Crónicas gonzas
Mística y urbanismo exprés: una visita a la Universidad Católica de Murcia
Don José Luis Mendoza es mi pastor y nada (quitando –presuntamente– algún que otro permiso de obra) me falta
Santini Rose Murcia , 10/12/2019
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No todos los días se entra a una universidad preguntando por la capilla del Santísimo. Sigo el dedo de la piadosa mujer que acaba de salir del baño y enfilo un pasillo con vitrinas a cada lado. Vitrinas repletas de trofeos, con unos cristales tan impolutos que lo único que demuestra su existencia es el reflejo de una cara pajiza y ojerosa rematada con un ridículo bigote. Doy un respingo. “Oh, idiota, solo eres tú”, me digo. Guiño un ojo. Es así: piso una universidad –por muy católica que sea– y vuelvo a ser ese idiota (todavía más) pedante que lanzaba referencias que no es que nadie pillara, es que a nadie le importaban. Sigo caminando. Quién va a pensar aquí en Kurt Vile cuando acaban de montar un Belén tan verosímil que no tardará en celebrar segundas elecciones, cuando en cada esquina hay carteles que dicen ADVIENTO: tiempo de espera, tiempo para allanar caminos, tiempo para la esperanza, ¡Ven, Señor Jesús!, cuando miras a través del mosaico de cristal de la puerta de la capilla y notas cómo desaparece la carga del pecado. Porque, oh, Señor, he pecado. Llevo unos días dando pábulo en mi interior a las habladurías que dicen que Don José Luis Mendoza, jefe de este tinglado llamado UCAM, construyó sin permiso de obra ocho edificios en el campus de Los Jerónimos. Estas manos impías le entregarán al párroco la fusta con la que he de ser flagelado.
Para los herejes: la Universidad Católica San Antonio (UCAM) está situada en el monasterio de Los Jerónimos, en la pedanía murciana de Guadalupe. Privada y católica, fue fundada en 1996. Tras un largo litigio con el entonces obispo de la diócesis de Cartagena, Juan Antonio Reig Pla, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, dictaminó que la universidad pertenecía a la Fundación San Antonio, presidida por –redoble, redoble– ¡Don José Luis Mendoza! Compadre de Ratzinger cuando Ratzinger era solo Joseph, con hilo directo al Vaticano y mano en el Comité Olímpico Español –a imagen y semejanza de las universidades americanas, la UCAM planta sus patatas en el bancal del deporte: patrocina a un equipo de la ACB y en los Juegos de Río patrocinó a 11 de los 17 medallistas españoles–, Don José Luis Mendoza es, seguramente, uno de los seglares con más poder en la Iglesia católica española. Pero, ay, a veces las cosas no salen como uno esperaba.
A finales de septiembre, la titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Murcia, María del Mar Azuar, llamó a José Luis Mendoza a juicio por las presuntas obras ilegales en la UCAM
La UCAM, con 15.000 alumnos en Murcia, lleva unos años estancada. Entre sus planes de expansión estaba abrir sede en Málaga, donde, según el concejal de Adelante Málaga Eduardo Zorrilla, “el gobierno del PP y Cs está totalmente entregado a Mendoza”: el Ayuntamiento ha desbloqueado la calificación urbanística de un terreno de unos 40.000 metros cuadrados para un proyecto conjunto de la UCAM y el COE. También planeaba hincar la bandera en Madrid, un campus en las antiguas instalaciones de la Ciudad del Circo, en Alcorcón, pero de eso ya nadie se acuerda. Nadie menos él.
Don José Luis Mendoza lleva unas semanas amohinado. Quizá por su espina clavada con la capital, quizá porque a finales de septiembre la titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Murcia, María del Mar Azuar, le llamó a juicio por las presuntas obras ilegales en la UCAM, Mendoza anunció en el inicio del curso académico que se llevaba la universidad a Madrid. “Yo diría que es una pataleta, no sé si pretende pagar allí el impuesto de actividad, porque si sigue actuando aquí [en Murcia], tendrá que pagarlo aquí”, dice, incrédulo, el abogado Ginés Ruiz Maciá.
