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Rosalía o el insoportable triunfo del neoliberalismo

Existe una idea de Rosalía. Una especie de abstracción. Pero no hay una verdadera Rosalía. Sólo una entidad, algo ilusorio

Adrian Trapiello 20/11/2019

<p>Un momento de la actuación de Rosalía en los MTV EMA 2019.</p>

Un momento de la actuación de Rosalía en los MTV EMA 2019.

MTV

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Ponía Kevin Spacey voz, en la formidable aunque envejecida The Usual Suspects (Bryan Singer, 1995), a las palabras de Baudelaire: “La mejor de las jugadas del diablo es convencernos de que no existe”. Si bien esa máxima –que, tras ser desenmascarados, bien podría dirigírsele tanto al actor como al director– pudo sostenerse décadas con ambos pies sobre la certeza, hoy se antoja superada por un nuevo truco todavía más elaborado y perverso. Un engaño que, además, precisa de la complicidad culpable del pueblo: “No hay mayor paraíso que este infierno”. 

El neoliberalismo, como expresión última y disimulada del capitalismo más voraz, supone exactamente ese averno disfrazado de las fantasías de libertad, igualdad y prosperidad; un monstruo cruelmente perfecto, de una belleza imaginaria tan deslumbrante que lleva a estrellarse contra las rocas a cualquier voluntad de lo diferente o lo marginal. A su sombra, alargada y verde, nada escapa. Todo lo conocido, material o inmaterial, desde la fe y el amor hasta la salud o el espacio exterior, termina en sus garras. Y las heridas que produce, aunque cada vez más expuestas y letales, son continua y voluntariamente ignoradas.

“Sin ser gitana tiene compás”. Y eso, aunque no queramos reconocerlo, lima muchas reticencias, que es la forma eufemística de decir que elimina un desprecio inherentemente racista

Uno de los casos más evidentes, al que podemos atribuir un particular interés por parte del sistema, es el del adueñamiento de la cultura –en su sentido más amplio, desde el arte a los movimientos sociales– en una depredación que no ha encontrado resistencia, sino más bien un desacomplejadísimo abandono a las distintas perversiones ofrecidas. Aunque no suponga una extraordinaria novedad –el Che lleva décadas convertido en bien de consumo–, sí que estamos asistiendo al total desmantelamiento del pensamiento crítico, la originalidad creativa y las revoluciones ideológicas. Ahí están, como triste muestra, los derechos LGTBIQ convertidos en artículo de escaparate; la transformación, para algarabía del statu quo, del 15-M en vertical y horteramente coloreado partido socialdemócrata, o la proliferación de un arte mercadotécnico cuyo máximo y respetado exponente a esta fecha es Rosalía.

Nacida y criada en el Baix Llobregat –extrarradio barcelonés idealizado por políticos sin verdadero interés en la clase obrera que en su mayoría lo puebla–, el origen de Rosalía bien podría haber sido un laboratorio de ideas escondido en algún lugar de Massachusetts. Ni su excelente formación de academia clásica ni su notable voz responden a su verdadero talento, que excede con mucho las competencias de lo meramente musical: si algo define a la hispano-catalana –porque es en esas equidistantes aguas en las que se mueve– es un entendimiento absoluto del liviano signo de nuestros tiempos; ese Zeitgeist victorianamente educado, de intelectualidad vacía a modo de maquillaje y de homogeneizado individualismo de efímeros usos. 

Universalmente aclamada –desde la repulsiva vanagloria chovinista a los premios Grammy o MTV, pasando por listas de Spotify de decepcionantes expresidentes y escenas en lo último del genial mercachifle manchego–, Rosalía llegó para quedarse. Pero no en las sesiones privadas al abrigo de unos auriculares, no. Rosalía apareció de forma mesiánica, para ser difundida y compartida: con tu padre, tu amiga la de Manchester y tu pareja abierta o cerrada; a ventana descubierta y muro publicado, a volumen máximo, y enlace copiado y pegado.

Porque ante todo Rosalía es una mujer caucásica de clase media. Reside ahí su triunfo y nuestro fracaso: es un espejo en el que el grueso de los consumidores quieren mirarse, pues se reconocen y se gustan. “Sin ser gitana tiene compás”. Y eso, aunque no queramos reconocerlo, lima muchas reticencias, que es la forma eufemística de decir que elimina un desprecio inherentemente racista. Blanquea así un arte íntimamente racial y lo acerca al gran público. En forma. Y fondo. Pues en lo estrictamente sonoro, purismos al margen, su dilución del flamenco en estilos de masas como el trap o el reggaeton –arrebatado ya también a las clases populares caribeñas– tiene la manifiesta intención de expandir su difusión a la globalidad: hace más accesible al oído popular el primero y dota de cierta profundidad a los segundos para que el hipsterismo pueda escucharlos sin pudor. Es una fórmula que además trabaja como artificio a nivel de la crítica. Auspiciada por los medios, que la reconocieron rápidamente como nuevo rostro del régimen, Rosalía se ha granjeando estos últimos tiempos un enorme prestigio musical. De ahí que, al tiempo que se olvidaba o desconocía a su coetánea Soleá Morente y se borraba de la historia a Triana, haya sido coronada como una insólita revolucionaria del flamenco, una moderna y femenina reencarnación de Camarón que en la historia de la música ya tiene derecho a asiento por lo menos en la mesa de Pink Floyd.

Hoy, superada esa fase, el capitalismo pregunta de nuevo y la respuesta inequívoca continúa siendo “más”. Esto obliga a la cantante a expandir su ideario, a sofisticar la farsa. Rosalía comienza entonces a subirse de última y haciendo ruido a trenes universales ya en imparable marcha. Añade máscaras a su personaje, caretas que se compadezcan con el sentir general y que sean útiles en bailes al ritmo de la sociedad: así surge una de estudiado feminismo, otra de medida figura que rompa con el absurdo canon de belleza; también, por qué no, una catalanohablante pero no normativa o, la gran broma metacapitalista final, esa de blanda sátira contra el dinero. Nuevos disfraces todos para la vieja ceremonia, que diría Cohen. Siempre dentro de los límites, costeando polémicas pero sin colorear fuera de los bordes.

Rosalía es la artista invitada a una cumbre contra el cambio climático a la que los asistentes acuden en yate y avión privado. O, lo que viene a ser lo mismo, la personificación de la absurdidad en la que nos hemos dejado convertir. Por ello, en paráfrasis de las advertencias que Patrick Bateman hacía al público al comienzo de American Psycho (Mary Hatton, 2000), basada en la novela homónima de Bret Easton Ellis, no deberíamos olvidar que “existe una idea de Rosalía. Una especie de abstracción. Pero no hay una verdadera Rosalía. Sólo una entidad, algo ilusorio”.

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Adrian Trapiello

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15 comentario(s)

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  1. Viva la musica

    De los peores artículos que he leído, para flipar. Cada vez me gusta menos la deriva que estáis tomando. Moléstate en escuchar Los Angeles y El mal querer y luego habla, tío. Creo que voy a dejar de leeros

    Hace 5 años

  2. valentina

    Luis Pedro, me ha encantado tú comentario, lo suscribo totalmente.

    Hace 5 años

  3. Eduardo Augusto Canto

    El tema de la apropiación cultural es el canto del cisne de un espíritu de conventillo, el último orgullo de quienes se refugian en una identidad étnico-racial, mientras claman por no sufrir discriminación debido a ese mismo motivo. Cuando en México estalló la revolución zapatista de 1994, la sorpresa de nuestros indigenistas trasnochados fue que los zapatistas no sólo pedían el respeto a sus usos y costumbres o a la propiedad de sus tierras, sino que fue una revolución para no ser excluidos del concierto global. Humano soy y nada me es ajeno. Rosalía puede cantar flamenco, y vaya que lo canta bien, y no sólo flamenco, cuando, donde y se le pegue la gana, dado que ese arte es herencia de todo el mundo. Si los gitanos creyeran que sólo ellos tienen derecho a cantarlo entonces condenarían ese arte. ¿Que se define como hispano catalana? ¿A quién le interesaría obligarla a definirse en un conflicto que no le interesa?, ¿Que es caucásica? ,¿A quien le importa si no es a quienes ejercen racismo al revés? Incluso los mexicanos nos consolamos del fracaso de nuestro sistema político gritando loas a nuestra música, gastronomía y tradiciones, pero ofendiéndonos de cualquier comentario que diga "Me gusta la música mejicana"sólo porque lo escriben con jota. O diciendo que los gringos son pendejos cuando su astucia nos domina a todos los hispanoamericanos que presumimos de listillos. Cuando presumimos de nuestras culturas indígenas, pero nos apellidamos García, López y Pérez y desviamos la mirada si un indígena nos pide comprarle sus artesanía, o le regateamos un precio que pagamos sin protesta en una tienda departamental. La humanidad es una, con sus bellezas y miserias. Que Rosalía cante lo que le salga de adentro,

    Hace 5 años

  4. Miguel

    Una opinión muy interesante la tuya, Adrián, sin ironías te lo digo, tu artículo tiene perlas en las que muchos estaríamos de acuerdo. No obstante, tomo como referencia el vídeo “De Plata”, de Rosalía, que seguro has visto. El flamenco, para muchos andaluces, no puede quedarse ya en los tópicos; muchos necesitamos y agradecemos nuevos horizontes. El jazz, que proviene de una cultura menos anclada en la tradición, no ha tenido tantos complejos; el vino de California, Australia y Sudáfrica tampoco. Es nuestra decisión si queremos formar parte de la actualidad y seguir vivos, o convertirnos en un producto de la arqueología cultural. Respeto que haya quien se sienta más cómodo en la arqueología, pero yo prefiero la vida y el cambio.

