Lo tóxico
Los nacionalismos esp. y cat. dominan la política en sus sociedades y expulsan del trade-mark democracia a quien quieran, pues la democracia ha pasado a ser la nación, y el sujeto ya no es el individuo sino el pueblo
Guillem Martínez 22/11/2019
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1- Las negociaciones de gobierno van a toda leche. Es decir –y esto es una comparativa que ilustra el carácter mangui y ficticio del anterior intento–, que van con absoluta discreción. Un gobierno es, en fin, algo discreto. Si sabes algo de un gobierno, es que a ese gobierno le quedan cuatro días. Un gobierno se parece en eso a una pareja. Otro parecido con una pareja, ahora que lo pienso, es que puede ejercer la violencia a grito pelado, o en susurros. Que es posiblemente, snif, peor.
2- No trasciende nada de las conversaciones. Lo que indica que hay hambre. Tan solo ha aparecido alguna filtración sociata. Y, aún así, blanca, sin una maldad determinada o identificable. Me dicen que lo más fidedigno es un artículo de Fernando H. Valls en La Información. La cosa está así, o alguien quiere que así la percibamos. No se pierdan el punto 3.
3- Hay dos líneas de investigación. En una negocian Sánchez y Redondo vs. Iglesias y Gentile. En otra Lastra vs. Montero. Los puntos candentes, por lo visto, están en la cosa fiscal –el programa de UP hablaba de un IRPF que se pareciera a un IRPF, o a su primo, al menos; y de impuestos a la banca, a la que, como madres, damos todo sin pedir nada a cambio; ella, por cierto, ya no nos da ni un almanaque; el almanaque es el sello de que sabes en qué siglo vives; da canguelo que la banca ya no sea el mayor proveedor de almanaques–, y en la cosa económica –el programa de UP hablaba de una banca popular, que decía Proudhon, o pública, que se dice ahora–. También hay algún yuyu con la cosa laboral –no viene a cuento, o es el cuento, el caso es que un empresario me comentaba hace escasas horas que la reforma laboral, aún no finalizada, para su gusto y el de la UE, supone una parte importante de los beneficios de una empresa; vamos, que no renunciarán a ella ni jartos de ayahuasca; o de microtripis, la sustancia de moda en el MAD de cuello blanco–. También habrá intercambio de pareceres en la cosa vivienda. Es decir, en la cosa alquileres, esa prueba de que el capitalismo ha cambiado –lo quiere todo y lo quiere ya, como en una peli porno–, por lo que estamos, si nadie lo remedia, en otra época. Supongo que también estará presente en las negociaciones la indicación de la UE, que participa en esta juerga pidiendo recortes por cerca de –wala– 10.000 millones de pepinos, no sea que nos pongamos keynesianos. Y, claro, también está lo del punto 4. El punto 4 es el caso de la cosa. Es, de hecho, lo que garantizará que haya o no gobierno. Y su vida. Es decir, la capacidad propagandística de las derechas nacionalistas esp. Y cat.
4- Hola. Soy el punto 4 y estoy muy loco. Me llamo Cat. Soy la posibilidad de que ERC vote o se abstenga ante el primer gobierno de coalición desde Negrín, un tipo divertido, al extremo que tenía un lío con Rosita Díaz, la gran actriz cinematográfica de la II República, de la que, como pasa con la II República, no queda ningún testimonio visual. Si la intención es que haya gobierno para el 3-D, día en el que el Congreso se constituye, yo tendría que haber cambiado de peinado para esa fecha. Por eso mismo, en los siguientes puntos, les explico los últimos movimientos en la cosa Cat y cómo tengo los pelos. Spoiler: no se si cortarme las venas o hacerles mechas. Empieza mi hermano mayor, el punto 5. O Cinqui, como le llamamos en casa.
