1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

CTXT necesita 3.000 suscriptores más para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Gastrología

‘The chicken of tomorrow’ contra Carpanta

Ramón J. Soria 13/07/2020

<p>Montaje: pollo de supermercado y Carpanta.</p>

Montaje: pollo de supermercado y Carpanta.

R.J.S.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Un pollo adulto, criado durante un año en libertad, alimentado de cereales, de hierbas que picotea y todo tipo de bichos que pilla por el campo (gusanos, saltamontes, escarabajos, sin hacer ascos a cualquier bellota o semilla) en nada se parece a un pollo criado en apenas seis semanas alimentado por piensos compuestos junto a otros miles, en una gran nave industrial con luz artificial durante toda su vida. El primero es un pollo adulto, con los huesos bien formados, el músculo con buen tono de atleta y un peso habitual para su edad de más de cuatro kilos. El otro, biológicamente, es un polluelo grande, un ave apenas adolescente, con los músculos inflados, muy desarrollados para su edad y peso, hasta con grasa bajo la piel, aunque la mayoría de sus huesos tienen mucho de cartílago porque aún no se han formado del todo. El primero no se vende casi en ningún sitio, del segundo nos comemos en España todos los años 828.048.000 unidades, un millón de toneladas de carne de pollo, si quieren el dato en peso. Somos el segundo productor europeo por detrás del Reino Unido. La carne de pollo, en fresco, es la estrella del super, pero también de todo tipo de platos precocinados, sopas, nuggets, salchichas y hamburguesas. No voy a hablar aquí de bienestar animal (o tal vez sí) sino de la historia de uno y de otro pollo, del sabor de su carne y de por qué uno era raro festín de día de fiesta y el otro se convirtió en la carne barata de la postguerra y de hoy. 

El primer pollo lo amansamos en el valle del Indo hace 4.500 años. Luego la cultura fenicia, minoica y micénica lo expandieron por el mundo hasta llegar a Europa

El primer pollo, Gallus gallus domesticus, lo amansamos en el valle del Indo hace 4.500 años. Luego la cultura fenicia, minoica y micénica fueron extendiendo estas aves por el mundo hasta llegar a Europa. Se domesticaron sobre todo por su capacidad para poner huevos y se fueron seleccionando aquellas razas y cruces que más huevos ponían. Comer una gallina o un gallo era algo raro, marginal y extraordinario, un gran lujo o una forma de aprovechar la carne cuando el bicho ya era viejo. Aunque los egipcios, griegos y romanos criaban pollos machos sobre todo para hacerlos pelear y comerse a una estrella del boxeo avícola no estaba bien visto. Durante la Edad Media, en los osarios de los animales que devoraban los nobles caballeros hay más huesos de ganso, faisán, pato o perdiz que de pollo. Luego comenzaron a criarse con más profusión en los monasterios porque su pechuga era admitida en la Cuaresma, pero tampoco era una carne para pobres. 

En cambio nuestro pollo para carne nació hace casi nada, fue en 1945, en Estados Unidos. Ya había allí enormes granjas de gallinas para la producción de huevos pero su carne seguía siendo un recurso marginal, así que se lanzó un gran concurso nacional para descubrir y premiar al llamado “pollo del futuro”, The Chicken of Tomorrow, tuvo hasta documental en cine para hacer promoción del magno evento. Se salía de una guerra y la carne roja era escasa y cara, así que se necesitaban para las ansias carnívoras yanquis una carne rápida de producir y sobre todo muy barata. A los granjeros y criadores concursantes hasta se les mostró una maqueta del engendro, se fabricó un pollo de cera con las medidas ideales que no eran 90, 60, 90, pero casi: el prototipo era muy ancho de pechugas, con muslos gordos y redondeados, más capas de carne y huesos más finos. Si miramos la foto de ese Chicken of Tomorrow de cera, más que un pollo, nos parecerá que lo que estaban pidiendo tenía la forma de un pavo en miniatura. 

El concurso lo ganarán los hermanitos Charles y Kenneth Vantress con un cruce selecto de gallos “red cornish” y gallinas “new hampshire”. No sólo porque el pollo ya pelado se parecía al modelo ideal sino por el rentabilísimo ratio de conversión entre el pienso compuesto que comían y la carne que habían producido en un tiempo tan breve. Luego el pollo ganador se cruzó con un “leghorn” de plumaje blanco impoluto que dio nacimiento a la bonita raza “arbor acre”. Cómo sería el negociete inventado que en 1964 el riquísimo Nelson Rockefeller compró dicha raza de pollo para explotar su carne por todo el mundo ¡que no solo de petróleo vive el hombre! Hoy cuatro multinacionales Aviagen, Cobb-Vantress, Hubbard Farms, e Hybro concentran el diseño genético de esos pollos para carne que todos comemos. En las estadísticas oficiales ese pollo tiene el vulgar nombre de “broiler” y es una máquina de convertir pienso vitaminado en nuggets repug....

