(DES)UNIÓN EUROPEA
Berlín, suena el teléfono
Quienes comparten el mando de la UE deben recordar que dirigen una de las regiones más prósperas del planeta y que mirar para otro lado les empequeñece como personas, envilece la comunidad internacional y merma las alianzas e influencia de la propia Unión
Juan Ruiz (La paradoja de Kaldor) 9/04/2020
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Las negociaciones que han tenido lugar entre los líderes europeos durante las últimas semanas dejan entrever un futuro poco halagüeño para un acuerdo que permita la reconstrucción de las economías más afectadas por la crisis del COVID-19. Hemos visto cómo mientras que los países del sur demandan medidas que supongan abordar la crisis de forma común, el Norte se enroca y acepta dar respiración asistida a la economía en forma de liquidez, pero sin que esto implique nuevos mecanismos que supongan avanzar hacia una mayor integración. Mientras tanto, los tratados europeos siguen sin modificarse y mantienen en su articulado que: “La Unión fomentará la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros.” Aunque durante las dos últimas décadas no ha estado dentro de la agenda seguir dando grandes pasos hacia la unión por lo que realizar reformas de gran calado a contrarreloj, simplemente no parece una opción.
El hecho de que las decisiones para avanzar se deban tomar por unanimidad y contaminadas por las lógicas parlamentarias nacionales, que han convertido cada cumbre en una competición por ver quién consigue más recursos para su territorio, han generado un clima de desconfianza. Lo anterior lleva a que medidas como la unión fiscal o la mutualización de la deuda solo se darán si no queda más remedio, pero por el camino padeceremos la táctica de patada hacia delante. Todavía parece más difícil conseguir un acuerdo para diseñar un plan de reconstrucción ambicioso que vaya en la dirección de la convergencia real. La versión del Norte se expresa en distintos grados de elaboración que van desde quien argumenta que no quieren compartir riesgos con economías que no están dispuestas a hacer sacrificios, hasta quien torpemente alude a la fábula de la hormiga y la cigarra. Desde el sur imaginamos una conversación entre nuestros dirigentes más o menos como sigue:
Berlín, suena el teléfono.
Pedro – Hola Angela, he hablado con Emmanuel, con Conte y con Rebelo de Sousa. Hemos decidido que si junto al MEDE se incluye un plan de reconstrucción para que pongamos en marcha distintos tipos de industria como la farmacéutica, que bien sabes nos hace falta, aceptaríamos.
Angela – Pero hombre, Pedro. Eso si os sobra con lo que os damos que andará alrededor de un 2 o 3% del PIB para cada uno. Pero acuérdate de que entre 2009 y 2012 tuvisteis un déficit del 10% cada año y la cosa parecía menos grave. Si os sobra, lo podríamos hablar teniendo en cuenta las normas de competencia de la UE. No os podemos dar financiación para que levantéis un sector industrial. Así no funciona la economía. Mira, entre nosotras, ¿de qué nos sirve que desarrolléis una industria farmacéutica? lo que esperamos de vosotros es sol, gente bonita y cosas pintorescas. No te lo tomes a mal, pero estas cosas mejor directamente con la Virgen del Rocío.
P. – Pero estamos hablando de un préstamo, no nos dais nada. Fíjate, Angela que con esta política económica los EE.UU. no hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial. Es el momento de dar un paso adelante o de asumir que esto es una unión de comerciantes. Con la crisis de los refugiados, Alemania fue un ejemplo para el resto de socios. Esta vez no debe ser distinto.
A. – No hace falta recordar sucesos bélicos pasados, Pedro. El tema de los refugiados se pudo hacer porque en el Bundestag se acepta con más facilidad la caridad que un mal negocio. Así que ya conocéis las condiciones del préstamo sin condiciones.
P. – Bueno mira, una última cosa, aunque sea para mantener las formas. Nos gustaría que tus socios holandeses bajaran el tono y eviten dar lecciones a países del sur. Al fin y al cabo, ellos se enriquecen de la evasión de cientos de millones de euros de nuestros impuestos. Hay que hacer una reforma fiscal y perseguir estas acciones porque no puede ser que países dentro de la UE nos hagan piratería y luego den lecciones de moral.
