ZOZOBRANDO
En la salud y en la enfermedad
Marta Bassols 14/03/2020
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1. La calle.
Vengo de comprar vino en la bodega de mi barrio.
Vino de garrafa, claro. Porque me gusta y porque no me alcanza hoy (ni ayer) para vino caro, pero bien habré de beber algo en este encierro domiciliario. La bodeguera, consternada, me ha dicho que le van a cerrar el garito y que cómo va a hacer para pagar el alquiler del mismo sin vender nada de vino durante dos, tres o las semanas que decreten.
También he ido a comprar un libro que necesito leer por trabajo y que no tenían en la biblioteca (no he ido a la biblioteca para averiguarlo, he consultado el catálogo). La librera, de una pequeña tienda vecina, ha cancelado todas las actividades y esperaba que la dejasen seguir abierta. Aunque normalmente lo hacemos (incluso nos besamos para saludarnos), hoy no nos hemos tocado.
2. Los gritos en mi cabeza.
El Gobierno ha activado todos los protocolos de alerta, se pide calma mientras todo es pánico. ¿Qué nos va a pasar a las autónomas o trabajadoras por cuenta propia, en esta oficialmente declarada emergencia nacional? Si nos aíslan sanitariamente, nos perdonarán la cuota de un trimestre, pero, ¿qué pasa con mi amiga Teresa, por ejemplo? Ella trabaja de camarera (aunque sea poeta), por días sueltos, en un restaurante que cierra, claro. Si no va no cobra. Entonces no cobra. Ni ella, ni la bodeguera, ni la librera. A mí también se me han caído algunos trabajos presenciales; una mesa redonda, un programa de radio. La administración ha extinguido los contratos a varias empresas que prestaban servicios de comedor y extraescolares en colegios, personal para guarderías y transporte escolar. Y leo a muchísima República catalana sin mascarillas, y a la patronal desenmascarada, pidiendo abaratar despidos en nombre de la contención económica.
¡Qué aire más sucio y contaminado que estamos respirando las precarias a pesar de que este virus sea un bicho muy democrático!
Se nos pide permanecer en casa, sí, se dice teletrabajo, pero no todas pueden y entonces, ¿activará el gobierno progresista y de izquierdas las moratorias de alquiler de locales comerciales, o de casas? ¿Intervendrá la sanidad privada para ponerla a disposición del interés general, o cubrirá económicamente las labores de cuidado que todas las madres o padres (o ambos) que vamos a tener que llevar a cabo con el cierre de colegios? Si no fuera así, ¿para qué sirven nuestros impuestos y cuotas, si no vamos a ser apoyados con ellos ni siquiera en tiempos de crisis extraordinarios? ¿Por qué tantas medidas cautelares para evitar el colapso hospitalario si desde la administración no se están aplicando aún medidas tan básicas como incrementar el número de centros mediante el uso público de lo privado? ¿Cómo es que de nuevo van a estar más expuestos quienes tienen menos recursos cuando a todas luces serían los más necesitados? ¿Por qué le llaman emergencia y apelan a nuestra responsabilidad individual por el bien colectivo (que desde luego hay que tenerla) y ellos no son capaces de garantizar nuestra resistencia? Luchemos por una renta básica universal y no por el papel del culo, peña.
3. La vida en casa.
Trabajo en casa y gasto poco. No voy a restaurantes, cocino mucho y para varios. Ahora, y todos los días de mi vida. Es curioso o gracioso (si no fuera tan dramático) ver cómo la gente se acerca a mi modo de vida por obligación, y tras sus resistencias, leo por ahí el gusto que le encuentran. Que no estemos haciendo una insurrección interna.
Me han llamado algunos amigos para decirme que, como no tendrán trabajo las próximas semanas, pueden echarme una mano con los cuidados de mi hija. Me han dicho mis vecinas que si me hace falta comida en algún punto que compartiremos la que tengan. Me ha dicho mi amor de hombre que juegos reunidos, juegos prohibidos, que inventaremos juegos y nos abrigaremos con nuestras pieles y pelos y que entretendremos entre los dos a la nena. Entonces la suerte que me hace rica es que los lazos a los que me abrazo son sólidos y el Ibex no los desenreda. Gracias de todo corazón, quererse es la base para ganar cada día, en la calle, en la casa y en todas las posibles guerras.
1. La calle.
Vengo de comprar vino en la bodega de mi barrio.
Vino de garrafa, claro. Porque me gusta y porque no me alcanza hoy (ni ayer) para vino caro, pero bien habré de beber algo en este encierro domiciliario. La bodeguera, consternada, me ha dicho que le van a cerrar el...
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Marta Bassols
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