4 multinacionales, Aviagen, Cobb-Vantress, Hubbard Farms, e Hybro concentran el diseño genético de esos pollos para carne que todos comemos

En la España de postguerra el pollo seguía siendo una carne de lujo. Merece la pena sacar de las hemerotecas los tebeos de Carpanta, un señor encorbatado, trajeado y con sombrero, pero siempre hambriento, cuya única y sublime aspiración en la vida era comerse el solito un pollo asado. El personaje fue inventado por el gran José Escobar para la revista Pulgarcito en 1947. En la larga postguerra española se pasaba mucho hambre y el pollo asado navideño sólo estaba al alcance de unos pocos.  Otra cosa era comerse de cuando en cuando una gallina revieja si se nos moría de quién sabe qué gripe o dejaba de poner huevos, pero su carne era tan correosa y su sabor tan fuerte que solía usarse para hacer caldos o una croquetas para aprovechar el despojo y multiplicar el volumen de su proteína con harina y fritanga. Hasta finales de los años sesenta y comienzos de los setenta no empezaron a proliferar las granjas de pollos para carne y a convertirse en la proteína barata que es hoy.

Pero he sido toda la vida sociólogo de investigación de mercados, así que la prueba de producto, el test en condiciones controladas, es también aquí imprescindible. Aunque en este caso la muestra estadística fue escasa y los conejillos de indias fueron unos cuantos compañeros laborales y mis dos hijos que entonces tenía diez y doce años.  Mi amigo Florencio me regalaba siempre por Navidad dos de sus hermosos pollos que criaba en libertad en una dehesa, eran bichos de más de 4 kilos, con su cresta roja, sus picos afilados, sus espolones amenazadores y su genio de animalitos semisalvajes. Sobra decir que me los regalaba vivos. Quien haya tenido que preparar para un guisote un pollo vivo sabe que no es cosa fácil convertir un animal kikiricante en carne abstracta. Es más, estoy muy seguro de que si ese proceso tuviéramos que hacerlo cada vez que comemos pollo o cerdo, cordero o ternera, el consumo de carne en España se reduciría drásticamente. Pero voy a contarlo, no por el regodeo en la crueldad inherente a matar para comer, sino para que muchos lectores que no lo han visto nunca entiendan de qué hablo.  El pollo llega atado por las patas, si no se escaparía o te daría en la pelea un espolonazo merecido que te produciría heridas serias, pero algún picotazo sí puedes llevarte, porque su pico está intacto, afilado, puntiagudo (no como el pico recortado de los pollos de cría industrial). Tienes que inmovilizarlo con las rodillas, agarrar su cuello y cortar con un cuchillo por ahí. La sangre sale caliente y abundante, el animal se revuelve, debes apuntar la sangre hacia una recipiente para evitar que la cocina se convierta en el escenario de una película gore. Tarda en morir, en dejar de moverse, bastantes minutos, pero desangrar su carne es importante. Tras la muerte toca desplumarlo. Para facilitar la labor, que será lenta y complicada porque un ave tiene plumas y plumón por todas partes y las plumas están bien agarradas a su piel, se mete en agua caliente, hirviendo, unos segundos, así cuando das los tirones a las plumas salen algo mejor y la cocina no parecerá una guerra adolescente de almohadas. Te puedes pasar quince o veinte minutos tirando de las plumas. El olor a pluma mojada no es agradable, incluso es repugnante. Tras desplumarlo bien, sin dejar ni una, debes cortar las patas y la cabeza y quitarle las tripas, que tampoco huelen a Chanel número cinco. Y lavar todo el estropicio antes de comenzar con los guisos. Todo este tejemaneje no lo vieron mis amigos ni mis hijos, ni olieron los olores que tiene toda muerte; si no, es casi seguro que no hubieran probado los guisotes. En cambio para el pollo industrial no hubo película gore ni guerra de almohadas, fui al super y compré tres pollos limpios, envasados en plástico, dos ya troceados y el tercero lo compré entero para asar, aunque también sin plumas, cabeza, patas, sangre y tripas. Más que pollos parecían una abstracción de proteínas, un artilugio exótico que en nada se parece a un animal vivo.

