1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

TRIBUNA

España para los españoles o el fin de Europa

Si no se quiere acabar como la Hungría o la Polonia blancas, menguantes, melancólicas y racistas, la inmigración de masas es inevitable

Emmanuel Rodríguez 17/02/2020

<p><em>La otra cueva </em></p>

La otra cueva 

La boca del logo

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Dos noticias hemos recibido la semana pasada: la sentencia del tribunal de Estrasburgo que daba por buenas las devoluciones en caliente del Gobierno español y la polémica entrevista en Televisión Española al líder de Vox, Santiago Abascal Conde, centrada en asociar inmigración y delincuencia. Los comentarios a ambos sucesos no merecen mucha extensión: la política europea de ‘derechos humanos’ está en línea con la regulación policial de los flujos migrantes. La extrema derecha simplemente pone carne y palabra al motor de esas políticas. Lo que sí merece atención es la encrucijada a la que nos aboca el discurso antiinmigración, acoplado además a todo aquello que hace imposible considerar el cierre completo de las fronteras. 

Hace poco más de una década en la Francia republicana y chovinista, un filósofo de tercera pero con acceso a los medios, Renaud Camus, publicó un libelo con el título Le grand remplacement (El gran reemplazo). En tono entre grave y quejumbroso venía a decir que asistimos a la gran hora de la “descivilización” de occidente: la población francesa está siendo silenciosamente sustituida por la población migrante de las excolonias, defendía. El panfleto del que en su juventud fuera un conocido antisemita circuló como la pólvora, estallando aquí y allá en distintos países. El autoritario Orbán, jefe de Gobierno de la pequeña Hungría, con una tasa de inmigración cercana a cero, lo alabó repetidas veces y en más de una ocasión declaró también grave y llorón: “Nosotros decidiremos si Europa continuará perteneciendo a los europeos, o se entregará a las masas de gentes de diferentes culturas y diferentes civilizaciones”.

En España, el “gran reemplazo” forma parte del argumentario de Vox y se relaciona con el así llamado “suicidio demográfico” del país

En España, el “gran reemplazo” forma parte del argumentario de Vox y se relaciona con el así llamado “suicidio demográfico” del país. Sus teóricos, como por ejemplo el hijo del ínclito filósofo Gustavo Bueno –aquel que fuera joven falangista, luego comunista, luego marxista a secas y finalmente el materialista de la vuelta a la hispanidad–, hacen repetidamente declaraciones en este sentido. La receta de Vox, especialmente de su ala natalista, parece encontrarse en el estímulo de la natalidad: tener hijos de españoles con españolas (que obviamente se encarguen de su crianza), siempre por el bien de España. ¡Planazo! 

Más allá de Vox y de la blanca Hungría, la cuestión a analizar es, primero, si este reemplazo importa y, segundo, si es evitable o siquiera indeseable. Dos tipos de razones sugieren que si no se quiere acabar como la Hungría o la Polonia blancas, menguantes, melancólicas y racistas, la inmigración de masas es inevitable. 

El primero apunta a causas internas, todas ellas fáciles de entender. La caída demográfica del norte rico se explica menos por la decadencia de la institución familiar (hoy querida y deseada hasta por la más radical de las izquierdas) o la disolución de las normas y tradiciones que por razones materiales. La crianza de un niño en el seno de las todavía mayoritarias clases blancas europeas tiene costes notablemente más altos que hace 50 años, y siguen creciendo. De un lado, el requerimiento del “doble salario” se ha vuelto imprescindible, caso de no querer caer en la característica situación de pobreza de los hogares monoparentales. De otra parte, la atención y la protección de los menores, entrenados para reproducir las posiciones de clase, muestra también costes crecientes, que van desde el cuidado infantil hasta la inversión en educación. El resultado es que en ningún país europeo se alcanza la tasa de reemplazo generacional de 2,1 hijos. Ni en Francia, con las políticas más generosas de apoyo a la familia, ni en Rusia, con la presión más fuerte de vuelta a la familia tradicional. La mayor parte de los países oscila entre 1,3 y 1,7, y los dos mencionados apenas alcanzan los 2 hijos. 

Por añadidura, cualquier región rica del planeta que quiera mantener tasas crecientes de prosperidad deberá no solo asegurar su reemplazo natural, sino disponer de una masa demográfica expansiva. En este terreno cabe poca discusión: los migrantes, y especialmente su trabajo, son necesarios para pagar las pensiones, cubrir los puestos de trabajo que los nativos no quieren y aportar un extra de energía (también empresarial) de la que los nativos carecen.

