Mi voto
El domingo votaré esperando que la suma de opciones como la mía dificulten la devolución de la política a quienes se consideran sus únicos propietarios
Guillem Martínez 8/11/2019
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En las pasadas elecciones se produjo un pequeño milagro. Una mayoría de personas decidió frenar a la derecha, dar una solución a la cosa Cat y apostar por el entendimiento de una minoría razonable, formada por PSOE, UP y nacionalismos vasco, gallego, cat y valenciano. Fue un milagro porque esa lógica –nada del otro jueves, pero más parecida a las sociedades esp que cualquier otra minoría disponible en el mercado– contradecía lo propuesto desde los medios, instituciones e incluso, la mayoría de partidos esp. El miedo. El repliegue. La defensa de una lectura nacionalista de la CE78, sobre la que, estadísticamente, por cierto, han planeado pocas lecturas más. La minoría potencial que podía gobernar implicaba un cambio de lógica. Era imposible, seguía siendo imposible, una reforma constitucional. Pero se podía acometer cambios en la cosa territorial –despreciando mitos y dinámicas de la derecha esp– y, frente a una nueva crisis, se podría establecer algún beneficio sobre el 99% de la sociedad. Sólo una aportación hubiera sido el 1000% más que durante la anterior crisis.
No fue posible. El PSOE, tras simulacros de algún tipo de gobierno multicolor, tiró para nuevas elecciones. Es decir, no renunció a un sólo cambio de todos los que se le abrían en su frente. Dejar de gobernar en solitario. Por razones internas, un partido, como sucede en UK o en Cat, decidió lanzarse a la aventura antes que iniciar un camino distinto al andado durante décadas. Por ese mecanismo postdemocrático, de perpetuación de la especie, antes que de cosas más amplias y que implican a más usuarios y especies, el PSOE decidió elecciones. Es decir, decidió hacer coincidir las elecciones con la sentencia –abusiva, inexportable, como se está viendo con las euroórdenes y la sentencia al juicio al procés, un fósil del pasado y, tal vez, del futuro–, y presentarse como un partido nacionalista, de orden. Un partido que asume el trade-mark ultraconstitucionalismo, creado por la derecha esp y en el que la derecha esp se mueve como pez en el agua. Vamos, el PSOE prefirió unas elecciones plebiscitarias, nacionalistas –otra vez UK, Cat, la postdemocracia–, en las que se votara en términos territoriales, nacionalistas. Y no en términos sociales y políticos, términos que –UK, Cat, postdemocracia– quedaban relegados al tema territorial.
El PSOE, es posible, ganará las elecciones. Pero ha renunciado a ser útil en su hipotética casilla, por lo que está probando en otra. Tal vez por genialidad, por ausencia de ideas, por selección negativa de líderes –UK, Cat, postdemocracia–. Vuelve, como antes de Sánchez, ese bluf, a ser parte del problema. El bipartidismo, la ausencia de cualquier idea para reformar este sistema que, desde la reforma constitucional exprés, y las reformas en el Código Penal, ya no es el Régimen del 78. Es algo próximo a un Estado de Derecho y a una democracia formal irreformable, que penaliza la reforma y que gasta formas autoritarias, para las que se ha autolegislado. E, importante, es algo que ha abandonado el Bienestar. El Bienestar –os damos Bienestar y nos quedamos con todo lo demás– es la región más trascendente –y hoy desaparecida– del pacto en las alturas del 78. El PSOE ha prestado su último servicio a una Esp extraña y defendida por la derecha, que vuelve a jugar en su terreno. Con ello, vuelve a ser el PSOE en proceso de ser el PASOK. El tiempo lo dirá.
El ciclo del 15M, por otra parte, ha finalizado. Estamos formalmente en otro, en el que dos nacionalismos se retroalimentan y, con ese energía, solucionan la crisis de representatividad en todo el territorio. Los partidos de la nueva política han fallado. Y, con ellos, sus votantes y sus simpatizantes. Todos juntos no hemos creado nada nuevo, sino que hemos asumidos dinámicas patológicas de la política, los partidos y las instituciones esp. El Régimen se recompone. Pero con mitos nacionalistas –haciendo trampas, vamos–, con autoritarismo, con un nuevo rol para la Justicia y la policía. Y, por tanto, con inestabilidad, a corto plazo, sin futuro. Volverán nuevos ciclos de ruptura y cambio. Diferentes. Tal vez más a la francesa, me temo. Nuestro éxito colectivo –incorporar la beligerancia y la discrepancia a un sistema político propagandístico de gran adhesión– no morirá ni a corto ni a largo plazo. En los próximos ciclos tendremos que meditar nuestra incorporación o no a la política institucional. Y bajo qué forma. Igual no es un partido, sino algo que nos dé cobertura en el trabajo precario, en la calle y en las instituciones. Algo sin estructura de partido, sin líderes –y sin líderes que quieran ser más líderes, y que se enfrenten entre ellos por nimiedades, con esa beligerancia interna que sólo posee la izquierda–. Nuestro programa es tan sencillo que no requiere de grandes estructuras. Es tan sencillo como los programas de los grandes partidos, que gastan esas estructuras tan complicadas para acabar diseñando cambios de época cutres como el que, tal vez, vivamos el lunes.
En el interín voy a votar Comuns. Si votara en MAD votaría UP. Como siempre porque no me representan. Desdeñando, ya definitivamente, cualquier gran cambio en la dirección favorita por aquí el menda. Pero esperando que la suma de votos como el mío dificulten la devolución de la política de por aquí abajo a quienes se consideran sus únicos propietarios. Esperando, y haciendo todo lo posible para ello, que el esfuerzo del PSOE, a costa de su propia vida, para ganar un periodo de estabilidad fundamentada en el nacionalismo y el enfrentamiento territorial, les sea inútil. O al menos dificultoso. Aguardando y tomando medidas –no sé, el yoga– para que el nacionalismo, la nueva apuesta del PSOE, no lo emponzoñe todo en esta breve legislatura. Y recordando que esto se está hundiendo. Han tenido que recurrir al nacionalismo porque ya no hay nada.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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