A. –Mira Pedro, sales muy bien en las fotos y hablas muy bien inglés, pero como decís por allí, “¡es el mercado, amigo!”. Por cierto, con el señor despistado con barba que teníais antes era más fácil entenderse. ¿No tenéis algún tipo fornido con barba en la oposición con el que el pueblo alemán se pueda sentir más cómodo?
Fin de la llamada.
La anterior conversación pertenece a la ficción como también pertenecen los préstamos sin condiciones. Es más, queremos hablar de las condiciones porque los países del sur van a necesitar financiación que sirva para la reconstrucción y no solo para contener el daño. Y la reconstrucción pasa por algo más que políticas de estímulo para paliar la caída del PIB. Porque cuando dicen sin condiciones ¿acaso aceptarían que el capital sea ampliable de acuerdo con lo que cada país requiera?, ¿aprobarían que se incluyan, al mismo tiempo, periodos largos de carencia y cláusulas que obliguen a ejecutar las amortizaciones únicamente si existe un crecimiento robusto de la economía y los tipos de la deuda permanecen contenidos?, ¿hablamos de un marco donde tienen cabida líneas destinadas a impulsar el desarrollo de sectores estratégicos? ¿O es que quieren imponer condiciones?
La opción de ofrecer un préstamo como si fuera limosna se queda corta tanto a nivel financiero, como en términos democráticos
Está claro que lo anterior no se permitirá porque la UE ha llegado a un deterioro democrático donde “sin condiciones” es eufemismo de sin que te secuestren la política económica y te impongan medidas de austeridad. Son necesarias medidas con condiciones. Condiciones que permitan la reconstrucción. Que no dejen todo en manos del libre movimiento de capitales y de pelear dentro de una Unión por atraer inversores mediante la competencia fiscal desleal. Por ello deberíamos empezar por llamar a los préstamos con tipos de interés blandos, préstamo con tipos de interés blandos. Donde existe capital, cuotas, intereses y fechas de vencimiento definidos. Unas condiciones que en medio de una pandemia global suenan poco ambiciosas. Pero se embellecen como si tuviéramos que agradecer no volver a la fallida austeridad que tanto daño hace hoy en nuestros hospitales.
Cada crisis es distinta y se da la casualidad de que esta vez Francia cae del lado de los países del sur. Un bloque donde sumamos el 57% de la población y la mitad del PIB de la zona euro. En otras palabras, somos mayoría, aunque las reglas exijan unanimidad. Por ello es necesario encontrar un punto intermedio, pero la opción de ofrecer un préstamo como si fuera limosna se queda corta tanto a nivel financiero, como en términos democráticos. Desde el Sur no se ve admisible que los Estados menos afectados traten de imponer sus intereses como si fueran los dueños de la alianza europea. Corremos el riesgo real de que las secuelas del virus acentúen la Europa de dos velocidades y la desigualdad en los países más afectados llegue a niveles de América Latina. Pero la visión política debe ir más allá. Algunas de las regiones menos prósperas del planeta se están convirtiendo en paisajes del terror. Un universo Mad Max con cadáveres quemados en plena calle sin un horizonte de esperanza. Quienes comparten el mando de la UE deben recordar que dirigen una de las regiones más prósperas del planeta y que mirar para otro lado les empequeñece como personas, al mismo tiempo que envilece la comunidad internacional y merma las alianzas e influencia de la propia Unión.
Para Europa no cabe duda de que existen alternativas a los eurobonos, pero también pasan por la solidaridad o porque el BCE asuma que además de controlar la inflación debe hacerse cargo de la estabilidad financiera manteniendo bajos los tipos de la deuda durante la próxima década y apostando por el crecimiento, el empleo y la monetización si hiciera falta. En España, durante la burbuja, cuando el crédito estaba disparado superando tasas del 20%, aguantamos tener tipos de interés reales negativos con el perjuicio que supuso que el BCE estuviera al servicio de los intereses políticos de Alemania y Francia. Nadie les culpó. Hoy cualquier acuerdo debe huir de dogmas e incluir las condiciones para la reconstrucción de forma explícita, ya que sin condiciones las cosas cambian de un día para otro.
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Juan Ruiz es doctor en Economía por la UCM) y miembro de La paradoja de Kaldor.
Las negociaciones que han tenido lugar entre los líderes europeos durante las últimas semanas dejan entrever un futuro poco halagüeño para un acuerdo que permita la reconstrucción de las economías más afectadas por la crisis del COVID-19. Hemos visto cómo mientras que los países del sur demandan medidas que...
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