1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Tribuna

Cuando los coronabonos señalan la luna...

Que nadie intente hacernos caer en la dicotomía trampa de Europa Sí o Europa No. El debate real está en qué Europa queremos construir: una que combata a las personas pobres o una que combata a la pobreza

Miguel Urbán / Gonzalo Donaire 6/04/2020

<p><em>Unión Europea.</em> / <strong>Malagón</strong></p>

Unión Europea. / Malagón

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

“Por culpa de Alemania y Holanda la UE no ha podido desplegar un plan de rescate para la crisis del coronavirus”. Si estos días, entre teletrabajo, preocupaciones, cuidar y cuidarte, solo has podido echar un vistazo a la sección internacional de algún periódico o telediario, seguramente hayas escuchado algo parecido a esto.

La sociedad española siempre ha sido una de las más euro-entusiastas, hasta el punto de volverse acrítica con todo lo que venía de la UE. En muchos países el proyecto de la Unión Europea está hoy en el centro del debate público a raíz del Covid-19. Por aquí, sin embargo, estamos pasando nuevamente de puntillas por esa discusión o, cuando nos animamos, abunda la brocha gorda. Creo que es importante situar algunas claves.

La UE sufre una pérdida creciente de legitimidad entre sectores sociales de toda Europa. Cada vez le cuesta más ser asociada con aquellos supuestos “valores europeos” como democracia, progreso, bienestar o Derechos Humanos. Una crisis orgánica en todo el sentido gramsciano del término, resultado y profundización de la crisis del modelo post-Maastricht del capitalismo europeo que ha supuesto una verdadera camisa de fuerza neoliberal.

Dos modelos de construcción europea por arriba: una disputa con muchos consensos

A raíz del reciente rechazo de los eurobonos o “coronabonos” por parte de Estados Miembros como Países Bajos o Alemania (aunque esas posiciones parecen estar matizándose como resultado del juego político permanente), y del bloqueo en el Consejo de medidas ya aprobadas en la Comisión, el Parlamento o el BCE, parece haber emergido una supuesta confrontación entre dos “almas de la UE”. Y es que, efectivamente, desde su creación hay dos modelos de “construcción europea” en disputa: una más intergubernamental (más peso a los Estados Miembros, o sea al Consejo) y otra más federal (Comisión, Parlamento y BCE). En resumen grueso: quienes, por un lado, apuestan por una Unión Europa de los Estados soberanos pero coordinados y quienes, por su parte, sueñan con unos Estados Unidos de Europa de corte federal con cada vez más competencias cedidas a Bruselas. Es un debate histórico, actual, real y central, pero insuficiente y en gran medida falso para explicar lo que está ocurriendo hoy. ¿Por qué?

Muchos de los Estados miembros que hoy defienden los eurobonos hace una década cerraban filas con Alemania, la Comisión y el BCE cuando Grecia pedía algo parecido

Primero, porque la articulación mutante y conflictiva de esos dos modelos es una constante desde el Tratado de Roma, y su combinación prácticamente representa la propia construcción europea. Segundo, porque ese debate, por real que sea, se da principalmente entre las élites que impulsan el proyecto de construcción europea. Y tercero, y más importante para el caso que nos atañe, porque resulta entre delirante e infame la cadena de equivalencias éticas que se está haciendo a una y otra opción en disputa. Pretender ahora que un puñado de países malos malísimos bloquean a unas instituciones cuya única finalidad es dar servicio a la ciudadanía, es tan irrisorio como defender, en sentido contrario, que los Estados son la única solución para responder a una crisis frente a unas instituciones europeas bloqueadas.

Básicamente porque ambas respuestas son tan ciertas como falsas según el momento y el interés de quien esgrima un argumento o el contrario. Muchos de los Estados miembros que hoy defienden a capa y espada los eurobonos y mutualizar los costes de frenar la pandemia, hace una década cerraban filas con Alemania, la Comisión Europea y el BCE cuando Grecia pedía algo parecido para responder a la crisis de la deuda pública. No es una cuestión de continente, sino de contenido. Esto no va de esencias, sino de políticas reales.

Y esta situación no es nueva ni producto de unos cuantos países “egoístas”, sino que constituye una cuestión estructural consustancial a la propia formación de la UE desde que el Tratado de Maastricht constitucionalizase los principios neoliberales, erigiéndose así como un verdadero sabotaje del proyecto europeo.

