Las ‘señoritas pelotaris’
Las pioneras de la pelota vasca fueron las primeras deportistas profesionales. Eran solicitadas en distintos lugares del mundo, aparecían en cromos y se codeaban con artistas
Ricardo Uribarri 2/10/2019
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Las actuales mujeres pelotaris no son profesionales. No pueden ganarse la vida con esta disciplina deportiva –la pelota vasca o pilota, en euskera, se practica en más de 30 países–, como sí hacen los hombres. Ni siquiera las que han llegado a lo más alto, como la navarra Maite Ruiz de Larramendi, nombrada hace unos años la mejor pelotari del mundo, incluyendo la categoría masculina. Ruiz de Larramendi compagina el deporte con su trabajo en un hospital.
No siempre fue así. Hubo una época en la que las pelotaris se convirtieron en las primeras deportistas femeninas profesionales, llegando a cotizar a la Seguridad Social. Ganaban importantes sumas de dinero, eran solicitadas en distintos lugares del mundo, aparecían en cromos y se codeaban con artistas. Sin embargo, el paso del tiempo ha hecho que estas pioneras sean unas desconocidas para las generaciones actuales.
Retrocedamos en el tiempo hasta los primeros días de enero de 1917. Se inaugura en Madrid el Frontón Madrid, también llamado Cedaceros, incluyéndose por primera vez en el programa partidos de raqueta femenina con jugadoras venidas del País Vasco junto a otros de pelota mano masculina. El impulsor de esta novedad fue el exjugador y empresario Ildefonso Anabitarte Anza, que tras retirarse abrió varias escuelas de raquetistas en Guipúzcoa y posteriormente en Madrid. La apuesta tuvo éxito y un año después inauguró el frontón Moderno. En 1929, Anabitarte, que decidió cambiar las antiguas pelotas de tenis por otras de cuero para las mujeres, abriría el nuevo Frontón Madrid en la calle del Doctor Cortezo, considerado “la catedral de la raqueta”, y por donde pasaron las mejores jugadoras de la época. Este templo de la pelota vasca estaría abierto hasta 1982. Se solían disputar varios partidos al día en horario de tarde y noche y la actividad movía importantes cantidades de dinero gracias a las apuestas. La popularidad que alcanzó este deporte fue tal que tanto en la capital como en varias ciudades españolas se abrieron numerosos frontones, lo mismo que en otras partes del mundo. De la bonanza que llegó a alcanzar da idea el que el constructor artesano Valentín Zumarabe llegara a construir 3.000 raquetas al año, que exportaba a todos los países donde se practicaba.
La Habana, Miami, México, Canadá, Filipinas, Brasil, El Cairo y hasta Shanghái fueron algunos de los lugares donde se expandió la pelota vasca y a varios de ellos viajaron las pelotaris españolas, muchas de ellas vascas, que habían dejado su casa muy jóvenes, con 15 y 16 años, y a las que no les faltaron detractores en su propia tierra porque no se amoldaban al papel que se le asignaba a la mujer en esa época. Algunos padres mentían sobre el paradero de sus hijas, y decían que estaban sirviendo porque les daba vergüenza confesar la verdad. La mentalidad era que los frontones debían ser para los hombres.
Sin embargo, las raquetistas eran independientes y gestionaban su vida, siendo pioneras en la emancipación femenina. Era habitual que todas estuvieran federadas, tuvieran sus contratos de trabajo como “artistas” o “señoritas pelotaris” y hasta lograron ser dadas de alta en la Seguridad Social tras una reclamación de las pelotaris del frontón Colón de Barcelona. A las mejores se les pagaban sueldos que duplicaban y triplicaban el salario medio de aquella época. Algunas ganaban hasta 15.000 pesetas en un mes, llegando a ser el principal sustento de sus familias. Tal era su popularidad que al propietario del frontón Tenerife, dueño de una tabacalera, se le ocurrió la idea de incluir cromos de las raquetistas en las cajetillas.