Hice guisos idénticos para ambos tipos de pollo: asado, en pepitoria y en trozos fritos. Aún así había una clara diferencia en olor, sabor, aspecto de la carne y ternura de la misma. El “pollo industrial” apenas huele o sabe, o sabe a lo que que el guiso de verduras le aportó (no es baladí que se vendan para este menester “cubitos de carne” que no son otra cosa que un potenciador del sabor para echar a aquello que apenas sabe a nada) Su carne es muy tierna, casi se deshace en la boca, apenas hay que masticar y tiene un color pálido blanquecino. Por el contrario el pollo que me regaló mi amigo Florencio tenía la carne firme, rosada o marrón, hay que masticar, es consistente, su sabor y olor es potente, casi como carne de caza. No puedo decir que gustase mucho más uno que otro, aunque consideraron “de sabor raro”, “algo duro” o “con demasiado sabor” el pollo libre y el otro simplemente “más fácil de comer”, “más familiar”. 

Hoy en el mercado es difícil saber por el etiquetado dónde vivió en realidad nuestro pollo “broiler” o qué comió exactamente durante toda su vida. En función de los metros cuadrados que comparten y lo que les engorda nos encontraremos con las denominaciones de: “Extensivo de interior”, “campero”, “campero tradicional”, “campero criado en total libertad”, “pollo de caserío”, “ecológico” incluso la raza, si es alguna autóctona. Pero hay que meterse en la letra pequeña de la ley para saber qué significan todas estas sugerentes denominaciones, como que viven quince pollos por metro cuadrado o que eso de “pollo de corral” que pone en algunas etiquetas no existe como denominación oficial, es solo una forma de vender un pollo industrial algo más amarillo. 

Sería posible cambiar el modelo y criar aves y cerdos en extensivo, en libertad, utilizando las desaprovechadas cuatro millones de hectáreas que abarcan nuestras dehesas

Hoy, en el mercado, el pollo más barato puede estar en 2 o 2,50 € el kilo y un pollo criado en libertad, ecológico, alimentado con maíz, hierba y otros cereales, de alguna raza autóctona, cuesta en torno a 8 o 10 € el kilo. La diferencias es por tanto abismal. Surge entonces la paradoja condicional y farisea de siempre: “si quieres que los pobres coman carne tiene que ser esta”. Carne barata de pollo o cerdo, criados de forma acelerada en esas granjas que todos sabemos como son. 

Pero vamos a ponernos también aquí utópicos y pensar, como aquellos yanquis emprendedores de 1945, en el “pollo del mañana”. Sería posible cambiar el modelo y criar aves y cerdos en extensivo, en libertad, utilizando las desaprovechadas cuatro millones de hectáreas que abarcan nuestras dehesas. Un bosque sostenible al que se le explota la leña sin cortar los árboles, se les exprimen sus frutos sin necesidad de recolectarlos y es fértil sin recibir abonos industriales, ni pesticidas, ni herbicidas. Un territorio de verdad enorme que abarca Cáceres, Badajoz, Huelva, el norte de Sevilla, parte de Toledo, parte de Ciudad Real, un poco de Madrid, Córdoba, Huelva, Salamanca, el Alentejo y el Algarve… Eso es mucho terreno para criar pollos. Es verdad que no engordarían en cuatro o cinco semanas y alguno se comería doña águila calzada, su carne no costaría dos euros pero tampoco diez y el sistema veterinario actual aseguraría la calidad y salubridad de esta carne libre. Yo soy como Carpanta en mi glotonería, me encanta comer pollo, pero no es necesario comer carnaza todos los días. The chicken of tomorrow, the pork of tomorrow podrían ser estos, criados de esta forma.

Y ahora, lo importante, ¡mi receta de nuggets!: deshuesamos un pollo “de los buenos”. Pasamos toda la carne por la picadora y luego la amasamos con (para un kilo de carne limpia) dos huevos batidos, una cucharada rasa de pimienta blanca, una cucharada colmada de harina, sal, un poco de orégano y comino en polvo. Hacemos la forma de los nuggets con las manos, los rebozamos en pan rallado grueso y los freímos en aceite abundante a fuego fuerte. ¡Si Carpanta o José Escobar levantaran la cabeza! ¡si Javier Pérez Andújar leyera todo esto! ¡qué mierda es esa de los nuggets! ¡donde esté un pollo asado!

 

Un pollo adulto, criado durante un año en libertad, alimentado de cereales, de hierbas que picotea y todo tipo de bichos que pilla por el campo (gusanos, saltamontes, escarabajos, sin hacer ascos a cualquier bellota o semilla) en nada se parece a un pollo criado en apenas seis semanas alimentado por piensos...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Ramón J. Soria

Sociólogo y antropólogo experto en alimentación; sobre todo, curioso, nómada y escritor de novelas. Busquen “los dientes del corazón” y muerdan.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí