Crónica
Lo de hoy sucedió ayer
No ha quedado dibujado el Gobierno etarra-marxista-bolivariano. Pero queda toda una legislatura. Lo que tal vez se ha dibujado es la derecha sudamericana en Esp, para la que un Golpe de Estado es la devolución de Bolivia a Cristo
Guillem Martínez Madrid , 4/01/2020

Pedro Sánchez durante una de sus réplicas a Pablo Casado.
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El constitucionalismo. Si quieren, sáltense este párrafo. Necesitaba escribirlo. Con Aznar se rompió la neutralidad de las instituciones. Antes, por ausencia de tradición, y por esa manía de defender al Estado de sí mismo –una democracia joven, decían; con el paso del tiempo, y la permanencia de su inmadurez, pasó a ser más bien una democracia infantil–, la cosa no estaba muy cachas. Cuando el Aznarato, Hungría apuntaba formas novedosas, aún por confirmar. Y Esp y Polonia iban a tutiplén. En ambos Estados se experimentó la mayoría parlamentaria –la voluntad del pueblo, etc.– como sustituta de la ley o, incluso, de la democracia, el uso del nacionalismo como paradigma de la normalidad –al punto de ser llamado no-nacionalismo–, y la vinculación, ya experimentada en Esp desde la creación del Ibex, entre el Estado y el complejo armamentístico del mundo-financiero-y-energético. Todo ello, en Esp, estaba fundamentado en una férrea defensa integrista –esto es, desde un pasado glorioso y, por tanto, preconstitucional– de la Constitución. Es decir, desde una lectura sesgada y, a menudo, sin contacto con el texto constitucional. A todo este compendio, que sumado a una gran impronta sobre los medios, otorgaba una libertad cultural y absoluta de movimientos al Gobierno, se le llamó constitucionalismo. Algo que no tiene nada que ver con los palabros ‘constitucional’ o ‘legal’, más aburridos. A menudo, de hecho, era su contrario. El constitucionalismo modificó así la percepción de la política. Y, en breve, pasaría a modificar el Estado. Wala. A través de reformas legales –en el Código Penal, en leyes reguladoras de la economía–, y a través de un cambio de mentalidad, perceptible en los Altos Cuerpos del Estado, que supuso entender la democracia esp sólo como ‘constitucionalismo’. No hubo una gran oposición al respecto. El PSOE igual consideró que era bueno que la extrema derecha entrara en la Consti. Luego, igual consideró al monstruo como una parte del paisaje. Con la vuelta del PP al poder, en 2011, tras dos legislaturas en barbecho, y ante un clima de crisis económica, social, democrática y de Régimen, el PP intensificó sus contra-reformas. Previamente, ZP –plas, plas, plas– había liderado un cambio constitucional trascendental. El Estado pasaba de garantizar el Bienestar a garantizar el pago de la deuda. Era un cambio de Régimen. El R’78 dejaba de serlo. Rajoy aportó la legislación postdemocrática, fundamental para el nuevo paisaje. Cambios otra vez en el Código Penal –en esta ocasión, no inspirados en el terrorismo, sino en la protesta, la información o la creación–, y cambios financieros y laborales. E intensificación del cambio de mentalidad en las altas instituciones del Estado, las que deben de ser neutrales. Eso se visualizó en la solución, por decir algo, al problema Cat. En el uso partidista del TC –reforma politizada included–, o el aumento de la politización de la justicia en Fiscalía, AN, TS o, incluso, en juzgados ordinarios. La idea de que lo constitucional es lo constitucionalista se intensificó. Y, con ella, la politización de las instituciones neutrales, que ya no lo eran. El único problema real que ha tenido esa visión de la democracia esp ha sido en instituciones jurídicas europeas, al tratar abusos judiciales, bancarios o la libertad de expresión. Se dice rápido. Ello no ha supuesto tanto una meditación del constitucionalismo, sino su confirmación nacionalista, la idea de que Esp ha cedido demasiada soberanía a Europa, algo que se debe solventar. Esta mañana a primera hora, había en Esp tres partidos constitucionalistas. Comparten léxico, políticas, mitos, cosmovisión. Uno se declara de extrema derecha. La sensación es que el constitucionalismo lo impregna todo en el Estado. El discurso del rey del 3-O era netamente constitucionalista. Es citado mucho por los tres partidos constitucionalistas como un texto programático. El constitucionalismo, el Estado, en otra cultura sería, por tanto, una crisis de Estado.
