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El padre del capitán murió ahogado una noche de temporal de enero de 1973 tras naufragar su barco, el Ensidesa, a doce millas del cabo Sardao, costa sur de Portugal. En enero de 1986, el capitán se salvó de la misma experiencia que su padre al mando de El Castillo de Salas, un granelero que embarrancó y se hundió durante un temporal ante la costa gijonesa. En 1993, el capitán se presentó voluntario y fue seleccionado para formar parte del equipo fundador del primer servicio de salvamento marítimo que existió en España, el actual Sasemar. En noviembre de 2002, fue requerido de urgencia en A Coruña para coordinar la movilidad de la flota desplegada para contener la expansión de la mancha del Prestige. Estaba al mando de la Torre de Salvamento de Las Palmas cuando, entre 2005 y 2006, tuvo que hacer frente a la crisis de los cayucos: llegaron al archipiélago canario casi 40.000 personas en infraembarcaciones y otro número indeterminado de miles se ahogaron en el mar. En diciembre de 2009 se jubiló después de 16 años al mando de las islas, y hoy el capitán avilesino Aníbal Carrillo dice que echa de menos el mar.
–Siempre que podía, cuando llegaba el verano, marchaba al mar con mi padre, que también era capitán. Para mí la mar es la vida. La sigo echando de menos. Cuando veo un barco pasar, pienso “pues igual me iba yo otra vez”...
¿No tienes ni una chalupa o una lancha para quitarte el mono?
Qué va. No me gusta. Eso no me va. A mí me encanta el trabajo profesional de navegar.
¿Influyó el naufragio de tu padre en el hecho de que te interesaras por el Salvamento Marítimo?
No. Para nada. Yo estaba estudiando Náutica cuando naufragó el Ensidesa. Mucha gente se extrañó de que no abandonara, después de aquello: ¿pero lo vas a seguir haciendo? Claro que sí. Mi padre era un profesional de la mar. Era su vida. Y yo lo sigo.
Ocho meses después de promulgarse la ley que crea la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima (Sasemar), te incorporan al mando de la torre de Las Palmas. Eres uno de los fundadores. ¿Cómo te seleccionaron?
Yo llego concretamente el 1 de agosto de 1993. Ya habíamos tenido conversaciones previas. El ministro dio a conocer entre la profesión el plan de crear un servicio de salvamento, y muchos marinos mercantes que estábamos en activo nos interesamos por el tema. Quisimos involucrarnos en poner en marcha un servicio del que nosotros carecíamos. Yo, cuando me enteré, estaba navegando. Pero fui a hacer las pruebas y tuve unas conversaciones. Me quedé esperando la llamada, hasta que un día me dicen: ‘Hay que iniciar el servicio ya. Ahora a ti te toca ir para Las Palmas’.
Cuando se crea Sasemar, las crisis migratorias como hoy las conocemos ni se intuían. Al menos, desde tierra. ¿Las preveíais ya la gente del mar?
Conocíamos algo por el centro de Tarifa, que fue el primero que empezó a sufrir el paso de las pateras. Pero Salvamento Marítimo se crea para la seguridad marítima y para la lucha contra la contaminación. No por el lamentable éxodo de estas personas.
¿Ni siquiera se intuía que ese éxodo puntual de entonces se iba a convertir, en pocos años, en masivo? En tierra se hablaba de los pateros, pero eran una anécdota, no algo generalizado.
Era una cosa muy esporádica. En aquella época ni contabas con esto ni Sasemar estaba enfocada para esto. Empezaban las primeras pateras que cruzaban el estrecho, sí. Pero cuando llegué yo a Las Palmas, en 1993, se comentaba entre compañeros como una cosa muy novedosa: una vez llegó una patera a Fuerteventura, venían unos críos marroquíes… Pero vamos, no era ni muchísimo menos para pronosticar lo que está pasando ahora. Y en el norte, yo soy de Avilés, era una cosa totalmente desconocida. Ni lo sabíamos ni teníamos conciencia de lo que llegaría a pasar.
Supongo que empezáis con muy poquitos medios.
Recuerdo la primera guardia que se hizo en el Centro de las Palmas, porque la hice yo. Teníamos una fotocopiadora, un fax, un pequeño VHF de un barco y dos líneas de teléfono. El trabajo era estar a la escucha de cualquier llamada. Habíamos dado la suficiente información, la estaciones de radio costeras ya sabían que existíamos, y luego había medios de salvamento: un helicóptero Sikorsky, el grande, un Helimer…; había un remolcador y tres salvamares repartidas en las islas. Cuando recibíamos una emergencia, movilizábamos al medio más adecuado.
Las emergencias entonces solían ser pesqueros, barcos de recreo…
El primer servicio que hizo Salvamento Marítimo en Las Palmas fue el rescate de un windsurfista alemán en Lanzarote. Eso fue en la primera guardia, que ya te he dicho que me tocó a mí. Al tener el helicóptero, también empezamos a hacer muchas emergencias de evacuaciones médicas.
¿El problema de la inmigración, cuándo lo empezáis a percibir?
Durante la crisis de los cayucos se produce un verdadero aluvión de llegadas de personas que venían sobre todo de Marruecos, Mauritania y Senegal.
¿Estabais preparados para aquella crisis de los cayucos?
Salvamento no se había creado para afrontar eso. Cuando empieza la llegada de tantas personas, hubo que hacer una ampliación del presupuesto de Salvamento, el plan Canarias, porque estábamos muy escasos de medios marítimos [en 2007, Sasemar vio crecer su dotación en un 66% hasta 115,8 millones de euros].
Siempre se dice que la sociedad va más veloz que la clase política. Sin embargo, tú me planteas que aquello se resolvió políticamente con una celeridad y una eficiencia pasmosas. No estoy acostumbrado, como periodista, a escuchar relatos tan amables.