5- Uf. Menos mal que se ha pirado el punto 4, que ya tenía ganas de largar. Esta semana han juzgado a Torra. Por desobediencia. La Fiscalía pide un año y ocho meses de inhabilitación y 30.000 pepinos. Que, visto lo visto, caerán. La sentencia vendrá rapidito, pues la sala del TSJC que juzga la cosa se ha quedado sin curro, una vez que se ha decidido suspender el juicio a la Mesa del Parlament, en tanto que un mesa-nauta ahora es diputado, está aforado y se tendrá que juzgar la cosa en el TS, donde todo –los cargos, las condenas, el ridículo de la Justicia– adquiere un matiz mayor. El juicio tiene su qué, pues es el escenario previsto en su día y con el que soñaban los condenados en el TS. Es decir, un juicio por desobediencia y sin cárcel posible. En ese sentido, Torra estuvo épico. Se autoinculpó y derrochó patriotismo y un espíritu democrático king-size, que tiraba de espaldas, y que hubiera sido todo un acto de valentía si el juicio fuera por una desobediencia ad-hoc y no por negarse a retirar propaganda partidista del balcón de la Gene durante una campaña electoral. Quitar el bolso a una vieja, en fin, es más épico. El argumentario de la defensa, a su vez, tenía un elemento inquietante, y propio de las nuevas derechas populistas autoritarias, que quedó oculto en el terruño, me temo, por la épica de la autoinculpación. A saber: el presi de la Gene no incurrió en delito, en tanto que está en un rango superior a la JEC. Vamos, que puede hacer obras sin permiso de obras, pues está por encima del Ajuntament, o puede irse de un parking sin pagar, pues está por encima del rango del sereno. El soberanismo cat –JXC y, me temo, ya dirán, CUP–, confunde la soberanía, en fin, con la ausencia de control. Lo que es un chollo autoritario. Recordemos, hermanos, que la Llei de Transició especificaba una República Cat que no reconocía, glups, ningún tribunal internacional. Como, verbigracia, el de La Haya. Mira, lo dejo aquí, que me estoy poniendo como una moto. Nos vemos, con mayor paz espiritual, en el punto 15.
6- Es bueno juzgar por delitos reales y no abultados a presis autonómicos, de gobierno o de escalera. Miren lo de los ERE –beneficiará a una coalición UP-PSOE, por cierto; el PSOE no puede exponerse a elecciones tras su Gürtel–, un caso de delito común que en Cat hubiera sido, me temo, político. Como lo fue el caso Banca Catalana. Sospecho que si algún día se juzga a los Pujol –290 millones de euros de expolio familiar, según apuntan las investigaciones–, el caso volverá a ser político. Lo que tiene guasa. Los juicios a políticos –esp, valencianos, andaluces, mads, cats– por corrupción, por otra parte, tienden a ser amables. Nunca juzgan al partido. Dicho lo cual, el juicio a Torra, como sucede con los juicios al procesismo, era un preciosismo de Estado evitable. En este caso, la JEC disponía de mecanismos menos teatrales, como el multón. Menos voluptuoso, pero en el caso cat –y lamento este chiste de cats, pero es que es así; y, snif, estaba a huevo– siempre ha funcionado. Y rapidito. Con un multón, el Estado se peló a la JEC Cat, y con ella el referéndum del 1-O, que pasó al negociado protesta civil. Se llegó al juicio de Torra, posiblemente, por la deriva judicial del deep Estado, dispuesto, al parecer, a llevar a juicio un caso de estacionamiento en doble fila, si el vehículo es de la Gene. Bueno. La pregunta es qué pasará ahora.
7- Torra, un político tan sólido, preparado y programático como Ludwig II de Baviera, ha ganado puntos ante su público –no se pierdan el punto 15–. Puede ganar más, en tanto el TSJC está estudiando llevarlo a un segundo juicio –oé, oé, oé–, por el mismo delito en otras eleccionesZzzzzz. Y puede ganar más aún si monta el show en el momento de entrega de su sentencia, con ese clásico torrista al que tanto se alude, y que puede llegar algún día, de tanto ir el cántaro a la fuente. A saber: encerrarse en el Parlament, en la Gene, o en cualquier habitáculo que no sea una sauna masculina. Ganar puntos es importante en la partida de chicken game. Es el sentido de juego. Limita las posibilidades de que ERC vaya por libre y abandone la partida y, con ello, vote UP-PSOE.
8- Por otra parte, está la cosa tempo. En breve –un mes, dos– vendrá la sentencia. El tsunami, conciertos, lloros, los fills y todo eso. Torra puede recurrir. O no. En todo caso, el recurso será también rapidito, que no hay chicha. Con su inhabilitación –versión me piro, o versión show/me encierro, que soy el doctor Martin L. King, pero en carolingio–, la derecha y la CUP que defienden que el presi de la Gene solo responde ante el Dios de los cat –el dios mexica Pancontomatle, probablemente–, puede colgar en el balcón de la Gene a su suegra, o liarla con EREs creativos, ya tienen la campaña electoral gratis. Lo que vuelve a limitar la valentía y juego de piernas de ERC.
Amnistía Internacional ha sacado su informe sobre el megajuicio al procés. Sinopsis: reparte leña entre el procesismo y el Estado
9- Y ya que hablamos de juicios. Amnistía Internacional ha sacado su informe sobre el megajuicio al procés. Sinopsis: reparte leña entre el procesismo y el Estado. Es decir, más para el sujeto activo/el Estado. Lo que me parece la única opción real y fiable. A saber: “no se ha encontrado ningún factor que indique que el juicio, en su conjunto, según estándares internacionales” no haya sido justo. Es decir, relativiza la propaganda procesista y localiza las injusticias en el antes y en el después del juicio. Sobre su después/la sentencia: encuentra que los Jordis deberían estar libres y ver su sentencia anulada, en tanto la condena afecta a “sus derechos de la libertad de expresión y reunión pacífica”. Lo que viene a ser una bofetada, con la mano abierta, al TS. Que prosigue cuando acomete las otras condenas, en las que también observa “una interpretación excesivamente amplia y PELIGROSA –las mayúsculas son mías– del delito de sedición, que puede afectar a “actos de protesta legítima”. Los políticos procesistas, a su vez, vulneraron “el principio de legalidad”, construyendo un delito mucho más parecido, es mi interpretación, a la desobediencia que a la sedición/matar a Kennedy. Por lo que pide a la Fiscalía que rebaje unas condenas “excesivas”. Juzgar a la propaganda es difícil sin que la propaganda quede reforzada, y sin que las instituciones políticas y judiciales no sean también propaganda. Se está viendo.
10- Las euroórdenes, por tanto, como que no, diría. Ya veremos. La de Suiza sigue sin haber sido cursada. Qué de reír. Lo que indica que el juicio, su antes y su después fue una dinámica para consumo interno, inexportable. Y un indicio de que el Estado desconoce, o ignora, reglas externas. Glups.
Juzgar a la propaganda es difícil sin que la propaganda quede reforzada, y sin que las instituciones políticas y judiciales no sean también propaganda
11- Ignoro hasta qué punto pueden afectar a las euroórdenes –igual, nada– el enrarecimiento del pack Justicia en los últimos meses, desde que llegó la sangre al río. Hace escasas horas, el Juzgado 41 de MAD ha empurado a 12 periodistas por filtración del sumario, en fase de secreto, por la cosa CDRs. Un sumario filtrado, todo apunta a ello, por funcionarios –judiciales, fiscales, guardia-civiles–. El empure de periodistas es una costumbre turca-húngara-polaca que indica que el Judicial se percibe a sí mismo muy autónomo, pero en una dirección contraria a la autonomía judicial. Muy deep, vamos, con un fuerte vínculo a valores no escritos. Nacionalistas. Autoritarios. Socorro.
12- ERC ha convocado consulta a sus militantes para la cosa negociación del voto a un gobierno UP-PSOE. La democracia interna de los partidos la inventó, amiguitos, el PCUS. Por lo que ERC ha diseñado la pregunta más rara del mundo –si exceptuamos aquella de que si quieres arroz, Catalina–, pensada para negar cualquier voto o abstención sin previa mesa de negociación Cat-Esp. Es decir, que la idea es negociar la mesa esa. Algo posible,y que no es nada del otro jueves. Vean el punto 14.
ERC pide una mesa a cambio de su voto. Y JxC el comedor entero
13- Y así están las cosas. ERC pide una mesa a cambio de su voto. Y JxC el comedor entero. Es decir, la asunción de la Declaració de la Llotja, un itinerario para la autodeterminación de los pueblos, firmada en BCN hace meses por JxC, CUP, Bildu y BNG –importante: Compromís, pues no–, sin itinerario hasta esta semana, cuando sirve para explicar el no al gobierno de coalición. Es, me temo, chicken game. Y con este objetivo: atar tanto a ERC –que no se pierdan el punto 15–, de manera que formen, incluso, grupo propio en el Congreso, que, en el Grupo Mixto –biotopo de JxC–, hace mucho frío. ERC está respondiendo sin contundencia, pero con astucia. Exemplum: ha convocado reuniones para negociar con JxC un posicionamiento común ante la investidura que bla bla bla. Es decir, para no negociar lo del GP.
14- Igual es que les ha pillado con el paso cambiado, pero JxC no se ve muy fuerte para vacilar mucho con lo de la Declaració de la Llotja, más allá del habitual petting oral. Algunos líderes dejan ir que, bueno, igual una mesa con relator, mola. Meditación: el relator, si se produce la negociación, será inevitable. Nadie, en Cat o Esp, sabe negociar más allá de lo que se especifica en el ya famoso punto 15. Por primera vez en décadas se está negociando algo. No mucho. Un gobierno de coalición. Lo que puede entrañar un cambio cultural llamativo, que llame a otros cambios. O no. Otra condición de los chicos y chicas JxC para la mesa es que la cosa sea seria y con contenido. Lo que equivale a decir, visto lo visto –el grueso del tiempo-espacio de la reunión de Pedralbes que dio paso al Pacto de Pedralbes, se fue en intentar poner flores amarillas detrás de Sánchez; son así–, que JxC no lleve el peso de las reuniones. Las negociaciones, negociar, es lo que hay. El procesismo no es monolítico. Ni el nacionalismo esp. No lo son políticamente, ni socialmente. El CEO (Centre d’Estudis d’Opinió) ha publicado que el 68% de la sociedad esp es partidaria de solucionar la cosa cat con diálogo. El 23% prefiere solucionarlo a leches, que es la dinámica actual. La verdad es que no se entiende la ausencia de diálogo, salvo por la incapacidad de las dos trincheras, que representan bloques idealistas antes que sociedades. Es decir, salvo por lo tóxico.