La posguerra fue el momento de mayor auge para las pelotaris. En 1943, más de la mitad de los practicantes de este deporte en España eran mujeres, 734 de 1.432, un dato detrás del que también estaba la necesidad de ganarse la vida que tenían muchas mujeres tras la Guerra Civil. El general Moscardó, responsable del deporte español hasta 1957, no veía bien, sin embargo, que las mujeres se dedicaran a esta actividad. Le parecía poco femenino y causa de esterilidad. Intentó acabar con su práctica, pero las protestas del sector, del que vivían muchas familias, lograron que se suavizaran las medidas, aunque se prohibió conceder nuevas licencias y la apertura de más frontones. Además, ordenó que las blusas femeninas tuvieran mangas y se alargaran las faldas hasta el tobillo, lo que dificultaba los movimientos.
Anabitarte, que había desaparecido en la Guerra Civil, no vivió estas restricciones. Pero sí su hijo que se quedó al frente del negocio. El frontón fue, si embargo, el único escenario donde las autoridades permitieron seguir apostando, lo que supuso la supervivencia del negocio.
Eugenia Iriondo ‘La Eibarresa’, Quinita, Mary, Carmencita ‘La Bolche’, Carmenchu Sánchez, Rosita Arregui, Eladia Altuna, Eugenia Iriondo, Gloria Aguirre Txikita de Aizarna, María Luisa Senar, María Antonia Uzcundu Txikita de Anoeta (considerada la mejor de su época, ganaba 500 pesetas por partido), Agustina Otaola, Mª Luisa Alberdi, María Carmen Lasagabaster, Lucia Areitoaurtenea, las hermanas Beraza (Julita, Mari y Milagros), Conchita Bustindui, Olga Cazalis, Rosa Soroa o María Elena Hernández, entre otras, fueron algunas de las raquetistas más destacadas en aquellos años, atrayendo tantos aficionados como los jugadores masculinos.
Las restricciones impuestas se levantaron en 1957, pero a finales de la década de los setenta la modalidad de raqueta sólo se practicaba ya en los frontones de Madrid y Barcelona. El 17 de julio de 1980 se disputó el último partido en el Frontón Madrid, poniendo fin a una etapa que duró más de seis décadas. En los últimos años, se están desarrollando varias iniciativas para recuperar del olvido a estas mujeres y hacerles homenajes, aunque muchas de ellas ya no viven. Los pamploneses Daniel Burgui y Andrés Salaverri se desplazaron a México y Estados Unidos para conocer algunas de estas historias y en 2015 realizaron el documental Las pelotaris. Jon Juanes Iragorri, cuya madre Koro Iragorri fue una de las últimas en jugar en el Frontón Madrid, y Ainhoa Palomo, a través de la asociación Raketistak, han conseguido hacer una base de datos con 230 pelotaris y han reunido más de 500 gigas de material entre documentos, ilustraciones y artículos de prensa. El año pasado presentaron el documental Raketistak lehen eta orain (Raquetistas, antes y ahora), en el que varias de estas jugadoras cuentan sus vivencias tanto dentro como fuera de los frontones. El sueño de Juanes y Palomo es poder crear un museo que mantenga viva la historia de estas deportistas.
Para las herederas de aquellas raquetistas, su actividad actual de pelotari no pasa de ser una afición. Practicarlo les cuesta dinero ya que se pagan todos sus gastos. Para intentar mejorar sus condiciones y asemejarlas a las de sus compañeros masculinos acaba de nacer la Asociación de Mujeres Pelotaris, que reúne a más de 80 manistas y palistas del País Vasco.
Al igual que las pioneras siguen teniendo que hacer frente a comportamientos sexistas. Hace unos meses se conocieron los mensajes en un grupo de Whatsapp, a raíz de la inclusión de mujeres en un torneo en Azkoitia, de algunos de los participantes: “¿Las chicas pelotaris? ¿Y quién va a estar en la cocina preparando la cena?”. Pero, a pesar del machismo, ellas siguen llenando los frontones igual que sus antecesoras.
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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