El flamenco según Silverio (I)
La expulsión de los mercaderes
Los promotores del nacional-flamenquismo en la Junta de Andalucía son los mismos que fomentan el odio contra aquellos cuyos antepasados formaron parte del sustrato del cante jondo
Pedro Lópeh 19/01/2020
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Poco tiempo después de las elecciones andaluzas, PP y Vox firmaron un acuerdo de 37 puntos para cimentar su gobierno en comandita de la región. Muchos de esos párrafos fueron duramente criticados, pero otros, quizás porque somos demasiado incautos, se colaron de puntillas. Fue el caso del punto número 35, que apuesta por “apoyar y promover las expresiones culturales y populares andaluzas como el flamenco o la Semana Santa”.
“¡Ya vuelve la burra al trigo!”, me dijo Silverio cuando leyó en prensa el citado propósito. Intuía mi buen amigo que ese apoyo iba a pasar por secuestrar de nuevo el cante para mayor gloria de las espurias esencias nacionales. El problema –entiende él– no es que una administración pública fomente la cultura vernácula, sino que se oculte su origen mestizo, se la despoje de toda memoria histórica e incluso se falte al rigor musicológico para ensalzarla únicamente porque es de aquí, porque es lo nuestro y porque Viva España. El punto número 35 no tendría un hediondo tufo a nacional-flamenquismo si no fuera porque sus promotores, esos que se golpean el pecho cuando hablan de la grandeza del flamenco, son los mismos que fomentan el odio contra aquellos cuyos antepasados formaron parte del sustrato que alimentó el cante. No lo hacen por puro desconocimiento de las fuentes de lo jondo, sino a conciencia, porque conciben el flamenco como otra conquista más del imperio, como un estandarte en torno al cual aglutinar a sus vasallos, como un arma poderosa para anexar nuevos territorios, nuevos mercados, nuevos sentimientos.
Silverio se ha entregado a la misión de expropiarle el cante a la derecha. Pero no para devolvérselo a la izquierda, sino para consagrarlo a la humanidad
Desde que conoció los detalles del acuerdo para la toma de la Junta de Andalucía, y con más ahínco tras el ascenso de Vox en las pasadas elecciones generales, Silverio se ha entregado a la misión de expropiarle el cante a la derecha. Pero no para devolvérselo a la izquierda, sino para consagrarlo a la humanidad, honrar la memoria de las víctimas de la intolerancia y ofrecerle el cante, sin mácula patriótica, a todos los que lo necesitan. Para hacer justicia, en definitiva. Hay quien le dice a Silverio que la suya es, en esencia, una misión antifascista. A lo que él, convencido del poder sanador de cante, responde: “Humanitaria, se trata de una misión humanitaria, nada más”.
Pertrechado con tan loable voluntad y obrando conforme a una estrategia a todas luces imprudente, es común ver ahora a Silverio meterse en unos berenjenales terribles. Acude a los cenáculos flamencos y espera a que algún tributario de la derecha suelte la injuria de turno. Cuando eso pasa, lo anota en su libretilla –a veces se le amontona el trabajo–. Y aguarda, silencioso, a que los pájaros se tiren a las escopetas.
–Disculpe, disculpe –interrumpe Silverio–, ¿está usted cantando una guajira, un palo de origen caribeño? ¡Pero hombre, por dios! Si hace un rato se ha referido al camarero como “puto sudaca”…
En otra ocasión, afeó la interpretación de unas rumbas a un guitarrero ataviado con múltiples bisuterías rojigualdas:
–Perdone, caballero, ¿esa rumba es cubana o es catalana? En cualquier caso, no sé cómo se atreve usted a tocar ese palo, con los comunistas bolivarianos en el gobierno y los separatistas incendiando Cataluña. ¡Un poco de respeto a España, por favor!
En poco más de medio año de cruzada, Silverio ha desarrollo ya una fecunda antología de réplicas (no exentas de erudición) para aguarle la fiesta a todo quisqui faltón: que si esta zambra la inventaron los moros, que si esos tangos provienen de los ritmos africanos, que si aquellas mineras son propias de los anarquistas del carbón, “cómo se le ocurre evocar al Cabrero, al Lebrijano o a Morente, socialistas todos”… Y así hasta el infinito, aunque en ocasiones tiene que echar mano de premisas acrobáticas:
–¿Eso son unas soleares de La Andonda? No entiendo cómo puede quejarse de la dictadura de género y luego dar voz a sus cabecillas. Porque, ¿quién fue La Andonda? Una libertina y pendenciera, ¡la primera feminazi de la historia! Tampoco se le ocurra cantar por La Serneta, La Niña de los Peines o La Paquera, porque estaríamos apañados.
Habitualmente consigue acobardarlos a todos y se queda solo en el bar. Tampoco le curten el lomo porque su disfraz de fundamentalista de la derecha española funciona e impone respeto. La semana pasada, sin embargo, se pasó de rosca. Encorajinado por el argumentario de mi amigo, a un socarrón le dio por tomar el desafío:
–¿Quiere purismo y ortodoxia? ¿Cante ibérico de pura raza? No se preocupe, que ahora mismo le canto por Antonio Mairena.
–¡Oh, señor! ¡Pero qué ven mis ojos, dios mío de mi vida! –bramó Silverio casi como un telepredicador–. ¡La derecha reivindicando a un gitano, republicano…y maricón! ¡¡Y ma-ri-cón!! Perico, a estos tíos los vemos el año que viene en las carrozas del orgullo, qué te juegas.
Le llovió en seguida una somanta de hostias que hizo imprescindible su traslado urgente al hospital. Al rato, se presentó la policía en la tasca para preguntar qué había pasado. Wilfredo, que era un sabio sin saberlo, atinó desde detrás de la barra:
–No lo sé, señor. Ha sido… ha sido, bueno, yo diría que una especie de batalla cultural.
Silverio está ya felizmente recuperado, no os preocupéis. Me cuenta que, en la ambulancia, muerto de dolor y de rabia, fue cantando una seguiriya de Menese:
Me amarga la boca
cuando los maldigo,
como amargaba la aceituna verde
del olivarito.
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Pedro Lópeh es maestro, acordeonista y musicólogo especializado en folclore y cultura popular. Ha formado parte de Barrunto Bellota Band, cosechando premios y actuando por todo el mundo. En la actualidad toca en La Orquesta Mínima, dirige el podcast flamenco El Café de Silverio y ofrece charlas-concierto donde mezcla música popular, política y cultura campesina.
Poco tiempo después de las elecciones andaluzas, PP y Vox firmaron un acuerdo de 37 puntos para cimentar su gobierno en comandita de la región. Muchos de esos párrafos fueron duramente criticados, pero otros, quizás porque somos demasiado incautos, se colaron de puntillas. Fue el caso del punto número 35, que...
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Pedro Lópeh
Musicólogo especializado en folclore, cultura popular y flamenco. Hombre del campo que escribe y toca el acordeón.
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