El telón de fondo de la crisis de nunca acabar

Con el objetivo de crear una Unión Económica y Monetaria (UEM), en Maastricht se aprobaron los criterios de convergencia que debían de satisfacer los países que pretendieran formar parte de esta. De la misma forma, también se dio luz verde a los requisitos que tendrían que cumplir los países que finalmente integrasen la futura zona euro. No es necesario entrar en los detalles –pues son bien conocidos–, pero sí procede mencionar la prioridad dispensada por los dirigentes comunitarios a aquellas variables que definen lo que se denomina “convergencia nominal”, esto es, el déficit y la deuda pública, la tasa de inflación y el tipo de interés. Se fijaron objetivos concretos y de obligado cumplimiento para los países aspirantes a integrar la UEM. Lo que supuso una verdadera camisa de fuerza neoliberal, con una letal combinación de austeridad, libre comercio, deuda predatoria y trabajo precario y mal pagado: el ADN del actual capitalismo financiarizado que tiene en la Unión Europea uno de sus experimentos más avanzados.

No se trata sólo de la consideración, errónea de que la convergencia alrededor de esos indicadores garantiza un adecuado funcionamiento de una unión monetaria. La cuestión tiene mucho mayor calado. Con los referidos criterios de convergencia se da una vuelta de tuerca a un planteamiento de política económica cuya piedra angular es la implementación de políticas de demanda contractivas, junto a políticas de oferta consistentes en la contención salarial y políticas estructurales encaminadas a la desregulación y la liberalización de los mercados. 

Se suponía que la aplicación de este pack generaría una mejora en la productividad, la competitividad y el crecimiento económico (nos referimos aquí a estos medidores convencionales, conscientes de que, como se propone desde la ecología y el feminismo, deben ser radicalmente impugnados). La información estadística proporcionada por Eurostat revela, por el contrario, que estas expectativas no se han confirmado: la productividad total de los factores productivos ha continuado su senda de desaceleración, la competitividad se ha resentido y el plus de crecimiento asociado a la integración monetaria no se ha obtenido.

Y todo esto a pesar de que supuestamente el Tratado de Funcionamiento de la Unión inscribe en su tercer artículo el objetivo de fomentar la conexión económica, social y territorial, así como la solidaridad entre los Estados miembros. Sin embargo, las políticas efectivas de la UE han ido en sentido opuesto: una Unión Monetaria defectuosa desde su comienzo que ha contribuido a polarizar Europa entre un Sur deudor y un Norte acreedor, y unas políticas de austeridad y desmantelamiento del Estado social que han recortado los derechos de las clases populares. Porque, como hemos recordado en muchas ocasiones, las llamadas “políticas de austeridad” son en realidad un plan estructurado para el control de la actuación de los Estados miembros tanto en el ámbito económico como en el estrictamente social y laboral, pero también en ámbitos como la sanidad o la educación.

Hasta ahora, Alemania y, en general, los países más competitivos han sido los mayores ganadores de un proceso de integración crecientemente dominado por los mercados, que es lo mismo que decir las grandes corporaciones. La eliminación de todo tipo de barreras, arancelarias y no arancelarias, que se ha llevado a cabo a lo largo de las últimas décadas, así como la formación de la Unión Monetaria, han ofrecido grandes oportunidades de negocio a las firmas alemanas y centroeuropeas. Y en general a las empresas más competitivas y adaptadas a la ley de la selva neoliberal, independientemente de su supuesta nacionalidad.

Oportunidades que han aprovechado bien, y no sólo para colocar sus bienes y servicios en los mercados de los países socios. También han realizado un formidable negocio reorganizando y reestructurando su cadena de creación de valor. La desintegración del bloque excomunista fue, en este sentido, una gran oportunidad que reportó grandes beneficios a las empresas que intervinieron en la privatización de activos estatales y que realizaron inversiones en esos territorios. De nuevo Alemania estuvo a la cabeza de este proceso. Un país que se ha visto privilegiado por una arquitectura europea que no pone contrapesos a la acumulación de superávits externos. Estos, en suma, tienen su espejo en los déficits externos de las periferias, que conduce a desequilibrios económicos que suponen una de las razones que obstaculizan la buena vecindad y que dividen a Europa agrandando los desequilibrios territoriales. Y que tienen en el superávit de la balanza comercial alemana su espejo más obsceno.