    Hace 5 años

  5. Carlos Pérez

    Rosalía puede ser un referente neoliberal, si lo es, su música sería igual de mala aunque fuera gitana y pobre. Este artículo no explica por qué contribuye a defender y extender posiciones o hábitos neoliberales. No lo hace en términos rítmicos, de patrones de repetición, sencillez exagerada y machacona de sus melodías o falta de expresividad. No explica qué se pierde de un flamenco con alma a lo que ella hace, por qué es comercial como horizonte primero. Tampoco comenta el uso neoliberal de la estética de sus vídeos. Artículos así, solo llenos de bilis y con tópicos de las políticas de la identidad sobre la clase y la raza, mal digeridos, y lanzados contra una mujer solo producen rechazo, es lógico. Creo que Rosalía es un producto neoliberal muy inteligente y bien confeccionado, con cierto talento para mezclar y con gracia para enganchar, como lo fue Queens y tantas otras bandas. Me pregunto por qué genera tanto odio, si es solo algo proporcional a su triunfo. Sin duda, por mucho que un comentario diga que es mainstream criticarla más mainstream es ponerla y más mainstream es la falta de crítica de los últimos años, casi tan cansina como la música de Ismael Serrano, pobre melódicamente y cargada de tópicos. No tengo una respuesta sobre el odio, pero sí creo que se debe poder criticar a una cantante, y que para eso hay que argumentar, no echar bilis a la Trapiello.

    Hace 5 años

  6. pote de naranjas amargas

    los comentarios a este ridiculo articulo son lo mejor

    Hace 5 años

  7. Andrea

    Un artículo que combina críticas sensatas (la mercantilización del feminismo y de lo "no-normativo") y otras demasiado estúpidas. Sobre todo en "Blanquea así un arte íntimamente racial" se les salió el racismo progre de ciertos estudios culturales, esencialismo invertido. No jodan.

    Hace 5 años

  8. Lolailo

    CTXT, se os va mucho la olla, en serio.

    Hace 5 años

  9. Javier

    Increible la ignorancia musical, puritanismo (nocivo) intelectual de este articulo. Flipante. Ale a escuchar cante jondo e Ismael serrano.

    Hace 5 años

  10. LuisPedro

    Muchas gracias por el artículo. ¿ Musicos, compositores,... ? Fast música o música basura con mucha carne en venta, decorada a la americana, promocionada por las grandes multinacionales. Como no, el principal argumento y fin es hacerse famoso y millonario para vender a la prensa amarilla sus lujos, mansiones y excesos diversos. El objetivo nº 1 actual de ser rico y famoso ya tiene otro estandarte con el que corear.

    Hace 5 años

  11. Traveler

    Aparte de demostrarnos el autor su pedante dominio de la retórica, y que no le gusta Rosalía, hay que decir que ella ha hecho más por la izquierda con un solo tweet (FuckVox) que tanta palabrería académica. Ay, qué bien habla la izquierda a veces, sólo para mostrar su pureza. Así nos va en los barrios obreros.

    Hace 5 años

  12. Lautaro

    "Blanquea así un arte íntimamente racial y lo acerca al gran público": una de esas afirmaciones ancladas en el esencialismo, con aromas a apropiación cultural. Supongo que algo así se ha dicho siempre de casi cualquier cosa que dejaba de ser lo que se supone que debía ser. En fin.

    Hace 5 años

  13. Gatokata

    Lo más mainstream del momento es la crítica de Rosalia. Que paradoja. Lo mismo que ella se pone entrecejo.y dientes de oro .. los intelectuales hombres blancos contra una mujer que triunfa... El puto David bisbal conquistó las américas en un mes y nadie dijo ni mu. Que raro es ser mujer y petarlo.

    Hace 5 años

  14. Flipado Desnortada

    El valor de este artículo reside en demostrar las propiedades alucinatorias y lisérgicas del abuso de las drogas.

    Hace 5 años

  15. @adriansonn_

    https://porelmontetralara.wordpress.com/2019/08/27/sobre-los-nuevos-referentes/

    Hace 5 años

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