En el día de ayer. Ayer, un órgano administrativo suspendió de la condición de diputat y euodiputado a, respectivamente, Torra y Junqueras. La decisión no se ajusta a derecho. Pero sí a constitucionalismo. De hecho, en el caso de Torra se argumentó vía reforma articularia de cuando ETA, el sello de la casa. El líder del PP comunicó, vía tuiter, cada decisión de la JEC con hasta más de una hora de antelación respecto de cada decisión de la JEC. El deep Estado, en este caso una institución desprestigiada anteriormente por sus decisiones partidistas, formada por magistrados del TS –alguno cercano al PSOE optó, por cierto, por las tesis constitucionalistas, lo que habla de la amplitud actual del concepto–, y vocales propuestos por partidos, practicaba la política partidista. Emitía política de partido(s). A saber: a) ubicaba a Sánchez fuera del constitucionalismo –recordemos, para ellos, lo constitucional–, y b) ubicaba a ERC en el radio de acción de las boinas de JxC –desde ayer, a ERC le cae la del pulpo; el procesismo, algo funcionalmente muy parecido al constitucionalismo, está aprovechando la situación para invalidar la mesa pactada por PSOE-ERC, y para exponer a Torrent, presi del Parlament, al trullo–. Tanta vertebración de la política indica que ayer, por tanto, fue la sesión de investidura. Las tres derechas exhibieron sus votos y sus cartas: constitucionalismo, aplicación de cualquier instancia judicial sensible al constitucionalismo, frente a cualquier cambio político, educativo y fiscal. La Justicia, en este ínterin, parece que desarrollará el rol del Ejército en la II República. Velar por mitos anteriores a la Consti. Una desmesura. Un inconstitucionalismo. La Constitución, la Justicia o el matrimonio es un itinerario aburrido y predecible de lejos. No puede ser tan apasionado y creativo o, en fin, pasa a ser otra cosa.
Hoy. Si ayer fue la investidura –lo dicho: el Estado, glups, apostó por otro candidato, y el Congreso no varió su apuesta–, lo de hoy ha sido su ruido. Analicemos los ruidos. Y lo haremos por orden alfabético. Aleatorio. Rayos, cómo molan los párrafos cortos.
Variaciones Sánchez. Sánchez ha comparecido más arrugado que en la anterior emisión de pleno de investidura. Por lo visto, se duerme peor sin gobierno que con gobierno de coalición. No ha explicado su programa, que está en Google, sino que, consciente de que esto es una dramatización televisada –de lo de ayer, me temo–, ha resaltado la cosa programática socialdemócrata y la cosa diálogo en Cat. Ha emitido –importante– un dibujo histórico de las derechas esp, cercano al concepto constitucionalismo. Y, por encima de todo, ha potenciado un tono dialogante, abierto a lo abierto, ocurrente, más llamativo y con más juego de piernas en las respuestas que en las emisiones de discurso. Este es el Sánchez 4.0, radicalmente diferente del Sánchez 3.0, aquel tipo gris y sin mojo de la anterior sesión. Es un Sánchez cachondo, anclado a la izquierda, con un léxico plástico. Espero que el Sánchez 4.0 dure toda la legislatura, o habrá que hacer horas extras, otra vez, para entender al Sánchez 5.0 y por qué diablos hay nuevas elecciones. Esta legislatura recae, en fin, en un hombre variable, de etapas. Contradictorias. Lo que, hasta que nos acostumbremos, inquieta.