Fijo la mirada en un mosaico azul. ¿Y por qué iba a querer Don José Luis Mendoza irse de aquí? Otra de las razones de mi visita a Los Jerónimos era darle una palmada de ánimo en el hombro. Decirle que Dios proveerá. Que eso ya lo sabe él, pero a veces parece que hay que escuchar las cosas para recordarlas. Y bueno, pensaba yo que me cruzaría a mi pastor bajando en bata a por el periódico, pero qué va. No estará el pobre ni para eso. Entro en la capilla. Tres sectores de sillas. En el de la izquierda, la banda: guitarra española y bongos. El del centro y el de la derecha están reservados a los feligreses sin talento. Me siento en el centro, junto a una monja arrodillada.
El párroco y su ayudante salen a escena con paso decidido. Nos ponemos de pie. La banda se arranca con lo que juraría que es una canción de Coldplay con la letra cambiada. A ver si Víctor Lenore tiene un rato y se casca una teoría al respecto. Nos sentamos. El párroco sube al estrado y saluda. Nos levantamos, nos persignamos y movemos los labios a una velocidad endiablada. Nos sentamos. Meto la mano en la mochila para sacar la fusta. Al párroco le da por hablar de panes y peces y yo me acuerdo de que son las once y no me he tragado ni una miserable mandarina. Pones la misa diaria a la hora del recreo y luego te quejas de la crisis de fe. Ejem. Las tripas me rugen. La monja me mira sorprendida. Le sonrío con pena. Me acaricio el vientre, como dando a entender que tengo al demonio dentro. Asiente, misericordiosa. Nos levantamos.
“En la campaña electoral de 2015, Mendoza pidió el voto para el PP y a nosotros nos resultó extraño, entonces intentamos buscarle explicaciones a por qué quería que ganara la derecha y nos dimos cuenta de lo que tenía montado”, cuenta Ángeles Moreno Micol, exconcejala del ayuntamiento por Ahora Murcia. Ahí empezó todo: su grupo municipal denunció ante la Fiscalía que gran parte del campus de la UCAM se había construido sin licencia de obra y sin informes de la Dirección General de Bienes Culturales (los edificios se encuentran en el entorno del Monasterio de los Jerónimos, considerado Bien de Interés Cultural).
La denuncia fue aceptada. “Entonces todo el mundo empezó a correr –dice Ángeles Moreno–: se emitieron decretos y se mandó a un inspector que acreditó que, efectivamente, no había permiso y se había incumplido una licencia excepcional que le otorgaron para una obra pequeña y con la que construyó seis o siete edificios. Al Ayuntamiento no le quedó otra que reflejarlo, porque, de lo contrario, cometían prevaricación”.
El fiscal pidió un informe pericial que valorase si los edificios eran desmontables o instalaciones de hormigón y ladrillo que requerirían de proyecto y visado. Lo que normalmente es poco más que un trámite se convirtió en una quimera: cinco arquitectos se hicieron los locos. “Si pones que todo está bien, prevaricas, y si dices que las obras están mal, se te cae el pelo. Eso habla de la región en la que estamos”, dice Moreno Micol. Ruiz Maciá lo ve igual: “Este hombre [Mendoza] tiene los tentáculos muy largos. Yo no sé si el arquitecto que hizo el informe, que era bastante suave pero que dejaba claro que aquello no había por dónde cogerlo, habrá vuelto a trabajar por aquí”. El informe salió adelante y el juicio está al caer.
Nos sentamos. Otra canción de Coldplay. Nos levantamos. Se me nubla la vista. El párroco saca el plato y la copa. No sé si azorado por la sinfonía gástrica que me estoy cascando o por algún tipo de necesidad divina, bebe con urgencia. Nos ponemos en fila. Voy a desfallecer. Estoy por arrodillarme: se hace uno periodista y acaba hincando la rodilla por un bocado. Agacho la cabeza y junto las manos y el párroco dice algo y lo susurro a una velocidad endiablada. Me trago la hostia. Divina y crujiente. Todo vuelve a ser nítido. Mis demonios huyen. ¡He renacido! ¡Aleluya! Se me van los pies con Coldplay. Intento observarlo todo: conservar los detalles de mi primer éxtasis religioso. La monja me mira y sonríe con más orgullo del que le he provocado jamás a mi madre. Me vengo arriba y la señalo como señalan los curas: recogiendo el pulgar, el meñique y el anular y formando un doble cañón con el índice y el medio. Nos sentamos. Nos levantamos. Oramos. Podemos ir en paz.
