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Al legendario lateral inglés Stuart Pearce se le atribuye una frase que pronunció al salir de una mala época: “I can see the carrot at the end of the tunnel” (o dicho en castellano, ya puedo ver la zanahoria al final del túnel). Con algo similar a esa inocente sensación, nos desplazamos al Metropolitano más de cincuenta mil inquebrantables colchoneros, algunos con un jacarandoso trotecillo de jumento alegre, otros con las alforjas llenas de pipas, otros con botellitas de licor de alta graduación de contrabando y otros con un poco de jamón que merendarse en el descanso. Y todos con una ligera presión en el pecho, producto de la angustia con la que se viven por aquí las semanas sin fútbol ni victorias, si bien el recital y los cuatro goles de la Erreala en el Bernabéu el jueves habían aliviado en parte esa desazón.
Solo con cinco minutos de juego trascurridos, a Jorge Resurrección, el gran capitán –durante su mes de baja el equipo fue incapaz de ganar un solo partido–, ya le había dado tiempo a dejar solo frente al portero rival a Correa. El ángel nuestro la clavó. Abrazos y besos a diestro y siniestro, y ventaja en el luminoso contra un equipo visitante que venía de jugar entre semana una durísima eliminatoria de copa. El inicio de la jugada fue un fallo sonrojante de la defensa visitante, con dos jugadores que se chocan entre sí y casi caen al suelo. Un arranque de pura sangre.
Siguió cómodo el Atleti. En el minuto 20, Vitolo pudo haber aumentado la cuenta, pero su zapatazo con la derecha salió rozando el palo. Antes del descanso una jugada que señalar: un codazo de Soldado que ya tenía una amarilla a Correa en el área. Parecía penalti y expulsión del exmadridista, un jugador a quien el mote del citado Stuart Pearce, psycho (psicópata), por la intensidad con la que vivía los partidos, no le quedaría mal del todo. El delantero valenciano es un jugador en permanente estado de cabreo. Volveremos con él.
No hubo partidillo infantil en el entretiempo, es que no son horas diría cualquiera de nuestras abuelas. Así que tocó departir con Dani el pesca y Miguel el paleto. Ellos se pierden muchos partidos por los horarios incompatibles con sus trabajos en el mercado del barrio. Probablemente el público asiático, a quien se achaca el disparate de horario de los partidos de la liga, estaría ayer prácticamente paralizado viendo el Atleti-Granada. Podemos imaginar Tokio a oscuras sin un alma por las calles o las masas agolpándose en los bares de Sanghái para no perderse un minuto del partidazo este, como no.
Tras el descanso, el Atleti empezó con menos energía, aunque a los 53 minutos Saúl y Correa trenzaran una jugada que terminó con el ocho rematando al cuerpo del portero. Salió Carrasco, que volvía a casa dos años después y fue recibido con aplausos, por un Lodi visiblemente mosqueado con el cambio. Saúl al lateral y Koke retrasó su posición. Aprovechó el inofensivo Granada para estirarse en busca del empate y los pupilos del Cholo recularon hasta el borde del área propia. Media hora por delante y ya se barruntaba el personal si terminaría el equipo otra vez en casa colgado del larguero. Pues así fue.
Oblak sacó su mano de hierro para evitar un buen taconazo de Soldado en el área chica cerca del minuto 70. Y hasta el final empujaron los visitantes y sufrimos los seguidores atléticos, bastante. Salió Lemar, solo tres minutos, recibido con una pitada monumental, pero no parecía nada personal, simplemente estaba la grada harta del indigesto tostón que nos estábamos cenando. Al parecer hubo señor un japonés que en Osaka decidió sacar a pasear a su perro y perderse el final. Pero fue solo uno entre los casi 126 millones de nipones. Él sabrá.
En fin, tres puntitos con un equipo plagado de bajas. Menos da una piedra o como diría Psycho Pearce, “better than nothing”.
“Contigo hasta morir”, rezaba la pancarta que exhibió el fondo sur para recibir a Koke y a sus muchachos. Alguno pudo ironizar que sí, hasta morir, pero preferiblemente no de aburrimiento. Al final del partido, con un resoplido general más de caballo que de burro, se acercaron los jugadores hacia ese mismo sector del campo para agradecer el apoyo de la grada más bullanguera e incondicional. “Morir por las ideas sí, pero despacio, despacio”. Que ya lo dejó dicho y cantado el genial George Brassens. Vuelve la Champions. El Liverpool, campeón de Europa y para casi todos el equipo que mejor juega a esto del balompié, será nuestro próximo visitante. ¡Cuerpo a tierra!
Al legendario lateral inglés Stuart Pearce se le atribuye una frase que pronunció al salir de una mala época: “I can see the carrot at the end of the tunnel” (o dicho en castellano, ya puedo ver la zanahoria al final del túnel). Con algo similar a esa inocente sensación, nos desplazamos al Metropolitano...
Autor >
Luis Mengs
Luis Mengs es realizador. Algunos de sus trabajos se han proyectado en museos como el Thyssen-Bornemisza de Madrid, Bellas Artes de Bilbao, Fundación Telefónica, Reina Sofía, Nagasaki Prefectural Art Museum, Public Library de Nueva York y el Palacio de Carlos V en Granada. Desde 2015 dirige con mano de hierro una empresa de un solo empleado.
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