El hombre que daba miedo. Turno de Casado. Como todo sucedió ayer, lo que dice importa un pito. Por lo que hablaré de su pito. Es decir, de su sonido, de la historia de su sonido. Casado, este verano, desapareció. Y, luego, apareció con barba. Esa barba es la respuesta a un problema, solucionado con una asesoría de comunicación. La empresa cogió un grupo de ciudadanos anónimos y les pasó videos, sin sonido, de Casado hablando. A través del lenguaje gestual del líder, los ciudadanos expresaron miedo, lo que la empresa solucionó reduciendo los movimientos angulosos de brazos de Casado que-te-pego-leche, y poniéndole esa barba, que esconde un gesto labio-dental al parecer inquietante. La empresa puso todo eso a Casado, y le quitó el sonido. Desde verano ha hablado poco. Lo que tiene mérito en una campaña electoral. En su lugar, ha dejado de mover los brazos y de exhibir la boca del señor Burns. Y la cosa funcionó, con espectacular subidón en escaños. Ahora, hoy de hecho, le han puesto sonido. Sinopsis. Mitos constitucionalistas al uso, exposición de que el eje comunicativo del PP será, otra vez –ya son varias desde la II legislatura de Aznar–, la cosa Cat, solemne expulsión del campo semántico constitucionalismo de Sánchez y anuncio, como hacen los/as exmanguis, de que a partir de ahora se hablarán en los tribunales. Como ayer, vamos.
La vox de su nabo. Catón finalizaba sus alocuciones en el Senado con un Carthago delenda est. Abascal, más bajito, ha iniciado la suya con un “Torra debe ser detenido”, lo que indica, supongo, que Torra es la potencia mediterránea que en el siglo XXI rivaliza con Roma. A Abascal, que progresa adecuadamente, aún se le lengua la traba. Carece de chispa. Las nuevas derechas son chispa, lo que es un indicio de que Abascal puede ser amortizado en breve, en cuanto encuentren algo que pueda hablar a las masas y, a la vez, montar a caballo. En Vox hay mejores oradores. Especialmente, mujeres. Un día me comí con patatas un mitin de Vox y aluciné con el poderío eléctrico de sus oradoras. Descomunal. Las escuchaba y hasta a mí me daban ganas de bombardear Varsovia. Sinopsis: Abascal/Vox, en lo que sigue siendo su gran error, carece de lenguaje de clase. No el de su clase, que lo tiene y a tope, sino el de los mindundis precarios que, o le votan, o Vox muere, o se seca. Lo tiene un poco cuando habla de los “oligarcas de Bruselas”, que viven en Bruselas porque, por lo visto, aquí no tenemos de eso. Los conceptos, no obstante, son los habituales en la extrema derecha populista europea. Incluso el de una democracia radical, si bien nacional y sustentada en el poble. Importante: a) Abascal, en modo Sálvame, también alude a los tribunales y, b), y en lo que es otra coordinación con Casado, el hombre que expulsó a Sánchez del constitucionalismo, Abascal lo hace de la españolidad y de una cosa que llama “honor”. ¿Significa eso que Sánchez no será dama de honor en una hipotética boda de Abascal? Abascal formula la última incorporación al corpus constitucionalista: la oposición a “ciertos tribunales supranacionales”, alejados de la Escuela de Pensamiento JEC.
Pudiendo. El pack UP habla con un tono diferenciado del de Sánchez, menos ecuménico al mencionar a las derechas. Y con un algo que se vertebra en la primer frase de Iglesias. “Ojalá seamos dignos de este pacto”. Que supongo es una meditación en esta lógica. Ahí va. El pacto es socialdemocracia moderada, con puntos sexis, por desarrollar, en fiscalidad, igualdad, territorialidad, sanidad, educación. En su moderación es, no obstante, la Comuna de Calanda, si lo comparamos con el constitucionalismo pasado y, snif, futuro. Además, ha sido posible cuando el PSOE se puso, con facilidad, se diría. Vamos, que aún reconociendo las posibilidades, queda aún buscar la cámara oculta, una explicación a la consecución de todo esto tras el historial del PSOE y tras Sánchez 3.0. Creo que, por otra parte, ese es el tema, y el interés novelístico de esta etapa. En los discursos de BNG y Compromís hay algo de esa alegría, esa consciencia de una derecha esp que es Estado, y ese a ver qué, Sánchez.