"La táctica de los responsables legales de la UCAM consiste en dilatar y torpedear los procesos judiciales"
Al ser un BIC, las obras en el monasterio de Los Jerónimos y su entorno necesitaban un permiso expreso de la Dirección General de Bienes Culturales, dependiente de la Consejería de Cultura, que zanjó el conflicto a finales de agosto: tanto los presentes edificios como los futuros deben adaptarse a la Ley de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia. Y no hay más. “La táctica de los responsables legales de la UCAM consiste en dilatar y torpedear los procesos judiciales y en querellarse contra quien se le ponga delante”, explica la exconcejala Moreno.
Lo cierto es que todo el que se pone en el camino de Mendoza suele acabar en la cuneta. ¿Se acuerdan de Reig Pla, el obispo que discutió la titularidad de la UCAM ante el mismísimo Vaticano? Fue trasladado a la diócesis de Alcalá de Henares. ¿Miguel San Nicolás del Toro, el exjefe del servicio de Patrimonio Histórico que emitió cuatro informes negativos referentes a las obras de la universidad? Acusado de prevaricación (según eldiario.es, esos informes se escondieron) y cesado. ¿Los cinco funcionarios de ese mismo departamento? Tienen una querella por prevaricación y la acusación les pide 15 millones por responsabilidad civil. “Cuando iniciamos esta investigación, en el Ayuntamiento nos preguntaban si es que estábamos locas intentando tirar de la manta de Mendoza”, concluye Micol.
Y sabían lo que les decían. Las conexiones de la UCAM con el PP son conocidas. Joaquín Moya-Angeler fue teniente de alcalde de Murcia y participó en el comité que cedió un terreno gratis a la UCAM en septiembre de 2005. Fue profesor de Tributación Local de la Católica en el Máster de Asesoría Fiscal. Antonio Javier Navarro Corchón, concejal del PP, cuarto teniente de alcalde y delegado de Urbanismo y Medio Ambiente-Huerta es, asimismo, profesor del postgrado de Experto Universitario en Urbanismo de la UCAM. O Nuria Fuentes, directora de Relaciones Laborales y Economía social y exdirectora general de Urbanismo y profesora asociada de Derecho de la Seguridad Público Privada en el grado de Criminología en Los Jerónimos. O Antonio Peñalver. O Adela Martínez-Cachá. O Pedro Rivera. O Teodoro García, la mano derecha de Pablo Casado. No hay que ser un lince, no.
Después de su desencuentro con el ejecutivo del PP, Mendoza hizo mimitos a Vox en las últimas elecciones. Es lógico, esas perlas que suele soltar –“El matrimonio homosexual es una abominación a los ojos de Dios”, “Formaremos médicos en los valores del cristianismo. En contra de la cultura de la muerte, la eutanasia y el aborto”– harán que corra el semen en el partido ultraderechista. Y tenía otro as guardado en la manga: José Ángel Antelo, baluarte durante años del equipo de baloncesto de la UCAM, ha sido nombrado por el mismísimo Santiago Abascal presidente de la gestora de Vox en la región de Murcia.
Me acerco al pabellón VII (uno de los presuntamente construidos sin licencia) y le pregunto a un estudiante en chándal trapero si está al tanto de la historia. Se saca el cigarro de la boca. Suelta humo y dice:
—Mira, por mí como si se cae la universidad entera, ¿qué capullo me importa?
Saco el móvil y apunto en una nota: está la cosa de tal modo que solo los ricos pueden ser nihilistas. Tengo un mail. Del servicio de comunicación de la UCAM. Les escribí hace unos días. Ojo a la contestación: “En base a lo que nos ha trasladado por teléfono y por correo, la percepción no es la de pretender publicar información veraz sobre la UCAM y su presidente. Por ello nos reservamos las acciones legales que procedan caso de vulnerarse el derecho al honor y la imagen de los mismos”.
—¡No, Don José Luis Mendoza, no! —grito.
Llego a la estatua de San Antonio de Padua y me arrodillo. La lluvia me cala el alma. De fondo, una conversación:
—¿Pues no que viene el payo y me pregunta si sé que los edificios son ilegales?
Risas.
—¿Qué capullo me importa a mí? Acho, míralo ¿qué hace? La peña está loca, de verdad.
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Santini Rose
Santini Rose, seudónimo bajo el que escribe Santos Martínez (Fuente Librilla, 1992), es periodista. Hubo un tiempo en que las abuelas de su pueblo pensaban que tenía en sus manos el futuro, pero eso ya no lo piensa nadie. Autor del libro de relatos Mañana me largo de aquí (La marca negra ediciones).
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