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La Ecuación de Dirac alude a la mecánica cuántica. Consiste en una serie de números y funciones que vienen a explicar que dos partículas que en algún momento interactuaron, siguen comportándose en la lógica creada por su encuentro, aunque haya pasado mucho tiempo, y estén en extremos lejanos del universo, a años luz, incluso. No entiendo nada de mecánica cuántica, así que, cuando me explicaron la ecuación, me la expliqué a mí mismo con mis propias ecuaciones cuánticas, también lógicas e incalculables. En mis cálculos aparecía Orfeo, avanzando por el Hades, rumbo a casa, con Eurídice a sus espaldas. La Ecuación de Dirac habla, por tanto, del Orfeo que volvió a casa sin Eurídice. Es decir, un Orfeo con el dolor similar al de un brazo o una pierna arrancada. Pero, y esta es la novedad de la Ecuación de Dirac, con algo nuevo. Algo en el interior de Orfeo que no es Orfeo, sino Eurídice, y con lo que Orfeo deberá cargar toda su vida. Eso, a su vez, supone el dolor de otro brazo u otra pierna despedazada. La Ecuación, por lo tanto y de alguna manera –brazos y piernas arrancados e imaginarios–, habla de una convulsión cotidiana y silenciosa y dilatada. Orfeo es universal. Tanto o más que la Ecuación de Dirac. Me imaginé así a todo el mundo avanzando por la calle con esas heridas, simétricas a otras en otros, y en el otro extremo del universo. Por ejemplo, el más extremo, el Hades. Me imaginé a todo el mundo avanzando sin brazos o sin piernas, ajenos a que en las antípodas del universo otra partícula también avanzaría de esa forma, sin saber que esa aguja clavada en la piel son dos pieles y dos agujas. En cierta manera, es así y ha sido así siempre. No sólo lo demuestra una Ecuación y, todo lo contrario, Orfeo. Los Sapiens euroasiáticos poseemos un 3% de ADN que no es Sapiens, sino Neanderthal. Los Sapiens del Este de África, los primeros de nosotros, los más antiguos de nosotros, nacidos hace 200.000 años, llevan en su anterior el ADN de otra especie anterior, que desconocemos, y que vivió hace 300.000 años. Todos, en fin, avanzamos con desaparecidos gritando en nuestro interior, con los que interactuamos a cada paso, y de los que sentimos su pulsación. Todos somos, ciertamente, Orfeo. Y, por lo mismo, Eurídice. Conocemos ese tatuaje antiguo e innegociable que no es otra cosa que dolor. Un dolor tan inaudito que nos tuvimos que inventar otros, más livianos, para olvidarlo y poder caminar sin brazos y sin piernas.
La Ecuación de Dirac alude a la mecánica cuántica. Consiste en una serie de números y funciones que vienen a explicar que dos partículas que en algún momento interactuaron, siguen comportándose en la lógica creada por su encuentro, aunque haya pasado mucho tiempo, y estén en extremos lejanos del...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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