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La democracia griega sólo duró unas décadas, si bien de manera más profunda e intensa, y durante más tiempo, que en la Europa actual, tal y como quedó planteada la democracia tras 1945. En general, las cosas importantes en la vida –la niñez, la juventud, la madurez, la vejez, la democracia, su contrario– suceden sin gran consciencia de recorrerlas. O, al menos, la consciencia no tiene por qué ser determinante para atravesar las épocas de la vida y del mundo. Simplemente se atraviesan, como se avanza bajo el sol o bajo la lluvia, perseguidos por una jauría de lobos, o de mariposas. Es imposible, por tanto, calcular el grado de consciencia de la aventura democrática en Grecia, al menos en el momento de iniciarla y de concluirla. Iniciar y concluir son momentos en los que nadie está seguro de nada y parece no recordar nada. Es posible que fueran, así, unos fragmentos nebulosos. En todo caso, la forma de gobierno anterior a ella era sumamente parecida a la democracia. Y, a la vez, completamente, absolutamente, diferente. La isonomía, esa forma y estadio confuso de no-democracia, transcurría en el ágora, en una asamblea. Partía de la igualdad universal ante la ley, si bien, y al menos en un principio, no había ley escrita, sino momoi. Esto es, costumbres, esas cosas más gaseosas que la palabra escrita, de por sí frágil y quebradiza. La asamblea estaba compuesta, así, por ciudadanos iguales ante la ley, si bien sin ley. Es decir, con una idea de ciudadanía consciente, pero no siempre efectiva y útil. Al punto que no tenían derecho al voto. No obstante, creían participar activamente en la toma de decisiones. Su forma de participar era gritando. Cuando la autoridad tenía que discernir un problema, decidir lo que era justo, la multitud apoyaba con gritos un punto de vista. Se interpretaba que ese griterío era la voluntad de los dioses. Un momento mágico. Religioso. Era la realización como personas de personas que no participaban en la vida pública. Si los gobernantes no atendían ese griterío, los dioses practicarían un castigo. Curiosamente, no castigarían a los gobernantes, sino al pueblo. El castigo más frecuente era la peste.
Se sabe que es el estado previo a la democracia cuando la igualdad no existe, y las leyes son costumbres. Cuando el grito se entiende como voto. Cuando se grita para que los gobiernos escuchen a los dioses. Cuando gritar es una experiencia religiosa.
La democracia griega sólo duró unas décadas, si bien de manera más profunda e intensa, y durante más tiempo, que en la Europa actual, tal y como quedó planteada la democracia tras 1945. En general, las cosas importantes en la vida –la niñez, la juventud, la madurez, la vejez, la democracia, su...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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