El peso económico específico de la UE se sitúa por detrás de EE.UU. y muy pronto también de China. En cuanto a su relevancia demográfica, esta ha pasado de ser el 10% de la población del planeta en 1980, al 6% actualmente

Las razones externas son algo más difíciles de asimilar por las poblaciones europeas, acostumbradas a considerarse el ombligo del mundo. Europa es hoy una región decadente. Lo es políticamente, lo es culturalmente, lo es económicamente y lo es demográficamente. El peso económico específico de la UE se sitúa por detrás de EE.UU. (con 100 millones más de habitantes) y muy pronto también de China. En cuanto a su relevancia demográfica, esta ha pasado de ser el 10% de la población del planeta en 1980, al 6% actualmente y seguramente poco más del 3% en 2050. Dicho de una forma más clara: en 1990, había cinco países europeos entre las diez primeras economías del mundo, y tres entre los cinco primeros; hoy son solo cuatro entre las diez primeras, y dos entre los cinco. En 2050, quizás no quede más que uno, Alemania, en esa lista. Sin embargo, Europa es (y seguramente lo seguirá siendo) una región con mayor riqueza económica relativa y mejores estándares de vida que el resto del planeta. 

Con su población envejecida y su tendencia a consolidar una economía propiamente rentista, Europa seguirá siendo un lugar de inmigración. ¡Afortunadamente para los europeos! El problema reside en si podrá o no seguir regulando de forma unilateral la gestión de sus fronteras, y no solo por la desesperación de poblaciones ansiosas, empobrecidas, expulsadas por guerras y devastaciones climáticas, sino también por la propia fuerza económica, política y demográfica de esas poblaciones. Cuando se considera la última gran potencia demográfica del planeta, el África Ecuatorial, conviene considerar algunos datos. En 2050 la población de África subsahariana pasará de los 1.000 millones actuales a 2.000. Nigeria tendrá para esa fecha más habitantes que EE.UU., 400 millones; Etiopía, 205; República Democrática del Congo, 194; y Tanzania, 129. ¿Estamos seguros de que la Unión Europea podrá regular unilateralmente estos flujos de población con respecto a economías que, por su dinámica de desarrollo económico y demográfico –por caótica que sea–, superarán en algunos casos el PIB de Francia o Reino Unido, las viejas potencias coloniales? El espantajo de la islamización con el que se asusta a los pobres europeos va a quedar muy pronto superado por el de la africanización: negros, muchos de ellos cristianos y viejos súbditos coloniales de Europa, son los candidatos a ser los nuevos europeos.

Salvo si se quiere seguir el destino que Orbán propone a su blanca y cristiana Hungría la inmigración es inevitable. Simplificando mucho, apenas hay dos alternativas.

La primera opción debemos llamarla sin ambages apartheid. Este no se reduce, como pretende el antifascismo liberal (da igual su color blanco, negro o marrón), a una mera separación de espacios culturales, donde los “de color”, o los no nacionales, no comparten con los blancos, o nacionales, espacios de convivencia como restaurantes, medios de transporte o lugares públicos. De hecho, puede haber un apartheidliberal que filtre minorías “de color” en las sociedades blancas mediante políticas de cuotas o asimilación, sin que se modifique lo sustancial de las políticas que propiamente constituyen la segregación. 

Me explico: en Sudáfrica, el apartheid consistía básicamente en negar a los negros sudafricanos la nacionalidad sudafricana. Estas poblaciones eran relegadas a los bantustanes, territorios que no formaban parte de la Unión Sudafricana, aun cuando estaban en el interior de esta. El nativo africano quedaba así sometido a un régimen de control de movimientos, que lo perseguía de su residencia al trabajo y viceversa. Pero sobre todo quedaba excluido de la nación política y con ello de todos los bienes, provisiones y garantías que esta proporcionaba. La reproducción en el bantustán (crianza, educación, medios comunitarios que completaban los magros salarios de los africanos, etc.) se volvía así virtualmente opaca a la contabilidad de las industrias sudafricanas. Sencillamente, el apartheid creaba una fuerza de trabajo casi gratuita.

Comparemos el régimen sudafricano con las políticas migratorias actuales. De forma nada sorprendente, el apartheid es siempre el efecto, más o menos buscado, más o menos atenuado, de las leyes de extranjería. Estas ordenan a los migrantes en distintos grados jurídicos (del sin papeles a la ciudadanía) que permiten a estos colectivos acceder a distintas categorías laborales y derechos laborales y sociales. En los niveles jurídicos más bajos, la ley es sencillamente una ley de apartheid, que condena a una población joven, ya criada y ya formada, a hacer trabajos de mierda por salarios de mierda (los llamados trabajos de difícil cobertura) y en condiciones de mierda, bajo el permanente chantaje de perder la residencia o ser denunciado a la policía. 

La fuerza de trabajo migrante es indispensable, lo saben en Lepe, en El Ejido y en Níjar, pero se la quiere más barata, más recluida y separada de la población local

Cuando se observan los distritos de la agroindustria en los que Vox arrasa, lo que vemos no es el miedo al migrante, sino la línea social de reforzamiento del apartheid. La fuerza de trabajo migrante es indispensable, lo saben en Lepe, en El Ejido y en Níjar, pero se la quiere más barata, más recluida y separada de la población local. Trabajo barato, segregado y sin consecuencias sociales. El apartheid es la agotada gallina de los huevos de oro de un micro empresariado local endeudado y condenado ante la expansión del verdadero agrobusiness, el de la gran empresa. No le pidan pues que vote otra cosa.