Cuando los eurobonos no nos dejan ver el bosque

La crisis del coronavirus está abriendo las costuras de la impopular construcción neoliberal de la UE.  Por ejemplo, hace 10 años Grecia no podía mover ni una coma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que ahogaba a su población, generando un sacrificio terrible, no solo desigualmente repartido, sino que ha fracasado en todos los países en donde se ha practicado. De hecho, las políticas económicas autoritarias han prolongado y agravado la crisis, han intensificado las fracturas productivas y territoriales entre países y regiones, han contribuido a que se dispare la desigualdad y, paradójicamente, han llevado la deuda pública a cotas muy superiores a las de antes de la crisis.

Hoy el corsé del techo de gasto, como llevábamos tanto tiempo demandando, ha saltado por los aires y se ha abierto la barra libre al gasto para enfrentar una crisis que ya no tiene origen financiero sino vírico, pero que igualmente tendrá consecuencias económicas y sociales determinantes para toda Europa. Y la pregunta hoy es cómo se pagarán esos gastos excepcionales, quiénes los asumirán y en qué condiciones se devolverán en el futuro las deudas que hoy se contraigan para contener la pandemia. Este y no otro es el debate de fondo realmente.

Si consisten en créditos y no en meras transferencias, los eurobonos para hoy serán hombres de negro para mañana

Porque a pesar de todo el debate público sobre los dos supuestos modelos europeos en juego que cristaliza en el binomio “coronabonos” sí o no, lo cierto es que estos no cuestionan el modelo de construcción europea neoliberal y profundamente desigual, sino se limitan a maquillarla. Este intento de crear un instrumento de deuda común para el conjunto de la UE que mutualice los costes fiscales de combatir la crisis supone una corrección menor en forma de ligera redistribución centro-periferias, que sin embargo no modifica ni ataca el funcionamiento de la maquinaria europea neoliberal.

Tal y como se está planteando, el debate de los “coronabonos” parece reducirse a dos opciones supuestamente excluyentes y pretendidamente dispares: mutualizar entre todos los Estados miembros los costes de la crisis o que cada uno se las vea con sus recursos propios (si aún los tiene) o con lo que consiga prestado de otros (por lo general organismos financieros internacionales y bancos que ya se salivan). Es decir, eurobonos o acogerse al Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE), el fondo de rescate creado en la crisis de la deuda de 2010 por el cual cada país que quiera acceder a la financiación de emergencia de la UE tendrá que firmar un Memorándum de Entendimiento (MoU) controlado por la Troika (Comisión Europea, FMI y BCE).

Pero en el fondo se trata de un debate tramposo y muy limitado. Primero porque en esa disyuntiva entre coronabonus y MEDE no cuenta tanto la visión de cada parte sobre el futuro del proyecto europeo, como se está pretendiendo plantear, ni tan siquiera sus prioridades sanitarias, sino más bien sus intereses económicos, geopolíticos, estratégicos e incluso electorales. Y segundo y más importante, porque mientras siga consistiendo en un mecanismo de crédito, poco importará que el “rescate a la economía europea amenazada por el coronavirus” se vista de MEDE o de eurobonos. En cualquier caso, seguirán alimentando una trampa de la deuda que solo conseguirán maquillar y aplazar.

Si consisten en créditos y no en meras transferencias, los eurobonos para hoy serán hombres de negro para mañana. Porque, aunque, como ya empieza a conceder Merkel, los Estados miembros más afectados, como Italia o España, pudiesen acceder al MEDE para recibir dinero prestado “sin condicionalidad”, cuando en un futuro cercano tengan que devolver ese dinero, deberán pedir nuevos préstamos para pagar los ya contraídos (de deuda en deuda y trampa porque me toca) y entonces sí llegarán los planes de ajuste estructural como contrapartida. Los mismo ocurriría si ese dinero viene en forma de eurobonos que, igualmente, tocaría devolver a medio plazo. Y es que la gestión neoliberal del Covid-19 corre el riesgo de producir una crisis de la deuda y reformas austeritarias derivadas como las de 2008 pero en diferido. Por eso, aunque un pequeño paso positivo a muy corto plazo, ni los eurobonos son la panacea ni la discusión en torno a ellos agota en absoluto el debate de fondo en el que nos jugamos las próximas décadas.