Vieron que aquello nos superaba. Y la verdad es que el Ministerio de Fomento supo desde el principio que tenía que reaccionar.
¿Entonces crees que hubo velocidad y responsabilidad política, por una vez en la historia (perdona la ironía)?
Sí, sí, sí. Fue ágil. Y enseguida se creó allí en Las Palmas un centro que agrupaba a todas las administraciones y a todos los organismos implicados del Estado para coordinarnos.
¿Asistías tú a esas reuniones?
Siempre. También la Guardia Civil, la Armada, el Ejército del Aire, Policía Nacional, Cruz Roja, comunidad autónoma… Cada organismo tenía sus cosas, pero todos nos involucramos para responder a cualquier llamada. Oye, que está pasando esto. Espera, que yo tengo una unidad allí, que llego yo primero… Aquello funcionó muy bien.
Insisto, me estás dando idea de unas reuniones políticas llenas de humanidad y sentido común. No me lo creo.
Porque más que reuniones políticas eran reuniones de personal operativo. Cada uno con sus especificidades. Si trabajamos entre todos, tendremos un gran equipo y lo vamos a hacer mucho mejor. Porque no era solo rescatar. Luego había que recepcionar y dar asistencia a su llegada. Todo aquello era nuevo. El Ejército de Tierra incluso tuvo que habilitar terrenos para dar acogida a estas personas.
En tus 16 años de mando, ¿Salvamento ha tenido dotación suficiente para abordar el problema con garantías?
Hasta 2009, lo que yo conozco, sí tuvimos medios. Siempre se puede soñar: si tuviéramos más... Pero hay veces que no hace falta mucho más, sino saber lo que tienes, y saber utilizarlo. Los medios no son infinitos, pero sabiendo aprovecharlos, pienso, honestamente, que hicimos un gran trabajo.
¿Cómo ves la situación ahora? ¿No ves a Sasemar e incluso a las ONG desbordadas?
El problema del Mediterráneo es que, enfrente de las costas europeas, hay Estados fallidos, y no puedes contar con su colaboración. Nosotros contábamos con la colaboración de Marruecos y Senegal. Pero ahora mismo hay Estados fallidos. No hay nada. No puedes decir: voy a llamar al país de ahí para que me eche una mano, porque no tienes con quién dialogar.
Hemos vivido ahora lo del Open Arms. ¿Qué siente la gente del mar cuando presencia por televisión estas situaciones?
Desde el punto de vista de un capitán de la marina mercante, o de alguien que está navegando, sea profesional o sea en plan deportivo, tú tienes que sacar a toda persona que esté en riesgo en la mar. La tienes que sacar de ese riesgo y llevarla a sitio seguro. Pero, vamos, eso es una cosa humana, digamos, ¿no?
¿Cómo afecta en el plano humano encontrarse, de repente, con una avalancha como la de los cayucos a principios de siglo y ver cómo no estás preparado para tanto, y la gente se muere en el mar?
Hombre, te afecta mucho. Me acuerdo de una Nochebuena que salimos a buscar una patera. Sabíamos que había salido, pero no la encontrábamos. Cuando llegamos había algunas personas vivas, pero también catorce cuerpos. Para la gente que iba en la Salvamar fue durísimo. Pero también para los de tierra, cuando nos informaron por radio de lo que estaban viendo. Lo asumes como un fracaso. Por mucho que pienses: conseguimos sacar a veinte. Pero no has podido hacer nada por catorce personas que están muertas.
Te trasladaron cinco meses a la torre de A Coruña tras el naufragio del Prestige.
Lamentablemente. La lucha contra la contaminación es un tema complicadísimo. A medida que van pasando los tiempos van mejorando las técnicas. Pero, sobre todo, lo que se va mejorando son las condiciones de los barcos que llevan ese tipo de productos. Es ahí donde hay que atacar el problema. Las unidades que transporten esos productos tienen que ser muy, muy, muy seguras. De todas formas, de un accidente nadie está exento. Si surge una contaminación importante, la lucha contra ella es muy difícil en la mar. Por mucho que pongas barreras, por todas las cosas que se inventen, es muy complicado evitar un daño grande.
¿Cuál era tu función en la crisis del Prestige?
Coordinar el movimiento de unidades cuando recibías una alerta de si, por ejemplo, había algún sitio donde se podía ir a recoger algo. Ir estudiando los partes meteorológicos, la evolución que podía tener la mar...
Hubo tremendas críticas a la gestión del asunto. No sé si te quieres mojar.
No es que no me quiera mojar. Es que era muy complicado. La gestión del Prestige quizá todavía necesite un poco más de tiempo para que la gente la analice y vea los pros y los contras de lo que se hizo. Por nuestra parte, hicimos lo que pudimos dentro de lo que teníamos. Otras decisiones ya se nos escapaban a nosotros.
Claro, decisiones políticas… La de alejar el Prestige, ¿es opinable?
Es opinable. ¿La opinión mía? Yo no lo hubiera alejado. Si lo acercas a un sitio, ese sitio lo va a pagar todo. Pero, a lo mejor, vale más que lo pague solo uno que no toda la costa. No lo sé. Es una opinión.
Tú también te viste implicado en un percance ecológico.
En la costa de Gijón. Yo era el capitán del Castillo de Salas. Fue un accidente de mar. Para un capitán de la marina mercante perder su barco es una cosa durísima. Yo todavía lo tengo en la cabeza. Afortunadamente solo hubo contaminación, digamos, estética. Carbón. De contaminación de hidrocarburos, prácticamente nada. Mi única satisfacción es que todas las personas que en aquel momento yo tenía bajo mi mando volvieron a casa sin ningún problema.
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