La violencia machista contra menores, cada vez más pronto
Según un estudio de ANAR, los casos atendidos por el teléfono de emergencias para las mujeres más jóvenes aumentaron más de un 24% durante 2018
ctxt 26/11/2019
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Cada vez a una edad más temprana y con una presencia muy significativa de las nuevas tecnologías y la agresión psicológica. La violencia de género, esa lacra social que este año ya ha dejado más víctimas que durante todo 2018 y que algunos sectores ultras de la sociedad se empeñan en negar, también golpea con fuerza a la adolescencia y la niñez. Según un reciente informe de la fundación ANAR, la violencia contra menores de edad creció más de un 24% durante 2018 hasta alcanzar los 1.868 casos en el conjunto de España.
Desde el año 2009, esta organización gestiona en coordinación con la Delegación de Gobierno todas las llamadas que llegan al teléfono de emergencias sobre violencia de género donde estén implicadas personas menores de edad, por lo que sus registros cuentan con suficiente información para hacer un análisis fiel de la realidad que se vive en el país con este problema. En estos casi 10 años, ANAR nunca había contabilizado tantas agresiones como los que registró durante el año pasado.
Junto a las cifras de casos individuales identificados, la plataforma también ha contabilizado las llamadas totales que recibió la organización a través del número de emergencia, que durante el año pasado rozaron las 22.000, así como de las llamadas de orientación especial (2.770) en las que fue necesaria la intervención del algún especialista en psicología o asesoramiento legal y social de la ONG.
Según se especifica en el documento, los datos totales de estas llamadas responden tanto a los episodios en los que las mujeres y niñas fueron víctimas directas de violencia de género (16%) como a aquellos en las que los y las menores conviven en un entorno familiar donde se han dado este tipo de situaciones (84%).
Cuando las víctimas fueron las propias menores, el estudio señala que durante 2018 las agresiones se dirigieron sobre mujeres aún más jóvenes que el año anterior: 15,7 años de media, frente a los 16,1 de 2017. Hasta en un 17,6% de las llamadas registradas las víctimas apenas tenían entre 12 y 14 años, mientras que la mitad de los agresores ya había cumplido la mayoría de edad.
Además de esto, la fundación destaca el papel que juegan el mundo digital en el ejercicio de la violencia y el control contra las menores, debido principalmente a la hiperconectividad en la que han crecido gran parte de las nuevas generaciones. En casi seis de cada diez llamadas por violencia contra mujeres adolescentes que registró la ONG la tecnología tuvo un papel determinante, con prácticas donde conviven distintos tipos de agresiones como el ciberacoso o la extorsión.
Por tipos de violencia, el maltrato psicológico estuvo presente en prácticamente todos los casos atendidos por el teléfono de emergencias. Mientras, la violencia social –es decir, aquellas prácticas que impliquen aislar a las víctimas de su entorno familiar o de amistades o controlar sus actividades– se apreció en 4 de cada 10 llamadas.
Por su parte, los datos sobre violencia física y sexual son especialmente terribles: en cuatro de cada diez llamadas que recibió ANAR las menores reconocieron haber sufrido agresiones físicas, mientras que la violencia sexual afectó a un 14% de las víctimas, el doble que en 2017.
El informe también recoge información preocupante relacionada con el grado de auto reconocimiento de las víctimas y su intención de presentar denuncias ante los agresores, lo que subraya la necesidad de seguir avanzando en los recursos, la protección y el apoyo ante este tipo de violencia. En cerca del 53% de los casos, las adolescentes no estaban concienciadas de que sufrían violencia de género o, incluso, llegaron a justificar las conductas del agresor.
Además, en apenas un 15% de las llamadas en las que fue necesaria orientación de la organización se registró que ya había sido interpuesto una denuncia contra el agresor o existía una intención firme de hacerlo. Mientras, en un 81% de las llamadas se concluyó que no había ninguna intención de trasladar estas situaciones ante las autoridades.