El autosabotaje del proyecto europeo

En cualquier caso, ese supuesto enfrentamiento entre Estados miembros insolidarios e instituciones impotentes no suma nada de cara a una ciudadanía que no distingue proyectos en disputa ni hila tan fino. El resultado es un nuevo saco de frustración y cabreo hacia una Unión Europea incapaz de dar una respuesta rápida, solvente y coordinada entre sus partes a desafíos centrales. Resulta sorprendente la inaudita capacidad de las instituciones europeas para fabricarse ellas solas las campañas de euroescepticismo que tanto les obsesionan luego.

Resulta sorprendente la inaudita capacidad de las instituciones europeas para fabricarse ellas solas las campañas de euroescepticismo que tanto les obsesionan luego

Porque hace años que, en la práctica, la UE se parece más a un Estado fallido que al protoestado federal con el que sueñan muchos en la burbuja de Bruselas. El antiguo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, abrió hace unos años el debate sobre El futuro de Europa con un Libro Blanco que planteaba varios escenarios posibles. La discusión constituyó el enésimo ejercicio eurócrata estéril y terminó reforzando el statu quo y el bloqueo como fuerza motriz del proyecto europeo. Para salir del paso, las élites europeas concluyeron que, en el próximo periodo, la UE avanzaría a varias velocidades con procesos de integración a la carta. O sea: que cada cual hiciese lo que quisiese. Exactamente lo que está ocurriendo estos días con la gestión del Covid-19.

Cuando la austeridad se convierte en la única opción político-económica de unas instituciones alejadas de los intereses de la ciudadanía, la UE se vuelve un problema para las mayorías sociales y construir una Europa diferente emerge como la única solución a la deriva que vivimos. De esta forma, un cambio de rumbo no solo es posible o deseable, sino que resulta urgente y necesario. Más aún cuando, frente a esta UE neoliberal realmente existente, paralizada y antisocial, la Internacional Reaccionaria emerge para proponer un giro de vuelta autoritario, xenófobo, patriarcal y nacionalista que tiene en Hungría su puesto más avanzado de una lepenización de los espíritus que recorre el continente.

Ante la UE neoliberal y su alternativa siamesa reaccionaria, necesitamos impulsar una tercera vía, un Plan B a esa dicotomía tramposa. Un plan alternativo para Europa que exija un conjunto de medidas que no solo se queden en desterrar la mal llamada austeridad, sino que aborden una regulación bancaria y la intervención en este ámbito, la armonización fiscal y laboral progresivas, el impago de las deudas ilegítimas como instrumento de disciplinamiento político de los pueblos del sur o la necesidad de un plan de inversiones europeos que destierrre definitivamente el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

Tenemos que salir del actual debate vacío –continente sin contenido– que tanto complace al statu quo y que en nada contribuye a identificar los graves e inaplazables desafíos que enfrenta Europa y menos aún a acumular fuerzas para enfrentarlos. Que nadie intente hacernos caer en la dicotomía trampa de Europa Sí o Europa No. El debate real está en qué Europa queremos construir: una que combata a las personas pobres o una que combata a la pobreza; una Europa que genere desigualdad o una que reparta la riqueza; una Europa sin derechos o una con derechos. La pandemia del coronavirus abre una crisis social y económica, pero también una puerta a la necesidad urgente de darle la vuelta a Europa. Nosotros ya hemos tomado partido.

--------------------------

Miguel Urbán Crespo es eurodiputado y militante de Anticapitalistas.

Gonzalo Donaire es economista y militante de Anticapitalistas.

“Por culpa de Alemania y Holanda la UE no ha podido desplegar un plan de rescate para la crisis del coronavirus”. Si estos días, entre teletrabajo, preocupaciones, cuidar y cuidarte, solo has podido echar un vistazo a la sección internacional de algún periódico o telediario, seguramente hayas escuchado algo...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Miguel Urbán

Es eurodiputado de Anticapitalistas.

Autor >

Autor >

Gonzalo Donaire

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

2 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Luis

    Si no tuviéramos tantos políticos, coches de políticos, ayudantes de políticos, asesores de políticos, etc. etc. Tantos que comen de nuestros impuestos sin ganárselo. Seguramente en Europa nos tomarían más en serio

    Hace 3 años 11 meses

  2. CapitanRed

    Sin la UE, en España quedamos a merced de los jueces prevaricadores que tanto abundan en la piel de toro. UE sí, pero como usted dice, otra UE.

    Hace 3 años 11 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí