LA TIERRA DE LOS 10.000 SPOILERS (IV)
‘The Americans’. Una novela rusa
Gélida como la estepa siberiana, en esta serie de espías, pausada y a escala íntima, la guerra fría es la causa y la consecuencia de la vida en familia
Mar Calpena 21/08/2020
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Perdón, perdón, perdón porque antes de comenzar voy a hacer eso que siempre que leo críticas de series odio que me hagan a mí: les pido por favor que le den tiempo a The Americans. Porque The Americans es una serie lenta –aunque, desde luego, no tranquila– pero premia a los pacientes con muchos caramelos envenenados y un final irremediable y aún así sorprendente y melancólico. Y porque pretender verla solo como el thriller que también es significa renunciar al comentario político y existencial que encierra.
Entre los nostálgicos de la guerra fría predomina la idea de que por aquel entonces el bien y el mal eran más fáciles de distinguir, y que el mundo se volvió más complicado con la caída del Muro de Berlín. Una idea falsa sustentada en un corpus ideológico conservador (Fukuyama, te estoy mirando a ti) y en, por qué no decirlo, cierta nostalgia “boomer”. La nostalgia puede dar pie a productos estimables, como Stranger Things, pero por sí sola no basta. La tentación nostálgica –que en griego significa “dolor de volver a casa”; recuérdenlo en el último capítulo– planea sobre la serie de la que nos ocupamos hoy, pero en The Americans la Historia está al servicio de la historia, con minúscula. Y esta es la de Philip y Elizabeth Jennings (Matthew Rhys y Keri Russell), matrimonio de agentes de viajes de Washington D.C. y padres de dos hijos adolescentes, que en realidad comparten cuerpo, cara y vida con dos mortíferos agentes infiltrados de la KGB. Ingredientes que podían haber dado lugar a una comedia de enredos, o a un “24” en versión era Reagan, pero que son en realidad una exploración de diversos temas más profundos, articulados entorno al conflicto entre realidad y mentira. Nadezhda y Mischa –nombres reales de los Jennings– comienzan su relación como una mentira, una herramienta de trabajo. Dos hijos y muchos muertos después, esta va convirtiéndose en un amor, atípico y peligroso, que además ya no los involucra a ellos solos, sino que tiene consecuencias en las vidas de sus hijos. Como cantaba Sting, los rusos también quieren a sus hijos, y los Jennings no son una excepción. Los chavales, la típica parejita, se han criado como americanos, y la posibilidad de que descubran que en realidad son otra cosa implica una onda expansiva brutal. Más cuando el vecino de al lado y eventualmente amigo querido de la familia –hasta donde esta puede alcanzar a querer, claro…– es un oficial de contrainteligencia del FBI (interpretado por un Noah Emmerich que encarna cierto idealismo ingenuo muy estadounidense). Porque más allá de las tramas de espionaje, de las ejecuciones truculentas, de los pelucones y los disfraces (un aspecto con el que el creador de la serie Joe Weisberg, antiguo empleado de la CIA, parece habérselo pasado en grande), The Americans es una serie sobre la moralidad.
Nadezhda y Mischa comienzan su relación como una herramienta de trabajo. Dos hijos y muchos muertos después, esta va convirtiéndose en un amor atípico y peligroso
Y sobre la coherencia. Está claro que Elizabeth, por ejemplo, habría estado cazando nazis en Stalingrado de haber nacido veinte años antes. Phillip, en cambio, hubiera sido un gran americano –aunque su doble vida no le impedirá descubrir que el capitalismo no es tan simpático como lo pintan–. Ambos deberán hacer elecciones casi inimaginables para la gente de la calle. Matar civiles indefensos. Seducir a inocentes. Manipular y romper vidas. Enfrentarse –o no– a quienes están por encima de ellos (no se pierdan a Frank Langella y Margo Martindale como veteranos jefes de espías, lobos ancianos que lo han visto ya todo y que son lo que Elizabeth y Philip podrían terminar siendo de no haber existido la Perestroika). Todo, en nombre de la fe por algo que puede que no exista, pero que no se puede dejar atrás.
Hay un segundo nivel de las tramas –y por esto les advertíamos que las piezas del puzzle tardan un poco en comenzar a mostrar un dibujo– que se nos cuenta a través de la historia de Oleg Burov, un guapetón diplomático –también KGB, faltaría más, pero del sector chupatintas–, la ambigua y trágica agente Nina, o los no menos trágicos, aunque por otras razones, miembros del FBI a los que los Jennings seducirán, engañarán, robarán y querrán (mención especial al personaje de Martha, interpretada por Allison Wright). No les explico las tramas no tanto por ahorrarles spoilers –aunque en esta serie sí merece la pena adentrarse hasta el final relativamente vírgenes– como porque puestas negras sobre blanco no explican la chicha de esta serie; ésta se encuentra en los personajes y también en la recreación de un conflicto político que dio paso a un nuevo orden de lo más desordenado. Porque si bien The Americans es una ficción, tiene un componente de realidad no solo en la ambientación sino en los propios acontecimientos que describe. Porque los Jennings están inspirados en espías reales, los del grupo de rusos que fue descubierto en 2010 y que llevaba años viviendo en Estados Unidos como si nada, sin que en ocasiones sus propios hijos tuvieran la más mínima idea de lo que estaba ocurriendo.
The Americans es también una lección sobre la historia reciente, cuyos ecos resuenan todavía en nuestra actualidad. Han cambiado los métodos, pero el espionaje ruso sigue intentando interferir en la vida política de los Estados Unidos. La incompetencia del FBI para detectar topos y coordinarse con otras agencias prefigura en la serie lo que ocurriría en un 11-S a veinte años de distancia (pero que en The Americans también están abonando los soviéticos en Afganistán). Incluso alguna trama parece anticipar proféticamente los estragos de un virus letal. Pero en el fondo la serie tiene más que ver con la melancolía de un Chéjov (y alguna que otra pistola de éste) que con los malos de pelis ochenteras como Danko, calor rojo. Y porque como decía Tolstoi en la más rusa de las novelas, todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Y descubrir la particular infelicidad de la familia Jennings es un viaje que merece mucho, mucho la pena.
Perdón, perdón, perdón porque antes de comenzar voy a hacer eso que siempre que leo críticas de series odio que me hagan a mí: les pido por favor que le den tiempo a The Americans. Porque The Americans es una serie lenta –aunque, desde luego, no tranquila– pero premia a los pacientes...
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Mar Calpena
Mar Calpena (Barcelona, 1973) es periodista, pero ha sido también traductora, escritora fantasma, editora de tebeos, quiromasajista y profesora de coctelería, lo cual se explica por la dispersión de sus intereses y por la precariedad del mercado laboral. CTXT.es y CTXT.cat son su campamento base, aunque es posible encontrarla en radios, teles y prensa hablando de gastronomía y/o política, aunque raramente al mismo tiempo.
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