemente son imprescindibles si queremos defender la calidad de vida de la gente desde la proximidad.
Se quiere gobernar con acuerdos de geometría variable, pero Esquerra Republicana ha anunciado una oposición muy dura…
He de decir que, tras la sensación de ‘duelo’ de los primeros momentos, estoy seguro y deseo que las relaciones con ERC mejoren y que podamos impulsar medidas de progreso social que las dos formaciones tienen en sus programas. De hecho, en la votación de la estructura político-organizativa del ayuntamiento, ERC votó con el gobierno. Y no creo que esto sea una excepción.
Según el acuerdo de gobierno, Barcelona en Comú mantendrá las áreas “símbolo” como políticas sociales, vivienda, ecología, urbanismo, feminismo y cultura, pero las áreas económicas y de más peso las controlarán los socialistas. ¿No le preocupa?
Hemos de partir de la constatación de que no es lo mismo gobernar en solitario que en coalición. Gobernar en coalición implica distribuir responsabilidades. En una ciudad, los aspectos de desarrollo o de modelo son importantes, pero también lo son los urbanísticos y ambientales. Es clave hoy poder influir en la estructura tecnológica de una ciudad cada vez más inmersa en el cambio digital, pero también lo es tener capacidad de influencia en cultura, educación o ciencia. Surgen problemas de seguridad que fácilmente pueden acabar provocando problemas de convivencia, y ahí es clave tener capacidad de acción social y comunitaria. Hemos construido un esquema de gobierno plural y al mismo tiempo con responsabilidades claras que, a su vez, necesitan otros componentes del entramado gubernamental para poder avanzar. En estos primeros días de gobierno observo que existe voluntad de gobernar de manera conjunta, sin perder identidad y sin generar bloqueos. Veremos si somos capaces de hacerlo.
En octubre se conocerá la sentencia del procés. ¿No teme tensiones con el PSC? En noviembre de 2017 Barcelona en Comú ya rompió el acuerdo de gobierno con los socialistas por esta razón.
Es obvio que este es un tema sobre el que los desacuerdos son más evidentes. Barcelona en Comú no es una fuerza independentista, pero tampoco coincide con el PSC en la defensa del statu quo actual ni en la forma como se ha respondido desde el Estado al desafío catalán. La ruptura en noviembre del 2017 lo demuestra. Pero, si ahora volvemos a tratar de gobernar juntos, parece evidente que somos conscientes de nuestras distintas posiciones al respecto. Se ha podido ver en el tema de volver a situar el lazo amarillo de protesta por la situación de los presos tras obtener la alcaldía, con posiciones distintas, y sin duda se verá de nuevo en muchos otros momentos. Lo importante es entender que la base del acuerdo es poner siempre la ciudad como prioridad, y dejar que en los demás temas la pluralidad se ponga de relieve. El tiempo dirá si ello es posible.
Barcelona es una ciudad segura si atendemos a los estándares internacionales en la materia
La seguridad parece ser uno de los mayores problemas de la ciudad. Recientemente lo ha admitido la misma alcaldesa. ¿Barcelona en Comú se equivocó la pasada legislatura? ¿Por eso se ha dejado esta área en manos de los socialistas?
Barcelona es una ciudad segura si atendemos a los estándares internacionales en la materia. Al mismo tiempo es una ciudad con un enorme atractivo turístico. Es cierto que en el último periodo han aumentado los delitos de baja intensidad: robos, hurtos, sustracciones por descuido... Hay muchas detenciones pero al ser considerados delitos de poca monta y no existir habitualmente violencia, la justicia deja en libertad a los detenidos, ya que además se ha suprimido la agravante por reincidencia. Por tanto, sí, la seguridad es un problema si relacionamos seguridad con esa galaxia de pequeños delitos que afectan a la convivencia. La incorporación de los socialistas, con un concejal experto en la materia, ha favorecido ese cambio y se ha intensificado la presión sobre los cuerpos policiales –Estado, Generalitat, guardia urbana– para que colaboren más eficazmente, además de pedir cambios en la forma de gestión del tema por parte de la administración de justicia.
Muchos de los consejeros y regidores de Barcelona en Comú han decidido dejar la política o no volver a presentarse a las elecciones por distintas razones. Desde Gala Pin, Laia Ortiz y Mercedes Vidal hasta Agustí Colom y Josep Maria Montaner. Pero también Francesca Bria, que había obtenido resultados importantes en la innovación digital, o Manu Simarro, jefe de gabinete de Colau. Otros han dado el salto al Congreso como Jaume Asens y Gerardo Pisarello. ¿No existe el riesgo de perder mucho de lo que se ha aprendido en estos años? Y, de fondo, ¿la política “cansa”?
Las razones de cada uno de ellos son muy distintas, y no resulta fácil atribuir una misma explicación a una decisión básicamente individual. Los recambios que se han producido, empezando por mí mismo, creo que avalan la idea de continuidad en las políticas y también en el sentido último de por qué estamos en política. Se ha aprendido mucho, tanto individual como colectivamente. La organización ha madurado y es más consciente de los límites, pero también de las potencialidades de la acción institucional. No podemos hablar de políticos profesionales en nuestra organización y creo que si sabemos combinar continuidad y cambio, podremos seguir tratando de ir más allá de lo que muchas veces se ha considerado como posible en la política local. Hacer política cansa, ciertamente. La actividad política, sobre todo en el gobierno, es muy exigente, ya que altera ritmos vitales, interacciones sociales y rutinas familiares. Pero también genera intensidad en la capacidad de cambiar las cosas y eso también es estimulante como experiencia personal.
la gran distancia de Barcelona con el resto de Europa en vivienda pública plantea un reto muy directo
Cómo teniente de alcalde de Cultura, Educación y Ciencia, ¿cuál es la primera medida que se debe llevar a cabo con urgencia?
No hay una única cosa a la que prestar atención. Así como en vivienda, la gran distancia de Barcelona con el resto de Europa en vivienda pública plantea un reto muy directo, en cultura y educación hay distintos elementos a considerar. Para mí el más importante es corregir la desigualdad en el acceso a los recursos culturales y articular más intensamente los espacios educativos convencionales y las enseñanzas artísticas en toda su diversidad. Creo que la capacidad redistributiva y de corrección de la desigualdad que tuvo el sistema educativo, tras su plena democratización en el siglo XX, presenta hoy límites significativos. Debido en parte al gran cambio de época que atravesamos y que obliga, si queremos ayudar a la recuperación de la capacidad emancipatoria de la educación, a incorporar una importante “mochila” cultural a cada quién. Un nuevo bagaje educativo, hoy muy circunstancialmente presente, que facilite las necesidades de innovación, creatividad, capacidad de adaptación y de trabajar con otros, que resultan cada vez más necesarias para afrontar las incertidumbres y los interrogantes hoy fuertemente planteados. Y, sin duda, ello no puede dejar al margen el componente de ciencia y tecnología que obliga a repensar muchas de nuestras pautas convencionales.
En la época de los populismos xenófobos y la rabia, ¿qué importancia tiene la batalla cultural para cambiar la sociedad?
En su libro La gran transformación, Karl Polanyi nos hablaba del doble movimiento, mercantilización creciente versus intensa demanda de protección, como explicación de los procesos que condujeron a los dramáticos acontecimientos de la primera mitad del siglo XX. Nancy Fraser, en su relectura de Polanyi, habla del triple movimiento, incorporando al binomio mencionado la necesidad actual de reconocimiento como palanca de emancipación, frente a una protección muy revestida de jerarquía y patriarcado. Creo que Fraser explica bien la importancia de la dimensión cultural, de construcción de sentido vital que el bagaje cultural de cada quién proporciona. Los factores identitarios cuentan y de qué manera para explicar muchos de los fenómenos políticos que hoy sacuden y preocupan en Europa y en otras partes del mundo. No es nada fácil asumir que no basta con operar en el binomio igualdad y libertad, que fue clave para seguir el recorrido histórico del XIX y XX y que aún es relevante, pero que no nos sirve ya si no somos capaces de recoger la explosión de diversidad y pluralidad que rompe todas las costuras del género, de la familia, del trabajo... en definitiva de todos los aspectos vitales. Y esa dimensión, que podemos llamar cultural, tiene hoy una dimensión política indudable.
considero un desatino la falta de acuerdo entre el psoe y unidas podemos
De los ayuntamientos del cambio se han conservado solo Cádiz, Barcelona y, parcialmente, Valencia. ¿Se ha cerrado un ciclo? ¿Cómo se explica estas derrotas? Y, más en general, ¿en Europa el municipalismo está retrocediendo?
No estoy muy de acuerdo en reducir la experiencia del municipalismo a la lista de ciudades con gobiernos que denominaríamos como “no convencionales”, surgidos de la oleada de movilizaciones del 15M. Si observamos el cambio en las agendas de las ciudades en España, la capacidad de alteración de las mismas y la aceptación de que hoy las ciudades tienen unas obligaciones de acción que van mucho más allá de lo que son sus competencias formales, el balance sería muy distinto. Movilidad, vivienda, energía, agua, educación, sanidad, nuevos formatos de acción social, humanización del urbanismo y los espacios públicos son hoy temas que forman parte de la agenda de las grandes ciudades, cuando antes eran considerados propios de otras esferas de gobierno. La importancia de los gobiernos de proximidad es indudable. Ciertamente, en muchas ciudades la fragilidad de la victoria conseguida en el 2015 no ha permitido superar la nueva cita electoral del 2019, pero me gustaría pensar que el poso generado sigue ahí y que se expresará de maneras diversas en el futuro. Sigo siendo profundamente municipalista y creo que la dimensión local será cada vez más importante para explicar calidad de vida e implicación social para afrontar los complicados retos que nos esperan. Y ello creo que es así no solo en España sino en toda Europa y en otras partes del mundo.
¿Te esperabas que PSOE y UP no consiguiesen llegar a un acuerdo? En Barcelona vosotros lo habéis conseguido sin muchas dificultades... ¿Crees que aún es posible llegar a un entendimiento (de algún tipo) o vamos directos a la repetición electoral?
Sinceramente, yo pensaba que al final se lograría alcanzar una solución de equilibrio entre las dos fuerzas políticas. Los movimientos que fueron sucediéndose –la renuncia de Pablo Iglesias a estar en el gobierno; idas y venidas con atribuciones ministeriales…– presagiaban que se estaba produciendo una cierta convergencia de intereses y posiciones. Al final no fue así. Me resulta difícil atribuir en exclusiva a una sola de las partes las responsabilidades de lo que considero un desatino. La experiencia de Barcelona me enseña que sin menospreciar los problemas “de piel”, de sentirse más o menos cómodo con quien te toca negociar y gobernar llegado el caso, al final es importante entender que el acabar concertando implica un ejercicio de responsabilidad que puede cambiar en positivo la vida de miles y miles de personas. La tradición de gobiernos de coalición es muy larga en el ayuntamiento de Barcelona y no lo es en absoluto en el gobierno del Estado. Eso seguro que genera una sensación de vértigo no solo entre los sectores económicos más poderosos o los políticos encargados de hacerlo posible sino también en las élites administrativas del Estado acostumbradas a gobernar con “los de siempre”, sean de un signo o de otro. En fin, espero que al final, a pesar de todos los que maniobran para hacerlo imposible, se imponga el sentido común y que se busque una fórmula que permita sumar y acabar con tantos meses y meses de parálisis que está dejando sin implementar medidas de transformación social cada vez más urgentes.
¿La falta de entendimiento en las Cortes entre Sánchez e Iglesias puede afectar al acuerdo de gobierno con el PSC en Barcelona?
No creo que ello afecte negativamente la dinámica de gobierno conjunto ya iniciada. Sin duda, hubiera sido mejor que el acuerdo en Madrid se alcanzase, ya que ayudaría a desbloquear temas que afectan a buena parte de las políticas públicas que estamos poniendo en práctica. Por otra parte, creo que desde el PSC se comprende perfectamente que la dinámica de Barcelona en Comú no es exactamente la misma que la de Unidas Podemos.
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Steven Forti
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).
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Giacomo Russo Spena
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