Procesando el procés. O no. Habla Laura Borràs, la mujer que pudo reinar. En la Gene. Al parecer, un caso relacionado con delincuencia común –facturas trapicheras– le ha cerrado el camino. Borràs utiliza ese lenguaje autosuficiente y autoreferencial de JxC, con el que es imposible dialogar –los lenguajes, para poder dialogar, deben de ser multireferenciales–. La noticia cachonda es que, por selección negativa, no hay nadie de JxC en el Congreso, en la Gene o en el Parlament, con posibilidades confirmadas para ese otro lenguaje con posibilidad de diálogo. Sinopsis: JxC alude a los abusos sufridos por parte del Estado, evidentes, como si supusieran una pátina y un sello de proyecto democrático llamativo en los políticos que los han sufrido, algo más hipotético. Sánchez, en sus respuestas, tiene los únicos grandes fallos comunicativos que he detectado. Le pide que declare públicamente a Borràs su abandono de la unilateralidad. Algo que no hará nadie por la boca de la cara, sino, todos, por los hechos. Esa petición de declaraciones públicas es, además, un sello del constitucionalismo más mangui. Rufián aporta un lenguaje beligerante, con las derechas –con singular gracejo charnego-power– y con PSOE –está obligado, o le corren a boinazos los cat no traidores–. Pero, paralelamente, va colando imágenes de diálogo, que Sánchez recoge y devuelve. Se crea con ello la teatralización de un nuevo tono sobre Cat/la bicha. Lo que no sólo es mucho, sino algo impensable hace meses, y dificultado ayer. Sin renunciar a la unilateralidad –no lo harán ni ahora, cuando se ha renunciado–, alude a acabar con la política de bloques. Vamos, que sólo queda en la política el bloque Constitucionalista, formado por tres partidos y un Estado. Sí, es para decir socorro. Pero es un cambio descomunal. Hay partido.
La pedrea. Por Más País habla Inés Sabanés, que Errejón está malito, en casa. Pide al PSOE que no ceda a las presiones. Ana Oramas –Coalición Canaria– toma la palabra. Su partido acordó la abstención, y ella, tras un discurso constitucionalista by a tube, anuncia el voto negativo. Por patriotismo. Es decir, por otra razón, que es lo que esconde el patriotismo. En otra cultura política sería un escándalo a investigar. Aquí, una región de lo posible. A valorar y seguir, glups, de aquí al martes. PRC, constitucionalismo. Tomás Guitarte, de Teruel Existe, se revela como un valor. Parece un hombre alejado de la política. No habla en político. Aporta una lectura de lo territorial diferente a las presentes y, por lo común, asfixiantes, si bien es la que parece conocer más y mejor la asfixia. Arrimadas se ubica en el subsector constitucionalismo gore, subsector Rebecca, aquella peli en la que una ama de llaves se queda a vivir en la mansión de su empleadora tras su muerte. Porque la adoraba. O porque no tiene dónde ir. Es decir, sigue vertebrando riberismo, ese ultra-centrismo que, en otras regiones de Europa, sería ultra-nacionalismo inquietante y aquí, liberalismo. Aitor Esteban, PNV, habla –desde la foralidad, otro planeta, otro tono, otro sentido de la política y del paso del tiempo– y se le escucha. Posiblemente, por ausencia en el Congreso de otra tradición moderada y democrática que no sea Constitucionalista, es la única tradición moderada y democrática en esta sala. El pacto con el PNV es, a diferencia del de ERC, el único que vertebra cambios, importantes, en lo territorial. El constitucionalismo, o no se ha coscado o, como a todo el mundo, le parece bien todo lo que diga en PNV.
El bolivarista era él. Hoy no ha quedado dibujado el Gobierno etarra-marxista-bolivariano. Pero queda toda una legislatura. Lo que tal vez se ha dibujado es la derecha sudamericana en Esp, con valores tan altos que son superiores a la ley, y para la que un Golpe de Estado no es un Golpe de Estado, sino la devolución de Bolivia a Cristo. Vox, por cierto, está jugando a este juego tras el incidente en la embajada esp en La Paz. Se irán agregando el resto de la troupe. Es una buena ocasión para explicar que el constitucionalismo es tan democrático que no necesita más democracia. Bolivia is the new black.
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Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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