Ambos nacionalismos dominan la política en sus sociedades y expulsan del trade-mark democracia a quien quieran, pues la democracia ha pasado a ser la nación, y el sujeto ya no es el individuo sino el pueblo
15- LO TÓXICO. Esto es una crisis de Régimen. No pita. Sorprendentemente, todas las tensiones que provoca esta crisis son asumidas, que no gestionadas, por una política absolutamente elástica, que parece integrar en sí cualquier tensión, recrearla, ampliarla, torearla. Con una única condición: que no suceda ningún cambio real. Que lo que entra en la política no salga de ella. Por eso en la política pasan tantas cosas. Porque puede pasar de todo. Como en Netflix, el otro objeto que llena el vacío. Este sistema de defensa de los políticos y de lo que queda del edificio del 78 pasa, necesariamente, por la toxicidad. Los políticos se hacen cargo de encargos que ni saben ni pueden cumplir. Para ello, recurren a una realidad paralela, que recrean hasta que parezca real, hasta que una nada sea un golpe de Estado, o un proceso de autodeterminación. Hasta que la solución a casi todo sea limitar la inmigración o acabar con las autonomías. O el brexit. La realidad creada es más poderosa y eléctrica que la realidad. Y es ilimitada. Tan solo deben idealizarla aún más, a partir de una escalada de la mentira. El Estado, el nacionalismo esp, miente e intoxica, como el procesismo, el nacionalismo cat. Estos idealismos que eliminan una agenda sexi, crean un mercado de la información, que repercute en bloques. El nacionalismo cat afecta a su entorno. Desde su derecha, domina el marco. Puede hacer lo que quiera con él. El nacionalismo esp, lo mismo –Vox, en campaña, por ejemplo, moduló el discurso a su derecha e izquierda; JxC es/hace eso–. Ambos nacionalismos dominan la política en sus sociedades y expulsan del trade-mark democracia a quien quieran, pues la democracia ha pasado a ser la nación, y el sujeto ya no es el individuo sino el pueblo. Esta toxicidad crea partidos tóxicos. Algunos lo son fatalmente, sin otra posibilidad, como Vox, PP, ‘'s o JxC. Otros lo son por la presión en el marco, o a rachas –la ulterior CUP, la ERC del procesismo, el PSOE de la última campaña electoral–. Un partido tóxico, en fin, es un partido nacionalista, sustentado en el fake y la posverdad, que carece de una lectura del siglo XXI, y que va tirando con la bandera y, gracias a ella, con bloques irreales. No puede dialogar. Solo puede vencer. Electoralmente. Detrás de ello no hay ningún proyecto de autodeterminación cat, o de democracia esp. Hay una apuesta electoral, absoluta, continuada, por algo que funciona, a cambio de crispación. Sería deseable dialogar. O moriremos todos. De aburrimiento. Y de sus primas, la crispación y la toxicidad.
Un partido tóxico, en fin, es un partido nacionalista, sustentado en el fake y la posverdad, que carece de una lectura del siglo XXI, y que va tirando con la bandera y, gracias a ella, con bloques irreales
16- No sé ustedes, pero percibo la crispación como alta. Hará diez o más años, en pleno Aznarato, cuando empecé con lo de la CT/Cultura de la Transición, es decir, con la cultura nacional esp, es decir, con su nacionalismo, recibía perlas que me calificaban de etarra, indepe cat, resentido, etc. En estos momentos, cuando hablo de procesismo –otra toxicidad, otro nacionalismo–, recibo los mismos piropos inversos: españolista, falangista, resentido, etc. Lo que me indica que voy bien. Hacia un muro. Tóxico. Ánimo a los que me hayan seguido hasta esta línea y ese muro. Espero –hay condiciones– que ERC haga lo que tenga que hacer para cumplir y que los de su marco no la corran a boinazos, y después dialogue. Ídem con el PSOE, su marco y sus boinazos.
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Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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