Simone Biles, la gimnasta que superó los cánones establecidos
El siglo XX tuvo a Nadia Comăneci. El siglo XXI tiene a la estadounidense. La única atleta que ha alcanzado 25 medallas en mundiales
Paloma Monreal 1/11/2019
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¿Saben lo que es un tobogán? O mejor, ¿conocen a alguien que no sepa qué es un tobogán? En España, la respuesta es obvia. Pero cuando sales te das cuenta de que en el extranjero, en EE.UU., en Inglaterra o en Francia, en los jardines particulares de las casas hay otro elemento que destaca sobre el tobogán: las camas elásticas. Formato redondo, con una red a su alrededor (en la mayoría de los casos). Visualmente no tienen el colorido de un tobogán, pero su funcionalidad es la opuesta. Frente al deslizamiento para darte de bruces con la realidad la cama elástica es el sueño del que quiere volar.
¿Por qué hablamos de trampolines y toboganes? Porque la historia de la gimnasta más laureada de todos los tiempos empieza con uno. Uno inalcanzable para ella. Estaba en el jardín de su casa de acogida y no le dejaban utilizarlo. Simone Biles utilizaba el columpio para impulsarse y dar una voltereta, pero no era suficiente. Ella soñaba con volar más alto. Soñaba con tocar el cielo. Sin saber que existía algo que le haría tocarlo. Sin saber que uno de los deportes más antiguos de la historia le estaba esperando. Sin imaginar que existía algo llamado gimnasia que ordenaba todas aquellas piruetas que, durante los seis primeros años de su vida, Simone Biles hacía con la misma facilidad del que pega patadas a un balón.
Su nota no es 10, es un nuevo sistema de puntuación que ha tenido que inventarse la Federación Internacional de Gimnasia para poder registrar movimientos que traspasan los cánones establecidos
¿Han oído hablar de Simone Biles? Seguramente, en los últimos seis años, han escuchado o leído ese nombre. Seguramente, siempre ha sido acompañado de un adjetivo superlativo, de un vídeo de mortales imposibles. Si saben quién es, tendrán en su cabeza a esa gimnasta americana que ejecuta en el aire movimientos inexplicables. Si no saben quién es… ¿les suena Nadia Comăneci? Año 1976, Juegos Olímpicos de Montreal. El único 10 de la gimnasia artística que, sin embargo, no fue tal. No existía tal puntuación en el marcador de Montreal, el límite lo marcaba el 9.9, por lo que cada vez que la rumana Nadia Comăneci competía, los marcadores reflejaban un 1.00. Nunca existió la duda de si era un uno o un diez. Todos sabían que estaban ante la perfección. Cuarenta años después, a los nostálgicos del “yo viví el 10 de Nadia Comăneci” se les puede combatir con un “yo he visto a Simone Biles”. Su nota no es 10, es un nuevo sistema de puntuación que ha tenido que inventarse la Federación Internacional de Gimnasia para poder registrar movimientos que traspasan los cánones establecidos. Un nuevo sistema de puntuación con el límite en el infinito, para no cortar las alas de la gimnasta con más medallas en mundiales.
Courage to soar. Sin miedo a volar. Ese es el título de su biografía en inglés y en español. En español se hace referencia al miedo. En inglés a la palabra valentía. Valentía para sobreponerse a todas las situaciones de su vida, dentro y fuera del gimnasio. ¿Son capaces de recordar la primera vez que dijeron “papá” y “mamá”? Normalmente son los adultos los que se acuerdan, en el caso de Simone Biles es ella quien lo recuerda. Tenía seis años y fue, junto a sus abuelos y su hermana pequeña, Adria, al juzgado para formalizar la adopción. Esa noche, al llegar a casa, miró a sus abuelos y por primera vez les llamó papá y mamá. Simone y Adria ya tenían una madre, Shanon, hija de una relación anterior de su abuelo Ron. También tenían dos hermanos mayores. Todos vivían con Shanon, pero la adicción al alcohol y las drogas provocó que perdiera la custodia de sus cuatro hijos. Cuando Simone tenía tres años, los cuatro fueron a una casa de acogida, aquella con la cama elástica en el jardín. Pero la vida de Simone y Adria cambió cuando su abuelo Ron las adoptó. Cambiaron Ohio por Texas, donde el abuelo Ron y su mujer, Nelly, se convirtieron en su familia, junto a sus dos hijos mayores. Fue con ellos, en Spring (Houston), donde comenzó la relación de Simone con la gimnasia.