Si se considera en un periodo temporal más amplio, y a escala europea, nos podemos fácilmente imaginar la fuerza que impulsa al apartheid futuro y que engorda (y seguirá engordando) a las extremas derechas del continente. Según esta hipótesis, probemos a imaginar la sociedad europea de 2050. A un lado verán una clase patricia, esencialmente blanca (pero no solo, infiltrada ya por los migraciones de largo recorrido), envejecida y con un débil potencial demográfico; una clase hecha de pensionistas y profesionales, con unas necesidades de asistencia enormes: cuidado de ancianos  y de los escasos niños que tengan en su seno, servicios de ocio y restauración que forman parte de la base de su estilo de vida, etc. Al otro lado, un ejército inmenso de fuerza de trabajo rotante, de migración antigua o reciente, que cubre la mayoría de estos servicios, pero que se ve sometido a estatutos jurídicos diferenciados, así como a barreras de eficacia variable que impiden su progreso. Entre medias de los patricios y los nuevos parias, “aplastados”, se reconoce también una clase también menguante de desclasados nacionales, que aspiran al nivel de los primeros pero que tampoco estarán dispuestos a acoplarse a la subordinación de los segundos. Su orientación basculará entre el racismo y la nueva alianza de clases. Sea como sea, la alternativa apartheid a la melancólica Hungría nativista, y a la que se han ajustado ya todas las políticas europeas, es socialmente explosiva a medio plazo. Quizás felizmente explosiva.

La segunda alternativa la podríamos llamar de “fronteras abiertas”. Una precisión de partida, en el espectador nacional que presume de haber trabajado toda su vida, y que delante del televisor ve al migrante africano, hay sin duda un pavor justificado. Aquel que atraviesa el Sahara (o que migra de Centroamérica a EE.UU.), a veces en travesías de varios años, expuesto a violencia, violaciones, extorsiones y situaciones temporales de semiesclavitud, demuestra estar hecho de una pasta y de un vigor del que apenas ningún nacional puede presumir. Pero frente al síntoma del malestar nacional, que se muestra en el miedo fantasmagórico a la delincuencia (recordemos, vivimos en un periodo de seguridad que jamás ha disfrutado Europa), cabría imaginar otra alternativa posible. Cabría imaginar lo que esta energía empleada en la voluntad de migrar podría producir, caso de no estar contenida en la cadena de esclusas de la ley de extranjería. 

 El apartheid es la agotada gallina de los huevos de oro de un micro empresariado local endeudado y condenado ante la expansión del verdadero agrobusiness, el de la gran empresa

Los migrantes no son solo fuente de riqueza allá donde van, en tanto son una fuerza de trabajo joven, ya criada y muchas veces formada (vean las estadísticas y se sorprenderán de cómo sus niveles de secundaria son superiores a los de los nacionales). Los migrantes no solo aportan al fisco mucho más de lo que reciben (vean cualquier estudio al respecto). Y no solo hacen trabajos que ningún nacional quiere hacer. Los migrantes son fuente de riqueza porque tienen la capacidad también de inventarse y de reinventarse, de generar comunidades, instalar negocios, crear nuevas economías y revitalizar ciudades y regiones condenadas. La historia de EE.UU. durante el siglo XIX muestra lo que los migrantes pueden llegar a hacer si no se les restringen sus derechos y se les da un pedazo de tierra. 

Europa, la decadente Europa, tiene en el futuro próximo tan solo tres alternativas. O bien se cierra sobre sí misma como una puercoespín, y abraza el destino de ser una colección de provincias del tamaño de Hungría: blancas, conservadoras, cristianas y cada vez más pobres. O bien opta por explotar a sus migrantes sin miramientos, en régimen de apartheid, pero produciendo a medio plazo situaciones explosivas. O bien se reinventa al modo de una sociedad abierta, verdaderamente abierta, y empieza a reconocer que su potencial de futuro está en buena medida en una energía que le viene de fuera. 

Dos noticias hemos recibido la semana pasada: la sentencia del tribunal de Estrasburgo que daba por buenas las devoluciones en caliente del Gobierno español y la polémica entrevista en Televisión Española al líder de Vox, Santiago Abascal Conde, centrada en asociar inmigración y delincuencia. Los comentarios a...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Emmanuel Rodríguez

Emmanuel Rodríguez es historiador, sociólogo y ensayista. Es editor de Traficantes de Sueños y miembro de la Fundación de los Comunes. Su último libro es '¿Por qué fracasó la democracia en España? La Transición y el régimen de 1978'. Es firmante del primer manifiesto de La Bancada.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

2 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. REM

    "que el argumentario pro-inmigracion en la calle ya solo produce carcajadas" Parece que algunos no termináis de entender que la inmigración no es una opción, sino un hecho inevitable, tanto por necesidad económica como por imposibilidad de una perfecta gestión de fronteras. Las opciones se reducen a gestionarla en calidad de apartheid, como ahora o aún peor (que siempre es posible ir a peor), o defendiendo realmente los derechos humanos.

    Hace 4 años 7 meses

  2. Nan

    De los derechos humanos a Ayn Rand, pasando por que buenos y acertados son los analisis y las recomendaciones del FMI...y todo ello sin percatarse que el argumentario pro-inmigracion en la calle ya solo produce carcajadas

    Hace 4 años 8 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí