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Empiezo a tener esa edad en la que uno sabe tanto de sí mismo que, si no quiere tener problemas, tendría que contratar a un francotirador para eliminar, precisamente, a sí mismo. Por eso me sorprenden las sorpresas. CTXT ha sido una. Se las explico, que son varias y, en su carácter inesperado, llamativas. En CTXT he encontrado un grupo humano de periodistas que no se hace la XXXX un lío. Tanto en BCN como en MAD, dos de los peores periodismos europeos, una parte llamativa de los compis se pasan la vida teorizando sobre decálogos morales del periodismo. Aquí, pues no. Vamos tirando con una idea precaria de lo que son las izquierdas –en CTXT somos la tira de poéticas al respecto; creo que, ahora que lo pienso, no las conozco todas; lo que mola–, y con una idea, básica y mona, de lo que es nuestro deber. Es una idea del deber, por cierto, sencillísima, apañada, sin aspavientos. El periodismo, te pongas como te pongas, es deber, como cualquier oficio que afecta a terceros. Es decir, como cualquier oficio. Pero con la complicación del deber sin deber nada a nadie, lo que lo lía todo. Todo el resto –los grandes decálogos– es prueba y error e ir tirando. En CTXT, así, he probado, he errado, y no he errado, y he ido tirando con mis posibilidades y catálogos –itinerarios y obsesiones personales–, como todo el mundo cuando le dejan, ante el respeto de mis compañeros. En CTXT, y eso es importante, no he tenido problemas de verticalidad, un hispanismo que, en mi biografía, ha supuesto una biografía condensada. Nos peleamos poco, con poca onda expansiva. Y, las más de las veces, por el culo de la botella de Cardhú. Pero siempre gana el más fuerte. Vanesa, cinturón negro de Tan-Gue, ese arte marcial gaditano.
CTXT ha servido. Es decir, que los medios sirven, o no, para ampliar el marco de lo posible. Es decir, para ampliar la agenda de la realidad. Para que uno no esté en su casa solo, con cara de tonto porque cree que es tonto, como su agenda de la realidad. Y creo que, estadísticamente, eso es lo que hemos hecho. Explicar que hay otro mundo incluso en la palabra mundo. Explicar que detrás de lo que suponemos está lo que no suponemos nunca. Estoy particularmente orgulloso de cómo, de manera colectiva –y, en ocasiones, sin mucha planificación, poniendo en común arrugas del cerebro extrañas–, hemos tratado algún tema internacional puntual, o la crisis de Régimen en Esp, de cómo hemos tratado el tema Cat y su respuesta Esp. Creo que fuimos los primeros en decir –en decir, no, en explicar, de forma orgánica–, que el procés era trile y un objeto políticamente deshonesto. Y los primeros en señalar que la respuesta del Estado a ese asunto era abusiva, reaccionaria y con su cosa ademocrática. Creo que fuimos el primer medio en señalar –es decir, en demostrar, en explicar; no en, simplemente, vociferar o negar– que los presos cat eran presos políticos. Y creo que estamos explicando cómo la judicialización del asunto está suponiendo una gran erosión al Estado y a todo lo contrario, la democracia. Creo que algo –original, pertinente, divertido– podremos hacer al respecto de esta nueva etapa. En Esp y Cat. Denos cinco años más y ya verán.
Empiezo a tener esa edad en la que uno sabe tanto de sí mismo que, si no quiere tener problemas, tendría que contratar a un francotirador para eliminar, precisamente, a sí mismo. Por eso me sorprenden las sorpresas. CTXT ha sido una. Se las explico, que son varias y, en su carácter inesperado,...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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