¿Saben qué fue lo primero que vio la pequeña Simone cuando llegó a casa de sus abuelos? Una cama elástica en el jardín. Su sueño hecho realidad hasta que un día lluvioso acabó en un gimnasio con su hermano mayor. Nada más verla, las entrenadoras fueron conscientes de que se encontraban ante una niña prodigio. Capaz de hacer ejercicios por encima de su nivel, Simone repetía movimientos que veía realizar a las mayores. Sin miedo, nunca lo tuvo, lo mismo le daba que fuera en el suelo que sobre la barra. Solo tenía pánico a una cosa: a que le pasase algo a Adria. Siempre tuvo un instinto sobreprotector con su hermana pequeña, que también se apuntó con ella al gimnasio, pero más como diversión. Simone siempre quería más y se dio cuenta de que, en la gimnasia, quería todo. Saltó categorías y soñó con formar parte del equipo nacional junior americano en 2011, con catorce años, pero se quedó fuera por un puesto. Dos años después, en agosto de 2013, le anunciaron oficialmente que pasaría a integrar el equipo senior. Un mes más tarde se proclamó campeona del Mundo absoluta.
Durante dos décadas, Larry Nassar engañó a cientos de gimnastas y universitarias en la Federación de Gimnasia y en la Universidad de Michigan
Ella, que soñaba con ser una Cheetah Girl, se vio envuelta en Camp Rock (2008) pero cambiando la música por la gimnasia. El rancho de Houston de Martha Karolyi, la meca de la gimnasia artística, se convirtió en su campamento. Sus compañeras, en su familia. Solo se tomó un año de descanso, 2017, tras los Juegos Olímpicos. Pero volvió. Y volvió a hacer posible lo imposible. Con ella se sabe que va a pasar algo. Lo que nadie se esperaba fue su publicación en Instagram confirmando haber sido víctima del Larry Nassar, el que fuera médico de la selección americana de gimnasia condenado por abusar sexualmente de menores y jóvenes gimnastas, así como por posesión de pornografía infantil: “La mayoría me conocéis como una chica feliz, risueña y enérgica. Pero últimamente me he sentido rota y cuanto más trato de apagar esa voz en mi cabeza, más alto me grita. Ya no tengo miedo de contar mi historia. Yo también soy una de las supervivientes que sufrió abusos sexuales por parte de Larry Nassar”. Fue su única declaración al respecto, en la que reconoció ser una de las 265 víctimas identificadas que sufrió los abusos del doctor de la Federación estadounidense. Durante dos décadas, Larry Nassar engañó a cientos de gimnastas y universitarias en la Federación de Gimnasia y en la Universidad de Michigan. Durante años, las instituciones ignoraron las quejas de las pocas que se atrevían a denunciarlo. Pero tras los Juegos Olímpicos de 2016, la verdad salió a la luz y Larry Nassar hoy está condenado a pasar en la cárcel entre 40 y 175 años por abusos sexuales, además de 60 años por pornografía infantil.
La gimnasia y las redes sociales son el modo favorito de Simone para expresarse. También confirmó, a través de las segundas, que padecía TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad): “Sí, tengo TDAH y medicarme para ello no es algo para estar avergonzada o para temer que la gente lo sepa”. Porque la gimnasia, ese deporte de cabezas altas y rostro altivo, se transformó el día que conoció a la americana de sonrisa permanente.
El siglo XX tuvo a Nadia Comăneci. El siglo XXI tiene a Simone Biles. La única gimnasta que ha alcanzado las 25 medallas en mundiales, 16 de ellas de oro. La única capaz de ser campeona del mundo tres veces consecutivas (2013-2014-2015). En total tiene cinco, con los títulos de 2018 y 2019, solo uno menos que el japonés Uchimura. Nadie sabe si volverá a otro Mundial para intentar alcanzarlo, pero donde sí se la espera es en Tokyo 2020, para superar las nueve medallas (cinco oros) de Nadia Comăneci entre Montreal 1976 y Moscú 1980. Simone Biles, en Río, logró cuatro oros y un bronce.
A Tokyo acudirá con su ‘Biles’ y ‘Biles II’, los dos elementos que llevan su nombre, y que solo ella es capaz de realizar. Porque Simone Biles es el imposible hecho realidad. Lo que hace no podía hacerse. Lo que salta, no podía saltarse. No puede sonreír así alguien con su pasado. No puede ser feliz alguien con esas circunstancias. Pero Simone, que siempre tuvo los pies en el aire, ve el mundo desde otra perspectiva.
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Autora >
Paloma Monreal
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